Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
domingo, marzo 23, 2014
Ernesto “Che” Guevara y la guerra civil española.
Lister y Ernesto Guevara en La Habana
Para muchos historiadores y biógrafos del Che los acontecimientos de la guerra civil española lo marcaron para siempre.
La argentina de 1936 presidida por Agustín Pedro Justo, pasaba por momentos de grandes convulsiones sociales. En ese año estalla una huelga general, en apoyo de los trabajadores de la construcción, que llevaban en conflicto desde hacía tres meses. La nueva conducción de la CGT impulsa el movimiento masivo, el primero en mucho tiempo. En todos los barrios se forman piquetes e impiden circular a los autobuses y tranvías.
En Plaza Once se realiza el acto central, hay represión, muertos, heridos y detenidos. Con la huelga de los albañiles se termina de organizar la Federación Obrera de la Industria de la Construcción. Este poderoso sindicato contaba con 40.000 cotizantes. Estaba dirigida por militantes comunistas de alta formación política y sindical, como Guido Fioravanti, Pedro Chiaranti y Rubens Iscaro. El Partido Comunista, hace un llamamiento a formar "frentes populares" con las fuerzas democráticas, como se había realizado en España. Al poco tiempo del triunfo de las izquierdas, se produce el alzamiento fascista del 18 de julio. Los padres de Ernesto toman partido por la “España republicana”. La casa de los Guevara se convirtió en un comité de solidaridad, con aquella causa democrática y antifascista. Mientras tanto Ernestito jugaba con otros niños de su edad, con sus soldaditos “a la Guerra Civil”. El siempre tomaba partido por el bando republicano. Muchas veces la fantasía lo llevaba a organizar con sus amiguitos, trincheras en el fondo de la casa, donde continuaban la guerra.
Su tío, el intelectual comunista Cayetano Córdova Iturburu, casado con Carmen de la Serna -hermana de la madre del Che- por aquel entonces estaba en España, como corresponsal de guerra, enviado por el periódico “Critica”.
Natalio Botana el propietario y director de Crítica, se había convertido en un abanderado de la causa republicana. Desde el primer momento, su diario sigue la guerra día a día, enviando a varios corresponsales, a los frentes de batalla.
Por las informaciones que le enviaba su tío, Ernestito iba siguiendo paso a paso, en un plano que tenia, el desarrollo de las batallas. Cuentan que “Tete” como también lo llamaban en su familia, esperaba con mucha ansiedad las cartas de su tío, donde relataba lo que sucedía en España. En una de ellas su tío Cayetano decía: “He creído que mi viaje a España no debía ser un paseo a través de su desmesurado dolor y de su gran esperanza. He creído que mi deber consistía en recoger un panorama estricto para ofrecerlo a mis compatriotas en prueba de la justicia de la causa de España y en testimonio de la grandeza de su sacrificio….”.
En la España Republicana se encontraban peleando en la misma causa, muchos argentinos de distintas ideologías. Entre ellos el poeta Raúl González Tuñón y el escritor, Dardo Cuneo. Uno de mas destacados participantes en el plano militar fue Benigno Mochkowsky, conocido popularmente como el Comandante Ortiz, jefe de la 24 Brigada Mixta del Ejercito Popular. Por su mítica labor militar, también lo conocían como el héroe de la Cuesta de la Reyna. Otros argentinos que combatieron fueron Salomón Elguer, Comisario de las Brigadas Internacionales; José Manzanelli; José María Frontera, Capitán del ejército republicano; Armando Cantoni, dirigente de la juventud comunista. También viajo en 1936 Horacio Badaraco, periodista anarco – comunista, que durante la guerra combatió en las filas libertarias, colaborando con los periódicos Solidaridad Obrera y Juventud Libertaria.
Badaraco era amigo personal de Córdova Iturburu, se conocían de la actividad política. En una nota que escribe Badaraco, muy reveladora del interés existente por Ernestito, sobre esta contienda militar, señala:
“Antes de partir a Paris, Córdova Iturburu me pidió un favor. Tiene en Córdoba un sobrino de unos nueve o diez años, que vive apasionado por lo que ocurre aquí. Sobre un cartón, pegado, tiene un gran mapa de España. Lee las noticias cada día, coloca banderitas, sigue las batallas, reclama de su tío informaciones, anécdotas. Siente la guerra como algo suyo. Ahora pidió noticias sobre Cataluña, Aragón, las zonas por donde ando. Preparé unos croquis, un pequeño relato, mis impresiones. Y te las mando en una carta para que se la envíes directamente al pequeño estratega. Se llama Ernesto Guevara, y vive en Alta Gracia. Espero que le sea útil.”.
El amigo de la infancia de Ernesto, Carlos “Calica” Ferrer nos cuenta en sus memorias: “La guerra civil española tuvo grandes efectos en nosotros, en parte por la firme postura a favor de la República de los Guevara y de los Ferrer, y también por la llegada de notables exiliados republicanos a Alta Gracia. Uno de los refugiados famosos, también arrastrado por el bacilo de Kosch fue el genial músico Manuel de Falla, que sufría la tuberculosis y que fue atendido por mi padre y se integro a la vida social de la pequeña ciudad. Solía repetir que no volvería a España mientras gobernaran quienes habían matado a su hijo espiritual, el poeta García Lorca.
familia de exiliados que pronto se hizo amiga de todos nosotros fue la del doctor Juan González Aguilar, un medico que había tenido un cargo importante en el Ministerio de Sanidad de la republica. Sus hijos, Carmen, Paco, Juan y Pepe, se hicieron de la barra. En su casa se relataban permanentemente anécdotas y hechos de la guerra española, que nosotros escuchábamos fascinados. Tanto en lo de González Aguilar como en lo de Manuel de Falla iban de visita muchos exiliados como el poeta Rafael Alberti.
Ernesto tenía nueve o diez años pero deslumbrado con los cuentos de esa guerra tan lejana y tan cercana a la vez. Había conseguido un mapa de España y con las noticias que obtenía atreves de la radio o de los exiliados, iba marcando con banderitas el avance de los republicanos. Ernesto tenía desde chico una pasión militar, no en el sentido del orden y la audiencia, pero sí en lo estratégico y en la capacidad de mando. A él se le ocurrió un juego, que se convirtió en uno de nuestros favoritos, que consistía en armar trincheras con tierra, piedras o lo que consiguiéramos y jugar a la guerra. Armábamos dos bandos y nos tirábamos con “municiones” que eran los frutos de un árbol muy abundante en la zona, unas bolas duras rellenas con un líquido lechoso. Ya de adolecente mostro otra vez su ingenio al tirar una cañita voladora a los pies de los comensales de una cena de navidad que se celebraba en una de las casa de Alta Gracia con las familias más renombradas. Se armo un despelote bárbaro y Ernestito se ligo una penitencia histórica”.
A fines de 1936 desde su sede en la calle Piedras 80 de la Capital Federal, el Centro Republicano constituye un comité general al que denomino “Amigos de la República Española”, con el que intentaba concentrar todas las iniciativas de ayuda solidaria. En el periódico oficial del Centro, “España Republicana”, se pone de manifiesto el crecimiento acelerado de las agrupaciones las que pronto llegaron a desarrollarse en diferentes puntos del país, como el caso de Mendoza, Rosario, Córdoba, Mar del Plata, Bahía Blanca, y en la Patagonia, Básicamente se tenía como fin buscar la ayuda material: víveres, ropa o medicamentos, aunque la colecta de dinero parece haber sido el principal de sus emprendimientos. En Córdoba y en distintas ciudades del interior se fundaron organizaciones solidarias que estaban coordinadas por la Comisión de Ayuda Pro- España de Córdoba.
