jueves, marzo 13, 2014

Timoshenko y el baile de los oligarcas en Ucrania

La fortuna de Yulia Timoshenko en el extranjero no es un asunto que podía tardar mucho tiempo en aparecer en la crisis ucraniana. Un informe realizado por un bufete de Londres revela que la exprimera ministra y su marido han contado con decenas de cuentas corrientes en bancos europeos, según The Independent. En estos momentos, ambos conservarían al menos trece cuentas por una cantidad total no conocida, pero que probablemente ascienda a varias decenas de millones de libras.
No hay que perder de vista el hecho de que el bufete inició la investigación hace un año por encargo del anterior Gobierno de Ucrania, obviamente interesado en contar con información dañina para los intereses de Timoshenko, cuando ella ya estaba encarcelada por un discutible caso de corrupción.
Pero por mucho que el fin de Yanukóvich haya permitido la puesta en libertad de la dama de las trenzas y su recibimiento como heroína por los dirigentes del Partido Popular Europeo, la historia oscura de su enriquecimiento y las sospechas de corrupción van más allá del interés del Gobierno de Yanukóvich por eliminarla del juego político.
La historia de la Ucrania independiente, tras el fin de la URSS, se compone de una sucesión de gobiernos que oscilan entre la ineptitud y el desfalco con un fuerte olor a crimen organizado. Todo empezó a lo grande con el mandato de Pavlo Lazarenko como primer ministro en 1996 y 1997. Si sólo robó 200 millones de dólares, como se sospecha, fue porque no le dio tiempo a más.
Sin duda, fue una etapa emocionante. Sufrió un intento de asesinato cuando una bomba explotó junto a su coche cuando estaba parado en un atasco en la carretera que va al aeropuerto de Boryspil. Lo mismo le ocurrió unos meses después a uno de sus grandes rivales, Yevhen Shcherban, empresario de la zona este del país y líder de un partido liberal. En su caso, un grupo de hombres armados disfrazados de policías tiroteó el coche en el que viajaban Shcherban y su mujer en Donetsk. Ambos murieron.
Hubo más intentos de asesinato en la región de Donetsk. Todos estos crímenes y algunos más tenían que ver con el control de la producción e importación de gas. Y ese puesto estaba ya cogido. Timoshenko se beneficiaba de su excelente relación con el primer ministro Lazarenko. Era consejera delegada de la empresa privada que tenía en la práctica el monopolio de la importación de gas natural ruso. De esa época viene su apodo de ‘princesa del gas’.
Su marido y ella habían puesto en marcha la compañía sólo cuatro años (en 1991), dedicada inicialmente a vender combustible a las explotaciones agrícolas. En el escenario postsoviético en Ucrania y otros estados, las carreras empresariales despegaban con una facilidad inusitada.
La política conservadora entró después en política y anunció que abandonaba los negocios. Estuvo a punto de verse afectada por la caída de Lazarenko, que acabó huyendo del país, siendo detenido en EEUU (donde fue condenado por blanqueo de dinero, fraude y extorsión).
Timoshenko fue primero viceprimera ministra y encargada de la cartera de Energía en el Gobierno de Víktor Yuschenko en 1999. Ciertas carreras políticas empezaban a tomar forma. Su gestión obtuvo un cierto éxito al precio de enemistarla con el presidente Kuchma. Se aumentaron los ingresos gracias al fin de las prebendas de empresas y organizaciones que nunca pagaban la electricidad gracias a múltiples deducciones.
La combinación política-negocios que caracteriza la política ucraniana también tenía en Timoshenko un ejemplo llamativo. Mientras ella dirigía el sistema energético, resulta que su marido había pasado a ser el máximo responsable de la empresa que habían fundado juntos. Nunca pareció entender que eso fuera a suponer algo parecido a un conflicto de intereses. Cuando Mister Timoshenko fue detenido, ella denunció que se trataba de una conspiración orquestada por sus rivales políticos. Cinco meses después, Kuchma impuso su destitución.
Tuvo una segunda oportunidad gracias a la llamada Revolución Naranja en la que formó tándem con Yuschenko. Dio igual, todo terminó de la misma manera. El nuevo presidente terminó haciendo lo mismo que Kuchma: despidió a la primera ministra Timoshenko, entre otras cosas por su decisión de eliminar por decreto las deudas con el Estado de su antigua empresa.
Cuando uno se pregunta por qué un tipo como Yanukóvich pudo ganar las elecciones presidenciales de 2010, la respuesta sólo puede ser una: porque el adversario era Timoshenko. Los votantes no quisieron darle una tercera oportunidad.
Los documentos del Departamento de Estado, difundidos por Wikileaks, ofrecen una estupenda ventana para examinar algunas de estas relaciones entre políticos y empresarios en Ucrania. Es fácil apreciar el desprecio que los oligarcas sienten por Timoshenko, pero también que esta política con imagen de defensora incansable de la soberanía ucraniana frente al gigante ruso es cuando menos dudosa. Puede serlo, si conviene a sus intereses.
El protagonista de uno de estos papeles es Dmitri Firtash, considerado la segunda fortuna del país con un patrimonio estimado en 1.ooo millones de dólares. Firtash pidió una reunión con el embajador de EEUU en 2008 probablemente con la intención de mejorar su imagen ante el Gobierno norteamericano.
Intrigas, acuerdos secretos, rivalidades políticas muy determinadas por el dinero… el escenario en el que Timoshenko siempre se movió con gran facilidad, aunque al final con pésimos resultados para su futuro político porque acabó en prisión.
