Hace 142 años tuvo lugar el conflicto armado que enfrentó a Chile contra los aliados Bolivia y Perú. Pero hubo otros dos contendientes en esta guerra: Estados Unidos e Inglaterra, disputándose una entrada estratégica a nuestro continente.
La Guerra del Pacífico tuvo comienzo el 14 de febrero de 1879, día en que Chile invadió la región de Antofagasta, que era territorio boliviano para ese entonces. Antes de adentrarnos en el conflicto es importante tener presente un hecho histórico de gran trascendencia: la primera crisis capitalista de 1873. Esta se inició como un crack bancario en Europa y luego golpeó a Estados Unidos, hasta que finalmente estalló a nivel internacional como reflejo de la expansión del capitalismo a nivel mundial. Por ejemplo, llevó a la bancarrota a economías como la del Imperio Otomano (actuales Turquía y Egipto) y la del Perú, el país más endeudado de América Latina por aquellos años.
Sin embargo, la economía más afectada por esta crisis y en nuestro continente fue la chilena. La crisis de 1873 trajo aparejada la caída abrupta de los precios de las materias primas exportadas por Chile: cobre, plata y trigo. Hasta la década de 1870, Chile acaparaba el 43,6% de la producción mundial de cobre. Respecto de la plata, no solo bajaron los precios sino también las exportaciones. Por un lado, porque la plata dejó de utilizarse como moneda circulante en varias naciones europeas y por otro, debido al hallazgo de minas de plata en el oeste de Estados Unidos. A la crisis minera le siguió una crisis agrícola desde 1874, cuando el valor del trigo en el mercado mundial se redujo un 50%, ya que competía con el mercado en expansión del trigo estadounidense. Como vemos la economía chilena llegará a 1879 con una gran contracción y recesión económica.
Si bien se ha esgrimido en reiteradas ocasiones, y desde diversos enfoques y visiones historiográficas, que las causas de la guerra fueron por un lado que Bolivia había roto el tratado limítrofe de 1874 y los acuerdos comerciales que había firmado con Chile y por otro, la alianza de defensa mutua que había entre Bolivia y Perú desde 1873, veremos que fueron otros los intereses en juego que, en ese contexto de crisis económica, llevaron a una guerra de rapiña por parte de las burguesías de estos países. Vayamos por partes.
Fronteras de Bolivia, Chile y el Perú antes de la Guerra del Pacífico.
Chile y Bolivia
El tratado convenido entre Chile y Bolivia de 1874 era un tratado de límites, como otros en discusión, ya que todavía no estaban claras las fronteras de varios Estados.
En términos económicos a lo largo de la década del ’60 la demanda minera había ido en aumento, en el caso de Bolivia concentrada en el altiplano. Los yacimientos de Antofagasta quedaron bajo explotación mayoritaria de empresas y capitales peruanos y chilenos. Fue el caso de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta (de capitales chilenos y británicos) que firmó un acuerdo con el gobierno de Bolivia, donde este último se comprometía a no cobrar gravámenes sobre las personas, las empresas ni lo bienes exportados, por un total de 25 años. Cuando hacia 1878 la recesión económica estalló, la burguesía boliviana desconoció el acuerdo. Le impuso a la Compañía de Salitres un impuesto de 10 centavos por quintal de salitre que se exportara del territorio boliviano. La Compañía de Salitres o Nitrates and Railway Company of Antofagasta, por si les gusta el inglés, se negó a pagar y el gobierno de Bolivia el 14 de febrero de 1879 decidió embargar dicha compañía. La flota de guerra chilena, que ya hacía dos días estaba cerca, sólo precisaba la orden de la patronal chilena para invadir Antofagasta.
La alianza boliviano-peruana o cómo controlar el salitre andino
En las regiones de Antofagasta, el desierto de Atacama (territorios de Bolivia), Iquique y Camarones (territorios de Perú), se concentraban las mayores reservas de salitre, que en aquella época era utilizado como fertilizante y para elaborar explosivos, entre otros usos. Junto con el guano (otro fertilizante) constituían las principales exportaciones de Bolivia y Perú, materias primas a través de las cuales lograron insertarse en el mercado mundial.
Acerca de la alianza entre Perú y Bolivia, cierto es que las clases dominantes de ambos países firmaron un tratado de defensa mutua en 1873 para proteger sus intereses salitreros. La burguesía chilena no era la inversionista mayoritaria de tales empresas pero sí tenía bancos a su disposición en busca de crédito y el puerto de Valparaíso era paso obligado para todas las exportaciones de los tres países que fueron a la guerra. Tanto así que, según Luis Vitale, los europeos pensaban que el salitre era de origen chileno, no peruano ni boliviano. Bolivia y Perú (el país más endeudado de América, como dijimos), no podían competir en ninguno de estos planos. Por tal motivo, las burguesías andinas decidieron unirse para salvaguardar sus intereses. Claramente fue una gran señal de peligro para los empresarios chilenos y los capitalistas británicos.
