Un puñado de no más de siete empresas que opera en Vaca Muerta no deja de batir récords de producción mes a mes. Antes de fin de año, tal vez, la provincia de Neuquén vuelva al nivel de producción de hidrocarburos que tuvo a fines de la década de los ’90.
Es decir, más que de récords reales se trata de una recuperación luego de la caída, producto de la prolongada huelga de inversiones y del declive del yacimiento estrella de aquellos años, Loma La Lata-Sierra Barrosa, cuando los hidrocarburos se extraían con el “simple” recurso de perforar hasta los entrampamientos del subsuelo, donde el petróleo y el gas fluían por los caños hasta la superficie, o a lo sumo teniendo que bombearlos cuando declinaba el yacimiento.
Hoy se debe obtener el hidrocarburo rascando la roca madre, rompiéndola, para que fluya desde el subsuelo. Dicen las petroleras que para llegar al nivel actual de producción, con hidrofractura, han debido “invertir” unos U$S30.000 millones durante ocho años en todos los yacimientos (monto que empalidece los supuestos U$S8.000 millones comprometidos por Repsol en el apogeo productivo del 2000 cuando se le extendió por 10 años la concesión de Loma La Lata).
Sin embargo, hoy que la mira está puesta en la exportación, surge la madre de los problemas que enfrenta Vaca Muerta: no se trata solo de extraer el hidrocarburo, sino también de transportarlo para su colocación en el mercado. Y si hilamos más fino, también de industrializarlo.
Es aquí donde la anarquía productiva del capitalismo encuentra una de sus mayores expresiones. No se cuenta con ductos suficientes para evacuar los aumentos de producción, al punto que antes que esté construido el gasoducto Néstor Kirchner y terminado la ampliación del oleoducto de Oldelval ya las expectativas de producción de las empresas para los próximos años sobrepasa la capacidad de las nuevas obras.
Como no podía ser de otra manera, la anarquía productiva (carencia de planificación científica y colectiva), termina en una pelea de piratas donde las grandes operadoras acaparan la capacidad de transporte contratada en detrimento de otras, que habrán aumentado su producción y no tendrán cupo de transporte, o deberán alquilar ese cupo a las que monopolicen los caños.
El cuello de botella
Oldelval, la sociedad anónima que maneja el oleoducto desde Neuquén a Puerto Rosales en las cercanías de Bahía Blanca, está en manos de YPF, Chevron y Exxon. Entre las tres poseen más del 70% de su capital. Por ese ducto fluye el hidrocarburo para el complejo petroquímico en dicha ciudad y para la exportación (a niveles récord) por el citado puerto. Oldeval llamó a licitación hace unos días para contratar los 36.000 metros cúbicos de la obra de ampliación en marcha. Se presentaron ofertas para contratar el transporte, por una cantidad que triplica la capacidad licitada.
Solo entre algunos de los mayores propietarios del oleoducto (YPF, Chevron y Chnc, una subsidiaria de Chevron) licitaron 66.000m3, casi el doble de la capacidad de la ampliación, con lo cual se colocan con una ventaja, camino a la exportación de barriles, respecto a sus competidoras. Así, empresas como PAE, Pluspetrol, y Vista Oil, quedarán en inferioridad de condiciones o deberán alquilar o vender su producción a las primeras para tener cupo en el caño. Por eso ya se habla de una nueva ampliación del oleoducto a Puerto Rosales, de nuevos oleoductos y nuevos gasoductos, y hasta de una planta de GN, pero por ahora son proyectos que no superan la etapa de lo verbal.
La muletilla que se repite, acerca de que “el mundo necesita la energía que puede proveer Vaca Muerta”, es una generalidad. Por un lado, porque sin nuevas obras a las ya planificadas todo lo que se diga es palabra muerta, y, por el otro, porque Vaca Muerta debe competir con proveedores de hidrocarburos más cercanos a las grandes fuentes de consumo en el mercado asiático y europeo.
Además, hay un tercer elemento: ante la desaceleración y el rumbo recesivo de la economía mundial, nadie puede asegurar que en dos o tres años (lo que demorarían las nuevas obras si arrancaran mañana) no haya una sobreoferta de hidrocarburos a escala mundial o los grandes consumidores no tengan ya su provisión garantizada en otros países; con lo cual Vaca Muerta corre el riesgo de llegar tarde y su producción más cara al mercado mundial.
El objetivo del lucro basado en el saqueo y la cambiante oportunidad del momento se contraponen a la producción de energía en función de un desarrollo real de las fuerzas productivas. La planificación y puesta de esa energía en función de las reales necesidades populares requiere de la nacionalización bajo control obrero de toda la industria energética.
Norberto E. Calducci
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