Las fuerzas de seguridad reprimieron con carros hidrantes y, según algunas denuncias, con balas de plomo. Hay una manifestante en gravísimo estado.
La respuesta del movimiento obrero frente al golpe había tenido su punto de largada en el paro de los trabajadores de los hospitales públicos, el miércoles 3. El personal de más de 100 nosocomios se adhirió a la medida y lanzó una campaña de desobediencia civil, a la que se han plegado otros sectores obreros (docentes, aeronáuticos, mineros). Cerca de 70 ingenieros que trabajaban en compañías dominadas por las fuerzas armadas renunciaron a sus puestos. En varias reparticiones estatales, los trabajadores asisten pero con cintas rojas en señal de rechazo a la nueva junta de gobierno.
Los militares, ante esta situación, han decretado la ley marcial en varias ciudades. Las movilizaciones son las más masivas desde 2007, cuando decenas de miles se lanzaron a las calles contra el gobierno verde olivo a raíz de un aumento en los combustibles. La represión dejó entonces decenas de muertos, incluyendo a algunos monjes budistas (la religión dominante en el país) que apoyaban los reclamos.
Tras aquel levantamiento, la junta militar inició una apertura controlada que culminaría en la elección de Aung San Suu Kyi como jefa de gobierno en 2015. Suu Kyi es la referente histórica de la LND, que surgió como fuerza en el marco del levantamiento de 1988 contra la dictadura. Recibió el premio nobel de la paz en 1991 y estuvo muchos años detenida por el régimen.
Como parte de la apertura tutelada, los militares reformaron la Constitución en 2008, reservándose un tercio de las bancas parlamentarias y varios ministerios del futuro gobierno democrático.
El gobierno de Suu Kyi, ahora depuesto, cooperó activamente con los militares en las masacres contra los rohingya (minoría musulmán), los kachin, shan y ta’ang. Algunas de estas minorías impulsan la independencia de sus territorios. La política de exterminio estatal busca asegurarse el control de los recursos de estas zonas (oro, cobre, rubíes, etc.), incluyendo el opio, del cual el país es el segundo productor mundial, detrás de Afganistán. Militares, políticos y empresarios aparecen involucrados en el tráfico de drogas.
La ruptura entre los militares y la LND se dio tras las elecciones legislativas de fines del año pasado, en las que el partido vinculado al sector castrense (Partido Unión, Solidaridad y Desarrollo) denunció fraude.
Estados Unidos y la Unión Europea condenaron el golpe. Su agitación contra los militares es sobre todo un intento de atacar a China, que es el principal socio comercial de Myanmar y el país que tiene mayor influencia sobre éste. En el pasado, incluso, norteamericanos y europeos cortejaron a las fuerzas armadas para tratar de sustraerlas del área de influencia del gigante asiático.
China viene impulsando el desarrollo de varios oleoductos en Myanmar y patrocina una mesa de negociación entre los militares y los grupos insurgentes que están involucrados en el conflicto armado.
La clase trabajadora y la juventud se han colocado en la primera fila de lucha contra el régimen militar.
Esto viene precedido por la organización de las trabajadoras de la industria de la confección, quienes están formando sus primeros sindicatos para enfrentar a las grandes multinacionales de la moda, que las someten a jornadas extenuantes de trabajo (hasta 14hs diarias) y a la precarización.
Arriba su lucha.
Gustavo Montenegro
No hay comentarios.:
Publicar un comentario