Como parte de las sanciones económicas contra el pueblo ruso, el presidente de Estados Unidos ha cortado la importación de petróleo desde Rusia. Para compensar la importación desde ese país, el gobierno de Joe Biden, a través de su secretaria de Energía, Jennifer Granholm, pidió producir más hidrocarburos en ese país. A su vez, busca anudar acuerdos con otros países proveedores, como Venezuela. En el caso de Irán, hay conversaciones en marcha para retomar el acuerdo nuclear roto durante la gestión de Donald Trump. Para golpear a Moscú, los yanquis se ven obligados a darle aire político a otros rivales. En sectores de la derecha venezolana han caído muy mal las negociaciones Biden-Maduro.
Si bien desde hace un año las importaciones de hidrocarburos desde Rusia han caído a la mitad, aún EEUU importaba más de 12 millones de barriles anuales en diciembre del 2021 (ver gráfico).
El tema es que, como dijo un ministro de Alfonsín en su tiempo, las empresas “contestaron con el bolsillo” y se preocuparon de dejarlo absolutamente claro en el reciente Congreso Internacional de Energía celebrado en Houston.
Los CEOs de multinacionales claves del sector exploración y extracción han manifestado que no ven condiciones para incrementar la producción local, ni de realizar mayores inversiones. Un peso pesado como Pioneer Natural Resources dijo que “los inversores ven que el aumento del precio del petróleo es a corto plazo y no quieren que las empresas inviertan capital para una producción que podría tardar 18 meses en entrar en funcionamiento. Nadie cree que este problema sea de largo plazo” (Econojournal, 11/3).
Por su parte, la ConocoPhillips opina que “aumentar la producción en una situación de alta inflación de costos rara vez funciona para la industria. Históricamente, acelerar la inversión en un entorno inflacionario nunca ha sido una buena idea”.
Dicho esto cuando Estados Unidos vive la inflación más alta de los últimos 40 años, es un rotundo no.
En tanto, una directora ejecutiva de Occidental Petróleum habló del “Vaca Muerta” yanqui. Y fue lapidaria: “Permian, una de las principales formaciones de shale oil del país, ya está produciendo a niveles cercanos al pico anterior a la pandemia, aunque existen desafíos para incrementar aún más la producción. Parte de la dificultad es la necesidad de compensar las caídas de los pozos en la región que ya pasaron su punto máximo. Otros obstáculos al crecimiento están repercutiendo en toda la economía, incluida la escasez de mano de obra y los problemas para asegurar las materias primas”.
Expuso así una limitación estructural en la producción de shale oil: la rápida caída de producción de los pozos de hidrofractura. Y también una limitación coyuntural, como la falta de mano de obra capacitada y las dificultades de importación que provoca la guerra comercial a escala del mercado mundial.
Las petroleras y los fondos de inversión que operan a través de ellas no están entusiasmados en seguir enterrando capital ni siquiera con precios de U$S 130 por barril o U$S 50 el millón de BTU. Lo consideran pasajero. Pero tampoco estaban invirtiendo con precios menores pero muy altos como los U$S 80 por barril previo a la guerra en Europa.
Los capitales financieros esperan el alza de la tasa de interés de los bonos norteamericanos, un refugio que consideran más seguro. La aspiradora de fondos que implicará esta medida, agravará la huelga de inversiones, incluso en el sector energético.
Todo lo cual es trasladable, y aún a una escala superior, a la realidad de Vaca Muerta en Argentina. Por lo tanto, los problemas de Biden (mayor endeudamiento, tasas positivas, huelga de inversiones, etc.) son, a otra escala y con otros recursos, los que sufre el muy “tercermundista” albertismo.
El capitalismo y su crisis histórica, con su secuela de guerras comerciales y militares, traslada su decadencia a la periferia y potencia el planteo de socialismo o barbarie.
Norberto E. Calducci
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