El 3 de febrero de 1852, la batalla de Caseros marcó el final del gobierno de Juan Manuel de Rosas. Su régimen, sin embargo, estaba agotado desde tiempo atrás. El rosismo había favorecido a la oligarquía terrateniente con su política de apoyo a la concentración ganadera, proletarización del gaucho y fortalecimiento del aparato coercitivo del Estado. Sin embargo, “esta misma oligarquía comprendía que la nueva situación del mercado mundial planteaba la necesidad de estructurar un Estado nacional para aprovechar las oportunidades de la nueva coyuntura internacional” (1).
Para expulsar del poder a Rosas, después de más de 20 años de gobierno, fue necesario un frente de diferentes sectores nacionales y extranjeros. El “Ejército Grande”, que era dirigido por Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, representaba a los propietarios terratenientes del litoral. También eran parte los exiliados unitarios Bartolomé Mitre y Domingo Sarmiento, que representaban a los comerciantes porteños. Apoyaron también el gobierno colorado uruguayo y el Imperio esclavista del Brasil.
Caseros terminó con el rosismo e inicio proceso donde la oligarquía porteña viro hacia los autodenominados liberales. En realidad se trataba de Unitarios procapital británico. El rosismo comenzó a desmoronarse, antes y después de la batalla del 3 de febrero de 1852. La política de entrega de la banda oriental, sumada a su política de bloqueo económico al litoral y al Paraguay, allananó el camino para que se formara el frente que lo derrotó en Caseros.
Todo el aparato estatal rosista se pasó en bloque al bando vencedor de Caseros, lo cual demuestra que la caída de Rosas era una necesidad de la clase dirigente y no una contingencia bélica como nos quieren explicar los revisionistas nacionales y populares. En los meses posteriores al 3 de febrero, Urquiza quiso unificar el país apoyado por los terratenientes del litoral y las clases dirigentes de interior. Nacionalizó por unos días la aduana de Buenos Aires. Y pretendía poner la ciudad como capital de la nación. El frente victorioso en Caseros, entre los liberales porteños y el federal entrerriano Urquiza, estaba compuesto de intereses contradictorios. Los terratenientes y comerciantes porteños no estaban dispuestos a perder su lugar como provincia dominante.
Los ingleses que tenían buenas relaciones con el Restaurador, eran partidarios del libre comercio fluvial en todo el litoral; al igual que el imperio del Brasil, un fuerte representante de los intereses británicos en la región. A pesar de que Rosas, apenas cayó en desgracia, se escondió en la casa de un diplomático inglés (huyó en un buque de guerra británico y pasó el resto de su vida como un pequeño propietario en el campo del Reino Unido) los ingleses simpatizaban más con los liberales que les ofrecían un marco de mayor entrega semicolonial. Desarrollando mucho más las exportaciones de materias primas y la importación de manufacturas británicas.
Después de Caseros, en Buenos Aires los unitarios y federales se unen en el Partido Liberal para defender los privilegios porteños. Urquiza nombra un gobernador y cierra la legislatura porteña. El frente de Caseros voló por los aires y dio paso a otro periodo de las guerras civiles, entre porteños y el interior. Los porteños se levantan en armas el 11 de septiembre de 1852 expulsando a las fuerzas de Urquiza, para quedarse con la totalidad de los beneficios de la aduana. La misma recaudaba más que todas las otras provincias juntas por su activo y ascendente comercio con Europa.
De esta forma los liberales porteños se separan del resto del país. Lo cual reveló el carácter antinacional del mitrismo y de la burguesía porteña, que se oponía al proyecto urquicista de unificar el país: votar una Constitución y nacionalizar el puerto. En ese cuadro la victoria Mitrista solo fue posible a partir de la claudicación de Urquiza; quien prefirió seguir enriqueciéndose como socio menor de la provincia con mejor relación con el mercado mundial.
Pero la historia siempre se mira desde las necesidades del presente. Hoy los liberales reivindican a los Mitre. Presentan a la Argentina posterior a Caseros como una gran nación liberal, cuando en realidad se trató de una nación semicolonial del imperio británico.
Vladimir Lenin, en su libro El Imperialismo, definía a la Argentina como una “colonia comercial” de Inglaterra. Donde su dependencia económica (bancos, deuda, ferrocarriles) a los capitales ingleses le permitía a Inglaterra anexarse económicamente nuestro país sin violar su soberanía política. Esta entrega sistemática llevó a la argentina al subdesarrollo.