El fervor solidario de los comités de la Provincia de Córdoba los lleva a realizar un Congreso Nacional de coordinación. El mismo se celebro en el mes de mayo de 1937 en la capital de la provincia. A pesar de la importancia del mismo y de la participación de muchas agrupaciones de todo el país, incluso de Amigos de la República de Buenos Aires, aun faltaría hacer un nuevo congreso para darle la representación y operatividad que necesitaba el movimiento solidario. En estas campañas de solidaridad internacionalista tendrá un papel muy destacado la izquierda argentina, representada por los socialistas, comunistas y anarquistas. Como así también la solidaridad obrera a través de la CGT. Un dirigente sindical de aquellos años -de origen gallego- Cesar Ollero perteneciente al PC, nos relata: “Recuerdo que cuando estaba en el secretariado del gremio metalúrgico, lanzamos la idea de hacer una campaña nacional para juntar el papel de plata de los atados de cigarrillos, con el fin de que lo recaudado fuera a parar a la ayuda de la España Republicana. Toda la CGT se hizo eco de esta campaña y miles de trabajadores juntaban los envoltorios de los cigarrillos o las recogían del piso, para luego convertirlas en bolas de ese papel plata metálico”. Otro de los sectores más implicados fue la propia colonia española, la mayoría de sus instituciones tomaron partido por la Republica. La Federación de Sociedades Gallegas fue una de las grandes impulsores de la solidaridad, creando la Agrupación Gallega de Ayuda al Frente Popular, contando entre sus máximos organizadores a Antonio Seoane, joven emigrante que terminara su vida en una cárcel de A Coruña y fusilado por el franquismo junto a su compañero de la guerrilla José Gómez Gayoso.
El padre del Che, Ernesto Guevara Linch también señalo en sus memorias: “La guerra civil española tuvo gran repercusión en la Argentina. Organizamos un Comité de Ayuda a la España Republicana, al que Celia y yo prestamos toda clase de cooperación. Todos mis hijos estaban de cuerpo y alma con los republicanos. Éramos vecinos y muy amigos del doctor Juan González Aguilar, vice-primer ministro de Negrín en el gobierno de la República Española. Cuando cayó la República, emigró a la Argentina y se radicó en Alta Gracia. Mis hijos tenían amistad con los de González, estudiaban en la misma escuela, y después en el mismo Colegio de Córdoba. Celia los llevaba en el coche junto con Teté. Teté era amigo de Fernando Barral, un muchacho español de su edad, cuyo padre, republicano, había muerto luchando contra los fascistas. Recuerdo también al general Jurado, destacado republicano, que fue huésped de González durante algún tiempo. Jurado solía venir con frecuencia a nuestra casa y nos contaba las peripecias de la guerra civil, las atrocidades que cometían los franquistas y sus aliados italianos y alemanes. Todo eso ejerció naturalmente marcada influencia sobre Teté y sobre la formación de sus futuras concepciones políticas. (…) Cuando empezó en España la guerra civil, Ernesto era pequeño. Por aquel entonces yo estaba íntimamente relacionado con los republicanos. Tanto en Alta Gracia como en otros puntos de la provincia de Córdoba y en toda la republica Argentina en general, se abrieron comités de ayuda a la republica española. Teníamos la seguridad de que el gobierno de España combatía contra la coalición imperialista que apoyaba al general Franco, sucesor del General Mola, quien fuera el jefe del ejercito sublevado.” “Con algunos amigos de Alta Gracias habíamos fundado un comité de ayuda al gobierno republicano español, en ese comité trabajaron muchas personas liberales y de izquierda. Nos conectábamos continuamente con otros comités de la capital Cordobesa y de la ciudad de Buenos Aires. Solo contaba nueve años de edad entonces mi hijo Ernesto. Se interesaba muchísimo por todo lo concerniente a la guerra civil española”.
Luego continua don Ernesto: “Nosotros habíamos intimado con los González Aguilar y Ernesto se hizo muy amigo de sus hijos mayores. En su casa pudo tomar contacto con muchos combatientes republicanos y así fue como siendo un niño Ernesto apoyo con todo entusiasmo a la República española. No falto a un solo acto de los que se hacían con propósito de ayuda y mientras tanto iba empapándose a través de periódicos y libros de los pormenores de esta contienda. En mi casa también se reunía mucha gente liberal que trabajaba por esa causa apoyando y efectuando actos públicos y fiestas para recolectar fondos o reunir alimentos.
Ernesto recortaba prolijamente las noticias de los diarios y en su cuarto en un gran mapa de España seguía el movimiento de los ejércitos pinchando banderitas en uno y otro frente. Creo que en esta época comienza en él a desarrollarse la rebeldía contra toda dictadura que oprima a los pueblos.” La que fuera dirigente juvenil del Partido Comunista Argentino, Fanny Edelman nos recuerda aquella etapa: "La solidaridad con el Frente Popular fue enorme. Uno de los motores de esa ayuda era el Patronato Español de Ayuda a las Víctimas de la Represión en Asturias, creado dos años antes a raíz de la represión de los mineros huelguistas. De inmediato se constituyó el Comité de Ayuda al Pueblo Español, y luego decenas de otros comités, creo que casi doscientos, desde Jujuy hasta Tierra del Fuego."
Edelman añade: “la Argentina enviaba embarques semanales de sopas concentradas, que las descendientes de españoles tejían bufandas para el ejército popular. Los niños juntaban papel plateado, que luego era vendido y convertido en donaciones. La ayuda espontánea fue tan masiva, que la Argentina se ubicó como segundo país, después de Francia, en el caudal de ayuda popular a la República.”.
El poeta y editor republicano Arturo Cuadrado nos cuenta también: “en la Avenida de Mayo funcionaba algo así como un comando de simpatizantes y detractores de la República. En las esquinas de la avenida de Mayo y Salta, dos bares nucleaban a los unos y a los otros: en el Iberia, los republicanos; en el Español, los franquistas. El lenguaje era la provocación, y las escenas, propias de una taberna. Allí se esperaba la caída de la tarde y las noticias del día. Las ruedas se prolongaban hasta medianoche, y no faltaba en la semana una jornada de roces, con sillas y tazas volando por el aire.”
Mientras la famosa actriz Libertad Lamarque y el actor Fernando Ochoa daban recitales a beneficio en el Luna Park, en San Juan se realizaba una campaña de donaciones recogidas por el club de ciclistas. El mismo año de la sublevación comenzaba a editarse en Buenos Aires La Voz de España, un medio que luego se transformaría en el republicano La Nueva España, con una tirada semanal de 60.000 ejemplares. Una de las iniciativas de La Nueva España fue alquilar una isla en el Tigre, Los Pinos, donde se cobraba 20 centavos para participar de un picnic, con el fin de recaudar recursos. En Córdoba también se hacían actos y festivales culturales para juntar dinero para el bando republicano. Don Ernesto nos sigue contando: “A la casa de Don Juan González Aguilar continuamente llegaban jefes republicanos, oficiales, combatientes, profesionales, literatos, poetas. Y a mi casa también llegaban algunos de ellos. En este ambiente nos íbamos enterando de todo el proceso de la guerra civil española y como mi mujer y yo éramos personas de tendencia socialista, pronto fraternizamos con todos aquellos exiliados que llegaron a nuestro país con la esperanza de volver en poco tiempo a su tierra. Mi hijo Ernesto iba creciendo en aquel ambiente y no solo se pudo enterar de los incidentes de la guerra civil, sino también de la nueva literatura que nacía en las trincheras. No es de extrañar, pues, que siendo un niño pudiera identificarse con la vanguardia de la España Republicana.”.
