Por cierto, si hay un hilo conductor que recorre a los actuales protagonistas del poder político, oficialistas u opositores, es haber sido participes del gobierno de quien luego fue rebautizado como “el innombrable”, “el impresentable” o “Méndez”, principalmente, en los círculos del kirchnerismo. De Alberto Fernández al macrismo, sin grieta alguna, los actuales animadores del régimen político se forjaron bajo el régimen que renovó y amplió el endeudamiento con el capital internacional; le ofreció a ese capital las privatizaciones como garantía, incluyendo al sistema previsional; avanzó con una reforma reaccionaria de la legislación laboral y, también, de todo el sistema sanitario y educativo.
Es casi redundante recordar que el matrimonio Kirchner gobernó Santa Cruz bajo el menemismo, y resultó beneficiario directo –en el sentido estricto de la palabra- de la privatización de YPF, que el “innombrable” endulzó al entregarle a las provincias dólares contantes y sonantes a cambio de las acciones que detentaban en la petrolera. Luego, renovó esa asociación a través del régimen de provincialización de los hidrocarburos, un maridaje de los estados del interior con las petroleras privadas.
Es menos conocido, en cambio, que Alberto Fernández fue el superintendente de Seguros de Menem durante seis años (1989-1995), desde donde prohijó la privatización de los filones más rentables de ese negocio, como es el caso de las ART. Para completar el trío del FdT, digamos que Sergio Massa formó parte de aquella camada de la Ucedé –el partido de Alsogaray- que se pasó al PJ cuando Menem abrazó la orientación y el personal político del “ingeniero”, comenzando por su hija María Julia.
Del lado de la oposición, Mauricio Macri fue un fan del jefe de la “década olvidada” (sic); sus actuales socios, como Carrió o Mario Negri, intentaron salvar el legado del menemocavallismo entre 1999 y 2001. Los terminó derribando la bancarrota económica y la rebelión popular de ese último año.
Kirchnerismo y menemismo
El “reencauzamiento” de esa rebelión y esa crisis, hacia 2002-2003, le entregó el poder a los antiguos partícipes del régimen menemista, ahora “reciclados” en la crítica al neoliberalismo, en el desendeudamiento y el "rol del Estado". El régimen que se inauguró en 2003 fue la confesión del fracaso completo de la política del capital financiero internacional y, al mismo tiempo, una tentativa extrema de la burguesía argentina de salvar su asociación con el capital financiero. La deuda externa videlo –menemista fue rescatada con el canje de Kirchner-Lavagna, el cual, con sus cupones atados al crecimiento, terminó convalidando toda la hipoteca que había sido defaulteada en 2001. El sistema de privatizaciones fue “intervenido”, no para expulsar a los vaciadores privados del patrimonio público, sino para rescatarlos con un régimen de subsidios. Cuando se avanzó en estatizaciones (Aguas Argentinas, YPF), ellas terminaron en gigantescos rescates a los privados, engrosando la deuda pública externa. La pretensión de "reconstruir la burguesía nacional" fue un gran desfalco del presupuesto público y de los trabajadores, cuyos salarios nunca superaron al nivel que habían alcanzado en la “década innombrable”. Al final de este camino, estaba la pretensión de “reconstruir” el financiamiento internacional…a la burguesía nacional. La incapacidad de CFK-Kicillof decretó su salida y la tentativa macrista, que quiso recobrar ese financiamiento desmontando al régimen de “emergencia” montado en 2002 y consumando un ataque estratégico a la clase obrera. La crisis mundial y la resistencia obrera barrieron en dos años con el deja vu menemista de Juntos para el Cambio.
No tan lejos
En algún debate cuando fue legislador porteño, Alberto Fernández ubicó su pertenencia al menemismo dentro de los llamados “errores del pasado”, y en el haber de la “sana autocrítica”. Sin embargo, cuando los "nacionales y populares" creen encontrar algo de aliento económico y político, siempre enderezan la proa hacia la ruta del "innombrable", es decir, hacia la asociación con el capital internacional. Es lo que intentaron Cristina y Kicillof con Chevron, y esperaban alcanzar en un escenario más amplio si lograban arreglar el entuerto con los fondos buitre. ¡Es el actual empeño de Fernández- Guzmán, a quienes la suba del precio de la soja no le has despertado otro interés que el de alentar una bicicleta cavalliana! (ingreso de capitales de corto plazo). La miseria previsional ha sido un hilo conductor de todas las administraciones kirchneristas, y también de la actual, que ha liquidado el ajuste de los haberes por inflación en medio de una aguda escalada inflacionaria. Al final de la destrucción del sistema previsional público, está el relanzamiento de la jubilación privada. Cristina-Boudou estatizaron esos fondos, pero bajo el objetivo estratégico más general de pagar la deuda, en medio de la crisis mundial de 2008/2009. Las crisis de 2001 y 2018 obligaron a la burguesía nacional y a sus partidos a improvisar virajes intervencionistas –pero sin renunciar al objetivo estratégico de recomponer los vínculos con el capital internacional. O sea, Menem, ayer y hoy.
Como régimen de entrega nacional y agresión a las masas, el menemismo ha retratado la caducidad del peronismo como referencia obrera o nacional. Pero ese agotamiento, en cualquier caso, ya se había manifestado mucho antes; en los compromisos de Perón con los “libertadores” (1955-1958); en la colaboración con el onganiato y la hostilidad con el cordobazo; en el “gran Acuerdo Nacional” con Lanusse, y en el régimen posterior de López Rega y las Tres A, que preparó la llegada de la dictadura.
¿Renacer peronista? La presente alharaca camporista es una criatura del Estado, al cual reporta también la burocracia de los sindicatos. Presentar a este armado circunstancial como parte de una etapa histórica o duradera en el movimiento de las masas –o una resurrección del peronismo- solamente puede ser patrimonio de izquierdistas impresionados. Si de izquierda se trata, hay que decir que Política Obrera –Partido Obrero, nuestra corriente, se ha distinguido por marcar a fuego a este "cadáver insepulto" -el del peronismo- frente a todas las inconsecuencias y oportunismos de la izquierda postrada al democratismo y al nacionalismo. En torno de esa lucha, se han forjado –de Menem a hoy- varias generaciones de activistas obreros. Hay que recoger este guante, con la historia recorrida y la circunstancia presente de una crisis excepcional del régimen social defendido por Menem –y sus muchos “hijos”, reconocidos o no.
Marcelo Ramal
14/02/2021
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