La asonada policial en la provincia de Buenos Aires tiene lugar cuando la bonaerense es denunciada por brutalidad policial indiscriminada, la desaparición y muerte de Facundo Astudillo Castro, y en especial cuando desde el campo de la reacción política, también anudada en el gobierno, hay un reclamo de mano dura contra las ocupaciones de terreno, que en diversos territorios es respaldada por caravanas de propietarios armados. En su conjunto, ocurre cuando el estrago social de la pandemia se reparte entre una miseria social creciente, de un lado, y financiaciones y negociados a los más concentrados grupos capitalistas. En semejante cuadro, una sublevación policial es la expresión de un estado agotado por la decadencia internacional de su régimen social – el capitalismo.
La asonada ha puesto de manifiesto el derrumbe fiscal y financiero que afecta al estado. El régimen político vigente no puede sostener ni a sus aparatos de represión, en momentos en que son convocadas a sofocar las expresiones cada vez más agudas de la crisis. Además de las ocupaciones de tierras, las tensiones generadas por el colapso sanitario, la descalificación económica y laboral del personal de salud, los despidos y el derrumbe de los derechos sociales adquiridos.
Los uniformados mostraron patrulleros desvencijados y salarios básicos de 30.000 pesos. Es una realidad que se puede ver en el IFE, en la masa monotributista, ni qué hablar de los jubilados o, en cualquier hospital público de la provincia, entre sus médicos o enfermeros, o en las escuelas desquiciadas y sus maestros. En el descomunal déficit habitacional. Alberto Fernández ha reducido a una cuestión de coparticipación, lo que es una crisis social monumental, lo cual deja al descubierto el enorme default político de la Argentina burguesa y pequeñoburguesa.
Esto significa que ha dejado al descubierto, en sólo nueve meses, el default político del gobierno del FdeT, que fue improvisado para evitar que el derrumbe del macrismo no encendiera una crisis revolucionaria. Los tironeos Frederic-Berni y el exhibicionismo mediático de este último destacan, con el perfil seguido por los acontecimientos, una vacancia política abismal. El macrismo y otros han tenido que salir a socorrerlo, para evitar ofrecer la intención de un golpe de estado inmaduro. Ni la oferta que hagan los ministros a los policías van a aflojar esta crisis, ni menos tiene el gobierno la posibilidad de enderezar una crisis de gobernabilidad.
La pandemia puso en evidencia algo más y harto conocido – que el aparato policial es una estructura en grado elevado de descomposición. Los salarios de indigencia apuntan a sostener un sistema de adicionales, que permite a la cúpula someter a la base a un sistema de servicio personal, porque de ella depende las asignaciones de estas llamadas horas extras. La decrepitud del sistema policial es de rango internacional, como lo demuestra la brutalidad policial en todos lados, y el entrelazamiento de la policía, e incluso el ejército, con el narcotráfico. La descomposición policial es un reflejo de la del propio régimen – en Brasil y Colombia sus gobiernos operan con fuerzas para policiales y milicias, y por lo tanto asesinato de luchadores, porque carecen de autoridad social incluso en su propio aparato legal. La policía paralela crece sin contención por medio de la seguridad privada, que ha alcanzado proporciones de ejército.
Por supuesto que la chirinada no atentó contra el ‘orden democrático’, ni tuvo esa intención, porque la policía no ofrece dirección política, sino que sigue aquella que le impone la clase dominante. La defensa de la democracia, en estas condiciones, constituye un apoyo incondicional, no ya a FdT sino a la coalición de facto con JxC. Alberto F y su amigo Larreta se re-juntaron ante lo ocurrido, con más empeño que antes, porque advierten que la desautorización flagrante a Berni, de parte de la policía, es un golpe a la Vicepresidenta, es decir a la columna vertebral del gobierno. Tirios y troyanos descubren con demora que CFK es un factor “de orden”. El kirchnerismo ni imaginó que iba a trastabillar por derecha. El desequilibrio completo del aparato de seguridad del estado, en medio de una pandemia que sacude hasta sus cimientos al capitalismo, es una señal ominosa para el sistema en su conjunto.
Aunque esgriman un reclamo salarial, los policías no pueden ser asimilados a trabajadores, porque operan disciplinados bajo un aparato cuyo objetivo es reprimir e incluso aplastar a los trabajadores, y siempre defender la propiedad del capital. Esto permite advertir que un arreglo de este conflicto, por parcial o mezquino que sea, constituye una amenaza para los trabajadores que luchan y para las familias que ocupan terrenos. Cuando los trabajadores hacen lo que esta vez la policía, viene la policía a reprimirlos.
El petitorio policial ha colocado también, otra vez, la cuestión de la sindicalización, que la Corte ya ha rechazado. Una organización` corporativa de los uniformados solamente servirá a la complicidad recíproca entre base y jerarquía, con todos los choques que genera la complicidad. La Bonaense comanda todos los récords de gatillo fácil.
El conflicto policial deja abierta una crisis política en permanencia. En la trastienda de los uniformados han operado los intendentes del conurbano, que recelan de Berni exigen un manejo propio de la ´seguridad´ y de sus cajas. Es previsible que el “Fondo” bonaerense anunciado por Fernández sea disputado febrilmente por estos caciques: la disputa por las ruinas del presupuesto público será el telón de fondo de una feroz disgregación de la coalición oficial. Sergio Berni va a quedar en el camino; practicó un bolsonarismo antes de tiempo. La salida de Berni mostraría los extremos de la debilidad política del gobierno.
Desde el corazón mismo del Estado, el régimen cuidado por BlackRock y el FMI ha mostrado su precariedad. Los trabajadores deben tomar cuenta de esta crisis para preparar una lucha por todos sus reclamos y conquistas, las arrebatadas y las amenazadas.
Marcelo Ramal
10/09/2020
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