lunes, septiembre 19, 2022

Contraofensiva ucraniana: ¿un giro en la guerra?


El alcance de los avances de Ucrania y la retirada rusa. 
 El retroceso de Rusia en Ucrania mella la imagen de fuerza que busca proyectar Putin. 

En cuestión de pocos días, Rusia perdió casi 6.000 kilómetros cuadrados de territorio que había ocupado en el nordeste de Ucrania. Lo que más sorprendió no fue la contraofensiva ucraniana que ya venía siendo anunciada hace casi un mes sino los avances logrados en un lapso brevísimo de tiempo, entre el 6 y el 12 de septiembre; la contracara es la huida de las tropas rusas que fueron acompañadas por el abandono de importante material bélico que se suman a las bajas provocadas por la acción de las tropas ucranianas. 
 El alto mando ucraniano se valió de un ardid pues venía proclamando que la contraofensiva se iba a concentrar en la reconquista de Jersón, en el sur, en tanto el blanco elegido era el noreste donde se concentró efectivamente el ataque. Los mandos rusos reforzaron con sus mejores tropas la región sur, que constituye un estratégico eslabón entre el Donbass y Crimea, donde Putin se proponía celebrar un referéndum de anexión antes de fin de año y dejaron desguarnecidos el territorio donde tuvo lugar el avance. El mando ucraniano sorprendió eligiendo presionar al Donbass por el norte, recuperando la ciudad de Kupyansk, un nudo ferroviario a 40 km de la frontera rusa, y la estratégica Izium, atravesada por una ruta que une Járkov con la ciudad de Slaviansk, en el Donetsk.
 Asistimos a un golpe táctico finamente elaborado, facilitado por una muy buena inteligencia militar, un armamento de máxima eficacia suministrado por los aliados, unas tropas muy bien entrenadas. Se dice que el sistema satelital puesto a disposición por las potencias de la Otan desempeñó un papel clave para identificar la ubicación de los centros de suministro, el desplazamiento de armamento y los movimientos de las tropas rusas. Las fuerzas rusas dejaron abandonados equipos y armas cruciales que a Moscú le resultará difícil reemplazar. Según estimaciones preliminares en su repliegue Rusia dejó atrás 40 tanques, 50 vehículos de infantería, 35 vehículos blindados y dos aviones a reacción.
 Esta operación rompe la situación de equilibrio que se venía prolongando durante varios meses a lo largo de un frente de 1.100 km que ha separado a las tropas rusas de las ucranianas, en la que nadie lograba sacar ventajas sensibles. Se puede trazar un paralelo con lo que fue la guerra desgastante de trincheras entre Alemania y Francia en la Primera Guerra Mundial.
 Aunque todavía es prematuro para un juicio definitivo, hay quienes señalan que estamos frente a un punto de inflexión. Lo cierto es que la retirada desordenada -más bien el desbande- revela el agotamiento de las fuerzas del gobierno de Vladimir Putin. Según los analistas militares eso abre la perspectiva de que las fuerzas rusas hayan agotado su capacidad ofensiva, al menos en un futuro inmediato e, inclusive, de que ni siquiera cuente con los recursos para defender la totalidad de los territorios ocupados. La agrupación rusa de análisis militar de código abierto, Conflict Intelligence Team, que ahora opera desde Tiflis, capital de Georgia, estima que las pérdidas de equipamiento militar y de tropas fueron tan terribles que el ejército ruso en Ucrania pasó de tener “capacidad de ataque” a tener “capacidad de defensa limitada” (La Nación, 12/9).
 Un problema muy serio es el deterioro que se viene registrando en el número de tropas. No olvidemos que las bajas superarían las 80.000, incluidos oficiales de alta graduación, de las cuales 15.000 han sido fatales.
 A corto plazo Rusia no tiene efectivos suficientes para defender los territorios que ocupó en el sur de Ucrania y al mismo tiempo sostener sus avances en la región del Donbass, en el este del país.
 El estrepitoso colapso del frente ruso cerca de Jarkov “refleja los problemas estructurales de reclutamiento y baja moral de las tropas de un ejército sobreexigido”, dice Michael Kofman, analista militar del grupo de investigaciones CNA, con sede en Virginia. “Las fuerzas rusas están exhaustas, tienen problemas para retener a los soldados y exhiben un deterioro sostenido de su eficacia en combate” (La Nación, 12/9). Pero, a la par de la falta de efectivo, se une la baja moral de los soldados unido a su baja preparación y experiencia. Son innumerables los testimonios que relatan la falta de entusiasmo y motivación. A esto hay que agregar que una parte son mercenarios. Incluso, el alto mando ha apelado a presos a los cuales se les han conmutado las penas a cambio de alistarse para la invasión. Putin ha evitado, hasta ahora, la convocatoria a un alistamiento masivo. El eufemismo de la “operación especial técnico-militar”, entre otras cosas, le ha permitido sortear este llamado que se hubiera vuelto inevitable en caso en que el Kremlin la reconociera como una guerra. Pero una decisión así es altamente impopular y peligrosa y abre el peligro de provocar protestas y revueltas. 
Putin quiso vencer en Ucrania sin que afectara la vida diaria ni recurrir al reclutamiento entre las clases medias de las grandes ciudades y especialmente en San Petersburgo y Moscú. Si las victimas falales empiezan a hacerse sentir en los principales centros urbanos, el humor popular puede pegar un giro violento. Por otra parte, aunque Putin asumiera el riesgo político de una movilización general, entrenar y equipar a nuevos soldados llevaría meses, y muchos de los problemas actuales de Rusia en campo de batalla seguirían sin resolverse.
 El otro escollo que cada vez resulta más insalvable es el que provocan los problemas logísticos, de abastecimiento y la pérdida de equipamiento bélico: el gobierno no está en condiciones de reponer el material perdido. No cuenta con los recursos ni los insumos y en el contexto de estas carencias se improvisan salidas de apuro y, por supuesto, precarias. La falta de chips provoca que se termine utilizando piezas de dispositivos de lavavajillas y lavarropas. 
 Aunque el Kremlin ha tratado de minimizar los perjuicios, se confirma que las sanciones, con el pasar de los meses, no son inocuas sino que están haciendo sentir sus efectos. El monto de las importaciones en junio fue un 40 % inferior en maquinarias y dispositivos mecánicos, 60 % menor en equipos eléctricos y 65 % inferior en motores para autos que el promedio del trimestre previo al comienzo de la guerra. La caída pronunciada en el uso de misiles revela hasta qué punto su capacidad de producción se ha visto afectada por ese hecho. Las aerolíneas rusas han informado que han comenzado a “canibalizar” sus flotas de aviones en la medida que las sanciones bloquean su acceso a equipos y material de mantenimiento (The Economist, 5/9). Aunque Moscú ha tratado de sortear el bloqueo económico de Occidente, apelando a otros países o a una triangulación, eso está lejos de poder reemplazar los faltantes. Aunque no se cumplieron los pronósticos iniciales de Occidente, la caída del PBI de Rusia sería del 6 %, lo cual constituye un perjuicio enorme en momentos que un despliegue bélico como el que está haciendo Moscú plantea reunirse de la mayor cantidad de recursos para esa finalidad. En la cumbre que acaba de tener lugar entre Putin y Xi Jinping, el líder chino fue reservado en su apoyo a Moscú. Pekín, hasta ahora, no aprueba ni condena las acciones del Kremlin en la guerra y ha puesto límites a su colaboración, en particular, se ha abstenido en lo que se refiere al envío de armas. Esta línea fue ratificada en la reunión de ambos mandatarios. 

