Los Arditi del Popolo suelen pasar desapercibidos en los estudios históricos, sin embargo, su historia es muy importante porque fueron los primeros antifascistas en la Italia de los años 20 y porque fueron una experiencia de defensa de la clase trabajadora.
En agosto de 1922 se produjeron los hechos conocidos como la Batalla de Parma. Un enfrentamiento entre fascistas y antifascistas que involucró la participación de miles de personas en las calles de esta ciudad del norte de Italia y que terminó con la huida desordenada de los primeros.
Todo comenzó en la madrugada del 2 de agosto, cuando 15.000 fascistas o “camisas negras” de distintas partes del país llegaron en camiones a Parma para reventar una huelga general. Un día antes, la policía y los funcionarios habían abandonado comisarías y oficinas para dar vía libre al ataque. Las escuadras fascistas financiadas por industrialistas y terratenientes de la zona, estaban al mando de Ítalo Balbo, uno de los jefes principales del Partido Fascista. Pretendían dejar un mensaje aleccionador y no era la primera vez. Esos meses habían estado marcados por la violencia fascistas contra huelgas y movilizaciones, contra locales partidarios de izquierda y medios de prensa. Solían llamar a este tipo de acciones como “expediciones punitivas”, trasladándose de región en región en grandes grupos armados con enorme libertad de acción y particular saña contra los comunistas y “bolches”.
El plan era atacar y saquear Oltretorrente, el barrio obrero ubicado en la zona más alta y más pobre de la ciudad, epicentro de la huelga. Pero los fascistas no esperaban encontrarse con una resistencia organizada por miles de trabajadores y trabajadoras, niños, ancianos, vecinos y comerciantes bajo las órdenes del Comando regional de los Arditi del Popolo, una organización política/militar con fuerte protagonismo de la clase trabajadora que había cobrado fuerza en gran parte de Italia y que en Parma tenía como dirigente a Guido Picelli, diputado del Partido Socialista (y más tarde miembro del Partido Comunista).
Trabajadores bajo la dirección de los arditi cavaron trincheras, levantaron barricadas con vagones, autos, bancos y madera; y alambrados por doquier (1). Formaron treinta y dos cuadrillas armadas destinadas a enfrentamientos físicos, de entre 8 y 10 personas, distribuidas en las cuatro zonas en las que dividió la resistencia en la ciudad, todas comandadas por arditi. Los campanarios de las iglesias fueron usados como torres de vigilancia. Plazas y carreteras bloqueadas y se colocaron minas. Se dividieron las tareas de defensa y organización interna, suministros y salud. Todos y todas estaban bajo disciplina militar. Los comerciantes y sectores de clase media proporcionaron alimentos, apoyando la lucha antifascista.
El quinto día el Ejército ingresó y pidió a los trabajadores que abandonen las armas pero fue rechazado. Y el sexto día llegaron noticias en las primeras horas que los fascistas lanzarían un gran ataque.
Si los hombres de Ítalo Balbo lograban entrar a Oltretorrente, las órdenes eran combatir calle por calle, casa por casa; por eso las mujeres eran abastecidas con aceite y gasolina para hacer explosivos, fabricaron cuchillos y dagas. La disposición de los francotiradores trabajadores, apostados en los techos, impidió el avance fascista hasta que terminaron abortando la misión. Luego de seis días de enfrentamientos, locales partidarios y oficinas de partidos de izquierda incendiados y con la ciudad bloqueada, las escuadras fascistas salieron despavoridas y desorganizadas de la ciudad. También huyeron de sus casas los terratenientes locales por miedo a represalias dado que estaban entre los organizadores y financistas del ataque. Las bajas fascitas fueron 39 muertos y 150 heridos mientras que del lado antifascista fueron 5 muertos y varios heridos.
Las masas de Parma festejaron en las calles el triunfo y las banderas rojas colgaban de los balcones en los barrios obreros. Años más tarde el dirigente arditi Guido Picelli dijo recordando los hechos que “Una de las reglas generales de la guerra, y por tanto de la lucha callejera, es nunca dejar la iniciativa a tu enemigo. Y en una situación en la que descubras sus intenciones y el plan de ataque debes frustrarlos, atacando antes, obligándolos a cambiar toda su estrategia mediante una acción determinada e inesperada”.
Con la huida de los grupos fachos, el Ejército ingresó y declaró el Estado de sitio. Los combatientes locales depusieron las armas porque, según Picelli, no estaban en condiciones materiales de enfrentarlo, porque se habrían quedado sin armas. Así finalizaba una de las experiencias de defensa, o mejor dicho de autodefensa obrera, más importantes del período para la clase trabajadora italiana; aunque no había sido la única, también hubo en Roma, Viterbo, Bari, Sarzana, entre otras ciudades.
Sin duda la experiencia de los Arditi del Popolo es importante porque es parte de la historia de la clase trabajadora que ha permanecido oculta, o mejor dicho borrada, con fines claros: evitar mostrar la capacidad y enorme potencialidad que puede tener para enfrentar los peores elementos de la reacción capitalista y de la contrarrevolución. La organización, la disciplina se combinaron con el factor moral, es decir, la voluntad de las masas de no rehuir el combate sino por el contrario hacerle frente.
