Algunas consideraciones y desafíos para las clases populares
Este año se cumplen 22 años de que, en el castillo de Chapultepec en México, se dio por finalizada formalmente el conflicto armado que enfrentó en nuestro país a dos fuerzas militares que en perspectiva, obedecían a intereses diametralmente opuestos: la Fuerza Armada (F.A) los intereses de la oligarquía cafetalera, la burguesía comercial cada vez más en ascenso y en última instancia, al imperialismo estadounidense, quien fue el principal proveedor de armamentos de la F.A1 y a la vez fue el principal beneficiado con la firma de los mal llamados “Acuerdos de Paz”; y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN2, que pretendía defender al pueblo3 salvadoreño, principalmente al campesinado y al obrero, de la explotación, opresión y marginación al que se había visto expuesto prácticamente desde tiempos muy antiguos, desde que los españoles invadieron nuestras tierras, pasando por la firma del “acta de independencia” de la Corona española en 1821 y que no rompió nunca nuestra dependencia respecto a uno u otro centro hegemónico imperial, ya que luego nos vimos dominados, sucesivamente, por el imperio inglés y progresivamente desde el siglo XX hasta nuestros días por el imperio estadounidense. No olvidemos que nuestro país, desde la invasión española allá por 1524 y la posterior colonización, se vio inmerso a la fuerza en la economía mundial, y por ende, también en la geo-política, pero como un país (al igual que el resto de América Latina) que poca o nula participación tiene como actor principal en tal contexto.
Pero, además de ello, dentro de El Salvador existe la típica explotación hacia el pueblo en general de parte de una clase dueña de los medios fundamentales de producción y en conexión o mejor dicho, sometida al poder imperial estadounidense. Tal como afirma Román Mayorga Quiróz, un integrante de la primera Junta Revolucionaria de Gobierno que se conformó luego del golpe de Estado al general Carlos Humberto Romero el 15 de octubre de 1979:
“El Salvador presenta la típica dicotomía de las sociedades “binomiales” de América Latina. Por un lado, un pequeño sector económicamente desarrollado, cuyos patrones de vida y de consumo se ajustan estrechamente, y cada vez más, a los de países altamente “desarrollados”; que constituye además una élite participante, que se organiza, decide y cuenta en todos los procesos sociales de importancia en el país; y que mediante su control privado de los medios de producción, imprescindibles para el trabajo, más un alto grado de influencia política, ejerce un poderoso dominio sobre el resto de la masa poblacional. Por otro lado, un sector, inmensamente mayoritario, de la población salvadoreña, cuyos niveles de vida son auténticamente subdesarrollados; cuya participación socio-política es prácticamente nula; y cuya vida depende, por lo tanto, unilateralmente, y en gran medida, de las determinaciones e influencias que provienen del sector dominante”4.
Es decir, la guerra civil que para algunos inició en 1980 y que como se sabe finalizó en 1992, tuvo como factores fundamentales, el largo período de explotación y opresión al que nuestro pueblo se vio sometido desde tiempos de la colonia y que de hecho ya había provocado diversas rebeliones; las más conocidas son: el levantamiento campesino indígena de 1833 en la región de los Nonualcos, y la insurrección de 1932 en algunas partes de la zona occidental del país y que culminó con el genocidio de entre 10,000 a 30,000 campesinos indígenas, y la posterior persecución y mayor exclusión política y social hacia esta última. A la vez, la política poblacional de Ronald Reagan también es primordial tenerla en cuenta ya que a partir de allí entendemos el porqué de tanta persecución y masacre hacia la población civil en general, es decir no solamente de miembros del FMLN sino que hasta de ancianos, niños, mujeres embarazadas y en fin, de personas que no tenían nada que ver en el conflicto armado, más que vivir en zonas donde se desarrollaban mayormente los combates5.
A la luz de todo ello, se hará a continuación un análisis de los capítulos más importantes para nuestro tema, que contienen los “Acuerdos de Paz”.
1) La Fuerza Armada
Se establecieron varios acuerdos, entre los más importantes se encuentran:
a) Disolución de los 3 cuerpos de seguridad pública que dependían de la Fuerza Armada: Guardia Nacional, Policía Nacional y Policía de Hacienda.
b) Disolución de los servicios de inteligencia militar y creación de un servicio de inteligencia civil: el Organismo de Inteligencia del Estado (OIE).
c) Disolución de los Batallones de Infantería de Reacción Inmediata (BIRI).
d) Reformar la Constitución para definir la subordinación de la Fuerza Armada al Poder Civil.
e) Superación de la impunidad con la Creación de la Comisión de la Verdad que investigaría los más graves hechos de violencia de la guerra civil.
Veamos qué nos dicen los hechos actuales y sus implicaciones.
