Sobre este tema pienso que existe un gran desconcierto, que incluso se da entre muchos de los que se consideran marxistas, lo que les induce a dudar de la vía revolucionaria y a cuestionar incluso la validez del conjunto de la obra marxista como teoría crítica y respuesta revolucionaria al capitalismo.
Bien es cierto que desde la fecha en que se escribió el Manifiesto Comunista como proclama anticapitalista han pasado muchos años, y la sociedad, y los cambios tecnológicos, evidentemente son muy diferentes a los de aquella época, pero la base material que da lugar a la división de la sociedad en clases antagónicas y menos antagónicas sigue existiendo. La generación de plusvalía social sigue produciéndose, aunque sea mucho más complejo determinar la parte alícuota que corresponde a todas las fuerzas que intervienen en el proceso productivo. Se sigue manteniendo el que del disfrute de esa plusvalía social y solidaria no se beneficien todos los que la generan. Siguen siendo los modernos dueños de los medios de producción y en último término las grandes oligarquías financieras y monopolistas los que se apropian y se benefician de ella.
Conceptos definidores marxistas como proletarios parecen fuera de lugar. Creemos que no se dan los pobres del antaño mundo, cuyo principal bien era y es el de asegurar una descendencia de usar y tirar, al servicio de los diferentes amos de los medios de producción que han existido a través de la historia, sean estos propietarios de los medios estrictamente humanos, o de los modernos medios tecnológicos usados por los modernos esclavos productivos. Los generadores de proles esclavas, atados con cadenas de acero, ahora ya no lo son porque no se aprecia su óxido, ni el ruido que provocan, las cadenas han sido sustituidas por otras cadenas que no se ven pero que atan mucho mejor, cadenas que permanecen ocultas en cabezas casi descerebradas, cadenas invisibles que posibilitan seres humanos alienados y sumisos colaboradores del moderno amo.
Todos los que supervivimos gracias a la venta de nuestra fuerza de trabajo objetivamente estamos necesitados de un cambio de sistema más humano y solidario, no como el existente actualmente que sólo aborda el aspecto productivo, sino del solidario en el aspecto distributivo de los bienes generados. Somos sujetos históricos aunque subjetivamente diste mucho de comportarnos como tales, dada la influencia del poderoso medio en el que nos desarrollamos que nos condiciona tan brutalmente.
Los sujetos históricos del primer mundo, son muy diferentes a los del tercer mundo, aunque en el tercer mundo pueda existir la minoritaria y tradicional aristocracia obrera, susceptible de sumisión y colaboración interclasista. La diferencia cuantitativa entre la aristocracia obrera del tercer mundo, en relación con la del primer mundo, consiste, en que en éste, esa diferencia aristocrática prácticamente ha desaparecido, podemos considerar que ya solo existen trabajadores aristocráticos, sobre todo en relación con la solidaridad que practicamos con los trabajadores del tercer mundo. Ello es debido a que el mayor desarrollo de los países del primer mundo posibilitan la llamada sociedad de consumo, permiten al mismo tiempo que los explotadores usen unas cadenas invisibles más sofisticadas que dan lugar a la alienación, al desaforado intento consumista al que es abocada toda una sociedad aparentemente interclasista. Lo cual no quiere decir que porque nuestra objetiva confusión nos impida ver las contradicciones y desigualdades clasistas de fondo, estas hayan desaparecido. Las cadenas invisibles no han dejado de influir en la agudización de las desigualdades, profundizándose incluso dentro de los países más desarrollados, como indican los propios informes del PNUD.