Los revisionistas nacionales y populares, que tratan de identificarse con Rosas, hoy pactan con el Fondo y van a un gobierno controlado por el FMI. Su política de ajuste y entrega de los recursos naturales, los ha hecho mirar con más cariño a Mitre y a su política reaccionaria y antinacional.
El fin del bloqueo y el pronunciamiento de Urquiza
En 1851 el bloqueo anglofrancés sobre el puerto de Buenos Aires se había terminado. Rosas para ello entregó: “La independencia de Uruguay”. Los mismos ingleses admitieron: “Con Rosas no teníamos ninguna disputa, excepto la independencia de la República Oriental”. Rosas con la Vuelta de Obligado (1845) defendió el derecho de la clase de los terratenientes a continuar su explotación del país, sin tutelas. Esto consistió en un acto de soberanía nacional. Pero sobre todo defendió los intereses de la aduana porteña que le cobraba impuestos a los terratenientes del litoral, del resto del interior y también a la nación paraguaya. Para defender estos privilegios en 1849 entregó la verdadera causa nacional en juego, que era “la defensa de la Banda Oriental como parte constitutiva de la Confederación. O sea, un único Estado en ambas márgenes del Plata. Permitió así que se consagrara la escisión promovida por Gran Bretaña durante treinta años, con Portugal primero y con Brasil después, como fieles aliados” (2).
De conjunto, el monopolio sobre la Aduana significó, para la clase de los hacendados de Buenos Aires y Rosas en particular, la llave maestra del poder. El tratado con Gran Bretaña permitió que Rosas prosiga con su política de impuestos. En este sentido, la Vuelta de Obligado fue el acto preparatorio de Caseros, porque condujo a la ruptura del frente único de los estancieros en el régimen federal. Rosas como gobernador de Buenos Aires ejercía la representación de las provincias ante el extranjero, según el pacto federal. Todos los años renunciaba a esta potestad a sabiendas que la misma sería rechazada. Pero el 1 de mayo de 1851, el pronunciamiento de Urquiza consistió en aceptar la renuncia de Rosas y asumir directamente las relaciones con el exterior de su provincia.
Urquiza fue respaldado por el gobernador correntino Benjamín Virasoro. Exigían la liberación del comercio fluvial, el fin de las aduanas interiores. “Bajo el rosismo los intereses estancieros y comerciantes del litoral crecieron bastante. Sobre todo durante el conflicto con Inglaterra y Francia, en este contexto probaron las delicias del libre comercio, como para seguir tolerando así nomás, que los estancieros porteños los explotaran con un puerto único” (3).
Pacho O’Donnell, un menemista hasta el final, que fue nombrado presidente del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico, durante el gobierno de CFK. Frente a los 170 años del pronunciamiento de Urquiza planteó: “Lo peor de Urquiza fue la traición a la Patria. Siendo jefe del ejército que Rosas había preparado para una guerra con Brasil, Urquiza se alía con el emperador de Brasil y da vuelta el ejército y la hace invadir su propio territorio para derrocar a Rosas (4)”.
El revisionismo está muy devaluado porque ha demostrado ser la otra cara nacional y popular de la historiografía oficial del Estado. Rosas entregó Banda Oriental en el tratado de 1849. También forzaba al Paraguay a pagar tributo al puerto de Buenos Aires por su comercio exterior. Y postergaba la unión nacional para no compartir los recursos de la aduana. En este sentido Rosas tampoco defendía la causa nacional. Se parecía mucho a su sucesor Bartolomé Mitre, que separó a Buenos Aires del resto del país para defender el monopolio de la aduana.
Urquiza consiguió el apoyo del imperio brasileño con tropas y préstamos. Los préstamos fueron otorgados por el banquero Maua, hombre del emperador brasileño y representante en toda la región de los intereses británicos. Los británicos tenían buenas relaciones comerciales con el Restaurador, según ellos mismos reconocían. Casi todos los artículos del campo y la ciudad eran de procedencia inglesa. Pero los emigrados Unitarios, Urquiza y los brasileños ofrecieron una mayor extensión de sus negocios y penetración de sus capitales. Los Colorados de Uruguay, prounitarios y brasileños, fueron activos colaboradores de la causa antirrosista. También formaron parte los Unitarios exiliados en Montevideo.