Se puede decir que este capítulo se ha cumplido casi que por completo6, en el sentido de que se abolieron los antiguos Cuerpos de Seguridad Pública (CUSEP) y en su lugar fue instaurada la actual Policía Nacional Civil como encargada de la seguridad pública; consideramos que este hecho es un avance en las reformas democráticas del estado salvadoreño.
A muchos de nosotros jóvenes que no vivimos aquella época nos puede parecer insignificante esto, pero anteriormente, el solo hecho de escuchar una canción popular o de “protesta”, portar un libro, una camisa considerada “comunista o subversivo”, por los cuerpos de seguridad de aquel entonces, incluso el portar una biblia en zonas conflictivas era motivo de persecución, de captura, hasta de tortura y asesinato de parte de las fuerzas del Estado. Vemos pues que en este aspecto se ha logrado superar este hecho, pero no debemos de verlo como algo que no puede volver a pasar; el materialismo dialéctico nos ha enseñado que la vida material es cíclica, que lo que ha pasado alguna vez puede volver a pasar, claro, no exactamente como lo fue anteriormente ya que también es progresiva hasta cierto punto, y en tal sentido se vuelve necesario conocer de nuestra historia ya que de otro modo podemos volver a repetirla. “Pueblo que no sabe su historia, está condenado a repetirla” dice un dicho que cae como anillo al dedo no solo en nuestro país sino que a nivel mundial.
2) Sistema electoral
Al FMLN se le permite ingresar a este sistema. En este punto el FMLN no logró romper aquellas palabras de Schafick Handal, “entramos al sistema no para que el sistema nos cambie, sino para cambiar el sistema”. Vemos como actualmente el partido que otrora representó y luchó en favor del pueblo, se convirtió en un partido que mantiene casi que las mismas políticas neoliberales que sus contrincantes; ¡casi que no existe ninguna diferencia entre ellos!. Sino veamos qué pasó con el siguiente punto, el más importante consideramos, contenido en los “Acuerdos de Paz”.
3) En lo económico y social
Antonio Martínez Uribe, sociólogo y politólogo salvadoreño, en una ponencia7 mencionaba que el problema económico y social luego fue convertido a tema, y que se sabe que de un determinado tema pueden surgir muchos problemas (cuestiones de metodología). Vemos pues cómo el aspecto fundamental, el hecho tan simple pero a la vez tan complejo como lo es el tener algo que comer, que beber, que vestirse, el problema de la vivienda, del acaparamiento de tierras en manos de unos pocos, y en fin de cuentas, la explotación de la mano de obra y la opresión y marginación a la que se ve envuelta nuestro pueblo, entre muchas otras cosas inherentes a la economía y a la sociedad, fue dejado en último plano en los “Acuerdos de Paz” y no fue considerado como un problema al cual había que darle solución.
Es decir, las causas que dieron origen al conflicto armado, estas mismas causas se dejaban a un lado, ahora con la participación del mismo partido que había empuñado las armas contra el régimen establecido.
A la luz de todo ello, dejo dos conclusiones para el debate:
- Que el actual partido político legal FMLN hace mucho tiempo dejó de ser una opción que combata las causas estructurales que dieron origen al conflicto armado. Con esto me refiero a la cúpula y a mucha de su dirigencia, no así a la militancia, al obrero, al campesino, al que se encuentra sin empleo ocupando pues el ejército laboral de reserva, al estudiantado, al indígena, al profesor, etc. al militante consciente y decisivo que aún confía en su partido, pero que tarde o temprano también tendrá que abrir los ojos y darse cuenta que su partido maneja la misma política que sus contrincantes en la contienda electoral: al servicio del imperialismo y en última instancia, al mantenimiento del status quo, es decir, del sistema capitalista que sigue en pie, incluso fortaleciéndose cada día más.
- De toda la historia salvadoreña, es decir, desde la conquista española hasta nuestros días, los pueblos originarios (mayas, nahuas, pipiles, pocomames, lencas, etc.) que aún subsisten en el país, son los que mayormente han sido marginados y explotados, incluso por el mismo FMLN8 y no se ve un horizonte prometedor para que tal situación finalice. En este punto se hace muy necesario el rescatar y aún más, practicar nuestros valores ancestrales, propios de nuestra tierra que fue violentamente conquistada y posteriormente explotada y oprimida, mediante el uso de la violencia, la introducción de una nueva cultura mediante la nueva lengua española, la religión católica y en fin, de todos los medios posibles para oprimir y seguir marginando a los pueblos originarios.