Según el telegrama diplomático, Firtash alega que había conseguido boicotear una “coalición” entre el partido de Timoshenko y el de Yanukóvich en el último momento, y que ahora intentaba que Yakunóvich firmara un acuerdo con Yuschenko.
Se refiere a una época en que Yuschenko y Timoshenko ya se habían distanciado. Uno pensaría que en esa lucha entre democracia europea y autoritarismo ruso que se vendió con ocasión de la Revolución Naranja ciertas alianzas serían imposibles. Grave error.
Firtash cuenta al embajador que Timoshenko está tramando con el Gobierno ruso para acabar con su empresa. También reconoce que empezó en los negocios gracias al apoyo de un conocido miembro del crimen organizado ruso (ser embajador de EEUU en algunos países no es una profesión aburrida), pero que él nunca ha cometido ningún delito. Probablemente para congraciarse con Washington, afirma que la mayor amenaza para la seguridad de Ucrania es que caiga en manos de las grandes corporaciones rusas.
Resulta complicado diferenciar el desprecio del magnate por Timoshenko y las relaciones de esta con el Gobierno y empresas rusas. Según Firtash, “Timoshenko planea ofrecer Ucrania a Rusia en una bandera de plata”. Esto es obviamente exagerado, pero no hay que olvidar que la entonces primera ministra intentó mejorar sus relaciones con Moscú y, como cualquier gobernante ucraniano, necesitaba llegar a acuerdos que permitieran el suministro estable de gas. Y puede ocurrir que el magnate intente que Washington desconfíe de Timoshenko por esa conexión rusa.
“Firtash definió a Timoshenko como la perfecta oligarca que había llegado a acuerdos con Rusia que dejaban a Ucrania en una posición vulnerable frente a los oligarcas rusos en el futuro, algo que ni él ni el partidario del PR (Partido de las Regiones, el partido de Yanukóvich) Rinat Akhmetov podían permitir. Firtash dijo que el calificativo de Timoshenko como ‘princesa del gas’ era falso. Explicó que Timoshenko ganó mucho dinero con negocios corruptos del gas en los 90, pero que no sabía nada de gas. Añadió que Timoshenko escondió sus propiedades e inversiones en el Reino Unido para dar la falsa impresión de que había abandonado sus negocios”.
La conexión entre oligarcas y políticos no es un hecho inaudito en la Europa del Este. En Ucrania, sí ha dado lugar a una continuidad en los últimos 15 años: sobre la superficie la confrontación política adquiría el máximo nivel de enfrentamiento, pero por debajo los pactos, con la mediación de los multimillonarios, han hecho que los ciudadanos no hayan visto muchos cambios en su vida cotidiana. Por decirlo de otra manera, la corrupción se desmandó en la presidencia de Yanukóvich, pero no empezó entonces ni mucho menos.
Sí es indudable que con Yanukóvich y el Partido de las Regiones, los oligarcas como Akhmetov y Firtash tuvieron menos problemas. El caso de Akhmetov es paradigmático. El hombre más rico de Ucrania (patrimonio estimado: 15.000 millones de dólares) con intereses en varios sectores industriales, banca y medios de comunicación era amigo de Yanukóvich y una de las principales fuentes de financiación de su partido.
Ya se sabía que un comunicado de Akhmetov fue decisivo para entender cómo el presidente se estaba quedando sin apoyos. En el documento, el magnate pedía unidad a todos los ucranianos con independencia de sus ideas políticos, lo que muchos interpretaron como que había abandonado a Yanukóvich y que desde luego estaba en contra de acabar con la protesta de Maidán por la fuerza.
Según un reportaje de Der Spiegel, es imposible subestimar el poder de ambos ni durante el Gobierno de Yanukóvich ni en los acontecimientos que desencadenaron su huida. Quien paga, manda, y así Akhmetov había elegido para que entraran en las listas a 60 diputados del Partido de las Regiones (Firtash tuvo que conformarse con 30).
Ya antes de que comenzara la crisis, los oligarcas decidieron ampliar sus contactos con la oposición. Akhmetov ya tenía unas relaciones civilizadas con Timoshenko y por eso, según Spiegel, apoya al actual primer ministro, Arseni Yatseniuk. Firtash, que no puede ni ver a Timoshenko, tuvo que centrarse en el exboxeador Klitschko.
Cuando empezaron a disparar de forma indiscriminada contra manifestantes de la plaza Maidán, los oligarcas decidieron que ese no era su camino. Los medios de comunicación que controlan pasaron a hacer una cobertura no hostil con la oposición, una forma de decir al Gobierno que había perdido su apoyo. Y al menos 30 diputados del Partido de las Regiones (¿los que habían comprado con su dinero?) terminaron votando a favor de la destitución de Yanukóvich.
¿Revolución en Kiev? Una insurrección, sin duda, pero no habrá cambios revolucionarios en el país. Al igual que con el precedente anterior, los oligarcas tendrán que ajustar el alcance de sus negocios y quizá renunciar a algunos contratos, pero se ocuparán de que sus negocios queden a salvo. Yanukóvich ha sido excelente para ellos y el nuevo Gobierno no tiene por qué dejar de serlo.
Yatseniuk ha nombrado a dos empresarios millonarios como gobernadores de provincias de la zona este. Es una forma de que sepan que no van a enviar gente desconocida de Kiev para controlar a la zona prorrusa. Son Sergi Taruta (600 millones en activos) y Igor Kolomoiski (2.400 millones), que además es un destacado miembro de la comunidad judía, y por tanto contribuye a compensar la presencia de los ultras en la coalición que derrocó a Yanukóvich.
El proceso de blanqueo de los oligarcas ha comenzado y se coronará con éxito. Habrá otras cosas que no estén claras en Ucrania, pero esa no suele fallar.

Iñigo Sáenz de Ugarte
eldiario.es

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