El sujeto histórico no lo vemos desde nuestra subjetiva aristocracia, sea esta manual o intelectual, pero existimos como sujeto histórico. Han desaparecido las condiciones laborales que facilitaban la toma de conciencia y permitían la solidaridad y la lucha de clases. La atomización y el individualismo de los modernos explotados requiere de un trabajo más profundo para que de sus frutos. Hay que partir desde esta nueva realidad, abordar la problemática no solo desde los conceptos clásicos donde se resaltaba la explotación salarial de los trabajadores como el gran trasfondo de la denuncia ideológica. En la sociedad de consumo se manifiestan diferentes angustias de los explotados, efectos degradantes con los que hay que conectar directamente, con las diferentes formas en que se manifiestan esas sensibilidades angustiosas que suelen conformarse en diferentes colectivos sociales y profesionales más o menos estructurados.
La angustia que provoca la inseguridad laboral, social e incluso la física en las grandes urbes, la insatisfacción que provoca el falso consumismo. El huir -que nos impide pensar- del enfrentamiento con nuestra realidad queriendo olvidar los problemas, lo que nos hace refugiarnos en la evasión a través de la TV o la cultura del consumo y la distracción, del botellón al que huye la juventud con pocos recursos. Los enfrentamientos tribales que se manifiestan en los barrios populares. Estos y muchas otras manifestaciones de la tristeza que embarga al primer mundo necesitan ser abordados, demandan una respuesta convincente, que pienso solo es posible realizar desde una concepción materialista dialéctica e histórica. Son temas que el Manifiesto Comunista no podía recoger porque en aquella época no se daban estas condiciones y problemas de hoy.
Existe entre los comunistas, -fruto de una interpretación determinista del Manifiesto Comunista-, una gran confusión que nos hace renunciar al fondo de la concepción filosófica del marxismo. Nos sentimos desengañados porque entendimos como predicciones bíblicas expresiones que correspondían a situaciones de aquella época y que a la fecha de hoy no se han cumplido. El determinismo de que después del capitalismo vendrían el socialismo y el comunismo, cuando vemos que no sólo no vienen, sino que el gran soporte que mantenía aquella creencia, la URSS y el llamado campo socialista, se han derrumbado.
No hemos tenido en cuenta el factor subjetivo que constituye el grado de conciencia socialista que tiene que darse en la lucha de clases para poder profundizar en la organización y fortalecer la lucha cultural e ideológica por el socialismo y el avance hacia el comunismo. La necesidad de formación del sujeto histórico, precisamente para que pueda ser protagonista del proceso histórico. Olvidamos la unidad dialéctica de lo objetivo y lo subjetivo en los procesos sociales y políticos. Y es ahí, en ese olvido donde pienso se encuentra el meollo de la confusión sobre el sujeto histórico. Sujeto que muchos siguen buscándole con el candil de Diógenes, cuando lo tenemos delante. Tal vez, tampoco inconscientemente queremos verlo porque ello supone vernos en nuestra miseria intelectual y falta de compromiso para abordar una tarea que parece larga y difícil, pero que es la única posible: cómo contrarrestar la nefasta influencia ideológica que nos convierte en "aristocracia" trabajadora, cómo recuperarnos como sujeto histórico revolucionario.
El moderno sujeto histórico se encuentra huérfano, necesita de modernos propagandistas, que contribuyan a ayudarle a liberarse de la ideología dominante y de la ignominia misma que le provoca tantas angustias que no puede explicarse porque carece de la formación y conciencia necesaria que le permita investigar y conocer las causas. Necesita de una organización cohesionada que aborde la dura batalla de constituirse en una especie de padre adoptivo de los huérfanos del mundo. Necesitada en fin y sobre todo de modernos marxistas capaces y comprometidos en la compleja tarea de ayudar -facilitando los medios necesarios- a suscitar la necesidad de hacer pensar a los huérfanos, para que al pensar por si mismos vean la necesidad de pensar con los demás y abordar la necesidad de organizarse para luchar y poder liberarse de todas sus angustias. Propagandistas con tal grado de conciencia, coherencia y organización que les permita llegar hasta el último rincón donde se manifiestan los diferentes grados de sensibilidades y angustias populares, ayudando a que afloren las necesarias iniciativas revolucionarias.
Malime
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