“Argentina está dentro de los 10 países que están en condiciones de poner en órbita un satélite como éste”, dijo AF el domingo por la noche cuando desde Cabo Cañaveral, en EE.UU., se lanzaba un nuevo satélite que “emitirá imágenes de gran calidad e información sobre los niveles de agua del suelo, fundamental para el agro” (Bae, 30/8). El mismo domingo, en el Cohete a la Luna de Horacio Verbitsky, un prominente científico argentino, Alberto Kornblihtt, subtitulaba que al ritmo de progresión de la duplicación de muertes actual “Para Navidad habrá 364.000 muertos si no se produce un cambio drástico” (artículo “Los muertos y la cuarentena”).
Haciendo una analogía si la mayor potencia capitalista, EE.UU. (con más satélites en órbita que todo el resto del planeta), Argentina no sólo no evitará las sequías o los anegamientos de los campos con este nuevo instrumento, va camino a tener más “muertos acumulados (por covid, que el) número de muertos anuales de la Argentina en ausencia de pandemia (330.000 aproximadamente)” (Kornblihtt dixit).
El desarrollo de las fuerzas productivas de un país no se mide en forma abstracta. El problema de la desertificación de nuestros suelos por la explotación irracional capitalista hace rato que es conocida y el antídoto es bien conocido. Relativamente, no se requiere de mayor información. El estado y la gran explotación agrícola no sólo no han hecho nada; el problema se agrava año a año como fruto de un conjunto de factores: en primerísimo lugar, la ausencia de obras de canalización y drenaje que ingenieros agrónomos, oficinas públicas especializadas, etc. han recomendado ya hace un promedio de 50/80 años y se han hecho a cuenta gota.
En segundo lugar, por una deforestación irracional de bosques autónomos que constituyeron históricamente una fuente de equilibrio de los ecosistemas y regiones. La tendencia a la expansión de la frontera agropecuaria ha tenido en las últimas décadas características explosivas, dañando particularmente regiones semiáridas o tropicales, en todo el mundo, pero también en Argentina. El ejemplo de las regiones del Chaco (no sólo la provincia homónima, sino el chaco santiagueño, salteño y formoseño) es gravísimo. Las grandes explotaciones agropecuarias con espaldas financieras monopolizan encima los recursos hídricos con obras propias, lo cual limita el acceso a las fuentes de agua a las comunidades de pequeños productores e indígenas que ven afectado su hábitat y producciones. Como señalan las organizaciones que los representan las obras que, en el mejor de los casos realiza el estado, son apenas paliativos.
En tercer lugar, el incremento de la productividad agraria, fruto de los paquetes tecnológicos que combinan grandes dosis de agroquímicos, descuidan el tratamiento de los suelos y los acuíferos. Los gobiernos son absolutamente incapaces de imponer medidas de control, a pesar de que el desarrollo tecnológico moderno ha diseñado maquinaria de alta precisión para la aplicación de esos paquetes tecnológicos. La llamada "agricultura de precisión" reemplaza en la actualidad la fumigación aérea con máquinas ultramodernas que junto con la semillla incorpora a la tierra la dosis justa y necesaria para, por ejemplo, el control de malezas. Existen también medios "naturales" de control de malezas mediante "campos siempre verdes". Muchas veces, el pequeño productor, obligado a competir con el grande, es el que aplica en forma desproporcionada esos agroquímicos dañando los cursos de agua y el suelo (es lo que ocurre en los campos hortícolas aledaños a todo el gran La Plata). Las perforaciones de agua en los campos deben hacerse cada vez a mayor profundidad para obtener aguas no salinizadas. Todo esto implican costos adicionales, el gran capital una vez más es el que compite en mejores condiciones.
Bienvenido el nuevo satélite y el trabajo de los científicos argentinos, más allá que también en la cuestión del lanzamiento del satélite hay grandes negocios capitalistas Para resolver los problemas de nuestras sequías e inundaciones, cada vez más frecuentes, se requiere una revolución agraria en el campo argentino que organice sobre nuevas bases sociales la producción, bajo control del proletariado agrícola.
Norberto Malaj
31/08/2020
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