jueves, septiembre 10, 2020

Bielorrusia: un falso impasse

Un recuadro en La Nación transcribe, el miércoles 9, una declaración de Lukashenko, el pretendido ´padre´ de Bielorrusia, que vaticina que una victoria de la rebelión popular que se desarrolla en ese país será un anticipo de lo que acabará ocurriendo en Rusia. Aunque los dichos pretenden advertir a Putin acerca de la necesidad de prestar apoyo a la represión del levantamiento popular en Bielorrusia, el pronóstico no podría ser más certero. Putin lo sabe mejor que nadie, por eso le ha ofrecido un apoyo condicionado, o sea la necesidad de proceder con tiempo a un recambio político.
La movilización popular no ha reculado – el pasado domingo se manifestaron, de nuevo, más de cien mil personas en la plaza principal de Minsk, la capital del país. Por otro lado, sin embargo, el gobierno ha logrado prevenir que las huelgas parciales en empresas importantes se convirtieran en una huelga general. En esta tarea contó, si no con el apoyo, sí con la complicidad de la oposición, que ha establecido una Coordinación, que reúne a las corrientes pro-capitalistas, de un lado, y a varios desafectos del régimen, del otro. Una huelga general hubiera convertido las demostraciones de masas en una revolución. Ni Lukashenko ni Putin se dejaron seducir por la propuesta de una salida “a la Armenia”, que ofreció la oposición bielorrusa, en alusión al mantenimiento de la alianza internacional con Rusia que garantizó la oposición armenia. Ocurre que Armenia se encuentra rodeada de países con los que tiene conflictos históricos, en tanto la oposición bielorrusa es apoyada desde Polonia a los países del Báltico como de Escandinavia. Por sobre todo, sin embargo, la rebelión armenia no vino acompañada con huelgas de trabajadores.
El impasse que se ha producido en Bielorrusia ha permitido que las fuerzas de seguridad controlen que la movilización popular no se extienda en forma decisiva, pero como ocurre siempre es una salida precaria. El movimiento continúa, como lo acaba de demostrar. Es claro para los protagonistas, pero por sobre todo para las potencias que intervienen en esta crisis -Rusia, la UE, EEUU y hasta cierto punto China-, que la crisis económica va a romper el impasse, ante la evidencia de un crecimiento de la crisis fiscal, la inflación y el desempleo. El régimen político en presencia no reúne las condiciones para manejar una relación clientelar con las masas, a partir de la crisis mundial y la pandemia. Bielorrusia no tiene petróleo, pero sus finanzas dependen de su capacidad para refinarlo, o sea de asegurar contratos a largo plazo, algo difícil ante la caída persistente del precio internacional del crudo. Para evitar que la escasa autonomía de la economía bielorrusa no vuelque a Lukashenko a la UE, Putin ha presionado en forma sistemática para que los países acuerden una integración económica equivalente a una absorción política. Este planteo sigue sobre la mesa.
Mientras reprime a las figuras principales de la oposición y las fuerza al exilio, Lukashenko ha ofrecido pactar una reforma constitucional seguida de elecciones. Un sector opositor se habría manifestado a favor de esta salida, lo que ha provocado el rechazo sin atenuantes de la mayoría, que reclama la salida de Lukashenko y elecciones bajo control internacional. A pesar de sus notorias diferencias, en Bielorrusia ocurre algo parecido a lo que ha venido pasando en Venezuela.
Una victoria de Biden en Estados Unidos echaría más fuego a la crisis bielorrusa, porque el partido Demócrata plantea, frente a lo que denuncia la ambivalencia de Trump, o incluso una sociedad política con Putin, acentuar las sanciones contra Rusia debido a la ocupación, por parte de esta, de Crimea, y el apoyo a Ucrania oriental. De nuevo, es necesario que la clase obrera internacional tome posiciones propias sobre la crisis mundial, para que sus intereses de clase no queden malversados por el juego político de las potencias capitalistas. En este caso: una Bielorrusia socialista e independiente – en la perspectiva de una reconstrucción revolucionaria de la Unión Soviética y la unión socialista de Europa.

Jorge Altamira
09/09/2020

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