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sábado, enero 11, 2014
Larra y los intelectuales comunistas argentinos
Se cumple un siglo del nacimiento de Raúl Larra, un escritor que fue ícono de la resistencia cultural contra las pautas del realismo socialista.
Raúl Larra publicó alrededor de treinta títulos que incluyen novela, biografía y ensayo.
Los escritores comunistas argentinos tuvieron su peso en la cultura entre los años 30 y 70, pero hoy casi todos están olvidados y nadie fogonea publicaciones que en otros tiempos eran referentes no tan solo para los militantes de izquierda. El 18 de octubre se cumplieron cien años del nacimiento de Raúl Larra (Laragione) quien falleció el 22 de febrero de 2001 con una producción, publicada a lo largo de más de medio siglo, que comprende más de treinta obras, un tercio de las cuales son ensayos biográficos, nueve novelas, otros tantos volúmenes de ensayos, una obra de teatro, artículos. Sus biografías históricas fueron las primeras referentes a importantes personajes, como Roberto Arlt, el torturado . Sobre el escritor ampliaron, más tarde, Ricardo Piglia en los 70 y Beatriz Sarlo en los 80, sin olvidar los trabajos de Oscar Masotta y Noé Jitrik. La primera edición de este trabajo 1950 se publicó cuando el autor de Los siete locos iba entrando en el olvido.
En su editorial Futuro, Larra reeditó casi toda su obra. Un hito clave: desde entonces, varias editoriales legaron para las nuevas generaciones el conocimiento de uno de los más enormes escritores argentinos. Futuro publicó por primera ve en el país al brasileño Jorge Amado.
Como sus compañeros, Larra se consideró un escritor militante y gran parte de sus libros tienen esa impronta aunque no siempre coincidió con aspectos de la línea cultural del PCA. Sus primeros pininos los regó como boletinero de la huelga del sindicato de la construcción en enero de 1936 una de las más combativas de la historia del movimiento obrero.
Esos tiempos de fraude y proscripciones políticas, pero también del impacto de la Guerra Civil en España y el ascenso del fascismo mundial, el intelectual Aníbal Ponce, del que no hay registro de ingreso al PCA pero fue considerado como uno de ellos, impulsó la formación de Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE). La Asociación estuvo inspirada en el parisino Comité de Vigilancia de los Intelectuales Antifascistas y difundió sus actividades por medio del periódico Unidad, sucedido luego por Nueva Gaceta. Lo presidió Ponce secundado por Emilio Troise, junto a Alberto Gerchunoff y Vicente Martínez Cuitiño. En relación con la entidad se creó la Asociación Juvenil de Escritores Proletarios, en la que participaron jóvenes intelectuales como Raúl Larra, Cayetano Córdoba Iturburu, Gerardo Pissarello, Carlos Ruiz Daudet, Alfredo Varela, Nydia Lamarque, Fina Warschawer, Héctor Agosti.
Este núcleo es una de las vertientes de intelectuales del PCA, la otra relevante llegó del grupo Boedo y de los Escritores Proletarios: Alvaro Yunque, Elías Castelnuovo, Leonidas Barleta. Raúl y Enrique González Tuñón. Más tarde se entreveraron Juan José Manauta, Amaro Villanueva, Enrique Wernicke, Juan Gelman, Jorge Ricardo Aulicino, Juana Bignozzi, Andrés Rivera, José Portogalo, Juan L. Ortiz. Varios de ellos, en silencio o con portazos, dejaron el PCA.
¿Y Arlt? Pese a que colaboró con publicaciones comunistas, entre ellas Bandera Roja, donde mantuvo una polémica muy dura con Rodolfo Ghioldi, no se afilió al comunismo aunque tuvo en algún momento por el PCA y la FJC (a ésta le cedió los derechos de una obra teatral para recaudar fondos), evidentes simpatías. Elías Castelnuovo aseguraba respecto de él y de Arlt, que sólo “por un mal entendido no ingresamos los dos al Partido Comunista Argentino”.
Ambos colaboraron con la revista Actualidad artística –económica– social, una publicación orgánica del PC que se publicó entre 1932-1936. En su comité editor, figuró el propio Castelnuovo, junto a Horacio Trejo, entre otros. Arlt escribió allí sobre los desocupados y las huelgas de los obreros de la carne que dirigió el PC en Avellaneda durante 1932. Arlt se fue alejando del comunismo: no participaría de las iniciativas de sus escritores o intelectuales, como AIAPE, por caso.
La militancia de Larra está signada particularmente por rescatar “políticos o militares democráticos”, no solamente por una inquietud intelectual que de suyo está, sino que esas investigaciones sirvieran para intentar dar argumentos a la hipótesis añeja del PCA sobre la necesidad de la participación de uniformados en su objetivo por conformar el Frente Patriótico Nacional que con distintos nombres o precisiones propuso desde 1935, en tiempos de los Frentes Populares, pero también como “indagar al país a través de sus nombres representativos”.
Entre sus principales títulos se encuentran Julio Payró, el novelista de la democracia (1938); Lisandro de la Torre, el solitario de Pinas ; Roberto Arlt, el torturado ; Mosconi, general del petróleo: La batalla del general Gugliallmeni ; Savio, el argentino que forjó el acero ; Jorge Newbery, conquistador del espacio ; Sin tregua (vida del dirigentes obrero de la carne José Peter); Gran Chaco ; Yo soy Andresito Artigas ; Leónidas Barletta, el hombre de la campana: Etctera ; El Uturunco esta entre nosotros .
