Fue un levantamiento insurreccional pequeño-burgués contra el poder soviético en 1921 que aprovechó el cansancio y un amplio descontento popular a causa de la guerra civil y el comunismo de guerra.
En febrero de 1921 había comenzado en Petrogrado una efervescencia que degeneró en huelga en algunas empresas de la antigua capital. En una medida considerable el movimiento lo promovieron los dirigentes de los partidos socialistas, principalmente los mencheviques, que aprovecharon el malestar de los obreros, que padecían las consecuencias de la escasez de víveres y el desbarajuste económico. En las asambleas fabriles, los mencheviques reclamaban la eliminación de los destacamentos encargados de combatir la especulación, exigían el comercio libre, la distribución igual de productos para todos, libertades democráticas y nuevas elecciones a los Soviets.
Los rumores acerca del malestar entre los obreros de las fábricas de Petrogrado llegaron a oídos de los marinos de la base naval de Cronstadt, entre los que había muchos campesinos que habían llegado a la Marina para sustituir a los marinos revolucionarios experimentados. El 25 de febrero, en el acorazado Sebastopol se reunió una asamblea de la tripulación, que acordó enviar una delegación a Petrogrado para conocer las causas de la agitación en las fábricas. Idéntico acuerdo adoptó la tripulación del acorazado Petropavlovsk. Los delegados de los marinos escucharon en Petrogrado a los propagandistas de los partidos socialistas y, de regreso a Cronstadt, presentaron sus informes a las asambleas de marinos sobre los resultados del viaje. Instigados por los elementos antisoviéticos, los marinos del Petropávlovsk y, luego, los del Sebastopol adoptaron una resolución que repetía las reivindicaciones mencheviques y eseristas. El 1 de marzo, los capitostes del movimiento que se iniciaba convocaron a los marinos de la base naval de Cronstadt y las unidades marinas que se hallaban en Petrogrado a la plaza de la Revolución, a un mitin de marinos sin partido. Los imaginarios sin partido que hablaron en el mitin exhortaban con exclamaciones demagógicas a la multitud a la insurrección. El mitin adoptó una resolución que sirvió de plataforma a la sublevación de Cronstadt. Se exigía en ella nuevas elecciones a los Soviets, la libertad de palabra y de prensa para los partidos pequeñoburgueses, la libertad para los presos condenados por actuación antisoviética, la supresión de las secciones políticas y de los destacamentos comunistas, el pleno derecho a los campesinos para disponer de la tierra como se les antoje, el permiso de la producción artesana libre, etc.
Eran reivindicaciones típicas de la contrarrevolución pequeñoburguesa. Sólo algunas de ellas (como por ejemplo, la de comercio libre y la del derecho de disponer libremente de la hacienda individual) reflejaban los intereses económicos de las masas campesinas pequeñoburguesas, mientras que las reivindicaciones políticas las imponían a dichas masas los mencheviques, los eseristas y los anarquistas, que se habían unido a los guardias blancos.
El 2 de marzo, a propuesta de las autoridades soviéticas locales, deseosas de llegar a un arreglo del conflicto, se celebró una conferencia de delegados de las tripulaciones de los buques y empresas de Cronstadt para discutir la exigencia planteada en la asamblea de convocar nuevas elecciones al Soviet. En el momento de la conferencia, alguien hizo circular el rumor de que un destacamento de dos mil hombres avanzaba para encarcelar a los reunidos. Entonces los delegados detuvieron en el acto a N. Kuzmin, comisario de la Flota del Báltico, y a P. Vasíliev, presidente del Soviet, y acordaron formar un comité dirigente del movimiento. El Comité, integrado por cinco personas, con fines de protección, se dirigió al acorazado Petropavlovsk, que pasó a ser el Estado Mayor de la sublevación. El mismo día, por disposición del Comité, los marinos ocuparon la imprenta, las instituciones, los Estados Mayores y otros puntos importantes de la ciudad.
El 3 de marzo se celebró una reunión del Comité, en la que participaron el general Kozlovski, jefe de la artillería de Cronstadt, adherido a la sublevación, y algunos oficiales que, en lo sucesivo, formaron el Estado Mayor de la defensa de los insurrectos. Kozlovski propuso que se comenzara la ofensiva sobre los poblados inmediatos, se estableciera contacto con Finlandia y se iniciaran operaciones ofensivas contra el Poder de los Soviets, valiéndose de la potencia de la fortaleza y el carácter súbito del ataque.