La Batalla de Caseros
El Ejército Grande contaba con 27.000 mil hombres. Primero ingresó en el Uruguay derrotando de inmediato a las tropas de Uribe sin combate. El mismo fue abandonado por Rosas, después del tratado de 1849. Luego ingresó en Santa Fe y avanzó hacia Buenos Aires. El gobernador santafesino huyó hacia la ubicación del Restaurador, pero no pudo evitar que se le sublevara una parte de la tropa. Rosas reagrupó a sus fuerzas y junto 25.000 hombres en su campamento de Santos Lugares. En la mañana del 3 de febrero, Rosas se entera de la deserción de su general en jefe Ángel Pacheco, quien se retiró con la excusa de estar enfermo. La moral en Santos Lugares estaba por el piso. Rosas asumió en forma personal la conducción de su ejército.
En el Ejército Grande en la función de boletinero y vestido con un raro uniforme de coronel francés “venía el ya célebre polemista Don Domingo Faustino Sarmiento. En la artillería un joven coronel que hacía versos malos y se llamaba Bartolomé Mitre. Ambos futuros presidentes de la república” (5). Las versiones de la participación de Mitre en la batalla de Caseros son muy diferentes. Él se atribuía un gran papel. Pero un anciano coronel de apellido Espíndola, que vivía en Entre Ríos, decía haberlo encontrado escondido tras un monte con su artillería. Al preguntarle qué hacía ahí, Mitre contestó: “estoy economizando sangre” (6).
La batalla duró casi seis horas, se desarrolló en la estancia de la familia Caseros. A pesar de chocar casi 50.000 hombres, las bajas no superaron los 500. Urquiza no logró imponer un mando único a su Ejército Grande. Cada jefe hizo lo que quiso. El mismo cargó al frente de su caballería entrerriana contra la izquierda de la línea rosista, abandonando la comandancia general. La infantería brasileña, junto a brigadas uruguayas y caballería argentina, tomó el palomar de la familia Caseros, situado a la derecha de las líneas rosistas, una vez que cedieron los flancos sólo siguió la resistencia en el centro.
Rosas al frente de sus tropas intentó contener la desbandada arengando y dando instrucciones permanentes. La caballería rosista rápidamente se desbandó en retirada. Chilavert (el primer fusilado por los vencedores) y otros resistieron en la artillería central hasta el final. El restaurador fue herido por un balazo en la mano derecha. En las primeras horas de la tarde abandona el campo de batalla al observar su derrota inminente. En el Hueco de los Sauces (actual Plaza Garay) redacta su renuncia. El restaurador se refugió en la casa de representante de negocios británicos y rápidamente se embarcó a Inglaterra para nunca más volver en vida al Río de la Plata.
El desmoronamiento del rosismo, saqueos y masacre
La demostración más acabada del agotamiento del régimen rosista, se relaciona con su desmoronamiento antes y después de Caseros. Los terratenientes, los funcionarios y políticos, se pasaron de inmediato al bando vencedor. “Al día siguiente de Caseros, terratenientes porteños, como los Anchorena, primos de Rosas, renegaban de su pasado rosista y trataban de congraciarse con las nuevas autoridades” (7). Vicente López y Planes, quien fue durante muchos años presidente de los tribunales rosistas, de inmediato se puso bajo la protección de Urquiza, quien lo nombró nuevo gobernador. Se mantuvo bajo la órbita del entrerriano hasta las vísperas del 11 de septiembre. Vélez Sársfield representó al restaurador en negociaciones con otros gobernadores y fue jurisconsulto del régimen rosista. Después de Caseros apoyó a Urquiza hasta que nacionalizó la aduana porteña. Junto a Mitre fue uno de los dirigentes de los Liberales. A estos se suma la deserción de Pacheco y la inmediata rendición de Mansilla.
