jueves, agosto 16, 2007

CHE EN ARGEL.



Un texto del Profesor Mexicano Alberto Hijar

El 13 de julio de 1963, el Che habló a la juventud argelina reunida en el Seminario sobre Planificación en Argelia. Su trabajo al frente del Ministerio de Industrias y antes en el Banco Nacional, le exigía promover su tesis internacionalista de pedir al socialismo desarrollado soviético, apoyo para construir el tránsito al socialismo en las condiciones difíciles del subdesarrollo. No podría llamarse socialista nadie mientras se limitara a los países que salían del colonialismo a una liberación nacional que encubría y encubre al capitalismo de estado, un paso necesario que había que poner en crisis frente al imperialismo dominante en el mercado mundial.
Esta posición alimenta desde entonces el mito de las diferencias con la URSS para de ahí derivar la urgencia de la salida del Che del gobierno cubano. A la luz de sus criticas al Manual de Economía Política de la Academia de Ciencias de la URSS, publicadas hasta 2006 por Ocean Press-Ocean Sur que pronto tendrá oficinas en México, la posición del Che lo explica como economista que a partir del comunismo militante plantea la planificación contra el cálculo económico de salario, precios y ganancias, porque el socialismo no puede construirse a partir de consideraciones cuantitativas nada neutrales. Con ironía alcanzó a criticar el Manual entre los alumnos de la Escuela de Administradores Patricio Lumumba de la URSS, el 2 de agosto de 1964: todo es mercancía, también lo que produce el Estado en tránsito al socialismo.
La importancia de las determinaciones cualitativas lo llevaron a plantear la liquidación social e histórica de la ley del valor con su constante conversión de dinero en mercancía y de ésta en dinero, a lo cual el Comandante Alberto Mora al frente del Comercio Exterior replicó en un célebre artículo donde dice que “algunos” plantean la liquidación de la ley del valor a su modo de ver, imposible de cambiar. Che respondió que esos algunos tienen nombre y son, eran, el equipo de dirección del Ministerio de Industrias, surgido del Ministerio de la Reforma Agraria para asumir la necesidad de articular el campo y los campesinos a la industrialización. Para el Che, todo tenía que desarrollarse conforme a un Plan bien distinto a la autogestión y al cooperativismo, avance en el capitalismo, retroceso en el tránsito al socialismo.
Hasta ahora tenemos acceso a las críticas precisas al Manual Soviético, Biblia de los cuadros de dirección, que el Che se apropia mediante el subrayado con tres diferentes colores que nunca sabremos que indicaban. Los editores cubanos han transcrito los párrafos con las frases subrayadas y los comentarios del Che sumamente precisos, como correspondía a su proyecto de otro manual que hiciera la historia de la humanidad con un final distinto al ilusorio umbral del comunismo por el que pasaba la URSS una vez que había culminado el socialismo. Llevaría una introducción metodológica que incluiría a Althusser y a Mao para insistir en la dialéctica opuesta al pensamiento lineal y progresivo.
Mientras existiera el subdesarrollo y el intercambio desigual con él, nadie podía hablar de socialismo. Lenin lo anunció al pasar del discurso incendiario a la nueva Política Económica (NEP) con todas sus dificultades propias del socialismo en un solo país y en situación mundial adversa.
El Che empieza en Argel manifestando su entusiasmo y la responsabilidad que implica hablar ante jóvenes, lo cual, lo decide a describir la planificación en Cuba. Acentúa el sentido económico-político, marxista-leninista y habla de “voluntad de socialismo”, esto es, de evitar todo supuesto de neutralidad y de confusión entre “el concepto de revolución socialista... previo al concepto de estado socialista”. La consecuencia primera es salirle al paso al burocratismo y con ello, superar los errores. La autocrítica, la emulación como superación personal y colectiva como motor social quedaban así insinuadas como oposición a la burocracia sobreviviente a la Revolución y a la nueva compuesta por cuadros de dirección que, dirá en otra parte, tienen como Biblia al manual soviético, no a El Capital. Cambiar las estructuras tendría, tiene que ir, a la par de la revolución en las superestructuras, de modo que el Hombre nuevo es una necesidad irreductible a las efusiones humanistas tan del gusto de las burguesías piadosas siempre dispuestas a ocultar tras el Hombre, las diferencias de clase y grupo.
