jueves, mayo 14, 2009

Entrevista a Doña Carmen Petza, sobreviviente de la matanza 1932, El Salvador.


“Todos los que tengan pantalones, sean cipotes, ahí los están matando”

Un agradecimiento especial a Marialuisa Atienza por
la trascripción de los reportajes de El Salvador.

En el 1932 el pueblo de El Salvador, principalmente los indígenas, campesinos y el pueblo trabajador en general esta ante un hecho casi obligado; levantarse en armas para reconquistar la tierra robada. La dictadura militar respondió con una brutalidad pocas veces vista ni siquiera en un continente en donde la sangre derramada de campesinos, obreros y estudiantes era como pan de cada día.
El centro de la insurrección del 1932 en El Salvador fue el municipio de Izalco. Y en este municipio conversamos con DOÑA CARMEN PETZA, de 93 años que a sus 16 años vivió parte de esa matanza que la derecha salvadoreña describe como “En Izalco terminamos con el Comunismo”. En Izalco fue casi ritual para el partido de los escuadrones de la muerte, Arena, de comenzar sus campañas electorales. Y así fue también este año en la ciudad en donde la derecha ha gobernado desde que fueron derrotados los españoles pero el “comunismo” regresó, regresó a tal grado que Izalco hoy tiene un alcalde de la bandera de FMLN y los pocos sobrevivientes del 1932 y sus hijos hoy día se atreven de hablar abiertamente que lo fue que pasó los últimos días cuando fueron ahorcados y fusilados dirigentes indígenas como Feliciano Amo y el líder de la revolución salvadoreña, Farabundo Martí.
Dick Emanuelsson – Hemos hablado bastante sobre la historia, un poco de la insurrección y la matanza y lo que tenemos acá es un testigo de ese año.
Doña Carmen - … ese día yo no estaba aquí, yo tenía como que 10 años, quién sabe cuántos tenía yo, y mi abuelita se iba a cortar café en Zunza. . .
DE - ¿Usted andaba cortando también…?
DC - … Cortando, cortando café, entonces un día, no sé si fue sábado, pero es que ese día fui yo con ella. Ella estaba cortando cuando dijo el patrón: nadie me sale de aquí, yo soy responsable de toda mi gente que tengo aquí, dio él… entonces mi abuela me mandó a traer los frijoles, las tortillas, y nos daban tres tortillas para el desayuno, las de la cena y el desayuno y los frijoles. Entonces dijo el patrón: nadie de esta finca de gente que tengo aquí sale de aquí mañana. Aquí los quiero tener a todos.
Y le fui a decir a mi abuelita; “No vamos a salir, fíjese”, pero como con mi primo Alberto habíamos quedado… ahí la canasta de tortillas, mire. Era el fin de la semana y como daban bastante, entonces yo las junté todas así, mire, en el canasto y me regresan, ¡Ah! pues no vamos a ir, cómo no, se las enseño a la abuela.
Entonces nos levantamos a las cuatro de la mañana y salimos, nos venimos, los dos, y entonces, cuando ya salimos a la calle, ya amaneciendo, encontramos un viejito en una quebrada -¿y para donde van? ya eran las siete de la mañana. -A Izalco. -¿Qué van a hacer a Izalco? dijo así, allí está la gran matazón –dijo así- de todas las señoras refajadas y todos los que tengan pantalones, sean cipotes, ahí los están matando. Así es, que no caminen, no caminen más.
Y nos sentamos ahí -¿qué dices vos, me dijo Beto -Yo no voy, yo me voy para allá, voy a ver a mi papa y a mi mama, a ver cómo están, y me vine, yo solita venía en el camino, sólo los pajaritos pasaban así, mire. Los agentes miren la desgracia que tenían perros… y bastante arena, cuando bajamos las ramas, ese día que fuimos, todas eran negras (…) en las casas no había ninguno, todos habían salido. Y las gallinas volando todas en los tumbos, entonces yo, con necesidad de un trago de agua, yo iba a pedir agua, ¡ninguno! en el patio con las gallinas, ¿Sabes que hacía yo? bajaba mi canasta y recogía los huevos. Recogía los huevos y los echaba en mi canasta, ahí venían las tortillas y venían los huevos en medio.
DE - … ¿y logró llegar a Izalco?
DC - Sí, yo me bajé mi canasta, porque las ramas en el río, estaban así, ramas, y ramas, y ramas, hasta arriba, y los alambres todos en el suelo… -a ver qué ha pasado, decía, a ver qué ha pasado, paso de un lado bajo el alambre y de otro lado bajo el alambre, entonces llegué a tomar agua. Cuando ya me salí arriba, fue lo triste, porque cuando ya salí arriba, estaba ¡¡el gran montón de hombres!! Todos muertos, como quien tira un saco, así. Entonces yo lo que hice, yo no voy a pasar aquí. Todos los cafetales ¡uuuuy! blanqueaban, sólo de hombres, sólo hombres.
DE – ¿Montañas de cuerpos?
DC – Muertos, muertos… que si yo estaba dos horas antes ahí, no le estuviera contando el cuento, pero gracias a Dios que no…
DE - Y aquí la tenemos como testimonio…
DC – Pues sí, entonces llego donde está el mercado, alrededor, todo lleno de hombres muertos, honres muertos ahí, como plantío de maíz…
DE – Y de su familia ¿murieron ahí?
DC - No, ellos no sabían ir a esas partes. Mi tata lo que hizo que se fue para abajo donde tenía un terreno. Y cuando yo llegué al llano, todas las puertas abiertas…quien mataba eran los policías. Cuando llegué al llano, donde está la virgen, ahí estaban ellos, dos aquí, dos aquí, dos aquí, así puestos. ¡Estos son los que matan! dije yo ¿qué voy a hacer, yo no sé qué voy a hacer?
DE - ¿Estaba el ejército en ese momento?
DC – Estaban así, esperando que pasaran y ahí quedaban…
DE - … ¿y sin hablarles?
DC - Sí, yo pasé por atrás, por ahí me fui así. Y llegó uno de ellos, vio que sólo les miraba, y decía ¿lo mato? y pasé ¡ay! ya no me mataron y paso por abajo para salir a esa calle, decía ¡los mato!, las puertas abiertas…
DE - ¿Por todas partes?
DC – Sí, todas las puertas abiertas. Yo llego, me cruzo en la esquina así, cuando llego a la esquina así, donde ellos estaban, era bien desocupado el solarzón. Allí estaban, ahí estaban los muertos, están comiendo las canillas, los dedos así, era de Cornelio, de ahí era el dueño y ahí eran ¡sólo hombres! que murieron, tendaladas ahí.

Dick Emanuelsson (especial para ARGENPRESS.info)

Foto: El Salvador / 1932 - “El gran montón de hombres!! Todos muertos, como quien tira un saco, así”, es el testimonio de Doña Carmen Tezpa, sobreviviente de la insurrección y genocidio del 1932. / Autor: Dick Emanuelsson.

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