La circulación laboral del COVID-19 es un hecho: no hay fábrica esencial que no tenga sus casos. En todas ellas empiezan a salir a la luz incumplimientos patronales de los protocolos indicados por la OMS, con el visto bueno del Estado Nacional y de la burocracia sindical. Los incumplimientos patronales y el ahorro en medidas preventivas amenazan con derivar en una ola de contagios masivos que haría colapsar la continuidad productiva. El Covid ya se cobró la primer victima en un trabajador de Alijor y la propia burocracia de la alimentación informa que ya tiene 145 trabajadores infectados. Está en curso una batalla fábrica por fábrica entre la salud de los trabajadores y las ganancias de los capitalistas.
Al comienzo de la cuarentena, por ejemplo, se dio una primera batalla en la avícola Granja Tres Arroyos: la inspección de Salud indicaba reducir la cantidad de envasadores por turno. La empresa propuso dividir los turnos, reduciendo la cantidad de horas trabajadas por persona. El STIA aceptó la propuesta, a pesar de que la adaptación al protocolo implicaba el descuento proporcional del salario. En la planta de Concepción del Uruguay, los delegados se plantaron y rechazaron los descuentos en asamblea. Finalmente, la empresa retrocedió solo en su planta entrerriana, continuando con la producción por fuera de los protocolos y descontando salarios en las otras. En Mondelez Pacheco, los trabajadores llevaron adelante un paro total de actividades frente a una cadena de contagios. La empresa se negaba a hisopar a los contactos estrechos y a parar la fábrica para sanitizar. El paro se terminó levantando por presión del STIA de Rodolfo Daer y, finalmente, la producción se reanudó. Los contagiados ya suman 29, pero los trabajadores sospechan que casos ocultos por el servicio médico. El mismo escenario ocurrió en la planta de Granja Tres Arroyos. En Felfort y en La Perla (IADA S.A.) los trabajadores tuvieron que parar para obligar a las empresas a cumplir con la sanitización de los establecimientos.
El retorno a la fase 1, anunciado por el “trío metropolitano” dejó de lado a los establecimientos industriales habilitados entre el 20 de marzo y fines de julio, por lo que el conjunto de las industrias que habían conseguido su certificado de esencialidad sigue produciendo normalmente. También se habilita a su cadena de proveedores, lo que convierte al listado de fábricas habilitadas en infinito. La adaptación de protocolos preventivos en esas industrias, según indica la Organización Mundial de la Salud, fue tan deficiente como los controles gubernamentales encargados de garantizarlos.
La lista de detección de casos en los últimos días habla por sí sola: en Alijor, Ledevit, Mondelez Victoria, Cerealko, Dai Angela, Okebon, Puratos, Bedtime, Fargo, Proteínas Argentinas, Saborísimo, Prosavic, frigoríficos Santa Giulia, Avellaneda y Frigolomas, en Fate, Bridgestone y Pirelli, Unilever Pilar, Unilever Tortuguitas, Danone, Acindar La Matanza, en los talleres ferroviarios, en decenas de sedes de supermercados, en el Subte, en Bagley Salto, Cattorini, Procter y la lista sigue. En cada uno de estos establecimientos se libra una batalla por el cumplimiento de los protocolos, el testeo a los contactos estrechos (área o sector), la sanitización de las instalaciones, etc.
Un aspecto central de estas peleas gira en torno al concepto de los “contactos estrechos” que manejan las empresas - “contacto de menos de 2 metros, mayor a 15 minutos, sin barbijos”, según definición de la OMS. Este concepto el que determina el cerco epidemiológico ante la aparición de casos positivos en las fábricas, es decir, quiénes deben ser testeados, Sin embargo, la circulación del virus continúa, con o sin barbijos. Por otra parte, obliga al trabajador contagiado a auto incriminarse: cualquier contacto estrecho que se denuncie implica una violación por parte de los trabajadores de las normativas sanitarias vigentes en la planta. De esta manera, los testeos a posibles contagiados, son reducidos al mínimo. La cuarentena obligatoria a los pocos “contactos estrechos” tampoco se cumple. Las patronales ahorran en testeos y en licencias, y apuran el reinicio de la producción a toda costa.
Bien mirado, el ahorro en testeos por priorizar las ganancias puede terminar siendo un tiro en el pie de las patronales. Ocurre que, si no realizan testeos masivos como reclaman en todos lados los trabajadores, el virus escapa al cerco epidemiológico y los contagios vuelven a aparecer. Así se terminaron multiplicando los casos en Felfort, Mondelez Pacheco, en el laboratorio Casasco, en Granja Tres Arroyos Capitán Sarmiento, entre otras. El contagio se expande a cada turno y a cada sector y las empresas vuelven a incumplir con la parada obligatoria para sanitizar, con los testeos y la cuarentena preventiva a los contactos estrechos. Este círculo vicioso entre contagios y ausencia de protocolo tiene como perspectiva a corto plazo el colapso de las industrias esenciales, poniendo en peligro el abastecimiento de la sociedad.
Como se ve, la pandemia agudizó las contradicciones entre el lucro capitalista y la salud de los trabajadores. Esto plantea la urgente necesidad de una coordinación primero en la defensa de un protocolo común .Gremios como el Sutna ya fueron a un paro nacional en defensa de un protocolo obrero. Este paro debe estar plantado además para todo el gremio de la alimentación para imponer la defensa d e la vida misma de los miles de trabajadores del gremio.
El avance de los contagios en todas las industrias esenciales deja planteada la necesidad de un congreso de trabajadores para debatir un protocolo obrero que priorice las inversiones necesarias de parte de las empresas, el pago a cargo de las mismas de los testeos de todos los trabajadores y comités obreros con poder de veto para que en el caso de no existan condiciones se pare la producción. Las patronales contagian, solo buscan defender sus guanacias, solo los trabajadores estamos en condiciones de garantizar nuestra propia salida económica y política.
Pablo Busch
06/07/2020
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