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martes, mayo 10, 2016
“Lopérfido es un símbolo de todo lo que no queremos en la Cultura”
Entrevistamos a Juan Pablo Gómez, autor y director de “Prueba y error”, trabajador de cultura y parte de los artistas que exigen la renuncia del ministro de Cultura de la ciudad Darío Lopérfido.
Cada vez son más las compañías de teatro que se pliegan al pedido de renuncia a Darío Lopérfido como Ministro de Cultura debido a sus declaraciones negacionistas que pretendieron relativizar el genocidio perpetrado en la última dictadura militar. Como vino pasando en las diferentes salas durante la última edición del BAFICI, las salas de teatro independiente también se suman al pedido.
Juan Pablo Gómez forma parte de este reclamo como trabajador de la cultura. Al finalizar cada función de su obra “Prueba y error” que se presenta los días Jueves 21hs en la Sala Timbre 4 (México 3554) invita a los espectadores a encender sus celulares, filmar si lo desean y escuchar el audio con las declaraciones del ministro, seguido de la lectura de un comunicado exigiendo la renuncia del actual Ministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.
¿Qué representa Lopérfido para los trabajadores de la cultura?
- Para nosotros el asunto Lopérfido es una especie de “caso” que habla de toda una situación general muy complicada: Lo de Lopérfido es impensable fuera del contexto de la cultura macrista. Es un tema que nos toca muy de cerca por la identificación que existe en el sector cultural independiente con los organismos de derechos humanos y con su idea sobre cómo entender la participación política. Y especialmente en esta ocasión porque justo la persona que viene a “romper el hielo” en relación al intento de reinserción de la teoría de los dos demonios y que encabeza, al menos discursivamente, esta ola revanchista es precisamente el ministro de Cultura de la ciudad donde trabajamos. Es además una persona que los de teatro lo conocemos hace muchísimo tiempo porque ha tenido mucha participación desde el Festival Internacional de Buenos Aires. Incluso antes de estas declaraciones y antes de haber vuelto a las altas cumbres del funcionariado, él ya era un exponente muy notorio del sector que quiere armar un link entre organismos estatales y empresas privadas. Hace mucho que venimos viendo esos avances que conforman una forma muy particular de entender la cultura como negocio.
Lopérfido, trabajando desde el área de cultura es un operador político de esta visión. Participó en el gobierno de la Alianza antes que llegue el kirchnerismo, tuvo un rol muy importante en el 2001 como parte de la mesa chica de De la Rúa, lo que equivale a decir que formó parte del gobierno que terminó como todos sabemos: con un irresponsable estado de sitio y con la muerte de un montón de personas. Luego Lopérfido se tuvo que ir del país porque la gente lo escupía en la calle así como a cualquier funcionario de ese gobierno. Que vuelva tan alegremente vestido de republicano, una persona que se tuvo que ir y no porque lo corrían los kirchneristas y la gente de la cultura, lo corría la gente por la calle, porque estaba asociado a lo peor de la debacle neoliberal de la Argentina, que vuelva al funcionariado y se haga el tonto, nos parece inaceptable. El caso Lopérfido también un símbolo de todo lo que nosotros no queremos en la cultura, lo que no se hizo en todos estos años y que dado el contexto angustiante para muchas personas permitió que la gente de la cultura se uniera mucho más.
Lo único que se hace en los teatros es volver a pasar el audio con sus propias declaraciones. Si Lopérfido considera que persecución es pasar el audio de las cosas que el mismo dijo, bueno, creo que o le da vergüenza sus mismas palabras o tiene un concepto muy débil de lo que es una “persecución”. Sus propias palabras lo persiguen. La “k” que él ve en todos lados no es la del kirchnerismo sino la de su propio karma que lo persigue desde el 2001 y que lo terminó alcanzando. Va a haber un momento en que el traje de republicano le va a quedar chico y no se lo va a poder poner más.
Estos días se estuvo discutiendo mucho en los medios una especie de cuestión “moral” acerca de los escraches
- Creo que caer en los slogans del tipo “La guerra de escraches” es hacerle el juego a Lopérfido y al macrismo. Nuestra batalla principal y en nuestro terreno, que es la cultura, es lograr re conceptualizar la política más allá de la opinión que uno tenga. Nosotros no le hicimos escraches a Lopérfido, no lo fuimos a buscar a la casa y no lo vamos a asaltar en la calle. Las manifestaciones que hubo fueron espontáneas cuando Lopérfido se acercó a los lugares de trabajo de la gente de la cultura como los teatros, como un festival internacional de cine como es el BAFICI. O sea, los mismos trabajadores de la cultura, los mismos cineastas, los propios guionistas y actores se manifiestan desde su lugar de trabajo. Él se acerca a los lugares de trabajo de los trabajadores de la cultura. Si nosotros nos quedamos callados convalidamos su política convalidando sus dichos, entonces nos vemos obligados a expresarnos. Lo único que tiene que hacer él si no quiere sufrir más la “persecución”, como él la llama, es no ir más a esos lugares. Lo que para un ministro de Cultura es igual a renunciar.
¿Cuántas compañías se sumaron al pedido?
- Las compañías de teatro que se fueron sumando al repudio deben ser unas 40 o 50 compañías cada vez se suman más y difícil llevar la cuenta, pero sabemos que lo hicieron en Rio Negro y en Rosario.
Todo esto se está llevando a cabo en un sector de artistas independientes…
- Nosotros trabajamos en el ámbito de la cultura independiente. Ser independiente tuvo un sentido muy profundo en estos días en relación a las declaraciones que se hicieron en los teatros. Ser independiente es arreglar con mi propia compañía que vamos a hacer la declaración y hacerla, no tener que pedirle permiso a nadie y discutir políticamente entre nosotros cuál es la posición que queremos tomar y hacernos cargo de eso. Hay muchísimos actores que adhirieron a la carta y que trabajan en el teatro comercial, en calle Corrientes por ejemplo que no lo pueden hacer porque tienen compromisos de producción, con la sala y con sus dueños. En ese sentido nosotros somos independientes y podemos tomar un posicionamiento. Para nosotros tiene un costo artístico y estético muy grande. No nos causa gracia que la gente se vaya con esa sensación de un espectáculo en vez de con nuestro trabajo. Pero como decía antes, quedarnos callados y convalidar estos exabruptos no es una opción. Por otra parte, ser independiente es ser una suerte de trabajador precarizado. No tenemos lugares de trabajo, no tenemos lugares de reunión, nadie nos paga un sueldo. Esto, que es una debilidad del campo cultural independiente, esta vez fue una buena forma de reunirnos y decir: unámonos detrás de estos valores, independencia, derechos humanos, cultura como actividad emancipadora y no como negocio. En este momento la persona que tenemos en el ministerio, simboliza todo lo contrario.
Como piensan que pueden ligar el pedido de renuncia frente a la enorme cantidad de despidos en cultura
- Como experiencia política nos interesa la coordinación, estar todos en contacto y siguiendo distintas agendas. Todos los reclamos tienen un color común y creemos en unir al sector cultural e ir sincronizando acciones, encontrar los momentos de participar todos juntos como ocurrió el 24 de marzo. Ese día se armó una gran columna, llevamos el reclamo contra Lopérfido y se sumó la gente de Circo Abierto (la asociación que nuclea a los artistas callejeros y el circo) y la columna del Sindicato de Actores. Fue un hermoso momento ver unido a todo ese sector.
Mantener la puntualidad de nuestro reclamo no significa mantenernos cerrados a la problemática general. Como decía antes Lopérfido es un exponente de un contexto muy pesado que se pretende instalar y que simboliza muchos de los problemas que aquejan a la cultura en este momento. En relación a una idea privatista de los teatros oficiales, en relación a una idea negacionista de la historia, superficial y banal y, en relación a él en particular como forma de operar en política. Hace unos días dio una nota para La Nación, donde era muy evidente lo dañino que es que un ministro tenga una concepción tan liviana de la cultura. Lopérfido hace gala de un “posmodernismo para dummies”. Nosotros entendemos el “espectáculo” como un oficio muy noble y con mucha tradición en esta ciudad mientras que el señor ministro que cree que sólo son arte sus maniobras curatoriales.
Carolina Lucero
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