Elias Córdova
Notas:
1 Diversos datos manifiestan que el gobierno de Ronald Reagan, quien estuvo en la presidencia de los EEUU desde 1981 a 1989, es decir, en casi todo el proceso de lucha armada en El Salvador, otorgaba aproximadamente un millón de dólares diarios a la F.A. con el propósito de mantener la guerra civil, ya que, entre otras cosas, su política poblacional respondía a la doctrina de reducción poblacional del Informe Global 2000 emanado en el gobierno de Jimmy Carter, antecesor de Reagan en el gobierno de EEUU, cuyo objetivo era “reducir la población mundial en dos mil millones de personas de aquí (1980) al año 2000 mediante la guerra, la peste, las enfermedades y cualquier otro medio disponible. (Fuente: Boletín de ciencias económicas y sociales de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, San Salvador, noviembre-diciembre de 1981, Fotocopia).
2 Conformado legalmente el 10 de octubre de 1980 mediante la unión de cinco organizaciones de izquierda (Fuerzas Populares de Liberación, Ejército Revolucionario del Pueblo, Partido Comunista Salvadoreño y Resistencia Nacional; luego se une el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos).
3 Entendemos, dentro de la categoría “pueblo”, a los obreros de la industria, al campesinado, a la masa desempleada, a los maestros y profesores, estudiantes, a los pueblos originarios, es decir, a todos aquellos estratos sociales, tal como dice Enrique Dussel, “insatisfechos en sus necesidades por opresión y exclusión”. (Fuente: Dussel, Enrique. El pueblo y el poder liberador. Pág. 244. (Fotocopia). Texto contenido en: “Los Movimientos Sociales del Siglo XXI” (Compilador: Ricardo Martínez).
4 Mayorga Quiróz, Román. La Universidad Para el Cambio Social. UCA Editores, 3° ed, San Salvador, 1976. pág. 22.
5 Al respecto, se recomienda la lectura del libro “Masacres: Trazos de la historia salvadoreña narrados por las víctimas”; Responsable de la edición: Centro para la Promoción de los Derechos Humanos “Madelaine Lagadec”, 2006. En dicho libro encontrará diversos testimonios de sobrevivientes de varias masacres perpetradas por la Fuerza Armada y por los CUSEP (Cuerpos de Seguridad): Policía Nacional, Guardia Nacional y Policía de Hacienda, encargados de la seguridad pública hasta antes de la finalización del conflicto armado.
6 Ya que el literal e, aunque se conformó la Comisión de la Verdad, la cual fue considerada incluso por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como independiente e imparcial, desde un inicio vio afectado el cumplimiento de sus fines ya que tuvo muy poco tiempo disponible (seis meses) para investigar. El Informe de la Comisión de la Verdad fue entregado al secretario general de la ONU y a las partes negociadoras el 15 de marzo de 1993, y en dicho informe se establecieron algunas importantes recomendaciones, como por ejemplo la necesidad de reformas institucionales profundas y erradicación de las causas estructurales que dieron origen a la guerra civil, así como sancionar a los responsables de graves violaciones a los derechos humanos. Como respuesta al Informe, la Asamblea Legislativa de nuestro país, cinco días después, es decir, el 20 de marzo, dicta la llamada “Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz”, donde se establece la impunidad hacia los responsables de muchas masacres y asesinatos e incluso ocasionó el archivo de los pocos casos que se mantenían abiertos judicialmente, por ejemplo el asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero y la Masacre de casi 1000 campesinos en El Mozote, Morazán.
7 Ponencia presentada en el XIII Congreso C.A. de Sociología realizado en Tegucigalpa, Honduras, del 27 al 31 de agosto de 2012. Dicha ponencia se tituló “A 20 Años de los Acuerdos de Paz”.
8 Traigo a cuenta las palabras de un habitante de los pueblos originarios, que en una actividad en el MUNA sobre el avance que había en cuanto al reconocimiento de los pueblos originarios, manifestó que incluso el FMLN utilizó en épocas de la guerra el nombre de algunos jefes indígenas, como por ejemplo el de Anastasio Aquino (para nombrar al Frente Paracentral Anastasio Aquino), Francisco Sánchez (Frente Oriental), Feliciano Ama (Frente Occidental). Recordemos que la F.A. también utilizó el nombre de algunos caciques indígenas para nombrar dos de sus batallones más fuertes: Atlacatl y Atonal (que dicho sea de paso no hay rastros de que en realidad hayan existido, según afirma Jorge Lardé y Larín, quien textualmente dice “No queda en firme el nombre de ninguno de los héroes indígenas que en las batallas de Acajutla, Tacuzcalco y Cuzcatlán…supieron defender…su libertad e independencia…”. Fuente: Lardé y Larín, Jorge. El Salvador, Descubrimiento, Conquista y Colonización. 2° ed, Dirección de Publicaciones e Impresos, CONCULTURA, San Salvador, 2000. pág. 73.
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