La inesperada derrota argentina frente a Arabia Saudita en su debut no es el único sobresalto que dejó el comienzo del Mundial. He aquí un pantallazo.
“Doble moral”
Ante el aluvión de críticas por la realización del torneo en el emirato, el presidente de la Fifa, el suizo-italiano Gianni Infantino, intentó salir del aprieto por medio de un contragolpe. En una conferencia de prensa que dio el sábado en el Qatar National Convention Center, el jefe de la Federación acusó al viejo continente de “doble moral”. Comparó la situación de los trabajadores migrantes que murieron en la construcción de los estadios mundialistas con la de aquellos que son superexplotados en Europa o que directamente perecen en el camino.
Infantino también puso el dedo en la llaga cuando recordó que “empresas europeas vienen a invertir y ganar millones acá”. Por ejemplo, en el gas natural.
La hipocresía del imperialismo es indiscutible, pero lo que mueve a Infantino no es el amor a la verdad, ni siquiera a la pelota, sino la defensa de los negocios. El torneo en el emirato le reportará a la Federación ingresos por 6.500 millones de dólares, un 14% por encima de Rusia 2018 (El Confidencial, 17/11). En una competencia que será vista por 5 mil millones de personas, la parte más suculenta proviene de los derechos televisivos. Pero también están los ingresos que dejan las grandes marcas que patrocinan el evento. A modo de ejemplo, Adidas paga 100 millones de dólares para que se use su balón. Hay otros nombres conocidos entre los sponsors (Coca-Cola, McDonald’s, Budweiser, Visa), así como también firmas chinas (Vivo, Wanda Group) y qataríes (Qatar Airways, Qatar Energy). Y a esto hay que sumar la venta de entradas, la zona de fans, etc.
En el caso de Budweiser, su alianza con la Fifa entró en un cono de sombras debido a la prohibición del alcohol en los estadios, a instancias de la corona qatarí, que se conoció pocas horas antes del inicio del campeonato. Enseguida circularon rumores de una posible demanda millonaria del gigante cervecero contra la Federación por los daños comerciales que esto le ocasionaría.
En cualquier caso, el prurito del emir hacia el consumo de alcohol tiene sus límites. La cerveza podrá venderse en la zona de fans, donde la botella chica ya se ofrece, según la BBC, a la nada despreciable suma de 13 dólares.
Brazaletes y protestas
Cuando el mundial se acercaba y se multiplicaban los cuestionamientos de futbolistas e hinchadas, Infantino firmó una carta dirigida a las federaciones nacionales donde exhorta a evitar “que el fútbol sea arrastrado a todas las batallas ideológicas o políticas” (Télam, 4/11).
En línea con este afán de regimentación, la Fifa advirtió recientemente que los futbolistas que portaran un brazalete llamado “One Love”, en apoyo a las diversidades (fuertemente perseguidas en Qatar), se expondrían a sanciones deportivas.
Lo que se ha pasado por alto es que la presión sobre los jugadores es doble, porque incluye a las federaciones europeas (Inglaterra, Gales, Alemania, Bélgica, Dinamarca, Países Bajos, Suiza) que inicialmente promovían el uso del distintivo. “Como federaciones nacionales, no podemos poner a los jugadores en la posición de recibir sanciones deportivas, incluidas amonestaciones (tarjeta amarilla), así que hemos solicitado a los capitanes que no vistan este brazalete en los partidos de la Copa del Mundo”, señala una declaración conjunta (destacado nuestro). Lo de “hemos solicitado”, por supuesto, es un eufemismo para disimular la orden.
La presión dio frutos. Harry Kane, el capitán inglés, usó en el debut frente a Irán (un contundente 6-2) un brazalete alternativo impulsado por la Fifa que dice “No Discrimination” -aunque los integrantes del seleccionado europeo pusieron una rodilla en el campo de juego como señal de protesta por la vulneración de los derechos humanos en Qatar.
En ese mismo encuentro, hubo cánticos en las tribunas (y otros para taparlos), en el minuto 22, como recuerdo de Mahsa Amini, la joven iraní de 22 años que murió bajo custodia de la Policía de la Moral. Su caso desató una rebelión popular y una furibunda represión que ya dejó más de 200 muertos.
El seleccionado de Irán no cantó el himno, en lo que fue interpretado por muchos medios como un gesto crítico hacia el régimen persa. En contra de esta apreciación, otros dicen que es una costumbre del equipo -que ya data de otros mundiales- no entonar las estrofas de la canción patria.
Fútbol y diplomacia
La foto es expresiva: un anfitrión relajado los presenta, mientras, visiblemente incómodos, ellos se miran recelosamente.
La ausencia de Turquía y Egipto en el Mundial no fue óbice para que sus jefes de Estado, Recep Tayiip Erdogan y Abdelfatah al Sisi, estuvieran presentes en la inauguración y se dieran un desconfiado apretón de manos. Desde hace aproximadamente un año, Ankara y El Cairo tratan de reencauzar relaciones.
Ambas capitales rivalizan en el norte de Africa y los vínculos quedaron muy deteriorados tras el golpe de Estado de 2013 en Egipto, cuando al Sisi puso fin al gobierno de los Hermanos Musulmanes, apoyado por Turquía.
A Erdogan y al Sisi los separan múltiples cuestiones pero los une un mismo espíritu represivo. Las cárceles de los dos países están atestadas de prisioneros políticos. El líder turco viene de impulsar una nueva ola de bombardeos contra el pueblo kurdo, que incluyó el uso de armas químicas.
A esta clase de figuras, la Fifa les tiende la alfombra.
Gustavo Montenegro
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