domingo, julio 08, 2007

Alfredo Palacios.


El socialismo fue su marca política pero el humanismo la verdadera esencia de sus prédicas.

Nació en Buenos Aires el 10 de agosto de 1880 y falleció el 20 de abril de 1965. Hijo natural de padres uruguayos, Don Aurelio Palacios y Doña Ana Ramón. Líder socialista, intelectual, legislador y profesor.
Graduado en leyes en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, inauguró la cátedra de Legislación escolar en la Facultad de ciencias económicas. Se desempeñó como educador y decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de La Plata y ocupó la presidencia de esta última hasta su renuncia a todas sus asignaciones académicas en 1944, como protesta contra el peronismo.
Se entreveró con los próceres del Partido Socialista recién fundado (1896), Juan B. Justo, José Ingenieros, Enrique Dickman, Roberto Payró y Leopoldo Lugones.
En 1904 salió electo primer diputado socialista de Argentina y América. Y senador nacional por la misma representación entre 1935 y 1943. Promovió ante el Congreso de la Nación importantes leyes en favor del trabajador, el niño y la mujer. Se especializó en legislación del trabajo.
En 1906 comenzó su lucha a favor de las leyes que reglamentarían el trabajo de mujeres y niños. Establecía el descanso obligatorio antes y después del parto, prohibía el trabajo de menores, creaba casas cuna donde las madres obreras depositaban a sus niños para poder amamantarlos, batallaba por la jornada de ocho horas y establecía el domingo como descanso obligatorio.
Cuatro décadas antes del surgimiento del peronismo , Palacios ya luchaba por las leyes que serían sancionadas por la fuerza política peronista en su momento y a la cual, curiosamente, Palacios combatió. Perón le debió a las batallas de este socialista, las leyes laborales más avanzadas del mundo occidental.
En 1907 crea el Departamento Nacional del Trabajo.
En 1955, por su activa participación en el golpe militar, fue designado embajador en el Uruguay. En 1957 actuó como miembro del congreso para tratar la reforma de la constitución de 1853.
Recibió el doctorado "honoris causa" de diversas universidades de América.
Entre sus obras se cuentan: "El nuevo derecho", "Universidad y democracia", "Las islas Malvinas", "En defensa de las instituciones libres" y "Código Militar".

Escrito del Dr. Alfredo L. Palacios del año 1903 - Documento histórico del
Archivo Socialista "Jacinto Oddone"

Sección "Escritos y Cartas"

La iglesia, eterna aliada de los déspotas y por ende enemiga eterna de los pueblos a los cuales había mantenido siempre sometidos bajo su formidable autoridad, advierte en los instantes de su agonía que su muerte será la consecuencia lógica y fatal del asalto del pueblo que llega altivo proclamando su soberanía, sancionada ya por la ciencia, y entonces quiere transigir, - pero el despotismo y la libertad, las tinieblas y la luz no pueden abrazarse sino para destruirse e Iglesia y pueblo altivo que proclama derechos es lo mismo que despotismo y libertad, tinieblas y luz.

