Transcribo texto de Umberto Eco*
¿SE LES HA OCURRIDO PROPONERLE a internet que realice la
búsqueda "pide perdón"? Hay un millón quinientas noventa mil páginas
(pidiendo perdón) y entre las primeras encuentro:
la Iglesia pide perdón por los curas pederastas; Gwyneth Paltrow
pide perdón a los animalistas; el periodista Giampiero Mughini pide
perdón al futbolista Alex Del Piero; la iglesia anglicana pide
perdón a Darwin; el estado de Virginia pide perdón por la
esclavitud; Ronaldo pide perdón pero asegura que no es gay; otro
futbolista, Kaladze, retracta y pide perdón; la Warner Bros pide
perdón a los fans de Harry Potter; Apple pide perdón por los
problemas del servicio (al igual que la compañía ferroviaria
italiana); uno de los jóvenes agresores de Tong Hong-shen —el obrero
textil chino apaleado en Roma— ha ido a ver al alcalde para pedir
perdón; el gobierno canadiense ha pedido perdón oficialmente a los
indios por la violencia de la que han sido víctima por lo menos 150
mil niños indígenas; el alcalde de Zagreb ha pedido perdón al de
Udine; Matilde Pugliaro, abogada del Estado, ha pedido perdón por lo
que sucedió en el cuartel de Bolzaneto en los días del G8 de Génova
en nombre del Estado; Rahm Emanuel, futuro jefe de Gabinete de
Barack Obama, ha pedido perdón por algunos comentarios antiárabes
proferidos por su padre Benjamin; el presidente del Senado italiano,
Renato Schifani, pide perdón al líder de la oposición, Walter
Veltroni; la Fiat pide perdón a Pequín por la publicidad de los
Delta; el gobierno australiano ha pedido perdón a los aborígenes.
Puesto que, en este millón y medio de peticiones de perdón, internet
registra también las de los años pasados, acordémonos de que Silvio
Belusconi pidió perdón a su mujer, Verónica; que Benedicto XVI pidió
perdón a Mahoma; que Juan Pablo II pidió perdón a Galileo (con lo
cual la tierra se puso gozosa a dar vueltas en torno al sol).
Claro que la noticia más fresca es la siguiente: en una entrevista
al canal de televisión ABC, Bush ha pedido perdón al pueblo
americano por haber emprendido sin razón alguna la campaña en Irak
(donde han muerto más de cuatro mil soldados norteamericanos,
algunos centenares de aliados, algunos centenares de miles de
iraquíes y civiles varios, y así en adelante, sin contar a los
heridos). Ha pedido perdón por esta matanza porque se ha dado cuenta
de que los terroristas no vivían en ese país y Sadam no preparaba
armas atómicas. Era culpa de la intelligence (que no debe traducirse
como "inteligencia" ).
No he entendido si este entusiasmo en pedir perdón indica un
arrebato de humildad cristiana o más bien de desfachatez: haces algo
que no deberías hacer, luego pides perdón, y te lavas las manos. Se
me ocurre el chiste del vaquero que cabalga por la llanura y oye una
voz del cielo que le impone que vaya a Abilene; cuando llega, la voz
le dice que entre en el salón, que apueste todo su dinero a la
ruleta, al número 5, y el vaquero, aún vacilando, seducido por la
voz celestial, obedece, sale el 18 y la voz susurra: "Lo siento,
hemos perdido".
De todas formas, hay cosas peores, los hay que tienen la
desvergüenza de no pedir ni siquiera perdón. Estamos en una época de
sinvergüenzas, donde los individuos acusados de fraude se dejan ver
tranquilamente en los locales más famosos o en la tele, y firman
autógrafos; los que han arruinado a padres de familia y a madres
viudas siguen circulando impertérritos con sus aviones privados; los
que han sido elegidos arteramente para un cargo en el que nadie los
quiere siguen sin levantar el trasero de un sillón tan duramente
conquistado e incluso se afeitan todos los días para mostrar su cara
en la televisión.
Y están los impunes históricos. Quizá se acuerden ustedes de que
cuando Bush empezó el ataque a Irak, muchos protestaron y los
franceses incluso negaron su apoyo. Entonces, no digo ya en Estados
Unidos, donde todos aún estaban sobrecogidos por el 11 de septiembre
y reaccionaban cambiando de nombre en los restaurantes a las patatas
fritas (que a ese lado del océano se llaman "French fries"), sino en
Italia, en donde voces supervirtuosas se levantaron tachando de
terroristas y de quintas columnas de Bin Laden a todos los que veían
con preocupación el ataque norteamericano.
No sólo, sino que cuando tiempo después Bush anunció triunfalmente
que la guerra en Irak había acabado y se había ganado (otra patética
mentira, y además evidente para cualquier persona dotada de sentido
común), sus acólitos italianos escribieron artículos irónicos
dirigiéndose a los que habían albergado dudas diciendo: "¿Veis que
teníamos razón nosotros?". Argumento éste totalmente delirante
puesto que, aun admitiendo que se haya ganado una guerra, eso no
significa en absoluto que hubiera buenos motivos para hacerla. Al
principio, Hitler ganaba siempre, y aun así no tenía razón alguna.
Hoy me gustaría saber y ver cómo reaccionarán los sinvergüenzas de
mis tierras ahora que Bush pide perdón por sus errores.
*Novelista y semiólogo italiano. Traducción de Hector D. Shelley.
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