1. Así como no cabe obtener peras de un olmo, tampoco se concreta una utopía hacia la que, como sociedad, al menos en su conjunto, no se apostó nunca. Es verdad, hubo iniciativas personales y colectivas. Hubo teorizaciones, hubo activismos, hubo liderazgos, hubo incluso fanatismos e inmolaciones aisladas por la causa. Pero no hubo claridad ideológica suficiente, cuando no ingenuidad y deslumbramiento hollywoodiense. Mucho menos hubo consecuencia ni coherencia entre aclimatación de las teorías y praxis revolucionaria. La revolución del campo socialista fracasó así no tanto por superávit cuanto por déficit de socialismo. Naufragó por carencia, negación y auto-saboteo endógeno de las mismas experiencias concretas de revolución.
2. Confusión y solapamiento entre los papeles que debía jugar el partido y los que debía cumplir el Estado en sus diversas ramas de poder: legislativo, ejecutivo y judicial. El enredo entre activistas que, por ejemplo desempeñaban paralelamente activismos electorales, cargos en el ejecutivo y del poder judicial o legislativo generalmente terminó por diluir la especificidad de uno en otro, hiper-concentrando poder e introduciendo entropía burocrática y hasta en ocasiones, apadrinamiento y corrupción.
3. La persistencia de un ideario capitalista-consumista-individualista en la praxis cotidiana de los sujetos presumiblemente revolucionarios. Este fenómeno se hizo particularmente ostensible entre líderes y cuadros medios. El ejemplo de un encendido discurso de izquierda y prácticas autócratas, hiper-consumistas e individualistas, manifiestamente de derecha, resultó en una confusión y desconcierto de las mayorías que entendieron que el socialismo era una utopía ambigua, acomodaticia y del largo plazo que no debía uno tomársela ni muy en serio ni muy al pie de la letra.
4. Divorcio estructural entre producción y consumo lo cual resultó en colosales déficits de todo tipo. La carestía de productos y servicios básicos operó como enzimas aceleradoras del desespero y el ansia consumista de importantes segmentos de población. La persistencia de esta dislocación durante décadas sirvió de púlpito desde donde quebrar la idea de viabilidad socio-económica del modelo.
5. Insolvencia de formación ideológica y por ende de compromiso y claridad para comprender los costes y beneficios de arrancar una praxis revolucionaria. El dogmatismo y el manualismo se adicionaron además para hacer de las tentativas embrionarias de revolución un remedo, refrito o pantomima.
6. La anterior insuficiencia fue hábilmente aprovechada por los ideólogos de derecha y “pragmáticos de izquierda” quienes enseguida blandieron las banderas del abatimiento ideológico y el “realismo social-demócrata” como subterfugios tácticos a una militancia “demodé”.
7. El fracaso del modelo soviético estalinista fue hábilmente vendido (y comprado por pseudo-líderes y partidos de origen izquierdista) y como evidencia de que el socialismo, como doctrina política, había fracasado perentoriamente en todos los planos.
8. La supuesta emergencia de Estados Unidos como único modelo socio-político a seguir luego de la caída de la Unión Soviética y del muro de Berlín fue mercadeado (e internalizado por muchos) como corolario de una ley natural, y no como efecto diplomático inmediato del quiebre económico de Estados Unidos para seguir manteniendo el ritmo de costes de la guerra fría sin abatirse en una fuerte crisis estructural.
9. La paulatina pero eficaz infiltración de valores y prácticas capitalistas-consumistas y venales con la corrupción en el corazón mismo de los diversos ensayos pretendidamente socialistas cumplió una tarea de corrosión inclemente de los liderazgos, los cuadros y hasta del discreto pero positivo apoyo internacional. Claro que en este desvío mucho tuvieron que ver los infiltrados de siempre que buscaron (y consiguieron) depravar los sentidos, desmoralizar las voluntades y mancillar los sacrificios de individuos y colectivos duramente sostenidos por décadas.
CONSECUENCIAS DEL GIRO
Los efectos inmediatos de este aparatoso y traumático giro a la derecha germinalmente consentido por Gorvachov hoy día se paga caro en buena parte de la Europa ex-socialista.
Sus efectos más notorios son: índices crecientes de desempleo, caída del ingreso real, amplificación de la exclusión y la xenofobia, dislocación de buena parte del sistema de seguridad social. Todo ello resultó en un fenómeno sin precedentes de ruptura del lazo social entre comunidades con el saldo de una dolorosa migración masiva.
Para salirle al paso a esta suerte de catástrofe se ensaya hoy el reflotaje económico mediante el amparo más o menos desfachatado de la corrupción internacional, la difusión de mafias y de actividades ilegales básicamente ligadas a la explotación y el tráfico ilegal de personas.
El the end sweet and low (pronosticado por los adalides neoliberales del bloque socialista europeo) todavía se está buscando.
Pero, aparte de un microscópico grupo de nuevos empresarios mil millonarios, muy pocos avizoran este dulzor en alguna parte.
Luis Delgado Arria
18/08/07
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