Los escritores comunistas en su momento adhirieron a la línea “clase contra clase” muy visible en la obra de Barletta y particularmente de González Tuñón quien piloteó la revista “Contra” donde publicó su poema “Las brigadas de choque”, bien al tono de la línea de apoyo al proletariado, la revolución y el comunismo, sin alianzas con anarquistas o socialistas pero los que llegaron luego procuraron rescatar el legado histórico. ¿Tuvieron influencia estos intelectuales? Hernán Camarero, estudioso del comunismo, sostiene que el PCA influyó en la formación de una “cultura obrera” muy fuerte en algunos barrios durante los 20 y los 30.
Como en casi todos los PPCC, sus intelectuales tuvieron dificultades para articular su obra con la línea política (y cultural) del partido. Sin embargo, el canon soviético del “realismo socialista” impulsado desde el Iº Congreso de Escritores soviéticos de 1934 por Máximo Gorki, no se refleja en la narrativa comunista local. En 1942 Alfredo Varela lanzó su mayor novela “El río oscuro” donde relata la explotación a los mensúes en los yerbatales misioneros, en un realismo social más cercano al de Horacio Quiroga o Rómulo Gallegos que al del canon citado.
Adriana Petra estudió estas situaciones en su trabajo “Los intelectuales comunistas argentinos en tiempos de la Guerra Fría (1947-1956)” habida cuenta de la impronta estalinista que le impuso su liderazgo desde que se consolidó en luchas internas fuertes en la década del 20. Petra sostiene que algunos escritores y ensayistas comunistas muy reconocidos, como Héctor P. Agosti (1911-1984), Raúl Larra y Raúl González Tuñón (1905-1974), permanecieron en el partido “pero se demostraron muy poco dispuestos a aceptar la imposición del nuevo estilo, tarea que quedó en manos de algunos intelectuales más jóvenes como Roberto Salama e Isidoro Flaumbaum”. Esos dos críticos literarios de vara alta, pese a todo, en publicaciones como “Cuadernos de Cultura” (oficial) se convirtieron en los defensores de la política cultural de Andréi Zhdánov (1896-1948), el non plus ultra del estalinismo cultural. En su momento Salama publicó un artículo fulminante sobre Arlt que recibió el repudio público de Larra y Barletta desde las páginas de Propósitos.
Un momento de tensión vivieron los intelectuales del PCA en relación a las medidas punitivas tomadas por Stalin contra Serguei Prokofief y Dimitri Schostakovitch porque algunas de sus obras fueron consideradas con “desviación formalista”. Algunos intelectuales azuzaron a los del comunismo a pronunciarse críticamente. Petra sostiene que ninguno quiso responder a esa demanda que quedó en la publicación en el semanario Orientación de un artículo del francés Pierre Kaldar originalmente publicado en Les Lettres françaises en defensa de Moscú. Según el testimonio de Larra, ningún intelectual del partido quiso responder las críticas a las medidas moscovitas “porque ellos mismos no estaban de acuerdo con los artículos publicados por el periódico (Orientación) a modo de postura oficial”.
El liderazgo del partido convocó a encuentros para poner en fila a los suyos “El resultado fue la expulsión del crítico de arte Cayetano Córdova Iturburu (1899-1977) y del “Grupo Arte Concreto Invención”, y la puesta bajo sospecha de Héctor P. Agosti”, dice Petra. Agosti no fue, por eso, miembro del Comité Central sino años más tarde. El introdujo a Gramsci en el país. No escasearon las polémicas entre intelectuales del PCA, muchas veces terminaron mal, con alejamientos y expulsiones. Muchas veces los debates se referían más a la línea política que hizo crisis a partir de los 60.
Un debate fuerte fue alrededor del Martín Fierro . Amaro Villanueva en 1945 publicó Crítica y pico. El sentido esencial del Martín Fierro que se enfrentó a las opiniones de Martínez Estrada y Jorge Luis Borges, pero también de los “talibanes” del PCA, por el carácter plebeyo del poema En su libro La Cola del Diablo , José Aricó definió a Villanueva, autor de “El Mate”, como “un ensayista sagaz y excepcionalmente perceptivo de los fenómenos del mundo popular subalterno”, quien tenía “profundas diferencias con una visión de la historia nacional que despreciaba tradiciones que un modelo civilizatorio no popular pretendió extirpar aún con la violencia estatal”.
Para Aricó, Villanueva habría expresado, junto a otros intelectuales provincianos, una “tendencia” dentro del partido, que por su desacuerdo con la línea cultural predominante habría permanecido siempre en la marginalidad o el silencio.
La exigencia de conformar una literatura y un arte de partido de acuerdo a los postulados del “realismo socialista”, pocas veces pudo resolverse en términos favorables para la creación artística: es decir, que una buena parte de los intelectuales y artistas del partido estaban dispuestos a ser militantes comunistas, pero no a crear novelas, poesías o cuadros comunistas. Con excepciones: el mismo Tuñón dedicó un poema al carné partidario, pero fue el protector de todo joven talentoso aun rebelde.
Isidoro Gilbert
Revista Ñ
22/10/13
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