Al finalizar la guerra civil española comienzan a llegar los primeros exiliados, algunos eran militares aunque la mayoría eran intelectuales o profesionales, es así como se radica en Alta Gracia el genial músico Manuel de Falla, el cual vivía a pocos metros de la casa de los Guevara. Entre los militares llega en 1940 Enrique Jurado Barrio. Este General provenía de una familiar militar, había participado en la guerra de Marruecos, y por méritos de guerra fue promocionado, a pesar de su oposición a este tipo de ascensos. Durante la Guerra tuvo el mando de varias unidades militares, alcanzando una importante actuación en el Frente del Centro durante las Batallas de Guadalajara y Brunete. En los últimos tiempos del conflicto estuvo al mando de la Dirección General de Defensa Especial contra Aeronaves (DECA) y del Grupo de Ejército Oriental, el cual dirigirá en sus últimos momentos durante la retirada de Cataluña.
“El general Jurado,- nos relata don Ernesto- militar español republicano, fue el héroe de la batalla de Guadalajara librada durante la guerra civil española en el año 1937, donde derroto a las tropas italianas que actuaban en España al mando del célebre general italiano Roatta. Arribo a la ciudad de Córdoba como tantos exiliados políticos españoles y de allí paso a Alta Gracia, donde nosotros vivíamos, tratando de encontrar algún trabajo.
El general Jurado combatió durante toda la guerra en España y después, al ser derrotados los republicanos, con toda dignidad empezó para él otra ardua lucha; la lucha por la vida y en tierras extrañas.
El general no podía conseguir trabajo, pues para los mismos argentinos en esa época era difícil y para los extranjeros mucho más.
No se amilanó por sus fracasos. Después de escuchar muchas promesas y de calentar asientos en antesalas de directivos, el pobre fue a caer en una compañía de seguros de vida.
Esta ocupación nueva, como corredor de seguros, la tomo con buen humor. Un día me dijo: Pues Fíjese usted las vueltas que da el mundo, yo que desde los catorce años he estado peleando con el ejército español y calculo haber matado mucha gente; ahora por una ironía del destino, estoy haciendo seguros de vida. Y se reía festejando el chiste.
Nos hicimos muy amigos y me conto muchos pormenores de la guerra civil española, donde actuó dentro de las filas republicanas, con el grado de general.
Ernesto entonces tenía alrededor de diez años y seguía los relatos de Jurado absorto y sin perder detalle de sus narraciones. El general era una de las personas que honraban la mesa de mi casa y había captado el clima propicio que existía entre nosotros, para explayarse sobre el tema de la guerra civil hablando con toda naturalidad, sin ninguna afectación, a veces hablaba de él como personaje principal y contaba episodios electrizantes de esa dura contienda. Solo cuando lo “cargaban” con preguntas acerca de su persona, entonces contaba algo de sus hazañas, poniendo énfasis en todo aquello que se relacionaba con sus subordinados.
Cuando hablaba en nuestra mesa, mas nos parecía estar en presencia de un buen burgués negociante e inofensivo, que frente a un hombre de guerra. Acostumbrados como estábamos a nuestros militares de corte prusiano, que no conocí en las guerras sino de nombre, pero no abandonaban jamás su ceño adusto, Jurado, tan sencillo, se nos apareció mas como un civil que como un militar. Siempre sonriente, hablaba con claridad y exactitud repudiando toda clase de bravatas.
Ernesto, que entonces era una criatura, captaba a la perfección el contraste y creo que el modo de ser del general Jurado fue para él una guía de lo que debe ser un hombre de combate. Le tenía una gran admiración.
Jurado durante un almuerzo nos relato como se había desarrollado la batalla de Guadalajara. Hablo del desprevenido avance de las tropas italianas por el valle al son de fanfarrias, cuando creían despejado el camino a Madrid. Nos conto como los milicianos apostados en las crestas de las montañas que circundaban ese valle iban dejando entrar al enemigo, hasta que se mando atacar, y luego describió la descolgada de soldados republicanos bajando las laderas, y describió también la sorpresa y el pánico de las brigadas italianas atrapadas en un cerco, lo que determino el desbande y huida general.
