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jueves, marzo 05, 2015
Netanyahu y los republicanos desafían a Obama
El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu utilizó el escenario de la sesión conjunta del Congreso norteamericano para criticar duramente la política del presidente Obama hacia Irán. Netanyahu se alineó sin matices con los halcones republicanos, esperando que esto le dé la ventaja que necesita para ganar las elecciones del próximo 17 de marzo. La relación entre los gobiernos norteamericano e israelí pasa por su peor momento, aunque nadie cuestiona la alianza estratégica entre Estados Unidos y el Estado de Israel.
El desafio a la autoridad política de Obama fue por partida doble. Internamente, el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, invitó a Netanyahu a dirigir unas palabras al Congreso sobre el acuerdo que el gobierno norteamericano está negociando con Irán, sin siquiera avisar a la Casa Blanca.
En el plano de la política exterior, Netanyahu aceptó el convite, rompiendo toda forma protocolar. Eligió aprovechar uno de los principales escenarios políticos del mundo, y jugar en la polarización entre republicanos y demócratas para sacar ventaja electoral y tratar de torcer el rumbo de la política exterior trazada por Obama para el Medio Oriente. Nada menos que en el mismo momento en que el Secretario de Estado John Kerry negocia en Suiza con el primer ministro iraní a contrarreloj para lograr un acuerdo marco antes del 24 de marzo, dentro del cual Irán podría proseguir desarrollando energía nuclear para uso civil.
La administración demócrata puso distancia física y política con el show montado por Netanyahu y los republicanos. A la misma hora, Obama decidió participar de una videoconferencia con Merkel, Hollande, Cameron, Renzi y otros líderes europeos para discutir la crisis en Ucrania. Y el vicepresidente Joe Biden se encontraba de gira por Guatemala.
El mensaje de Netanyahu no tuvo sorpresas. Palabras más o menos dijo que el acuerdo que negocian Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia, China y Alemania (el llamado P5+1) con Teherán es la garantía para que el régimen iraní se haga de armamento nuclear. Y aconsejó a Estados Unidos no caer en la estupidez de considerar al régimen iraní como un amigo por compartir circunstancialmente el combate contra el Estado Islámico en Irak y Siria, recordándole que se trata de un estado “terrorista” que amenaza no solo a Israel y Norteamérica sino a todo el mundo -"voló el centro de la comunidad judía y la embajada israelí en Buenos Aires", dijo- y que representa la alianza entre el “islam militante y las armas nucleares”. Pero tras ser advertido en términos duros por funcionarios de la Casa Blanca, se contuvo de revelar detalles secretos que podrían poner en riesgo el trabajoso proceso de diálogo con Irán iniciado en 2013.
Como era de esperar, Netanyahu fue ovacionado varias veces por los congresistas republicanos, para quienes la causa de torpedear el acuerdo con Irán es el equivalente en política exterior a lo que fue su batalla contra la reforma del sistema de salud (llamada Obamacare) en la política doméstica.
Los demócratas no la pasaron bien. Se vieron obligados a optar entre su fuerte inclinación pro israelí y su lealtad al presidente Obama, arriesgándose a quedar del lado equivocado en un escenario polarizado y con claras connotaciones electorales. Unos 50 legisladores demócratas decidieron boicotear la sesión. Los que asistieron no se levantaron de sus bancas y pusieron su mejor cara de póker para pasar el mal trago.
Indudablemente, hay un fuerte componente electoral, tanto para los republicanos, que esperan volver a la Casa Blanca en 2016, como para el primer ministro israelí que busca su reelección. Netanyahu enfrenta una elección que se está complicando. Su partido, el derechista Likud que hasta hace algunos meses parecía el ganador seguro, ahora enfrenta el desafío de la lista Unidad Sionista, una alianza liberal entre el Partido Laborista y otras fuerzas de centro, que cuenta con las simpatías de Obama. Las preocupaciones de la población son los altos precios de los alquileres, el aumento del costo de vida y la creciente desigualdad social. En ese marco no es ninguna novedad que Netanyahu intente transformar las amenazas al estado de Israel en votos. Veremos si resulta esta vez.
