El documental está disponible en la plataforma Netflix.
En febrero se estrenó a través de la plataforma Netflix un documental de Rory Kennedy que investiga dos accidentes de aviones elaborados por Boeing, ocurridos en 2018 y 2019, y su relación con las mentiras y omisiones de la compañía para reducir costos.
Para ponernos un poco en contexto, recordemos que Boeing es uno de los mayores fabricantes de aeronaves del mundo. La emblemática multinacional estadounidense produce no sólo aviones comerciales sino también militares (de hecho, fue la fabricante del Enola Gay que arrojó la bomba atómica en Hiroshima, y de los B-52 que lanzaron napalm en Vietnam).
El 29 de octubre de 2018 un vuelo de Lion Air (la mayor aerolínea lowcost de Indonesia) cayó a poco de despegar de Jakarta, perdiéndose la vida de 189 personas. Tras la tragedia, los directivos de Boeing respondieron culpando a los pilotos. Sin embargo, la investigación demostró que la aeronave se había estrellado debido a una falla en el sistema de estabilización (MCAS) incorporado a los nuevos modelos 737 MAX. Los pilotos no sabían de la existencia de tal sistema antes del accidente. Es por eso que, con posterioridad a la masacre, la empresa decidió hacer una suerte de capacitación e informarles que, en caso de error o falla técnica, debían apagar el sistema MCAS. Sin embargo, el 10 de marzo de 2019, cuatro meses y 10 días después de la masacre en Indonesia, otro 737 MAX colisionó en Etiopía. Allí, 157 personas fallecieron. La caja negra del avión demostró que los pilotos habían apagado el sistema de estabilización tal como la empresa había indicado. Sin embargo, la falla volvió a producirse, evidenciando la responsabilidad de la compañía por el diseño defectuoso de la aeronave.
El documental incluye entrevistas a familiares de víctimas y a especialistas en la temática, analizando cómo el origen de los accidentes puede situarse en las políticas de Boeing para aumentar su margen de ganancia. Se explica que a partir de la década del ’90 se produjo un cambio en la cultura corporativa, priorizándose el crecimiento de las acciones y los márgenes de rentabilidad por sobre los controles de calidad, lo que trajo como consecuencia una reducción de presupuesto que a su vez redujo la fuerza de trabajo y los chequeos de seguridad. Se sugiere que los directivos de Boeing eran plenamente conscientes de las fallas, pero aún así hicieron lobby para que el modelo 737 MAX siga volando. Esto expresa la incompatibilidad entre la dinámica de la economía capitalista y el desarrollo de la humanidad.
Luego del segundo accidente los aviones fueron puestos en tierra y sus vuelos suspendidos en la mayoría de los países del mundo. Esto generó pérdidas millonarias para Boeing y para las aerolíneas. Las investigaciones demostraron que la reducción de costos llevó a un diseño defectuoso. Por ese motivo, la empresa fue condenada a pagar grandes cantidades en indemnizaciones. Es en ese marco que el Estado yanqui trató de rescatar a la empresa, evidenciándose una vez más el rol parasitario que cumple la burguesía en esta etapa de capitalismo en decadencia. Concretamente, la empresa solicitó un rescate de 60 mil millones de dólares a la Reserva Federal. Si bien finalmente este crédito no se concretó ya que Boeing obtuvo financiamiento de manera privada, la empresa no ha cerrado la puerta a la búsqueda de ayuda estatal en el futuro, mientras ha hecho una reducción importante de personal (en 2020 hubo miles de despidos y “retiros voluntarios”).
Cabe mencionar también el impacto de la guerra comercial en la fabricación aérea. La estadounidense Boeing tiene una rivalidad histórica con la europea Airbus por la captura de los mercados, pero Washington y Bruselas arribaron recientemente a un acuerdo para rebajar subsidios e impuestos cruzados en aras de una alianza contra un enemigo en común: Comac, la empresa aeronáutica estatal de China.
La persecución del lucro capitalista lleva inexorablemente al empeoramiento de las condiciones de vida de la humanidad y a la guerra. La dicotomía es clara: socialismo o barbarie.
Rodrigo Martin
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