domingo, enero 05, 2014

2014: el año de la recuperación (social)



Durante los años en los que a la izquierda militante se le puso por delante, la que parecía ser la travesía del desierto más larga jamás conocida (recordemos que también lo había sido la derrota), si algo resistió fueron los focos del pensamiento crítico.
Lo reconocían los mephistos cuando señalaban a las cátedras marxistas norteamericanas como reductos y, desde otro ángulo, nuestro Paco Fernández Buey cuando, en un recuento de fuerzas allá por la mitad de los años noventa, ponía en primer plano a diversas revistas de pensamiento como Mientras tanto…, El Viejo topo, Viento Sur… Este pequeño caudal analítico fue creciendo hasta el extremo que algunas veces llegaron a desesperar: sí, teníamos una cabeza muy gorda, pero un cuerpo muy pequeño.
Esta incorrespondencia tenía sus razones en la magnitud de la derrota (se llegó a plantear si el estalinismo no había acabado arruinando el ideal socialista), así como el deterioro de los medios alternativos o sea de aquellos que establecían puentes entre as armas de la crítica y el pueblo trabajador, una tarea que difícilmente podían asumir las revistas poco asequibles a pesar de su buena voluntad. Estos puentes han crecido gracias a Internet, a páginas como Kaosenlared, Rebelión y otras.
Aunque algunos se impacientaban en ver crecer la hierba, el lecho es que esta, dada las condiciones arriba citadas, ha crecido de manera insospechada en los últimos tiempos, aunque todavía quede mucho camino por andar. Pero lo que se está andando, queda muy claro en los datos resumidos por Vicenç Navarro en La revolución democrática a nivel mundial, artículo aparecido en el diario Público. Con ello queda en evidencia que el tiempo de la derrota –el fin del “comunismo”, el repliegue de la izquierda institucionalista-, queda atrás y, lo que aparece en primer plano, es el horror económico del neoliberalismo. Son las agresiones antisociales y antidemocráticas de la mal llamada “revolución conservadora”, la que está motivando un encadenamiento de saltos cualitativos en la recuperación de las luchas sociales, en la creciente irrupción de las masas en una vida política cada vez más instalada en el desprestigio del desorden establecido y la recuperación del principio esperanza. Cuando la gente se echa a la calle, el miedo comienza a cambiar de bando, los plutócratas van al psiquiatra y, la historia comienza a cambiar de curso.
Por estos andurriales donde todavía reina el esperpento, las movilizaciones ha constituido como un elemento determinante para analizar los episodios más trascendentes de los últimos tiempos, tanto en lo que se refiere a esa historia que tanto nos duele (porque como dijo el poeta, es la historia más triste porque acaba mal, también en 1978), como del período más reciente, desde el aznarato hasta el presente. Con mayor precisión, hay que referirse a 1999, así inicio del movimiento altermundialista, pero en nuestro caso, la recuperación de la conciencia social y democrática se entiende mejor partiendo de lo acontecido desde el 2004, la primera de cuatro momentos estelares en el invierno de nuestro descontento.
Es bastante probable que gente como Bush padre, ya no se le ocurra subestimar el alcance de las movilizaciones de Barcelona contra la guerra de Irak y sus consecuencias. Dejando lo que ha significado para el imperio dicha guerra, aquí tuvo una versión especialmente trágica con los atentados del 11-M del 2004 en todas partes, pero sobre todo en las grandes capitales de las que algunos señores de la guerra (me acuerdo de la cara del ministro y millonario, Joseph Piqué, en las manifestaciones que se le volvieron en su contra), tuvieron que escapar por piernas de la ira popular. Sin embargo, este frente del rechazo carecía todavía de alternativa visible y se orientó hacia el voto por Rodríguez Zapatero (ya sabéis, aquel que prometió “No os fallaré”), más como protesta contra la gestión del Gobierno de Aznar de la información de los atentados que por confianza en un PSOE que ya había dilapidado el crédito que el pueblo de izquierdas le había dado desde 1982. Tuvieron mayorías absolutas para cambiar los aspectos más antidemocráticos y feo del régimen, pero no lo hicieron.
Lo último que pensó el gobierno de Rodríguez Zapatero es ir más allá de algunas reformas parciales (retirada de las tropas de Irak, la legalización del matrimonio “gai”, negociaciones con ETA, o la reforma del Estatut de Catalunya), contra las cuales la derecha la que tomó la iniciativa mediática pero sobre todo en la calle. Con la ayuda de la Iglesia, de las asociaciones de víctimas y demás, protestaron contra cada una de estas medidas, entendiendo que tenían cercada a la izquierda en todos los terrenos, incluyendo la calle. Sabían que el capital político y electoral de izquierdas que había heredado el PSOE de Felipe, estaba desacreditado. La dialéctica bipartidaria que se inclinaba cada vez más hacia la derecha y el PP únicamente necesitaban jugar bien sus cartas para regresar al gobierno por la puerta grande y con una oposición que tenía que pedir perdón a su electorado.