Nos hablo Jurado sobre el afán de los milicianos por coger prisioneros y nos dijo que por perseguir a los que huían no oyeron las ordenes de sus jefes dándole el alto, pues arriba los esperaba una veterana brigada de moros y españoles que hicieron certeros blancos entre los republicanos que trepaban sin protección alguna.
Todos nosotros escuchábamos con atención a Jurado, pero Ernesto lo hacía con mucho más interés. Este general, sin afectación ni postura, nos hipnotizaba con los relatos de aquella guerra fratricida donde se hizo derroche de coraje por ambas partes.
No solamente el general Jurado no hablara de la guerra civil española. Por mi casa pasaron muchos republicanos y también por las casas de gente amiga, donde pudimos empaparnos bien de los pormenores de la contienda que sacudió a España en esa época. Pero el general Jurado era con quien más alternábamos.
Cuando yo observaba la atención con que mi hijo Ernesto escuchaba al veterano militar, lejos estaba de pensar que este chiquillo pidiera repetir algunas de estas hazañas en lugares muy lejanos y hoy pienso cuanto le habría servido las lecciones que, sin saberlo le estaba brindando un militar español.”.
GUEVARA Y ALBERTO BAYO EN MEXICO
Ernesto en su segundo viaje por América, estando en México conoce al General Alberto Bayo que formaba parte del grupo conspirativo del Movimiento 26 de julio, que encabezaba Fidel Castro.
Cuando se produce el levantamiento fascista en España, contra la segunda república, Bayo tenía el grado de capitán de aviación e infantería, con destino en el aeródromo militar de El Prat de Llobregat (Barcelona). Permaneció leal a la República y fue el encargado de dirigir la ocupación de Ibiza y Formentera (8-9 de agosto) y el desembarco de Mallorca (en poder de los sublevados) el 16 de agosto de 1936. Luego fue designado como 2º jefe del Estado Mayor del V Cuerpo de Ejército para la Batalla de Brunete. Fue ascendido sucesivamente a comandante y luego a teniente coronel.
Desde que Ernesto conoció a Bayo y a su hijo Alberto, entre los tres surgió una simpatía mutua. A Guevara le seguían fascinando los temas de la guerra civil española, y cuando tenía alguna oportunidad, recurrentemente sacaba este tema y Bayo aprovechaba para contar algunas anécdotas. El Che le contó sus relaciones de amistad con varios exiliados y sus hijos. En su libro Pasajes de la Guerra revolucionaria Guevara nos relata aspectos de aquella etapa: “Fidel Castro, auxiliado por un pequeño equipo de íntimos, se dio con toda su vocación y su extraordinario espíritu de trabajo a la tarea de organizar las huestes armadas que saldrían hacia Cuba. Casi nunca dio clases de táctica militar, porque el tiempo le resultaba corto para ello. Los demás pudimos aprender bastante con el general Alberto Bayo. Mi impresión casi instantánea, al escuchar las primeras clases, fue la posibilidad de triunfo que veía muy dudosa al enrolarme con el comandante rebelde, al cual me ligaba, desde el principio, un lazo de romántica simpatía aventurera y la consideración de que valía la pena morir en una playa extranjera por un ideal tan puro.
Así fueron pasando varios meses. Nuestra puntería empezó a perfilarse y salieron los maestros tiradores. Hallamos un rancho en México, donde bajo la dirección del general Bayo —estando yo como jefe de personal— se hizo el último apronte, para salir en marzo de 1956. Sin embargo, en esos días dos cuerpos policíacos mexicanos, ambos pagados por Batista, estaban a la caza de Fidel Castro, y uno de ellos tuvo la buenaventura económica de detenerle, cometiendo el absurdo error —también económico— de no matarlo, después de hacerlo prisionero. Muchos de sus seguidores cayeron en pocos días más; también cayó en poder de la policía nuestro rancho, situado en las afueras de la ciudad de México y fuimos todos a la cárcel.”