 Repercusiones

 El retroceso de Rusia en Ucrania hace mella en la imagen de fuerza que busca proyectar Vladimir Putin. 
 El avance de las fuerzas ucranias en el este del país sobre posiciones que llevaban meses en manos rusas ha abierto las primeras fisuras en el discurso político en Rusia, hasta ahora poco dado a ventilar discrepancias sobre la línea oficial marcada por el Kremlin. Los líderes de la propaganda rusa acusan a los comandantes por su responsabilidad por el enorme territorio perdido. Esto empalma con otras voces entre los propios aliados de Putin quienes le empiezan a pasar factura y reclaman acciones más contundentes. 
 Ramzán Kadírov, el autócrata de la región de Chechenia, en el sur de Rusia, que ya envió miles de sus propios soldados para ayudar a Putin en Ucrania, ha hablado abiertamente de “errores” en la estrategia del Kremlin. Serguéi Mirónov, líder del partido pro-Putin en la Duma, el Parlamento ruso, criticó al gobierno por celebrar el Día de la Ciudad de Moscú, esta semana. “Debido a algunos errores que no conocemos, se está perdiendo el control de los procesos políticos”, disparó desde las redes sociales Sergey Markov, un analista pro-Kremlin que suele aparecer en la televisión estatal. “Le garantizo que esta confusión va a durar poco, pero por el momento, es todo un caos”. Desde los influyentes blogs militares que propagandizan la ocupación (milbloggers) se han lanzado pedidos de reemplazo del ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, por el jefe militar del Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin. 
 El histórico dirigente del Partido Comunista Ruso, Guennadi Ziugánov, a su turno, dijo que la campaña de Rusia en Ucrania ya no puede calificarse de “operación militar especial”: “Durante los últimos dos meses, la operación especial en Ucrania y Donbass se ha convertido en una guerra. Y toda guerra exige una respuesta. En primer lugar, exige la máxima movilización de fuerzas y recursos”, dijo Ziugánov (El País, 13/9).
 Por el momento, los rusos que apoyan la guerra culpan de los reveses del fin de semana a los burócratas de Moscú y a los altos mandos militares. Pero la primera señal de que la frustración de la opinión pública puede horadar el prestigio del propio Putin apareció por la red social Telegram, cuando Moscú decidió seguir adelante con los festejos por los 875 años de la fundación de la ciudad, justo el día más humillante para el ejército ruso en el campo de batalla desde que comenzó la invasión. “No vamos a apoyar a este gobierno en las elecciones de 2024″, publicaron los administradores de una cuenta de Telegram a favor de la guerra que tiene más de 400.000 seguidores, en referencia a las presidenciales previstas para ese año. “Se veía venir, pero esto es la gota que rebalsó el vaso.” 
 Esto coincide con un nuevo desafío de la oposición, aunque debilitada no deja de ser significativa. Con el acceso al Parlamento nacional vedado, la política rusa se desarrolla en buena parte en las Juntas de Distrito de las grandes ciudades. Más de 40 concejales de las dos mayores ciudades de Rusia, San Petersburgo y Moscú se han dirigido al Parlamento para proponer el cese de Putin, bajo la acusación de alta traición, una iniciativa que va ganando adeptos conforme avanzan las horas. Hasta el momento, los concejales son objeto de un proceso administrativo que puede acarrear multas, aunque no hay que descartar que las represalias puedan profundizarse. 
 El descontento era palpable incluso en Moscú, una ciudad que el gobierno se ha ocupado de blindar contra los sinsabores y los costos de la guerra.