Las relaciones entre Chile y Perú
Bajo la presidencia del peruano Manuel Pardo se estableció en enero de 1873 un decreto que obligaba a los productores a vender su producción de salitre al Estado, para romper el monopolio concentrado en manos del empresariado chileno. Esta iniciativa fue boicoteada, no informando los números reales de la producción, provocando que en mayo de 1875 el mismo presidente decretara la nacionalización de todas las salitreras y prohibió la adjudicación de estas tierras por parte de particulares. Además se autorizó al poder ejecutivo de Perú a contraer deuda para indemnizar a los que serían expropiados. Como bien remarcó el historiador marxista chileno Luis Vitale, aunque no fue una nacionalización total, ya que los antiguos dueños expropiados seguían al frente de las salitreras, fue una medida audaz para la época. Otra medida en sintonía con la anterior, fue la del general Mariano Ignacio Prado (como presidente constitucional) en marzo de 1878, que propuso comprar todas las salitreras en un plazo de 40 días. De este modo varias casas salitreras de capitales ingleses, aprovecharon para vender sus instalaciones por el triple del valor real o terrenos que no eran de su propiedad.
No queremos entrar en el debate acerca de los límites y alcances de estas políticas, queremos remarcar que los gobiernos de los peruanos Pardo y Prado, en representación de su burguesía, intentaron enfrentar la avanzada de la burguesía chilena. Presionar al gobierno chileno a que declare la guerra fue sencillo ya que entre los accionistas de la Compañia de Salitres había miembros del propio gobierno, de las Fuerzas Armadas, el parlamento y la justicia chilenas. Estos roces y enfrentamientos de intereses culminaron en abril de 1879, con la declaración de guerra de Chile a Perú.
Como fuimos detallando, estaba en disputa el control de las zonas salitreras, las provincias de Antofagasta y Tarapacá. Por tal motivo, como sugirió Vitale, ésta guerra debería denominarse “la Guerra del Salitre”.
Las potencias imperialistas no pierden su oportunidad
De los tres países que fueron a la guerra, solo Chile era el más pertrechado para tal fin. Bolivia atravesaba su propia crisis producto de la recesión mundial descripta al comienzo, con lo cual no contaba con recursos para guerrear. Entonces todo quedó en manos de la armada de Perú que fue envalentonada por Estados Unidos. La potencia de América del Norte apoyó a las burguesías de Perú y Bolivia desde el comienzo a través de la venta de armas. Esta actitud no era “por amor a la democracia y la libertad” como dijeran, sino porque apoyando a Perú y haciendo de mediador Estados Unidos veía la posibilidad de aumentar su influencia en la zona del Pacífico y de hacerse un nuevo mercado. Para 1882, la burguesía estadounidense se dio cuenta de que Perú no ganaría la guerra, más bien al contrario, y pasó del apoyo abierto a aquel país y la ofensiva contra Chile a un rol más pacifista.
Inglaterra apoyó a Chile. La guerra era la perfecta ocasión para recuperar sus empresas expropiadas y consolidar su injerencia en la región. El parlamento chileno les dio garantías a los capitalistas británicos de que sus derechos sobre las salitreras, si ganaban ellos, no serían tocados. Era la garantía que necesitaba Gran Bretaña para seguir invirtiendo y ayudar a Chile en la victoria. Y así fue en forma de buques, lanchas y armas provenientes de la isla británica. Las primeras victorias de Chile, le dieron la razón a los capitales ingleses y el ímpetu para seguir invirtiendo. Inglaterra no invirtió para que conquistaran Perú, invirtió y acompañó para hacerse del control del salitre. Vistas así las cosas, el imperialismo británico fue el gran ganador de la guerra.
La paz necesaria para mantener la propiedad privada
Si bien el ejército de Chile estaba en mejores condiciones que sus contrincantes, fronteras adentro no todo eran victorias, al contrario. Los mapuches aprovecharon la gran leva de soldados que partían hacia Perú, para dar un último gran golpe al Estado chileno en pos de recuperar sus tierras. Los mapuches acosaban las fronteras de Chile, Bolivia ya no resistía más y el ejército y finanzas de Perú se encontraron muy desgastados. Poner fin al conflicto y las concesiones eran forzosamente irresistibles; al fin y al cabo todos los implicados en la guerra defendían la propiedad privada.
La burguesía chilena logró sus objetivos: en 1883 firmó un acuerdo con Perú, por el cual este cedía la provincia de Tarapacá y Arica y, en 1884 con Bolivia que le concedió la provincia de Antofagasta. Así Bolivia nunca más vería el Océano Pacifico.
Estados Unidos no logró en esta ocasión ampliar su influencia en el Pacifico, pero Inglaterra si: “Los ingleses que en 1875 sólo tenían el 15% de las estacas salitreras en explotación pasaron en 1882 a controlar el 34%. Ocho años más tarde (1890, un año después de la guerra), el 70% de las oficinas salitreras habían pasado a manos del imperialismo inglés”. [1]
Nadia Petrovskaia
Domingo 14 de febrero | 14:00
1] Luis Vitale, Una interpretación marxista de la historia de Chile, pág. 105.
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