El 4 de marzo, en una reunión de delegados de las unidades y buques fue elegido el Comité revolucionario provisional de Cronstadt, integrado por 15 marinos sin partido, con S. Petrichenko al frente. Entre los miembros del Comité había dos propietarios de casas y un ex agente secreto. Algunos marinos sin partido eran mencheviques y eseristas. Desempeñaron un gran papel en la sedición el eserista maximalista A. Lamanov y el ex sacerdote Putilin (el padre Sergio), que había servido antes en la catedral de Cronstadt. Redactaban un diario, Noticias del comité revolucionario provisional y sus escritos tenían un confuso carácter pequeñoburgués y estaban saturados de odio contra los bolcheviques y el poder de los Soviets. Así, en un mismo ovillo antisoviético se entrelazaron mencheviques, eseristas, anarquistas, un sacerdote, un ex policía y otros contrarrevolucionarios.
A los primeros disparos llegó a Cronstadt, procedente del extranjero, el ex jefe del acorazado Sebastopol, Vilken que había huido de la revolución. Propuso como ayuda al Comité revolucionario 800 oficiales armados y permaneció en la ciudad durante la sedición como representante de la sección rusa de la Cruz Roja norteamericana en Finlandia. Apoyó también la insurrección P. Miliukov, dirigente de los democonstitucionalistas, el partido burgués. En Últimas Noticias, el diario de los emigrados, calificó de la siguiente manera a los de Cronstadt: El programa puede expresarse en una breve consigna: ¡Abajo los bolcheviques, vivan los Soviets! Lo más probable es que ¡Vivan los Soviets! signifique en el presente que el poder debe pasar de los bolcheviques a los socialistas moderados, los cuales obtendrán la mayoría en los Soviets. Miliukov formulaba así la consigna fundamental de los facciosos de Cronstadt -Soviets sin bolcheviques- y la aceptaba confiando, no sin fundamento, en que en lo sucesivo el poder pasaría a manos de la burguesía. V. Chernov, dirigente de los eseristas, propuso a los facciosos ayuda en hombres y su mediación ante las potencias extranjeras para asegurar víveres a los insurrectos. El contrarrevolucionario Centro administrativo en la emigración recibió de C. Bajmetiev, ex embajador del zar en los Estados Unidos 25.000 dólares y los envió a Cronstadt. Además, el Centro administrativo mandó desde París 50.000 francos y estableció contacto con los banqueros e industriales rusos que se hallaban en París para organizar suministros de víveres a los sublevados. Al propio tiempo los mencheviques, eseristas, anarquistas y el grupo ilegal de los Apoderados de la asamblea de representantes de las fabricas de Petrogrado hacían propaganda entre los obreros de la ciudad en favor de los rebeldes.
Cuando los sublevados rechazaron todos los intentos de llegar a un arreglo en el conflicto, el 5 de marzo, el Consejo Militar Revolucionario de la República les comunicó la orden de entregar las armas en 24 horas. El plazo fue luego prolongado por otras 24 horas. Los facciosos no cumplieron la orden. Entonces, el Ejército Rojo, al mando de M. Tujachevski, abrió las hostlidades.
Los sublevados contaban con destacamentos de marinos bien armados, una fortaleza naval de primer orden y potente artillería. Se acordó emprender el asalto a la fortaleza con ayuda de unidades de tierra desde el hielo que rodeaba los fuertes. El primer ataque emprendido en la noche del 7 al 8 de marzo, no tuvo éxito. Participaron en el asalto decisivo 300 delegados al X Congreso del Partido bolchevique, que se integraron en las unidades del 7º Ejército y desplegaron una enérgica labor política entre la tropa y los Estados Mayores. El 15 de marzo, M. Tujachevshi, jefe del ejército, dio la orden de comenzar el asalto a Cronstadt, y en la noche del 16 al 17 de marzo, después de una poderosa preparación de artillería, las unidades del Ejército Rojo avanzaron por el hielo para el asalto. A las seis de la mañana, los combatientes irrumpieron en la fortaleza y la ciudad. Los comunistas que quedaban en los acorazados Petropavlovsk y Sebastopol, unidos a la parte consciente de los marinos prendieron a los del Comité faccioso y a los oficiales y entregaron los buques a las tropas que avanzaban. Hacia la mañana del 18 de marzo, la ciudad y la fortaleza estaban completamente libres de sublevados, y los cabecillas del Comité revolucionario, lo mismo que los oficiales blancos habían huido a Finlandia.
Los comunistas presos por los insurrectos, entre ellos N. Kuzmin, comisario de la Flota del Báltico y P. Vasiliev, presidente del Soviet de Cronstadt, fueron puestos en libertad. En la ciudad y la fortaleza volvió a instaurarse el orden revolucionario. Tuvieron lugar varios procesos instruidos contra los participantes en la sublevación.
En noviembre de 1921, el Gobierno de los Soviets, en conmemoración del IV aniversario de la Revolución Socialista de Octubre, liberó de todo castigo a los obreros y campesinos arrastrados a la sublevación con ayuda del engaño o la fuerza o por su poca conciencia. Al cabo de un año el Comité Ejecutivo Central de toda Rusia promulgó la segunda amnistía, que se extendió a todos los participantes de filas en la insurrección. A los que habían huido al extranjero se les concedió la posibilidad de regresar. Tan sólo los cabecillas de los facciosos se quedaron en la emigración y formaron un grupo de conspiradores mercenarios que ofrecían sus servicios a los medios reaccionarios de la emigración.