 Perspectivas 

Llegado a este punto, está claro que marchamos a un agravamiento de la guerra. 
 Hay señales de que el Kremlin intenta escalar su campaña militar. Los rusos acaban de atacar la infraestructura ucraniana. Mientras Ucrania consolidaba sus avances, Putin redobló la brutalidad de su campaña bélica, como una concesión a los reclamos de los partidarios de la guerra en las redes sociales y la televisión rusas. Con ataques con misiles sobre la infraestructura eléctrica de Ucrania central y oriental, Putin dejó a oscuras a gran parte del país. 
 Habrá que ver hasta dónde está dispuesto a ir a Putin, con más razón si se siente a acorralado con sus arsenal cibernético, químico y nuclear. Y si se intensifica la política de tierra a arrasada a la que apelaron en la guerra de Chechenia 
 Por su parte, los éxitos militares obtenidos por Zelensky van a ser un acicate alentado por la Otan para redoblar la apuesta. Entre los planes dirigidos a profundizar la contraofensiva, uno de los objetivos sería la reconquista de Jersón, un enclave de importancia que le podría abrir las puertas para marchar sobre Crimea. Esta tentativa hasta ahora no ha sido exitosa y ha implicado para Kiev una enorme cantidad de bajas. En los planes está también avanzar hacia el este a partir de la ciudad de Zaporiyia, lo cual sería un golpe muy serio a Rusia porque cortaría la circulación entre el Donbass y Crimea. 
 Cualquiera sea la variante que prospere o una combinación de todas ellas, lo cierto que vamos a un verdadero baño de sangre. Habrá que ver también las huellas y reacciones que provoca en la población ucraniana. Y también es necesario seguir con atención el impacto que provoca una prolongación del conflicto en los países occidentales. La guerra ha representado un salto en la crisis capitalista mundial, que está haciendo estragos en todos los planos. Asistimos a una catástrofe alimentaria, energética migratoria y humanitaria de grandes proporciones de la cual nadie ha salido indemne y tampoco Europa y está golpeando con virulencia a todos los países del viejo continente. El descontento en la población viene creciendo al calor de la inflación que se ha vuelto intolerable y la recesión que empieza a asomar la cabeza y que ha ido de la mano de un aumento de la conflictividad laboral y de las tendencias huelguísticas. 
 Ni que hablar que una escalada de ambos bandos abre las puertas para su extensión más allá del territorio Ucrania y plantea el peligro de una conflagración mundial. Por lo pronto, estamos asistiendo al estallido de nuevos conflictos bélicos como el de Armenia-Azerbaiyán (que involucra nada menos que a Irán e Israel), o el que está teniendo lugar en Serbia, en el territorio de lo que fuera la ex Yugoslavia. Detrás de ellos, de una u otra manera, apoyando a uno u otro bando, están los principales actores de la guerra de Ucrania.
 Llamamos a hacer frente a esta amenaza por medio de una acción internacional común de los trabajadores que debe ser encarada sin dilaciones. Guerra a la guerra. Pongamos fin a la guerra, poniendo fin a los gobiernos que la promueven. Por gobiernos de trabajadores y la unidad socialista de Ucrania, Rusia, Europa y de todos los pueblos del planeta. 

 Pablo Heller

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