Quienes hemos estudiado en escuelas públicas primarias, secundarias, universitarias y realizado posgrados en Latinoamérica por obra y gracias de decisiones políticas de integración y unión regional en materia educacional derivadas de gobiernos nacionales y populares de Nuestro continente, hemos asistido (y lo continuamos haciendo) desde hace varios lustros a un fenómeno sumamente perjudicial para la democracia y la estabilidad de los gobiernos populares electos en Latinoamérica. La creación de los cuadros empresariales y unvertitarios que nutren a la fuerza laboral de las corporaciones transnacionales en nuestros países.
Como sabemos y producto de las políticas de desregulación neoliberales implantadas a partir del Consenso de Washington, la Educación fue considerada un servicio a ser privatizado para disminuir el "gasto público" originado por los centros educativos estatales para comenzar a financiar en cambio buena parte de los establecimientos privados preescolares, primarios, secundarios que surgieron como hongos a partir de la mercantilización de los "servicios educativos".
La estrategia neoliberal logró que la mayor parte de los estudiantes provenientes de las clases medias universidades públicas nacionales gratuitas (con o sin examen de ingreso) como la UBA, UCV, USP y tantas otras privadas para graduar ejércitos de conocimiento profesionales de empresas transnacionales bancarias, financieras, alimenticias, farmacéuticas, petroleras y químicas, automotrices, culturales, todas productoras de bienes y servicios, que según la estructura económica dependiente de nuestros países formateadas por las corporaciones, concentran cada vez más ganancias y transfieren poco conocimiento y tecnología a la sociedad en la que se afinca y a la que vende sus productos y servicios.
El fenómeno es aún más llamativo, por grave, si se considera que los profesionales egresados de estas universidades acuden a ellas porque las privadas no ofrecen las carreras más "pesadas" o "duras" como las relacionadas con la física, matemática o química, y sus carreras asociadas, para la que se requiere niveles infraestructura edilicia y de servicios de la universidad y de grados de abstracción y disciplina de estudio diferentes a la media de los esfuerzos realizados por los estudiantes en la actual fase de las universidades neoliberalizadas. Las denominadas profesiones liberales (abogacía, economía, psicología, hasta incluso medicina) a las que históricamente accedían integrantes de clases medias acomodadas y altas, son hoy superpobladas gracias a la saturación provocada por mercantilización y la falta de planificación de los países donde la oferta-demanda de carreras suponía lograr la cantidad (aunque no calidad) de los profesionales requeridos por los propietarios de las empresas que contratan la fuerza laboral profesional en nuestros países, porque la formación dada en las universidades no prepara a los egresados para la creación de pequeñas empresas de interés público y social, que son competencia de las corporaciones que dominan la ideología universitaria.
Hoy en día, y bajo el manto de la autonomía universitaria lograda por la lucha de los estudiantes durante décadas, asistimos al control de las currículas y los cargos directivos hacia lo interno y a una nueva pseudoprivatización de los recursos destinados por el Estado donde se acortaron las carreras a 4 o 5 años para luego realizar posgrados creados por las empresas de acuerdo a sus intereses de Mercado y avalados por los Ministerios de Educación que permite el cobro de aranceles (en general onerosos) para generar más recursos a las arcas de la burocracia universitaria, permitiendo que los proyectos investigados por los cuerpos de profesores y graduados se financien con recursos de transnacionales para controlar así las líneas de investigación que las universidades públicas desarrollaran en materia de políticas educativas, control social, desarrollo de transgénicos, nanotecnología, ingeniería ambiental que convalide el discurso de "tecnologías verdes", comunicación destinada a la cerco mediático y la desinformación ciudadana, solo como algunos ejemplos del modus operandi de las unidades académicas estatales controladas por elites corporativas y burocráticas. Empresas transnacionales poseen escuelas técnicas y hasta universidades en sus propios predios.
Pero lo más perverso, por reaccionario, en el tránsito individualistas y egoísta por estas “altas casas de estudio” es que el propio discurso dominante y fascista propagado desde los empresas y sus medios propagandísticos -y naturalizados por los estudiantes y sus familias- es que luego de formados con los recursos provenientes del presupuesto universitaria financiado por los impuestos pagados por quienes no han tenido acceso a la educación -sectores pobres- por las innumerables restricciones que impone el modelo capitalista en esta fase de la revolución científico-tecnológica, es el desprecio de un cierto número de "estudiantes" en toda la Región por las políticas gubernamentales que propician y amplían sus propios derechos humanos a la educación libre y gratuita, para arremeter como mercenarios pagos por el poder económico contra gobiernos populares.
A pesar de los tremendos esfuerzos realizados en países como Venezuela, Argentina, Brasil, Ecuador o Bolivia, -Cuba ya superó esta contradicción hace muchos años. aunque presenta nuevos desafíos-, el poder económico que controla y difunde el discurso hegemónico de las universidades en materia de conocimiento en todas las áreas continua tras décadas de dominio, ganando la batalla desde los sectores privados, surtidos por las universidades nacionales de los profesionales divulgadores de la doctrina hegemónica permeada al propio Estado y a la sociedad, que impide el avance de las transformaciones necesarias para la construcción de otra sociedad de la que se supone los gobiernos progresistas quieren ser protagonistas.
Nando Reyes, egresado de la Universidad Nacional de Buenos Aires
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