Estulticias de película
“…Ahora, sin embargo, sería imposible imaginar nuestra vida cultural sin el cine”. León Trotsky
También el desarrollo de los “directores de cine” es desigual y combinado. Hay de todo pero noreina lo mejor. La base dura y cruda, donde se transparenta lo que piensan y hacen la mayoría, es la “industria” cinematográfica burguesa, sus intereses mercantiles, sus prioridades ideológicas y sus vanidades nauseabundas.
En general los “directores de cine” son unos mercenarios ideológicos dedicados en formar opiniones y gustos con respuesta mercantil rápida. Se han vuelto corredores de inversiones y usinas de glamour rentable que, en simultáneo, consolidan latifundios cuyo poder se expresa más en la capacidad de controlar mercados que en la habilidad para producir arte burgués. Sin que lo descuiden. Los hay muy destacados.
Algunos de esos “directores de cine” han sido formados por el empirismo más descarnado. La escuela de la “práctica” dicen. A fuerza de recorrer todos los rincones de la industria, algunos creen que han ganado el derecho a ser el que “dirige”. Una especie de moral de latifundista que sostiene la idea de que “los grandes genios se forman desde abajo”. Y con ese ilusionismo en píldoras embaucan a incautos que pasan su vida entera en los sótanos de la industria y jamás vieron, ni verán, cómo se llega a las “cumbres”. Maneras tiene el capitalismo de hacer invisible la lucha de clases. “Mas, por el momento, podemos dormir tranquilos, pues la luz cinematográfica está convenientemente dosificada y encadenada.” Luis Buñuel.
Otros más, salen de las aulas universitarias (sucedáneos y conexos) donde se han sistematizado, unas más y otras menos, algunas verdades del negocio cinematográfico. ¿Qué le gusta al público? ¿Qué vende más? ¿Cuántos nombres famosos garantizan la inversión y su recuperación? ¿Qué disfraza mejor la realidad? ¿Qué pude ser mostrado sin que deje de ser negocio? … ¿Cómo se fabrica el glamour de las baratijas ideológicas narradas en filmes estereotipados… cuánto debe ponerse de trompadas, desnudos, vulgaridades y acción? y, principalmente, ¿cómo se gana la confianza de los inversionistas y qué ganancias aseguran esa confianza? Un poquito de ingenio, no poca creatividad y mucho trabajo esmerado al servicio de la mercancía fílmica. Localidades agotadas.
Cada “director de cine” tiene responsabilidades según sea el desarrollo de la industria, su momento histórico y sus ambiciones (sin contar cómo se laven dólares, cómo se eludan impuestos y cómo se esclavice a los trabajadores que no son del “starsystem”). A cambio de mantener sanas su finanzas, la industria tolera ciertas audacias, inteligencia, irreverencias y “críticas”. Nada que no sea digerible con una buena chequera y contratos para películas nuevas. Una red de estudios fílmicos, distribuidoras, salas de proyección y negociados colaterales… aguarda permanentemente las “novedades” con qué seducir a las masas para que llenen las salas y coman la chatarra corporativa fríamente preparada para un modelo de consumo que “entra por los ojos”. No pocas veces toda esa red de parásitos descansa sobre los hombros del “director de cine” cuya riqueza mítica suele depender de la riqueza que reparte entre sus zánganos. Y para eso “estudian”.
La industria cinematográfica burguesa ha sido capaz de exhibirse a sí misma con toda impudicia, mostrar sus miserias y sus perversiones confiada en el pulso cirujano de sus directores que, siempre con la mira en las ganancias, son capaces de contemplar sin transformar. Arte de mercenarios que, obedientes al mejor postor, son capaces de convertir en “show business” cualquier tragedia humana y, después de cobrar ganancias, recibir premios a granel. No importa el espesor ni el calibre del ilusionismo con que se vende la imagen de los “directores de cine” son responsables de operar armas de guerra ideológica en plena lucha de clases y sus objetivos no pueden esconderse bajo ninguna estratagema del glamour farandulero.
Para fortuna, también hay “directores de cine” que dirigen su práctica y su obra con dirección emancipadora. Hacen visible la crisis de dirección revolucionaria que padece la humanidad y buscan respuestas que además de ser revolucionarias son cinematográficas. Son la minoría pero la cantidad no opaca su calidad. Su dirección no es una pataleta esteticista de mercado sino un programa emancipatorio que se libra en la economía tanto como en la ideología y en la estética. Su meta no es el snobismo sino el triunfo revolucionario de hacer visibles todas las muertes y las bajezas que el capitalismo esconde bajo la alfombra de la “realidad”, y además, hacer visibles los caminos para derrotar al capitalismo, definitivamente. Su meta es ser ayudante del sepulturero que ya cava la fosa histórica de esta etapa monstruosa que ha esclavizado a los seres humanos.
Por fortuna, hay “directores de cine” investigadores del nuevo relato cinematográfico, “diratores” comprometidos con hacer visibles no solamente los estragos infernales del capitalismo contra los seres humanos, y contra el planeta, sino también mostrar a los que luchan y cómo se produce la riqueza simbólica nueva de la revolución permanente. Directores comprometidos con desarrollar la dialéctica forma-contenido en la sintaxis audiovisual nueva para el relato nuevo que la revolución requiere. Directores que no son serviles al modelo burgués de producción de imágenes y que entienden que la riqueza del cine ha sido secuestrada por mafias exhibicionistas que no dejan ver el nacimiento de una mejor etapa de la humanidad que será nueva porque será hija de la Revolución Permanente y porque será Socialista. Nada más y nada menos.
Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Universidad de la Filosofía
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