I

No es posible mirar sino como la resultante de su decrepitud, las declaraciones de la Iglesia que pretende reconciliarse con la Democracia, cuando ella observa una organización que implica una monarquía absoluta y cuando todas sus manifestaciones están basadas en esa forma de gobierno que ya pertenece al pasado.
La Iglesia ha sancionado con sus acciones que la más perfecta de las formas de gobierno es la monarquía, pues está más de acuerdo que las otras con el gobierno de dios y de la Iglesia misma. Esta es una verdadera sociedad a cuyo frente se encuentra un hombre que se dice infalible, sin parar mientes en que tal declaración entraña un insulto grosero a los principios científicos. En ese hombre que se cree infalible y por lo tanto omnisciente, reside la soberanía que por el hecho de ser emanada de Dios es superior a todas las demás soberanías que le están subordinadas.
Sin Papa, ha dicho de Maistre, no hay soberanía.
El gobierno de la Iglesia, como vemos, se caracteriza por una centralización completa y absoluta; tiene a su frente un autócrata en quien reside toda la soberanía, encargada de guiar a los pueblos como rebaño, pues se cree con derecho al gobierno espiritual y temporal del mundo. Esta pretensión absurda del Sumo Pontífice es la demostración palmaria de que las doctrinas que preconiza son perfectamente opuestas a la democracia o sea el gobierno de todos. La soberanía de que se cree revestido el jefe de la Iglesia es la negación de las soberanías populares.
Pero, ampliemos más la demostración del conflicto que existe entre la iglesia y la Democracia a objeto de que no sea posible la mas leve hesitación.
De acuerdo con las constituciones basadas en principios democráticos el pueblo delega en el gobierno que de él emana en virtud de la elección, una parte de los derechos que constituyen su soberanía, pero es claro que se reserva aquellos que le son inherentes, que forman parte integrante de la personalidad humana y por ende son imprescriptibles e inalienables. Esos derechos legislados por nuestra carta fundamental de una manera expresa, tienen sus antecedentes en Inglaterra donde se dicta la carta magna que encierra una declaración de derechos arrancada al Monarca por los representantes del pueblo, y en Francia donde entre el estruendo de una sociedad que se derrumba; aparece la declaración de los derechos del Hombre, como consecuencia lógica y necesaria de la revolución en las ideas producida por los filósofos.
Esos derechos que existían desde el momento que son parte de nosotros mismos, pero que eran violados descaradamente por los Monarcas, esos derechos que se inscribieron en las Cartas fundamentales después de luchas cruentas en que se derramó a torrentes la sangre del pueblo, eterna víctima inocente; esos derechos que constituyen la esencia de la democracia y cuyo reconocimiento fue arrancado palmo a palmo; esos derechos, digo, son los que merecen el anatema de la Iglesia, de esa Iglesia, que mistificando, aún en los estertores de la agonía, con ansia de salvarse del derrumbe que le amenaza y está próximo, extiende sus ya débiles brazos para acercarse a la democracia.
El Papa Pío IX que creía indiscutible la supremacía de Roma para intervenir en el gobierno de los demás países cuyos poderes temporales estaban subordinados a la autoridad papal; - en 1864 creyó que era llegado el momento de vigorizar la acción para impedir ciertas valladares que la ciencia en su marcha majestuosa y constante oponía al absolutismo de la Iglesia.
Y entonces fue cuando dictó la Encíclica y el Syllabus, de triste recordación, documentos que se conservarán eternamente para oprobio de los enemigos de la ciencia y de los pueblos a quienes no se les quería reconocer sus derechos que eran fulminados con el anatema.
En la Encíclica y el Syllabus, obras del infalible que ahí están para vergüenza de la Iglesia, se pone de manifiesto que esta es la negación de la Democracia.
La declaración de los derechos del Hombre, consignaba que el principio de toda soberanía reside esencialmente en la nación y que ningún cuerpo ni ningún individuo puede ejercer autoridad que no emane de ella expresamente,- y luego reconocía todos esos derechos a que antes me he referido y que nacen de la personalidad humana y de la forma democrática de gobierno.
En cambio la Encíclica, obra de los déspotas, condena la civilización moderna y declara "que es opinión perniciosa e insana creer: que todo hombre tiene derecho a la libertad de conciencia y de culto y que este derecho en un país bien gobernado debe ser proclamado y apoyado por la ley;- que la voluntad del pueblo manifestada por la opinión pública o por otros medios constituye una ley suprema, independiente de todo derecho, divino y humano; que los padres tienen el derecho de educar a sus hijos fuera de la Iglesia Católica;- que la autoridad de la Iglesia, en fin, no ha sido conferida por Cristo para juzgar a las autoridades civiles.
¡Y bien!. La Iglesia que insolente lanza como reto al pueblo ese Syllabus y esa Encíclica que son un montón de mentiras y de injusticias codificadas; ¿ tiene por ventura derecho para extender la mano a la Democracia, fraternizando con ella?. No; la Iglesia es la negación de las soberanías populares a las cuales ha anatematizado y a cuyo impetuoso desborde ha tratado de oponerse siempre, porque enemiga de la centralización, condenaban en principio toda la obra secular basada en el absolutismo.
La democracia existió dentro del cristianismo, pero en sus comienzos, cuando era una reacción de lo de abajo contra los de arriba, una verdadera corriente popular; pero la Iglesia (1) cuyo nombre es esencialmente democrático, aún cuando se llame heredera de las doctrinas de Jesús no ha hecho sino desnaturalizar las que proclamó el Maestro.
