miércoles, noviembre 30, 2022

El régimen chino juega con “la inmunidad de rebaño”


La reclama la pequeña burguesía restauracionista, en medio de huelgas obreras.

 La mayor parte de la prensa internacional ha fracasado interesadamente en ofrecer una caracterización adecuada de las manifestaciones de protestas que han tenido lugar en China en estos días. La burguesía internacional y la clase media alta reclaman el levantamiento o la atenuación de las medidas de confinamiento y testeo sistemático como método para combatir al circulación del Covid-19. El relajamiento de los controles contra la expansión del virus, sin embargo, fue adoptado hace dos meses, antes del último congreso del partido comunista que votó la postulación de Xi Jinping para un tercer mandato como jefe de gobierno. El Covid-19 sería recaracterizado como una endemia, y los tratamientos de los contagiados tomarían el lugar de las medidas de prevención. Cuando la pandemia se ha cobrado 15 millones de vidas a nivel internacional, China lleva registradas alrededor de 50 mil fallecidos en tres años, en un país con 1.400 millones de habitantes. La crisis que ha desatado las últimas protestas obedecen a un salto inesperado en el número de infecciones debido al surgimiento de una nueva variante o subvariantes de ómicron. En Francia ha ocurrido algo similar pues los contagios diarios han subido a más de 50 mil, con perspectivas crecientes. En Argentina las infecciones se han duplicado y en Brasil están creciendo día a día.
 Las decisiones acerca del relajamiento que adoptó la camarilla gobernante están vinculadas al impacto económico y social que ha provocado una política de cuarentenas estrictas en los distritos donde se constataba un resurgimiento de infecciones. Más allá de la eficacia probada de estas medidas para prevenir la propagación del virus, la burocracia capitalista de China no atendió a las necesidades económicas de la población sujeta a confinamiento, incluido el pequeño comercio. Es también lo que ha ocurrido en todo el mundo, donde el monto de subsidios al capital ha creado una crisis inflacionaria, en contraste con la desatención económica de la población laboriosa. China, por otra parte, es políticamente un régimen autoritario, que se apoya en un fortísimo aparato de seguridad. Las medidas sanitarias, en un régimen capitalista, tienen limitaciones inherentes, en especial cuando tienen lugar en un marco de guerra económica y de una guerra internacional propiamiente dicha. Esto es obvio desde las guerras por las vacunas, respiradores e insumos sanitarios; a las sanciones a las cadenas de producción; hasta la guerra en Ucrania y Europa y los despliegues bélicos en el mar de China.
 De otro lado, ninguna pandemia puede ser combatida con eficacia “en un solo país”, en especial frente al altísimo grado de interconexión de la economía y política de China con la economía mundial. Las protestas han partido de las universidades de élite, o sea de la burguesía, la pequeña burguesía acomodada y los hijos de la burocracia restauracionista. Como ocurre en el resto del mundo, es el sector más interesado en mantener la ‘libertad’ de comercio y mercado y de transporte, y partidario, por eso, de la inmunidad de rebaño. El estallido de la crisis, hace una semana, fue recibido con una caída en Wall Street por el temor de que el gobierno se echara atrás en la prevista política de relajamiento, afectando al conjunto de la economía mundial. El año nuevo en China, durante enero, se caracteriza por un flujo enorme de viajeros, a lo largo de todo su territorio. De acuerdo a algunas informaciones, el tránsito de la prevención de contagios al régimen de tratamiento de la enfermedad, habría llevado al gobierno a contratar la provisión de vacunas mRNA, como las que fabrica la alemana BioNtech en alianza con la norteamericana Pfizer. Se trata, sin lugar a dudas, de la apertura de un negocio gigantesco para la farmacéuticas internacionales. Pero incluso esa variante de vacunación sólo cuenta con una aprobación de emergencia. No ha eliminado la circulación del virus. En muchos países ha forzado a la aplicación de una quinta dosis, y no está probado que sea adecuada para la subvariante que ha aparecido en las últimas semanas. La contracción del Covid, cuando no conduce a la muerte, tiene efectos de larga duración, con afección a distintas partes del organismo humano. En resumen, está en juego la vida de decenas o centenas de millones de personas. 
 El impacto político de las protestas obedece no a su número –los diarios han corregido la alusión a decenas de miles, y ahora se refieren a centenares de personas. Tiene que ver con la situación en su conjunto, que se caracteriza por una crisis económica de varias dimensiones. Por lo pronto, el PBI crecerá un 3.5% anual, cuando en los años del ‘milagro’ alcanzaba hasta el 12 por ciento. La desocupación juvenil es del 20 por ciento. La crisis inmobiliaria es, por cierto, la más importante, en un país que ha depositado en la construcción civil todo el dinamismo económico, incluidas las grandes construcciones internacionales (los estadios de fútbol en Qatar, por ejemplo). En su mejor momento alcanzó al 35% del PBI. El derrumbe de la inmobiliaria Evergrande dejó a millones de chinos sin sus viviendas, que compraron en boca de pozo y no han sido terminadas, con su consecuencia en la demanda a la industria y el default con bancos y clientes. Este cuadro llevó a Xi a proclamar su política de “prosperidad compartida”, una suerte de redistribución de ingresos a la Kirchner, que, como esta, no redistribuye nada. Los salarios, en China, son extremadamente bajos y no son acompañados por una atención de salud y educación gratuitos, como tampoco con un régimen previsional del Estado.
 En China, según los observadores que residen en Hong Kong, se producen cien mil “incidentes” por año, en referencia a protestas, manifestaciones y huelgas. La notoriedad de las últimas protestas no obedece al número sino al impacto político, algo que no ocurre con los choques sociales y políticos aislados unos de otros. Lo más importante de la crisis actual es, por estas razones, el conflicto en Foxconn, una fábrica dormitorio, donde el cumplimiento de las normas sanitarias antiCovid es ostensiblemente defectuoso. En esta empresa taiwanesa que trabaja para Apple se desató una huelga, acompañada de manifestaciones y choques con la policía, por incumplimiento de contratos salariales, por parte de la patronal, y por no proveer asistencia sanitaria. No es la primera huelga en esta empresa de 800 mil trabajadores; es la columna de un movimiento obrero que ha roto, numerosas veces, el control de la burocracia ‘sindical’ del gobierno ‘comunista’. El intento preventivo de la burocracia china de instaurar un bonapartismo pseudosocial, policíaco-militar, ha sido sometido a prueba antes de que adquiera carácter oficial, con la elección de Xi por la Asamblea Nacional. Los trabajadores de China enfrentan a las patronales y al aparato estatal, en numerosas ocasiones, cantando la Internacional.
 Como solía decir Mao Tse tung, aunque para jactarse de su régimen y no a la revolución proletaria, “el viento sopla desde Oriente”. 

 Jorge Altamira 
 29/11/2022

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