Más allá de su accionar y del golpe que fue para el fascismo, no pudo detener el ritmo de los acontecimientos y dos meses después de la Batalla de Parma, en octubre de 1922, el partido de Mussolini se apoderaba del poder político nacional, mientras que los arditi fueron perdiendo fuerza y miembros.
Lo que viene a continuación tiene el fin de reflexionar sobre el rol que jugaron los Arditi del Popolo en estos años, como destacamentos o milicias antifascistas con protagonismo obrero. ¿Qué perspectiva y límites tuvo? ¿Cómo surgió y qué rol jugó el Partido Comunista en sus filas? ¿por qué es importante rescatarlos del olvido?
Su aparición fue en Roma entre junio y julio del año 1921, un año antes de los hechos de Parma, de la mano del militante anarquista Argo Secondari. Su función sería la de enfrentar manu militari, es decir con la fuerza de las armas, a las escuadras fascistas. Sobre todo en sus inicios participaron en su formación y composición trabajadores -muchos ex combatientes- y militantes anarquistas, socialistas y comunistas; estos últimos dos por fuera de la orientación de sus partidos.
Su aparición pública fue en una marcha antifascista en Roma el 6 de julio que reunió a decenas de miles de personas y desfilaron alrededor de 2000 miembros de los “Arditi del Popolo”, una marcha que atrajo hasta la atención de Lenin que planteó que era uno de los hechos más importantes del momento. Rápidamente la organización fue extendiéndose por la mayoría de las ciudades de Italia, con presencia en el norte industrial pero también en el centro y sur agrícola. Para Secondari llegó a alcanzar los 20.000 miembros. Los arditi con conocimientos en el campo de batalla entrenaban a sus nuevos compañeros de armas.
Lo interesante fue su determinante composición obrera. En su mayoría eran trabajadores de sectores estratégicos de la economía italiana como la construcción, los telégrafos, metalúrgicos, del campo y sobre todo ferroviarios que a su vez organizaron a un importante sector juvenil. Incluso la expansión de los Arditi antifascistas se produce a lo largo de las líneas de los ferrocarriles y carreteras que salen de Roma hacia el norte y centro del país (2).
¿Cómo surgieron los Arditi del Popolo?
Los antecedentes hay que buscarlos en la Primera Guerra Mundial, cuando en 1917 se crearon nuevas unidades especiales militares de asalto llamadas “arditi” o audaces. Eran rápidas, sorpresivas y estaban entrenadas para diferentes combates y atacar con rapidez y decisión los destacamentos enemigos en medio de la noche. Como grupo de élite tuvieron ciertos privilegios como ropa o raciones de comida con respecto al resto de las tropas. pero cuando finalizó la guerra formaron parte de los millones de ex combatientes que debieron reinsertarse en la vida civil con muchas dificultades y en medio de un importante índice de desocupación.
En un sector muy importante de los arditi caló profundo las ideas de Mussolini como el voluntarismo, frustración y patriotismo, sentimientos de pertenencia a un grupo “especial” y anti neutralismo, es decir, opuestos a las posiciones que tuvieron el Partido Socialista y también un sector del anarquismo de rechazar y no intervenir en la guerra. Muchos de ellos formaron parte de los comandos o escuadras fascista. Sin embargo, un sector tomó conciencia de que estaban siendo utilizados como grupos de choque de los capitalistas y poderosos del campo y la ciudad, y marcaron un importante límite de clase.
Esto se vio en 1919. Ese año comenzó el Bienio Rojo, una rebelión del movimiento obrero italiano que se inspiró en la Revolución rusa y que respondía a las pésimas condiciones económicas y sociales en las que había quedado el país luego de la guerra. Fueron huelgas largas y duras por aumentos salariales, se crearon comisiones internas y consejos de fábrica que eran organismos de base, anti burocráticos, con enorme capacidad de movilización y convocatoria.
En 1920 la conflictividad y la violencia aumentó. Se tomaron masivamente fábricas, minas y grandes propiedades agrarias y hasta se armaron las “Guardias rojas” destinadas a custodiar los establecimientos, pero la reacción del gobierno y la patronal involucrando a las fuerzas militares, y el rol conciliador que tomó el Partido Socialista en ese momento que concentró sus tareas en el Parlamento, hicieron que semejante fuerza pierda la oportunidad de luchar por el poder.