Jesús, el Gran revolucionario, surgió de entre las miserias del pueblo y se presentó en las sociedades reclamando los derechos de los pobres; Jesús es nuestro y nos lo han robado; fue un rebelde y doctrina para los desheredados, para los expoliados en contra de los que vivían del privilegio y la holganza (2), con su doctrina se esgrimieron las armas contra la sociedad romana, enemiga del pueblo y sostenedora del absolutismo de los Césares. Los pobres contra los ricos, los de abajo contra los de arriba, la plebe contra el patriciado romano, esa fue la lucha sostenida en los comienzos del cristianismo, lucha durante la cual los nobles del Imperio arrojaron millones de cristianos en los circos para ser devorados por las fieras.
Pero ¿ hay algo de común entre los primitivos cristianos y los actuales sectarios de la Iglesia?. – Nada absolutamente; los primeros proclamaban derechos y luchaban contra sus conculcadores; los segundos, siervos, se someten a las decisiones de la Iglesia que restringe día a día el círculo de los derechos populares en ventaja de las clases que gobiernan; los primeros sostenían una democracia, los segundos sostienen una oligarquía.
¿Cómo se produjo una transformación tan radical?.-Cuando la sociedad cristiana se extendió, aparecieron jerarquías y con ellas la centralización que borró los atributos republicanos del primer núcleo para marchare línea recta al absolutismo. Por otra parte en tiempo de Constantino, según Drapp, (3) dos causas concurrieron a la corrupción del cristianismo, primero las necesidades políticas de la nueva dinastía y segundo, la política adoptada por la nueva religión para asegurar su desarrollo. Constantino, príncipe hábil, competidor de la púrpura dejada por Doclesiano se dio cuenta exacta de que el partido cristiano ya poderoso podía ayudarlo considerablemente en sus pretensiones y le tendió la mano. De ahí el desmoronamiento; declarado el cristianismo religión de estado, menester fue se acercara a los poderosos, que transigieran con todos los abusos, que admitiera las explotaciones,- y así la sublime doctrina del hombre que llamaba a los pobres para luchar contra los ricos, se convirtió en instrumento de dominación y de gobierno esgrimido por los poderosos. Desde entonces la Iglesia, que desnaturalizó los preceptos de Jesús, es la eterna aliada de los príncipes y la enemiga eterna de los pueblos.(4)
Pero cuando la Iglesia dice que se reconcilia con la Democracia y resuelve la cuestión social ¿no será que abandona para siempre sus ideas funestas para incorporarse en las filas del progreso que marcha sin cesar hacia delante?.- ¿No será que desee volver al cristianismo primitivo, purificarse en la fuente y saludar a las conquistas de la ciencia?.- ¡Oh no!. Ya es tarde. Sería menester marchar muy deprisa y la Iglesia tiene pocas energías, como que es ya semi cadáver.
El 28 de diciembre de 1878, León XIII dictó la Encíclica "Quod Apostolici numeris" tendiente a prevenir los avances del socialismo que saliendo de la esfera del sentimentalismo se presentaba basado sobre principios científicos inconmovibles. Posteriormente, el 15 de Mayo de 1891 dio a luz la conocida Encíclica: "De Rerum Novarum", donde aconseja la acción tendiente a favorecer la clase proletaria y al movimiento que se produjo con ese objeto se le llamó algunas veces socialismo cristiano, otras acción popular cristiana, pero casi siempre democracia cristiana.
Algunos católicos ilustrados ansiosos de que se lanzara esa palabra democracia que parecía sancionar el retorno al cristianismo puro, se agruparon, concentraron fuerzas y trataron de que su acción fuera punto de partida de reivindicaciones populares. No se dieron cuenta esos católicos de que la palabra democracia solo podía haber sido pronunciada por la Iglesia con el objeto de mistificar, pues ella es la negación, como lo hemos probado, de todo gobierno del pueblo por el pueblo mismo.
León XIII temeroso del giro que tomaban las cosas, quizás lamentando haber ido demasiado lejos y acordándose probablemente del Syllabus y de la encíclica de su antecesor, el 18 de enero de 1901 dictó la célebre carta encíclica denominada "Democracia Cristiana", donde empleando toda clase de sofismos da a la palabra democracia una acepción que no le corresponde por su etimología, ni es la que acepta generalmente.
Dice que democracia cristiana no debe tomarse en el sentido político y que por lo tanto no implica el gobierno del pueblo (Democracia viene de demos: pueblo y cratos : gobierno) sino exclusivamente: benéfica institución a favor de las clases populares.
He ahí palpitante la mistificación. La Iglesia pretendiendo abrazar a la democracia pero, dejando subsistentes todos los códigos de injusticias; y luego cuando se le hace notar la incompatibilidad entre el despotismo, que es ella y la libertad, que es la democracia, desnaturalizando principios y declarando que la democracia cristiana no es realmente democracia.
Harto lo sabíamos. La Iglesia no puede hermanarse con el pueblo porque es la aliada de las clases que viven del privilegio y estos son los eternos enemigos del pueblo.
Pero la prueba más evidente de la mistificación de la Iglesia está en la circular pasada el año pasado por el Cardenal Rampolla a los obispos, donde prohibe terminantemente las polémicas y controversias sobre democracia cristiana. Tienen miedo y con razón. Tácito ha dicho que la verdad se extiende a medida que se le profundiza, y la mentira en cambio se espuma a través de las nubes y se pierde.
Ha llegado el momento de decir al hombre que se cree representante de dios sobre la tierra, lo que pensó sin atreverse a decirlo, Pedro Froment, aquel admirable sacerdote creado por el genio de Zola que tanto ansiaba el retorno de la Iglesia al cristianismo primitivo: " ¿No podéis abandonar el trono y marcharos por los caminos con los humildes y con los pobres?
-¡Pues bien!- todo está concluido con Vos, con vuestro vaticano y vuestro san Pedro. Todo se bambolea bajo el asalto del pueblo que sufre y de la ciencia que se engrandece. Aquí no hay más que escombros."

A. L. PALACIOS

1) La palabra usada para designar la reunión de fieles fue la hebrea Kahal, que se sustituyó por la palabra democrática Eclesia. Este nombre dábase en las antiguas ciudades griegas al acto de convocar al pueblo, o la llamada a la Agora. "Los Apóstoles", Renan.
2) Jesús precursor del socialismo. Cap.II y III, Alfredo Palacios.
3) Drapp: "Historia de los conflictos entre la Religión y la ciencia"
4) La obra de Jesús fue eminentemente revolucionaria y la Revolución aterroriza a la Iglesia. Cuando Rusia perseguía al clero de Polonia porque interesadamente defendía a los oprimidos, el Papa se quejó al Embajador, quien le contestó. "Lo que quiere destruir la Rusia, Santísimo Padre, es la revolución y no es nuestra la culpa si la revolución y el catolicismo no son más que una misma cosa". La réplica del Papa al embajador ruso Meyendorf es la mejor demostración del espíritu conservador de la Iglesia: "Tengo por S. M. La consideración y el respeto que los soberanos se deben entre ellos. Se me califica de tolerante pero mi tolerancia no llega hasta el punto de permitir que se me insulte en mi propia casa. Salid inmediatamente".
En los templos se hace gala del lujo más insolente y las ceremonias se realizan pomposamente. "Templos grandiosos, sacerdotes magníficamente vestidos, el ambiente embalsamado con los perfumes que se queman con profusión, las voces más armoniosas y los instrumentos más agradables formando deliciosos conciertos". Estas son las palabras empleadas al referirse al culto pagano por el sacerdote católico C. Caume, en su libro titulado "El Gran Hecho". Tolstoy, el gran Tolstoy, el venerable amigo de los pobres, contestando la excomunión del consejo Sinodal de la Iglesia Ortodoxa, dijo las siguientes palabras que deben repetirse: "Cristo arrojó del Templo, bueyes, carneros y negociantes y si volviera ahora, y viere lo que en su nombre y en su Iglesia se hace, con mayor y más legítima ira tiraría en montón corporales y banderas, cruces y copas, cirios e iconos". (Jesús: A. L. Palacios).

Museo Alfredo Palacios

El Museo es la casa que habitó desde sus veinte años, en la cual se preservan más de 30.000 volúmenes, epistolarios con los hombres más prominentes de su época, documentos, manuscritos originales, etc.

Dirección: Charcas 4741. Barrio de Palermo, Buenos Aires.

TEL. 4307 0250

Entrada: gratuita

1 comentario:

Monica dijo...

en la bibloteca de Recoleta encontraré información de palacios? espero que si ya que tengo que hacer un trabajo para la facultad