En esta fase de declive de las expectativas socioliberal y de ascenso de las populares, tuvo lugar una eclosión del viejo topo a partir del 15-M-2011, justo cuando ya habían pasado todos los trenes de la izquierda instalada, incluido el de la burocracia sindical, la menos necesaria en el engranaje institucuional de la segunda restauración borbónica. Fue una nueva irrupción llena de imaginación, de ocupaciones de espacios públicos, de las plazas, creando el principio de un movimiento, el de los indignados, del que posteriormente se activarían múltiples acciones de protesta decentralizadas que generaría otros movimientos y que acabaría reforzando la protesta social ya motivada por el expolio privatizador de un capitalismo sin oposición…
Entre estos nuevos movimientos se ha destacado las acciones impulsadas por la Plataforma de los Afectados por la Hipoteca (PAH), que ha sabido desplegar una inteligente repertorio de acciones colectivas que, a su vez, han sabido ofrecer una destacada proyección mediática que permitían dejar en evidencia donde y en quienes radicaba el mal social, esta experiencia ha influido en el avance creciente de las mareas, de luchas sectoriales pensadas como una batalla a largo plazo. Estas acciones mostraría además el calado europeo e incluso internacional de una lucha que se reiniciaba por la defensa de los derechos más elementales. En este mismo contexto se han desarrollado las diversas mareas que en muy poco tiempo se han convertido en la imagen cotidiana de que era necesario y posible impulsar movimientos sectoriales amplísimos.
En esta misma línea de inquietud movilizadora en la que conviene situar la irrupción de las mareas de reafirmación independentistas catalanas, primero la del 11 de septiembre del 2012 en Barcelona y después, la cadena humana a lo largo del litoral catalán un año más tarde que suponen el mayor desafío del ABC del régimen de la Transición. Sobre todo porque ya no se trata de una opinión, se trata de gente que ocupa el territorio y que, por lo mismo, en su mayor parte se siente partícipe del rechazo al austerocidio.
Después de la desmovilización, del “desencanto” de la Transición, que empezó con el desbordamiento proletario de los cauces reformista del régimen –Arias, Fraga-, pero que acabó con el virgencita, virgencita, que me quede como estoy, el pueblo trabajador vuelve a ocupar el protagonismo de la vida social aunque no de la política, todavía ocupada por la izquierda institucional pero ahora, en la cuesta hacia abajo. Nada es ya como antes, el PSOE ya no podrá prometer, el PSC nunca más obtendrá el protagonismo que tuvo. Aparecen nuevos actores políticos que tendrán que responder a las nuevas exigencias de pararle los pies al capital desbocado, algo que solamente será posible con la respuesta social organizada.
Para responder, el Gobierno del PP hace lo que puede. Ni se le ocurre salir a la calle, está siendo acosado incluso desde los medios, y hace lo que sabe hacer. Echar mano a una ley de seguridad ciudadana, con la que regresan a los orígenes, a la calle es mía de Fraga Iribarne. Pero esta Fraga fue ya entonces desbordada, tuvieron que dar un paso atrás (con Suárez), y echar mano al consenso. Entonces tuvieron unos márgenes en Europa, con unas expectativas de reformas y unas izquierdas que buscaban su lugar al sol (que más calienta). La mayoría pensó que por las malas podía provocar el monstruo del régimen, pero que por las buenas llegaría la Europa social. Han pasado treinta años, y ahora es evidente, que las ilusiones reformadoras se han vuelto contra el pueblo con la complicidad de la izquierda realmente existente.
Sin lucha, sin movilizaciones, sin organizaciones de trabajadores, los años pueden hacer y deshacer a su gusto.
La historia ha cambiado nueva mente de base, y los que nada son, todo lo han de ser. Lo están siendo en cada avance, en cada movilización que amplia y enriquece la anterior, en la extensión de la coordinación, en la presencia de mujeres y hombres que han entendido que es lo que se juegan.
Por lo tanto, aunque este 2014 será duro desde el punto de vista de las agresiones de los amos del dinero y del poder, será un año de nuevos avances en la recuperación de la respuesta social. Las bases se han ido creando y la expansión de las movilizaciones es ostensible, Cataluña, Mallorca, Valencia…
¡Esto es solamente el comienzo¡

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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