Fue en estos años de dura lucha de clases que la burguesía vio con buenos ojos la creación de las escuadras fascistas de Mussolini. Quién explica más sencillamente el avance de estas fuerzas fue León trotsky:
“Había 160 diputados socialistas en el Parlamento. Más de un tercio de los municipios estaban en sus manos; los sectores más importantes de Italia estaban en manos de los socialistas, hegemónicos entre los obreros [...] Sin embargo, la reacción de la pequeña burguesía y de los oficiales desmovilizados, ante esta situación, fue tremenda [...] En ciudades de diez mil habitantes bajo control socialista bastaron treinta hombres organizados para entrar en la ciudad; quemar el ayuntamiento, las casas; fusilar a los líderes e imponer las condiciones de trabajo de los capitalistas. De allí se iban a otro sitio, haciendo lo mismo, una tras otra, en cientos y cientos de ciudades. Sembraron el terror y, realizando estos actos sistemáticamente, destruyeron totalmente los sindicatos, haciéndose los amos de Italia, a pesar de ser una minoría insignificante” (3).
La primera “expedición punitiva” a gran escala fue en abril de 1919 con el ataque a la redacción del periodico socialista “¡Avanti!” con complicidad civil y militar. El nivel de violencia y los hechos que se venían dando terminaron de decidir al grupo arditi que comenzó a acercarse hacia posiciones más de izquierda y radicales, vinculandose a las milicias y al movimiento del Bienio Rojo; hasta terminar en la conformación de los Arditi del Popolo como milicias antifascistas.
Los límites frente al fascismo
Los “arditi del Popolo” fueron debilitándose en Italia a medida que el fascismo iba cobrando fuerza y poder. Esto se debió a varios factores que es necesario analizar con mayor detenimiento del que hacemos aquí pero sintéticamente el problema fue que no tuvieron ningún horizonte político, por el contrario, se limitaron a la defensa militar frente ataques puntuales del fascismo como ocurrió en la Batalla de Parma. La separación entre la lucha sindical y política y la ausencia de un verdadero partido revolucionario que dirija todo este proceso para darle otra perspectiva, llevó a que se pierda una importante oportunidad. Un ejemplo de esto fue el levantamiento de una huelga general a fines de julio de 1921 por parte de Argo Secondari que terminó en un gran fracaso justamente en un momento donde era clave organizarse y mostrar fuerzas ante el avance del fascismo.
El Partido Comunista Italiano, que había sido creado en abril de 1921, mostró su sectarismo en un momento en el que la reacción burguesa se desplegaba con todas sus fuerzas a través del fascismo; y era necesario defenderse. Aunque algunos de sus militantes se sumaron a pelear con los “Arditi del Popolo”, no lo hicieron en forma orgánica porque el partido se negó a participar de estas organizaciones, apuntando a crear milicias propias.
Si bien hicieron algunas acciones en común con los “arditi”, como fue la defensa de la ciudad de Bari, se opusieron a seguir la política de Frente Único impulsada por la Internacional Comunista en su III Congreso. Allí se planteaba hacer un llamado a las organizaciones y partidos obreros de masas para pelear en común frente a la ofensiva capitalista en el plano político, sindical -y también militar- lo que, a su vez, permitía a los trabajadores hacer una experiencia con sus direcciones conciliadoras.
Antonio Gramsci, que aún pertenecía a un ala minoritaria dentro del partido, vio con buenos ojos el desarrollo de estos arditi, aunque dejaba en claro su límite. Resaltaba la importancia de crear organizaciones específicas de combate en términos militares pero el problema era que le faltaba proyección política y apuntar sus cañones (o armas) a paralizar los principales engranajes que sostienen el aparato estatal. Es decir, faltaba pasar del plano defensivo al ofensivo.
Como bien planteó Trotsky, el principal problema del Partido Comunista Italiano fue que “no se daba cuenta de las dimensiones del peligro fascista, se alimentaba de ilusiones revolucionarias, era irreductiblemente hostil a la política de frente único, sufría, en definitiva, todas las enfermedades infantiles. No hay nada de asombroso en ello: solamente tenía dos años. No veía en el fascismo más que la “reacción capitalista”.
El Partido Socialista pactó un supuesto “acuerdo de pacificación” con el gobierno y los fascistas que nunca se cumplieron y Mussolini y sus fuerzas marcharon sobre Roma en octubre de 1922 y se hicieron del poder político.
Con el triunfo del fascismo el resto de la historia es conocida. Se abrió un período reaccionario -pero también de revoluciones- que se extendió por Europa y terminó en la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, los Arditi del Popolo y la Batalla de Parma demostraron la enorme capacidad, fuerza y voluntad que pueden tener las masas de defender sus conquistas y luchas contra los peores elementos de la reacción. Incluso los fascistas no volvieron a atacar la ciudad nunca más. Trabajadores y trabajadoras de Parma vieron la necesidad de armarse y enfrentar al fascismo y no sólo eso; organizados y con disciplina lo derrotaron de una manera humillante.
Claudia Ferri
@clau.ferriok
Viernes 25 de junio | 20:59
Notas
1. Pino Cacucci, Oltretorrente, Giangiacomo Feltrinelli Editore, Milano.
2. Eros Francescángeli, Arditi del Popolo. Argo Secondari e la prima organizzazione antifascista (1917-1922).
3. León Trotsky en "Completar el programa y ponerlo en marcha" en Programa de Transición (pag 268/269), ediciones IPS.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario