Joe Biden prometió que America está de regreso, y pues, hay que reconocer promesas cumplidas: Estados Unidos está regrese, y regrese y regresando.
Primera escala de un viaje de regreso, repleto de nostalgia: el retorno a la guerra fría. Los rusos han retomado su papel de los malos de la película, Washington está de regreso como guardián mundial de la democracia; ay, todo como en los viejos tiempos. Ah, y a la vez, también ha regresado eso que se hacía en esos buenos tiempos: los cambios de régimen.
En su discurso en Polonia, elaborado para ser proclamado histórico de inmediato, comparado con el de JFK en Berlín y el de Reagan sobre el muro (los grandes discursos de la gran guerra fría), Biden culminó con la frase, en referencia a Putin: este hombre no debe permanecer en el poder. La Casa Blanca difundió el discurso con el grandioso y nostálgico título de: Esfuerzos unidos del mundo libre en apoyo del pueblo de Ucrania.
Poco después, altos funcionarios de la Casa Blanca aclararon a medios, sin humor, que el presidente no estaba proponiendo un cambio de régimen cuando dijo que Putin no debe permanecer en el poder. Al parecer aún no tienen una frase nueva para diferenciar lo que dijo el estadunidense después de que Washington acusó al ruso de tener ese mismo objetivo en Ucrania. Pero Estados Unidos está de regreso con una práctica que ha usado durante más de un siglo aunque, eso sí, siempre en nombre de la democracia.
Políticos como Biden, quienes no aceptan responsabilidad para nuestros bien documentados crímenes de guerra, pulen sus credenciales morales al demonizar a sus adversarios. Saben que las posibilidades de que Putin enfrente la justicia es cero. Y saben que las posibilidades de que ellos mismos enfrenten la justicia es cero, afirma el periodista y autor Chris Hedges en Scheerpost.com. Los estadunidenses nunca han tenido que rendir cuentas, incluso en casos en los que fueron acusados por librar guerras de agresión criminales bajo las leyes pos-Nuremburg; la mismísima acusación que ellos ahora hacen contra Rusia. Hedges explica que nuestros crímenes de guerra no cuentan, y tampoco cuentan las víctimas de nuestros crímenes de guerra. Y esta hipocresía hace que un mundo basado en reglas, uno que cumpla con el derecho internacional, sea imposible.
El fallecimiento de Madeleine Albright, la primera mujer canciller de Estados Unidos, la semana pasada, también provocó elogios nostálgicos de Estados Unidos y su misión sagrada como líder del mundo libre. Casi nadie en los circuitos oficiales recordó que en 1996, ella justificó oficialmente, en entrevista con CBS News, la muerte de medio millón de niños a causa de las sanciones estadunidenses contra Irak al declarar que el costo valía la pena (aunque ella después insistió que fue una declaración estúpida).
Tampoco se ha recordado, que durante la presidencia de Clinton, en 1999, Albright fue la principal halcón en la guerra que lanzó a la OTAN encabezada por Estados Unidos contra Serbia –sin autorización de la ONU–, en la cual bombardearon zonas civiles enteras en Belgrado y otros lugares durante 78 días.
Pocos años después, el entonces senador Biden votaría a favor de la invasión a Irak impulsada por George W. Bush, otra guerra no autorizada por la ONU, no provocada. O sea, mucho de lo mismo de lo que ahora se acusa a Moscú.
Pero para gran parte de la cúpula política, este regreso a tiempos tipo guerra fría es bienvenido. Pueden desempolvar la retórica vieja ya bien ensayada, incluyendo alertas sobre la amenaza nuclear presentada por los enemigos del mundo libre.
Hay un pequeño problema: los rusos ya no son comunistas o marxistas; entonces tienen que eliminar esos términos de la narrativa oficial, pero aparentemente no todos en este país se han dado cuenta: como protesta contra la invasión rusa a Ucrania, la Universidad de Florida removió el nombre de Karl Marx de una de sus salas de estudios. Aparentemente nadie les informo que Marx era alemán, no ruso.
Estados Unidos ha regresado… ¿o retrocedido?
David Brooks | 29/03/2022 |
Fuentes: La Jornada
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