domingo, enero 05, 2014

De Rosa a Nin pasando por Jaén



Piedra Papel Libros ubicada en Jaén y animada por un grupo de jóvenes ha editado El problema del poder en la Revolución, de Andreu Nin, que recoge el último discurso del secretario del PÔUM antes de su rapto, tortura y asesinato.
Es el segundo número de la Serie Transhistorias, primera colección de la incipiente editorial jienense. Como recordaréis, el primer ejemplar de dicha colección fue El orden reina en Berlín, dos textos emblemática de la historia social del siglo XX, el siglo de las revoluciones traicionadas, como proclamará Albert Camus en una nota en la que se excusaba de no poder asistir a un acto de homenaje a Andreu Nin, celebrado en mayo de 1937 en París que contó con la presencia de André Breton, Juan Andrade, entre otros.
Es por este sendero entrevisto por Camus que hay que situar estas contribuciones de una joven editorial de libros, libelos y fanzines. Según declaración propia, “Piedra Papel Libros aborda una tarea compleja y arriesgada, pero necesaria para replantear el estado actual de las cosas y generar alternativas” y lo hace con dos clásicos del marxismo revolucionario cuyos nombres simbolizan el inicio y el final del ciclo revolucionario europeo. Dos personajes ligados por un mismo hilo: el de las revoluciones derrotadas, que no fracasadas. Revoluciones que fueron vividas desde abajo como jornadas de liberación social, que mostraron la capacidad de sus animadores, ambas reprimidas por los Noske, por una burocracia que desde 1937 desalojará el espacio del compulsivo movimiento obrero clásico en el que la iniciativa sigue estando en una base social consciente y activa. Actualmente, estamos al final de ese ciclo, el estalinismo y la socialdemocracia carecen del menor prestigio entre la gente que quiere transformar el mundo y cambiar la vioda.
No fue por casualidad que Camillo Berneri escribiera que el asesinato de Nin oliera a (Gustav) Noske, miembro del funcionariado socialdemócrata que se había establecido como la última barricada del orden establecido, eso sí, prometiendo una República “social”, de “nuevo tipo” sin necesidad de cambiar la naturaleza del poder. Para sus propósitos de descabezar la revolución, Noske no dudó en utilizar la más brutal soldadesca, la misma que más tarde jugará un papel determinante en el ascenso nazi De hecho, se puede decir que la represión de los espartakistas resultó ser el primer acto de la victoria nazi en Alemania (y en Austria). .
Aunque el movimiento obrero alemán, animado por socialistas de izquierdas, comunistas y por la minoría anarquista, todavía protagonizó dos levantamientos revolucionarios (en 1921 y en 1923), sin olvidar experiencias como la de los consejos obreros de Baviera (la misma que el cenetista Valeriano Orobón Fernández proponía como referente para la Alianza Obrera), el hecho es que la crisis social que siguió el final de la “Gran Guerra” se cerró con un balance inquietante. La revolución rusa que se había postulado como el “prólogo” de una revolución internacional, quedó aislada después de una guerra civil promovida por una “contra” imperialista (hasta 21 países intervinieron contra el Ejército Rojo), una guerra que destruyó las ya paupérrimas condiciones socioeconómicas de la atrasada Rusia. Por otro lado, la reacción tomó buena cuenta de la experiencia del soviet y de la toma del Palacio de Invierno. La próxima revolución ya no podría pasar por el mismo sitio.
Media un abismo entre el partido comunista recién liderados por las tres L (Luxemburgo, Liebkecht y Leo Jogiches, un personaje olvidado, compañero de Rosa en lo político y en lo privado, militante de primera en Alemania y en Polonia, dirigente “autoritario” del partido socialista polaco que en su mayor parte acabó constituyendo el partido comunista, el mismo que será exterminado por Stalin durante las “purgas”), y el PCE-PSUC atravesado por el estalinismo de 1937. Un abismo similar al que media entre la revolución rusa que, por citar un solo ejemplo pero muy en consonancia con nuestros días, reconoció el derecho de autodeterminación a todos los pueblos antes sometidos por la autarquía zarista. Una medida democrática radical que, conviene recordarlo, Rosa Luxemburgo criticó porque para ella la emancipación de los trabajadores estaba por encima de la llamada “cuestión nacional”…
En el prólogo del texto de Rosa Luxemburgo se reproducen esquemas de diferencias entre Lenin (y Trotsky) y Rosa Luxemburgo, que responden más a la Vulgata anarquista que, al análisis concreto de los hechos. Los tres formaron parte de la izquierda de la II Internacional, los tres coincidieron en declarar la guerra a la guerra en 1914-1918…Las diferencias en la concepción del partido entre Lenin y Rosa (y el Trotsky anterior a 1917), tiene mucho que ver con las perspectivas de cada cual. No era lo mismo la enorme socialdemocracia germana con sus tendencias hacia la “nomenklatura” que la actuación clandestina en Rusia con un proletariado todavía invertebrado. En aquel tiempo, las discrepancias entre revolucionarios formaba parte del orden natural de las cosas.
La propia Rosa defendía otra cosa para el partido socialista del Reino de Polonia. Evidentemente, Stalin no cayó del cielo. Pero creer que el factor primordial estaba en las concepciones leninistas (o ya del propio Marx, atribuyendo a las idea un poder por encima de las circunstancias), es desconocer que la historia del bolchevismo es una historia de tendencias, de debates en los que Lenin tenía que convencer y no siempre lo consiguió. Ni tan siquiera le dejaron que expulsará a Zinóviev y Kámenev por denunciar la insurrección del soviet desde el periódico de Máximo Gorki. Por otro lado, la oposición más irreductible del estalinismo provino desde la Oposición de Izquierdas. Hubo un hilo rojo fue desde Rosa Luxemburgo a Andreu Nin.
Tampoco fue por casualidad que de que algunos de los herederos del “luxemburgismo”, como Heinrich Brandler y Paul Frölich, el primer biógrafo de Rosa, apoyaran al POUM. El POUM (y los grupos comunistas antiestalinistas que lo formaron), nunca e olvidó de homenajear y dar conocer la vida y la obra de la autora de El orden reina en Berlín. En 1937, al decir de Albert Camus, este partido representó el “honor” del socialismo. En su ideario, la influencia de Lenin fue determinante, tanto en los criterios organizativos como en su visión de la cuestión nacional en el Estado Español, no es menos casualidad que el último libro de Andreu Nin fue Los movimientos de emancipación nacional, un verdadero tratado de las aportaciones de Lenin en este punto. En el POUM coexistieron tendencias muy diferentes, maurinistas, bujarinistas, trotskistas, sindicalistas revolucionarios, rabassaires…Practicaba la democracia interna y propugnaba la democracia obrera como principio unificador de obreros socialistas, también trató de buscar acuerdos con ERC en relación al autogobierno catalán.
Fue trágico y lamentable que la CNT no tomara partido a su favor hasta después de las jornadas de mayo. Para ellos, como para la insigne Emma Goldman, Stalin y Trotsky eran los mismos perros con diferente collar. Solamente Camillo Berneri clamó por establecer una distinción, pero no le escucharon.
Releer otros dos textos clásicos puede ayudarnos a conocer esta historia en sus grandezas y sus errores, y tenemos que aprender tanto de una cosa como de la otra. Es por eso que la labor de esta pequeña editorial merece todo nuestro apoyo.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

No hay comentarios.: