El discurso de Alberto Fernández anunciando la guerra contra la inflación suscitó un gran revuelo. La consideración generalizada es que el presidente no anunció nada salvo un par de medidas aisladas, presentadas con el propósito de impedir una suba mayor del precio de los productos derivados del trigo.
Hoy se conocieron los decretos por el cual, en uno, se produce un aumento de dos puntos (del 31% al 33%) en los derechos de exportación (retenciones) de los productos de la harina y aceite de soja, y un 1% para el biodiesel; y el otro referido a la creación de un Fondo de Estabilización del Trigo, una suerte de fideicomiso (cuyo mecanismo exacto no se conoce aún) destinado a garantizar que el mayor precio internacional de comercialización del cereal no se traslade a los precios internos.
El presidente en su discurso justificó el aumento de estos productos como resultado de la guerra en Ucrania, sin explicar que la suba de los mismos es previa a la guerra como lo revela el informe del Indec, y por otro lado ocultando que Argentina es productora de cereales y que por lo tanto no depende de los costos internacionales para la producción de los mismos. Mintió que “el valor de los cereales se forma en el mercado internacional”, porque los precios internacionales no responden al valor de producción en la Argentina. Por otro lado en la formación de los precios internacionales opera el capital elevando sus precios como refugio de la especulación financiera que invierte en commodities. Es decir, que el traslado del aumento a los precios internos responde a los negocios del capital agrario y a un grupo de 20 exportadoras como Cargill, Cofco, Bunge&Born, Vicentin y otras. El “fondo de estabilización” es un “precio sostén” para garantizar las ganancias siderales de esos grupos, más allá de su dudoso resultado para rebajar el precio del pan o los fideos. Dicho de otro modo, la módica suba de las retenciones va derechito a los bolsillos de otros capitalistas y en algunos casos de los mismos.
Llamativamente AF no dijo una sola palabra sobre el aumento de los combustibles y la producción de energía que sí depende, en parte, de los precios internacionales ya que Argentina es importadora porque la desinversión de los pulpos que operan en el sector sigue impidiendo el autoabastecimiento.
El carácter anodino del discurso y vacío de medidas para ir a la anunciada “guerra contra la inflación” no debe ocultar que en realidad el presidente está comprometido con el plan del FMI que se vale de la inflación, entre otros recursos, para descargar el ajuste contra las masas. ¿Podría haber otro plan, cuando el discurso empezó festejando el acuerdo y la aprobación por el parlamento nacional? Hacerlo sería poner en peligro los desembolsos que el FMI tiene que efectuar para impedir el default y que serán aprobados monitoreando el cumplimiento del acuerdo en tiempo real.
Y eso ya está en curso. La devaluación oficial avanza sostenidamente. Aumentó la tasa de interés. Los recortes al gasto también. La pauta salarial por debajo de la inflación más que confirmada con el acuerdo sobre el salario mínimo.
Alberto no tiene más para decir que lo que firmó y el Congreso aprobó. El discurso de la guerra contra la inflación es la expresión de un gobierno que carece de independencia y margen de acción, es el de un administrador de lo que el FMI acepte. Las características coloniales han sido llevadas a un escalón aun superior.
Un último señalamiento. AF invocó a la unidad, al trabajo en común, etc., etc. y prometió reunir a todos los sectores en una misma mesa; empezando por la burocracia de la CGT y la cúpula de la UIA. Su función será convalidar con las burocracias sindicales las pautas de depresión del salario 40/45%, contra una inflación que marcha al 65% anual según los dos primeros meses del año. Pautas que Guzmán y Moroni tratan de imponer en todas las paritarias con el aval de los Daer, los Moyano, los Yasky y los Godoy. Es, también, la confirmación de que la puesta en marcha del pacto colonial con el FMI requiere buscar un equilibrio entre las demandas “sectoriales”, algunas de ellas opuestas. La crisis política que el acuerdo con el FMI terminó de dejar expuesta indica que el gobierno va a un serio fracaso en su intento. Pretender un gran acuerdo a horas de que la quiebra de la coalición oficial pegó un nuevo salto revela que la desorientación es lo que abunda.
El movimiento de lucha del movimiento piquetero independiente y del sindicalismo combativo, como se demostró el martes y miércoles se postula activamente para defender a los trabajadores de las consecuencias del rumbo que tomó el gobierno. Nuestro desafío es extenderlo a todo el movimiento obrero, que en conjunto es el único capaz de derrotar el pacto colonial.
Eduardo Salas
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