¿Qué consecuencias tendrá esta ofensiva conjunta de la extrema derecha israelí y los halcones republicanos?
Hacia el acuerdo con Irán, probablemente ninguna, al menos bajo la actual presidencia norteamericana. La línea dura de Netanyahu puede sonar a música para los oídos de los halcones republicanos pero no es realista.
La negociación es la política de estado adoptada por la administración Obama, no por cuestiones ideológicas sino por puro realismo.
Obama parece haber llegado a la conclusión de que en la actual relación de fuerzas, lo mejor que puede conseguir es ganar el máximo tiempo posible -10, 15, 20 años- para retrasar el desarrollo nuclear de Irán y esperar que en ese lapso, se produzca un cambio de régimen en Irán, producto de las propias contradicciones que atraviesan esta moderna sociedad de casi 80 millones de personas.
Estados Unidos y sus aliados intentarán mantener el máximo control sobre el programa nuclear iraní, por la vía diplomática –con inspecciones periódicas- y presionando con el garrote de las sanciones económicas.
El régimen iraní se ha oxigenado con la llegada al gobierno del presidente “reformista” Hassan Rouhani, pero la situación interna sigue siendo precaria. La combinación de alto desempleo e inflación exacerba las consecuencias de las sanciones económicas y alimenta un descontento social que se cocina a fuego lento. El líder supremo Ali Khamenei mantiene una alianza pragmática con Rouhani, sin embargo, en caso de que el camino de la negociación fracase, resurgirán las divisiones y el ala dura del régimen tomará venganza. La línea dura de los republicanos y de la derecha israelí fortalece a este sector.
Contradictoriamente, el momento geopolítico parece ser oportuno para que Irán intente bajarle el precio a su salida del aislamiento internacional al que fue condenado durante los años del gobierno de Mahmud Ahmadinejad. Después de las convulsiones de la primavera árabe, Estados Unidos parece haber optado por una línea conservadora: hacer trabajar a sus aliados tradicionales y a sus enemigos para la estabilidad de la región. En este esquema, Irán que se ha transformado en una potencia regional, tiene una de las llaves de la estabilidad en Medio Oriente.
Está claro que Estados Unidos, después de las costosas y fallidas ocupaciones miliares de Irak y Afganistán y con el desafío de destruir al Estado Islámico en Irak y Siria, no está en condiciones de abrir otro frente de batalla en Irán. Es más, necesita la colaboración del régimen iraní para combatir al EI y lograr una mínima estabilización en Irak.
Dando a entender que podría salirse del libreto, Netanyahu mencionó distintos ejemplos históricos en los que Israel actuó en contra de la política norteamericana: la declaración del estado en 1948 por parte de David Ben-Gurion; la guerra preventiva de junio de 1967 contra Egipto y Siria (conocida como la Guerra de los Seis Días) contra la línea del entonces presidente L. Johnson; el bombardeo del reactor nuclear de Irak en 1981 bajo el gobierno de Menachem Begin al que se oponía Ronald Reagan; y la continuidad de la Operación Escudo Defensivo por parte de Ariel Sharon en 2002, a pesar de que George Bush había llamado públicamente a que la detuviera.
Pero no parece posible que Israel tome la decisión de actuar solo contra Irán. No presentó ninguna alternativa más que un discurso.
Evidentemente hay tensiones y crisis. Sin embargo, no hace falta aclarar que si bien la relación entre Obama y Netanyahu está pasando por su peor momento, como en los ejemplos históricos que puso el propio Netanyahu, no implica de ninguna manera que esté en cuestión la alianza estratégica entre Estados Unidos e Israel.
Claudia Cinatti
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