La batalla de Caseros duró desde las 9.00hs hasta casi las 15.00hs. Pero la desbandada de las tropas rosista comenzó después de las 11.00hs aproximadamente. “La población porteña estaba consternada. Al mediodía, los primeros desbandados de las tropas rosistas empezaron a entrar a la ciudad con noticias aún confusas, pero dos horas más tarde los que llegaban portaban una certeza, la de la derrota” (8). Mansilla, quien dirigió la resistencia en la Vuelta de Obligado, era el comandante de la ciudad e intentó levantar alguna resistencia. Pero, como el conjunto de los rosistas, de inmediato decidió declinar, pactando con Urquiza utilizando la mediación de diplomáticos extranjeros. Las tropas de reserva que Mansilla quiso organizar rápidamente se disolvieron al enterarse del resultado de la batalla.
A las 16. 30 de ese mismo 3 de febrero marinos británicos y franceses se apostaron delante de la aduana, del banco y de las casas de sus agentes; también desembarcaron estadounidenses, suecos y sardos. El Estado rosista se había desintegrado y Urquiza no ingresaba a la ciudad; permaneció en la estancia de Palermo del recién caído Rosas. Los derrotados de Caseros volvieron a la ciudad y junto a parte de la población urbana pobre comenzaron a saquear de forma generalizada. Primero en la Recoleta, luego se extendieron en toda la ciudad. Los ricos horrorizados se organizaron y entraron al Fuerte que había sido abandonado con su armamento. Junto a las tropas extranjeras comenzaron a disparar contra los saqueadores. Urquiza después de unas horas mando tres batallones a la ciudad para unirse a las fuerzas del orden.
Suele atribuirse a Justo José de Urquiza el haber pronunciado en las horas posteriores a la batalla de Caseros la frase -ni vencedores, ni vencidos. Las “matanzas y asesinatos de inocentes en los días posteriores a la batalla de Caseros, ordenados o consentidos por Urquiza” desmienten la célebre pero falsa frase nunca pronunciada por el entrerriano” (9).
A las 24 horas de la derrota de Caseros comenzó una gran carnicería. Soldados rosistas, hombres civiles, mujeres y en algunos casos niños; comenzaron a ser fusilados en el mismo lugar donde eran pillados saqueando. Un representante de las tropas suecas dijo “nunca en mi vida vi tanto desprecio por la vida humana” (10). “Los muertos en esta masacre superan a los que perdieron la vida en la misma batalla. Llegaron a 600 los ejecutados, dentro de los cuales cayeron muchos inocentes”(11). Mientras tanto en Palermo también se fusilaba. El regimiento rosista de Aquino, de gauchos bravos que lucharon 20 años por Rosas, que resistieron hasta el final en la batalla de Caseros, fueron sentenciados en masa a muerte. Cuando se revirtió la sangrienta orden ya habían sido ejecutados 200 soldados.
Urquiza entró en Buenos Aires el día 20 de febrero, aparecieron por el bajo norte hasta el retiro. Ingresaron a la calle Florida y de ahí hasta el fuerte. Al frente de las tropas marchaba Urquiza, con la divisa punzo en su galera (histórico símbolo federal), lo cual no le gustó nada a los residentes de la ciudad. Y con un poncho a pesar del intenso calor de febrero. En algunas esquinas silbaron a las tropas brasileñas que venían en la retaguardia. En otras esquinas también había Unitarios que alentaban “a los nuevos libertadores”. El mismo Sarmiento testigo de los hechos relato: “Urquiza venía empacado” (12). Muchas ventanas cerradas, muchas caras serias, le habrán hecho sentir que por más que pisara con aires triunfantes las calles de Buenos Aires, nunca se ganaría el corazón de los porteños.
Después de Caseros la nueva guerra civil
Después de Caseros Urquiza asumió la representación con el extranjero. Nacionalizo la aduana de Buenos Aires y pretendía organizar el país nombrando capital a Buenos Aires. Los Liberales, antiguos Unitarios emigrados, de inmediato comenzaron a constituir un frente con los estancieros porteños. El objetivo era defender a capa y espada los antiguos privilegios sobre la aduana porteña. Era un frente contra “el nuevo tirano Urquiza” que pretendía organizar el país bajo la preponderancia de los terratenientes del litoral, en un frente con las élites del interior. Urquiza fue utilizado por los liberales como un ariete contra Rosas y luego rápidamente descartado. Los liberales obtuvieron la mayoría en la legislatura bonaerense. Urquiza la disolvió.
