A través de esta empresa que cuenta con el apoyo de otros militantes conocidos por Trepper en su militancia en Palestina crea lo que se conoció como “La Orquesta Roja”, una red distribuida por Lieja, Gante, Bruselas, Ginebra, Estambul, Atenas, Belgrado, Viena, Roma, Lyon, Ámsterdam, Madrid, Barcelona, Amberes, Estocolmo, Copenhague, Marsella, Lille, París (solo allí había 30 transmisores) y Berlín, funcionando en los altos mandos nazis y siendo uno de los mayores dolores de cabeza del nazismo.
“Los pianistas”, como se llamaba a los que tecleaban en las noches la información que iban recolectando hacia el Centro (Moscú), sacaban información de hombres de negocios, amas de casa, nobles y estaban enquistados hasta en los mandos más altos del Reich, como es el caso Harro Schulze-Boysen, lugarteniente de aviación, y su esposa Libertas Haas-Heye que no sólo recolectaban información crucial sino que reclutaban instrumentistas para la orquesta.
Otro espía ruso, Richard Sorge, infiltrándose en la diplomacia del Reich en Japón fue el que informó a Stalin que la Wehrmacht atacaría Rusia, pero ¿cuándo? y fue La Orquesta Roja la que precisó la fecha: el 22 de junio. La historia es conocida y hasta que no fue destruida parte de la aviación rusa, el sepulturero de la revolución de Octubre no se dio por anoticiado.
Como relata en su autobiografía, El gran juego, cuando se le propone esta empresa, Leopold Trepper dice: “Entre el martillo de Hitler y el yunque de Stalin, la ruta era angosta para los que seguíamos creyendo en la revolución. Pero, por encima de nuestra turbación y de nuestras angustias, se imponía la defensa de la Unión Soviética, aunque esta hubiera deja de ser la patria del socialismo que nosotros anhelábamos”.
La novela de Perrault nos habla de que aún en las condiciones más duras, cuando las convicciones y la lucha por la vida se ponen a prueba día a día, los fascismos pueden ser derrotados.
Luis Mauregui
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