Lenin calificó la sublevación de Cronstadt como una expresión de los elementos anárquicos pequeñoburgueses. El 8 de marzo de 1921, en el X Congreso del Partido bolchevique decía:
¿Cuál es su significado? El paso del poder político de manos de los bolcheviques a un indefinido conglomerado o bloque de elementos heterogéneos, aparentemente sólo algo más derechistas y hasta tal vez 'más izquierdistas' que los bolcheviques: así es de impreciso el conjunto de grupos políticos que ha intentado en Cronstadt tomar el poder. Es indudable que, al mismo tiempo, los generales blancos -ustedes lo saben- han desempeñado en ello un importante papel. Está plenamente demostrado. Dos semanas antes de los sucesos de Cronstadt se informaba ya en los periódicos de París que en Cronstadt había estallado un levantamiento. Es claro como la luz del día que esos sucesos son obra de los eseristas y de los guardias blancos emigrados; pero, al mismo tiempo, este movimiento se ha reducido a una contrarrevolución pequeñoburguesa, a un movimiento del elemento anarquista pequeño burgués... En este caso se ha manifestado el elemento anarquista, pequeñoburgués, con la consigna de libertad de comercio y dirigido siempre contra la dictadura del proletariado... Por pequeño e insignificante que pudiera parecer al principio este, llamémoslo así, desplazamiento del poder que reclamaban los marinos y los obreros de Cronstadt -ellos querían corregir a los bolcheviques en materia de libertad de comercio; aunque aparentemente se trate de un desplazamiento de poca monta, aunque aparentemente la consigna sea la misma de 'poder soviético', sólo que con un ligero cambio o corrigiendo un poco ese mismo poder-, la realidad es que los elementos sin partido han servido sólo de estribo, de escalón, de puente por el que luego aparecieron en escena los guardias blancos [...]
Lo más característico de los acontecimientos de Cronstadt lo constituyen precisamente las vacilaciones del elemento pequeñoburgués. Algo completamente formado, claro, definido había muy poco. Nebulosas consignas de 'libertad', de 'libertad de comercio', de 'emancipación' de 'Soviets sin bolcheviques' o nuevas elecciones a los Soviets, o liberación de 1a 'dictadura del partido', etc., etc. Tanto los mencheviques como los eseristas declaran el movimiento de Cronstadt como 'suyo'... Todos los elementos de los guardias blancos se movilizan instantáneamente 'en favor de Cronstadt', con una rapidez, puede decirse, radiotelegráfica... Los grandes bancos, todas las fuerzas del capital financiero abren suscripciones en ayuda a Cronstadt. El inteligente dirigente de la burguesía y de los terratenientes, el demócrata constitucionalista Miliukov explica pacientemente... que no hay por qué apresurarse con la Constituyente, que se puede y debe manifestarse a favor del poder soviético, pero sin bolcheviques [...]
Miliukov tiene razón si se le compara con los Chernov y Martov, ya que revela la verdadera táctica de la verdadera fuerza de los guardias blancos, de la fuerza de los capitalistas y terratenientes: ¡Apoyemos a cualquiera, incluso a los anarquistas, a cualquier Poder soviético, con tal de derrocar a los bolcheviques, con tal de desplazarlos del poder! Lo mismo da que se los desplace hacia la 'dictadura del partido', etc., etc. Tanto los mencheviques como hacia los anarquistas, con tal de que los bolcheviques se queden fuera del poder; del resto nos encargaremos 'nosotros mismos', los Miliukov, 'nosotros', los capitalistas y terratenientes, echando a guantadas a los anarquistoides, a los Chernov y Mártov.
No obstante, este levantamiento permitió a los bolcheviques comprender que las masas estaban agotadas por el comunismo de guerra, que era necesaria una tregua y cambiar la política económica. Crontadt sirvió para acelerar el paso a la Nueva Política Económica y mejorar las condiciones de vida de los obreros y campesinos.
Además, después de Cronstadt tanto la revolución como la contrarrevolución comprendieron el enorme aprecio de las masas hacia las consignas que se habían impuesto en Octubre, especialmente el arraigo que ya para entonces habían adquirido los soviets. Si la contrarrevolución quería triunfar debía apropiárselas, como hizo en el levantamiento de Cronstadt, para engañar a las masas. Las fronteras entre las clases, que habían estado tan delimitadas, empezaron a borrarse. La reacción aprendió a hablar un lenguaje con el que podían embaucar a los obreros aprovechándose de las dificultades de la construcción del socialismo.
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