El domingo 20 arranca el mundial
—- ¿Le parece bien representar a un país como Irán en este Mundial que reprime los derechos de las mujeres?
—- Creo que deberías empezar a pensar en lo que pasó con los inmigrantes en Inglaterra también. Ve a pensar en eso.
Este pase de facturas recíproco tuvo como protagonistas a un periodista de la cadena Sky News y al entrenador de la selección persa, Carlos Queiroz (un portugués que vistió la casaca de su país como portero), en una reciente conferencia de prensa. El director técnico de una de las 32 selecciones clasificadas para Qatar 2022, que arranca este domingo 20, terminó levantándose de esa conferencia en señal de disconformidad.
Si Irán está en el ojo de la tormenta por la represión contra un levantamiento popular, tras la muerte bajo custodia de la Policía Moral de la joven Mahsa Amini, la sede del mundial de fútbol es objeto de severos cuestionamientos por la persecución de las diversidades, la opresión de las mujeres, las irregularidades en la conquista de la plaza (sobornos a autoridades de la Fifa mediante), y la muerte de miles de obreros superexplotados en la construcción de los estadios (a lo que ahora se añade la denuncia de la precarización laboral en los hoteles).
Sobre esta última cuestión, el actual entrenador del Liverpool, Jürgen Klopp, sostuvo en una rueda de prensa: “nadie ha pensado en esos trabajadores. Ha habido muchas oportunidades de denunciarlo desde la concesión del Mundial. Dos y tres años para decir: ‘Por cierto, el proceso no está bien’. Pero mucha gente ha ganado dinero por razones equivocadas”.
Al hacer esta reflexión, Klopp apuntaba a los verdaderos responsables de que este mundial se lleve a cabo, defendiendo a los jugadores a los que ahora, a último momento, a pocos días de empezar a jugar, se los presiona para que se pronuncien sobre el tema.
Mientras tanto, algunos artistas (Shakira, Dua Lipa, Rod Stewart) decidieron no formar parte de los shows inaugurales. En el caso de la cantante de origen albano-kosovar, con críticas a la violación de los derechos humanos en el emirato.
El mundial de Qatar 2022 es un inmenso negocio y, como tal, fue objeto de una codiciosa disputa. Estados Unidos aspiraba a quedarse con la organización del certamen, en especial porque el de 2018 había caído en manos de los rusos. Pero la corona qatarí usó su petro-billetera para ganar influencias en la Fifa.
Washington se tomó desquite, promoviendo una mega-investigación sobre la corrupción en el fútbol conocida como “Fifa-gate”, que llevó a prisión a algunos de sus exponentes. Esa presión dio sus frutos, porque el mundial 2026 tendrá como sede a Estados Unidos, México y Canadá.
En las críticas a Qatar 2022, entonces, se mezcla un genuino rechazo de activistas y franjas populares ante las atrocidades del emirato con hipócritas campañas de prensa del imperialismo. Algo de esto es lo que quiso señalar Queiroz cuando apuntó a la violación de los derechos humanos en Occidente (el caso de la persecución y deportación de migrantes por parte del Reino Unido, que hace pocos meses suscribió un acuerdo para expulsar gente hacia Ruanda), si bien eludió pronunciarse sobre el prontuario que pesa tanto sobre Qatar como sobre Irán.
Pero además, podría añadirse que, pese a la disputa por el negocio del fútbol, el imperialismo y Qatar comparten sociedades: para reducir su dependencia de los combustibles rusos, la Unión Europea apela al gas natural del emirato; Washington posee cerca de Doha una de sus principales bases militares en Medio Oriente; y el fondo inversor que domina el emir qatarí anima varios negocios en las grandes urbes del viejo continente, entre ellos el control del Paris St. Germain, la estrella de la Ligue 1 en que revisten Messi, Neymar y Mbappé.
Es posible que en el curso del mundial tengamos nuevas expresiones políticas como las vistas estas últimas semanas, ahora dentro de los estadios. La pelota empieza a rodar.
Gustavo Montenegro
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