Fidel le encomendó a Ernesto y a Bayo que fueran los encargados de alquilar un rancho para poder hacer las prácticas de formación militar. El 10 de mayo de 1956 es el propio Guevara el encargado de negociar el alquiler. La casa de campo quedaba en la cercana localidad de Chalco a unos 40 kilómetros del Distrito Federal. Las instalaciones limitaban con las montañas y eran ideales por su discreta ubicación. El Rancho se llamaba Santa Rosa. Por otro lado tanto Ernesto como Bayo tenían como afición el ajedrez, que en los momentos libres jugaban para matar las horas, cuando no tenían clases teóricas o adiestramiento. Hilda Gadea la primera mujer del Che cuenta en sus memorias la admiración que le tenía Ernesto a este veterano militar, recuerda que lo llamaba cariñosamente el “Viejo Bayo” contando que un día le comento: “Es un gran jugador de ajedrez. Cuando terminábamos nuestras tareas, hacíamos juntos grandes partidas. Fueron memorables. Al principio el “Viejo” no admitía que yo lo venciera, aunque jugaba muy bien. Es realmente el único adversario de valor que encontré desde hace mucho tiempo a esta parte”. Por aquellos meses nace su primer hija Hildita, también es detenido junto a una parte de los revolucionarios cubanos, entre ellos Fidel Castro y el hijo de Bayo. Al salir de la cárcel Ernesto y Hilda saben que pronto se va a producir la separación momentánea de la pareja. Fidel quería acelerar la invasión antes que los servicios secretos de Batista pudieran frustrar el plan. Aunque Ernesto paraba poco en casa, participando de los preparativos, cuando lo hacía, le dedicaba su tiempo para estar con su hija Hildita. Cuenta Gadea que muchas veces Ernesto le recitaba poesías a su hija. Una de sus preferidas era la de Antonio Machado en homenaje a Enrique Lister. Guevara se ponía frente a su hijita de 8 meses y comenzaba a decirle la poesía de memoria, con vos solemne de declamador. Cuenta Hilda que la niña cuanto Ernesto paraba de recitarle, se ponía a llorar, entonces tenía que seguir recitándole. Este poema de Machado pasaría a ser una de las poesías que mas le gustaban al Che.
A LÍSTER, JEFE EN LOS EJÉRCITOS DEL EBRO
(Antonio Machado)
Tu carta -oh noble corazón en vela,
español indomable, puño fuerte-,
tu carta, heroico Líster, me consuela,
de esta, que pesa en mí, carne de muerte.
Fragores en tu carta me han llegado
de lucha santa sobre el campo ibero;
también mi corazón ha despertado
entre olores de pólvora y romero.
Donde anuncia marina caracola
que llega el Ebro, y en la peña fría
donde brota esa rúbrica española,
de monte a mar, esta palabra mía:
"Si mi pluma valiera tu pistola
de capitán, contento moriría".
EL ENCUENTRO CON EL GENERAL ENRIQUE LISTER
Con el triunfo de la revolución cubana, muchas son las personalidades de la izquierda internacional que visitan a este país, para ver de cerca la nueva sociedad que nacía. El Che fue en distintas oportunidades anfitrión de aquellas delegaciones ansiosas por conocer Cuba y al mítico guerrillero. Por su parte Guevara aprovechara esta condición de figura emblemática, para conocer a personalidades que en su etapa juvenil lo habían atraído, especialmente los referidos a la guerra civil española. Es así como conoce al mítico general republicano Enrique Lister. En un homenaje que le realizan al General español en La Habana el 2 de junio de 1961, será el propio Guevara el encargado de hablar en el acto:
Tengo hoy el honor, en nombre del pueblo de Cuba, de saludar una vez más, durante su estancia entre nosotros, al general Líster. (Aplausos.) Y tengo la fácil misión de presentarlo ante ustedes, pues todos lo conocen desde hace muchos años, y el mundo entero conoció su nombre cuando España escribió una de sus páginas más heroicas y desgraciadas, durante los tres largos años de la guerra civil contra los poderes fascistas. El Che terminara su discurso con una frase del poema de Machado a Lister: “Si mi pluma valiera tu pistola de capitán, contento moriría”.
CHECOSLOVAQUIA
Después de la retirada de Ernesto Guevara y del contingente de voluntarios Cubanos del Congo, pasa una temporada en Tanzania para luego trasladarse a Praga.
En el mes de marzo de 1966, en horas de la noche, y en compañía de Ulises Estrada, el Che utiliza un pasaporte cubano, para viajar de Tanzania a Praga, con escala en El Cairo y en Yugoslavia. En la capital checa fueron recibidos por José Luís, quien los alojó en un pequeño apartamento que era utilizado como casa de seguridad. Luego el Che fue trasladado a otra casa de seguridad en las afueras de Praga, en la localidad de Ládvi, lugar donde dos años antes estuvo alojada Tania. (Nunca coincidieron ni estuvieron juntos en Praga, Guevara y Tania, como dicen falsamente algunos historiadores).
Allí lo acompañaron por varios meses Carlos Coello (Tuma) y Harry Villegas Tamayo (Pombo), quienes, después de salir del Congo y estar unos meses en La Habana, regresaron a Praga.
En este periodo es enviado a Praga José Gómez Abad con el fin de entregarle unas cartas del Comandante Piñeiro y con la misión de convencer a Guevara de que lo mejor era que regresara a Cuba y desde allí organizar su futura meta, de instalar la guerrilla en Bolivia. En los días que estuvo en Praga, Pepe Gómez pudo compartir distintas conversaciones con el Che, entre ellas una muy significativa sobre la guerra civil española:
“Ya comenzaba a oscurecer y se sentía frialdad, por lo que me invitó a entrar en la casa y seguir charlando sobre estos aspectos al día siguiente.
Por la noche en la sobremesa continuamos conversando y me percaté que de forma sutil y con mucho tacto trataba de indagar sobre mi formación política, procedencia y antecedentes, como decimos en nuestro argot conspirativo “me estaba peinando”, para saber con qué tipo de persona estaba tratando tan importantes asuntos. Para satisfacer su comprensible curiosidad le hablé de mis padres, comunistas españoles, la misión que le asignaron a mi padre cuando yo solamente tenía seis meses de edad, para que regresara a España a organizar la lucha guerrillera en Galicia como Secretario General del Partido, su apresamiento y fusilamiento posterior. Le llamó mucho la atención cuando le di a conocer que los familiares del compañero Antonio Seoane, jefe guerrillero, fusilado junto a mi padre, vivían en Argentina, expresando que desconocía este hecho y le hubiese gustado conocerlos.
Le agradaba hablar sobre el acontecimiento histórico de la Guerra Civil española, sobre el que tenía muchos conocimientos. Era crítico con respecto a la actitud de los soviéticos al no implicarse más en la ayuda al campo republicano, lo que conllevó —según él— a que las fuerzas progresistas se quedaran solas a expensas del eje nazi-fascista que apoyó a Franco y con la complicidad de la “neutralidad” de los aliados. Al emitir este criterio me puntualizó: “esto es lo que tenemos que prever no nos suceda a nosotros, por lo que debemos contar con nuestras propias fuerzas”. Visto este análisis con perspectiva histórica, se demuestra su visión y razón.
Para muchos historiadores y biógrafos del Che los acontecimientos de la guerra civil española lo marcaron para siempre. Seguramente el ambiente de solidaridad familiar y popular, la causa justa de la república, serian determinantes para el aquel niño comenzara a construir en su imaginario infantil, un nuevo mundo y una sociedad distinta.
Lois Pérez Leira
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