Reforma agraria y reforma urbana alebrestaron a la reacción en Cuba y Estados Unidos entró a promover la contrarrevolución, en tanto el peso de la dependencia del monocultivo sustentado en el azúcar con precio, distribución y valoración bajo pleno control capitalista acentuado por el bloqueo yanqui. Los cuadros administrativos formados en el viejo régimen no podían más que recomendar arreglar el pleito para seguir dependiendo en 75% del gobierno de Estados Unidos para exportar e importar. Apropiarse de la técnica no era un capricho vanguardista, sino una condición para salir del subdesarrollo con un plan que exigía desarrollar la estadística porque nada era confiable. El ataque militar culminado en el triunfo en Playa Girón, dio lugar al enterrar a las víctimas y juzgar a los mercenarios, a la proclama de Cuba socialista. La Crisis de Octubre que estuvo a punto de desencadenar una guerra mundial contenida con el retiro unilateral de los cohetes soviéticos de Cuba en 1962, exigió entrar a una economía de guerra con una fuerza de trabajo que tuvo que combinar la producción con la defensa nacional.
“Nosotros tomamos la planificación –dijo el Che en Argel- como si fuera un ser viviente con quien conversáramos, explicáramos y a quien convenciéramos. Y no como el resultado matemático de las relaciones económicas y políticas en el campo de la producción. Quisimos hacer escuelas y las hicimos: hospitales y los hicimos. Hicimos caminos y centros turísticos, locales para obreros, clubes. Los salarios se aumentaron. Y al mismo tiempo hablábamos de desarrollo. Era imposible. Las matemáticas no se podían forzar. Y naturalmente no cumplimos nuestros planes”.
Naturalmente se imponían las carencias y la precariedad y sobre todo, la dependencia a las tecnologías de los grandes consorcios. De aquí la necesidad de tecnologías propias, de aprovechamiento pleno y respetuoso de los recursos propios para diversificar la economía, resolver los problemas básicos de alimentación y abasto y liquidar el monocultivo. La educación es clave para un tránsito al socialismo así, con un comercio exterior de tres cuartas partes del total con el campo socialista. “La planificación será la disciplina encargada de distribuir los bienes producidos y distribuir adecuadamente entre los distintos sectores la producción, en las distintas secciones de la reproducción, para garantizar un desarrollo continuo y una distribución máxima de productos de todo tipo para el pueblo”, dice el Che al final de su elocución terminada con la certeza de aportar con Cuba un “pequeño grano de arena al servicio de la gran aspiración de la humanidad: el advenimiento definitivo del comunismo, la sociedad sin clases, la sociedad perfecta”.
Entre otras diatribas al Che, una película, Che, el hombre, el final, donde la guía la dan el biógrafo Pacho O´Donell y Benigno, el exguerrillero que acabó en París protegido por la CIA, el discurso de Argel es citado sin mayor explicación como prueba de las diferencias del Che con la URSS y Fidel que precipitaron su aventura del Congo y luego de Bolivia. No ven porque no pueden ni quieren, la división del trabajo entre proceso revolucionario y construcción del Estado socialista. El Che tomó a su cargo la prueba de fuego y la llevó adelante pese a la traición del Partido Comunista Boliviano para dejar su granito de arena donde cohabitan la crítica a la economía política según la URSS, las necesidades de Estado en tránsito al socialismo, la revolución cultural sobre fundamentos marxistas-leninistas y claro, el ejemplo propio para exhibirse sin privilegios y haciendo del trabajo arduo, intelectual, militar y manual, una dignificación ejemplar de la especie humana.

Alberto Híjar.

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