domingo, marzo 02, 2014

Ucrania, Venezuela y los Zares



El “Proyecto para un nuevo siglo americano”, o en inglés, Project for the New American Century (PNAC).

En junio de 1997 el mundo asistió sorprendido a la presentación del “Proyecto para un nuevo siglo americano”, una especie de programa-manifiesto del movimiento neoconservador norteamericano que exponía las líneas estratégicas y los movimientos tácticos a poner en práctica para concluir el proceso de pacificación imperial y contrarrevolución mundial iniciados con la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS.
Estos objetivos imperiales, como es habitual y hasta aburrido, se escondían tras una palabrería destinada a atizar el miedo de los ciudadanos norteamericanos ante la pérdida del liderazgo y el ascenso de fuerzas supuestamente hostiles. Así lo expresaban:
“Nosotros, los Estados Unidos, no podemos eludir las responsabilidades del liderazgo global o los costos asociados con su ejercicio, sin ponernos en peligro… Si fallamos, estaremos invitando a otros a que desafíen nuestros intereses fundamentales… Necesitamos incrementar los gastos de defensa si queremos llevar adelante nuestras responsabilidades globales: necesitamos fortalecer los nexos con nuestros aliados democráticos y desafiar a los regímenes que sean hostiles a nuestros intereses y valores; necesitamos promover en el exterior la causa de la libertad política y económica…”
No se trataba de un programa trasnochado de vocingleros impenitentes, sino una peligrosa declaración de principios políticos de la élite neoconservadora, para entonces extremadamente influyente, ocupada en organizar el asalto a las instituciones del gobierno que tendría lugar con la llegada al poder de George W. Bush. Entre los firmantes se encontraban Elliot Abrams, William J. Bennet, Jeb Bush, Francis Fukuyama, Norman Podhoretz, Dan Quayle, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz.
Lo sucedido, tras el 11 de septiembre del 2001, sospechosamente, vino a confirmar las alertas de este grupo de facinerosos y logró que la nación y el mundo extendieran un cheque en blanco a los más recalcitrantes halcones de Washington en su intención de doblegar toda forma alternativa o de resistencia al mundo global neoliberal que se perfilaba en el horizonte. Comenzó así la guerra infinita contra el terrorismo, eufemismo imperial y neocon con el cual se designó a la Contrarreforma capitalista e imperial con la que se pretendía concluir la conformación del mundo unipolar y de pensamiento único. O sea, el milenio definitivo de Das Kapital.
Han transcurrido 13 años desde entonces. El PNAC no logró vencer, ni alcanzó sus objetivos estratégicos, al menos, no de la manera en que lo esperaba. Al producirse, en el 2008, la victoria electoral de Barack Obama, no tuvo más remedio que disolverse, oficialmente, para pasar a la clandestinidad bajo diferentes denominaciones. Desde el subsuelo, es el que ha vertebrado la rabiosa oposición contra su gobierno, que incluye las tácticas de barricada del Tea Party y la refinada contraguerrilla académica de Heritage Foundation y American Enterprise Institute.
Desde las catacumbas, los neoconservadores han logrado, poco a poco, doblegar al gobierno de Obama. Después de legarle guerras como las de Irak y Afganistán, que no se pueden ganar ni perder, pero que erosionan la credibilidad y evidencian las falencias de un estadista, han trabajado, con tino y acierto, para evidenciar las consecuencias de la guerra económica implacable, crisis incluida y los desastres del Obamacare. Hoy no puede hablarse del Obama demócrata e idealista de los primeros tiempos, sino de un frío emperador que cuenta, día a día, la posible sobrevida con honra que sus maniobras, no muy éticas que digamos, le garanticen.
Este Obama es el de la guerra de los drones; el que ha llegado a la conclusión de que no se puede admitir, por más tiempo, el triste espectáculo de un interminable río de féretros tocando las costas del país; el que no ha cerrado la Base Naval de Guantánamo; el que propició la subversión mercenaria en Libia y el linchamiento de Gadhaffi: el que ha otorgado los fondos para que la contra carnicera siria, Al Quaeda incluida, pueda destruir un país y masacrar a la mitad de sus habitantes, siempre que de ello resulte un Medio Oriente más supeditado a Israel y a los propios Estados Unidos; el que financia, organiza, dirige y protege a la canalla facha de la contra venezolana en sus intentos por destruir a la Revolución Bolivariana y detener los procesos de integración regional en marcha.
Evidenciando la lógica capitalista de la rentabilidad en las inversiones, el gobierno de los Estados Unidos, con el seráfico comediante Obama a la cabeza, ha terminado traicionándose a sí mismo y doblegándose a ante los chantajes y los golpes de sus acérrimos enemigos neoconservadores. Esto es lo que explica el paso de las tácticas de las guerras e invasiones infinitas, del Zar George W. Bush, al de las guerras de los drones y el atizamiento de las guerras civiles, del Zar Obama.
Lo que hemos presenciamos, sobrecogidos por la barbarie, en Libia, Siria y Venezuela, son itinerarios de una misma estrategia global que busca administrar los daños al liderazgo americano y garantizar, a la vez, el logro de sus objetivos estratégicos, los mismos que se planteó el Proyecto por el nuevo siglo americano”, hace ya 17 años. Obama es, sencillamente, el epígono o mayordomo demócrata diplomado de aquellos visionarios neoconservadores que, como Hitler en su día, soñaron con un milenio de predominio indisputado.
A manera de ejemplo de lo que espera a la Humanidad, de cumplirse estos designios, están las tristes imágenes de Ucrania entregada al poder facha: aves crucificadas, comunistas linchados, sinagogas quemadas, monumentos antifascitas derribados…
La implacable guerra contra la Revolución Bolivariana de Venezuela y el presidente Maduro es, apenas, una estación de este peregrinar de la infamia. Se habla de $ 5 mil millones de usd invertidos en Ucrania por el gobierno de Obama para comprarle una nación al emergente fascismo europeo. Cifras similares deben estarse invirtiendo en la adquisición de guarimberos, las voces de la CNN y una farándula comecheque arreada por Emilio Stefan y los periodistas desechables que ficha Carlos Alberto Montaner.
La geopolítica global apunta hacia una nueva etapa en los planes imperiales para lograr los mismos objetivos que en 1997. Solo han cambiado el color de la tez del Emperador y los métodos que usa para doblegar al mundo.
Asco de zares. Asco de sistema. Asco de epígonos. No pasarán.

Eliades Acosta Matos

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