Urquiza intentó una rápida organización constitucional del Estado a nivel nacional. El objetivo de la política de Urquiza era la unificación nacional, pero no subordinada a los intereses de Buenos Aires. El proyecto urquicista entró en contradicción con los intereses de la burguesía porteña poco tiempo después de Caseros y la provincia de Buenos Aires se separó de la Confederación. Los porteños se levantaron en armas el 11 de septiembre de 1852. Se estableció así una tensión entre ambos bloques que duraría nueve años. Buenos Aires presionaba al resto de las provincias con su control de la Aduana, único punto de salida y entrada de mercaderías a todo el territorio. En Buenos Aires, el régimen de Bartolomé Mitre se convirtió en la continuidad del rosismo, pero ya sin la presencia del Restaurador.
“La separación de Buenos Aires reveló de manera dramática el carácter antinacional del mitrismo y de la burguesía porteña, que se oponía a la intención urquicista de unificar el país. Mitre figura principal, si las hay, de dicha burguesía prefería la separación de Buenos Aires y su independización, es decir la fragmentación nacional antes que la organización nacional con los porteños en una posición subordinada. Esto implicaba la liquidación de la Argentina como nación, aún antes de haberse realmente constituido” (13).
En definitiva Buenos Aires no llegó a las últimas consecuencias solo porque Urquiza tampoco lo hizo. La victoria mitrista no hubiera sido posible sin la claudicación de los terratenientes del litoral después de la segunda batalla de Cepeda y Pavón. “En muchas ocasiones pudo Urquiza aplastar militarmente a la oligarquía porteña y, sin embargo, prefirió la conciliación” (14). Seguramente considero que aplastar a los porteños sería perjudicial para sus negocios con el extranjero. La alianza entre las burguesías terratenientes de Buenos Aires y del Litoral es lo se logró después de estos enfrentamientos. Con Buenos Aires como provincia dominante.
Después de Cepeda y Pavón, Urquiza se retiró y le dejó el camino libre a Mitre para la sangrienta constitución del Estado nacional bajo la hegemonía porteña y del capital británico. Mitre junto a Sarmiento asesinaron a todas las voces opositoras del interior. Así sofocaron la rebelión de Varela, el Chacho Peñaloza y López Jordán. Y al mismo tiempo, continuando la guerra contra el interior con los antiguos socios de Caseros, llevaron la masacre a las tierras de la república hermana del Paraguay.
Mitre y su Estado mayor antes de Pavón
En el 2010 CFK, siguiendo el libreto revisionista, planteó “nosotros perdimos en Caseros”. Pero mirando los hechos de más cerca, más que al Restaurador se parecen a los liberales mitristas. Que tenían una política de entrega total al capital britanico para desarrollar los intereses exportadores de los oligarcas bonaerenses. Los K siempre se definieron como pagadores seriales de la deuda. y ahora el gobierno nacional y popular llegó a un nuevo acuerdo colonial con el FMI. Por esto debe ser que O’Donnell en un nuevo revisionismo sui generis lo define a Mitre como “un personaje extraordinario”. Pero esto no nos debe llamar la atención, después de todo comparten la política de entrega nacional al imperialismo.
Leo Furman
Notas
1- En defensa del Marxismo. Número 38. Año 2010. Algunos apuntes sobre el mitrismo y la organización nacional. 2- Christian Rath. La Vuelta de Obligado. Prensa Obrera 18-11-2010. 3- Milcíades Peña. Historia del Pueblo Argentino. La era de Mitre. 4- Revista Noticias. Pacho O Donnell. lo de Urquiza fue una traición . 5-Ernesto Palacio. Historia de la Argentina. Tomo II. La Confederación lucha por la unidad y el poder. 6- Alfredo F. de Urquiza. Campañas de Urquiza. Rectificaciones y ratificaciones históricas. Buenos Aires. 1924. Atilio García Mellid. Proceso al Liberalismo Argentino.p.301. 7-Felipe Pigna. 8-Gabriel Di Meglio. El día que saquearon Buenos Aires. Viva Clarín 24-01-22. 9-Infobae.¿Ni vencedores ni vencidos? Pablo Yurman 3 de febrero de 2022. 10- Gabriel Di Meglio. El día que saquearon Buenos Aires. Viva Clarín 24-01-22. 11 y 12-Ernesto Palacio. Historia de la Argentina. Derrota de la confederación. Gobiernos de emigrados. 13-En defensa. Algunos apuntes sobre el mitrismo. 14- Milcíades Peña. La era de Mitre.
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