lunes, abril 04, 2022

Malvinas, 40 años: mucha colonia y nada de patria


Reivindicamos la soberanía argentina sobre Malvinas 

 A pocos días del 40° aniversario de la incursión militar en Malvinas es significativo que no haya agitación oficial de relieve al respecto. Desde luego, habrá discursos de ocasión, porque de la boca para afuera los partidos patronales reivindican la “soberanía sobre Malvinas”. Sin embargo, son evidentes los límites para cualquier demagogia nacionalista. Sucede que, en forma sintomática, el 40° aniversario encuentra a la Argentina envuelta en una enorme crisis social, política y económica vinculada en forma transparente con su carácter semicolonial. Estamos transitando el vigésimo tercer acuerdo con el FMI, que contó con el apoyo compacto de todas las fuerzas patronales. Incluso aquellas que posaron de díscolas, como el cristinismo, se apresuran a mostrar que no sacan los pies del plato que cocinan los imperios. CFK, de hecho, se reunió esta semana con el embajador norteamericano. La otra gran coalición de la política patronal tiene un cipayismo indisimulable, al extremo de que Patricia Bullrich llegó a proponer la cesión definitiva de Malvinas en una negociación con Pfizer. ¿Alguien imagina un reclamo soberano serio por parte de esta gente en este contexto? 
 El Partido Obrero se para desde otro lugar para afrontar el aniversario. Reivindicamos la soberanía argentina sobre Malvinas en forma incondicional, pues la usurpación británica sobre las islas constituye un robo de un país imperialista, que se beneficia económica y militarmente por ello y, por lo tanto, refuerza la opresión sobre sus colonias o semicolonias. De hecho, consideramos que la incapacidad de todos los gobiernos para ejercer consecuentemente la recuperación de ese territorio robado se deriva directamente de los mil lazos que unen al imperialismo con esos gobiernos, y especialmente a sus “mandantes” (la burguesía nacional). Así, la memoria de los soldados caídos y las condiciones de vida de los excombatientes fueron mancilladas sistemáticamente por el Estado.
 Desde esa posición, no apoyamos en tiempo real la incursión de Leopoldo Galtieri porque “la acción tiene una apariencia antiimperialista, pero su proyección real es un mayor sometimiento al imperialismo” (Política Obrera, periódico antecesor a Prensa Obrera, número 328, 5 de abril de 1982). Este rechazo no lo hacíamos desde la neutralidad: “si se da una guerra, no es por patrioterismo sino por auténtico antiimperialismo que planteamos: guerra a muerte, guerra revolucionaria al imperialismo” (ídem). La dictadura genocida emprendió una aventura militar como manotazo de ahogado para encolumnar a toda la Nación detrás de ella, frente a una crisis que se avizoraba como definitiva. Los partidos patronales -que luego gobernaron en “democracia”- apoyaron esa iniciativa, al extremo de concurrir al acto de asunción del gobernador designado en Malvinas el 6 de abril de 1982, compartiendo viaje con Jorge Rafael Videla. Posteriormente, los reclamos no pasaron de discursos de ocasión en foros internacionales, mientras la depredación económica de la zona por parte del imperialismo siguió su curso sin obstáculos.
 En este 40° aniversario elaboramos una amplia variedad de contenidos audiovisuales y escritos que profundizan los conceptos esbozados arriba, aportando al balance y conocimientos históricos de lo sucedido en la guerra. Entre otras cosas, realizamos un video que repasa las causas de la política dictatorial. En este material se resalta un aspecto que no suele ser tenido en cuenta en las interpretaciones corrientes del inicio de la guerra: el problema de cómo procesar en una eventual transición “democrática” las 30 mil desapariciones ejecutadas por la Junta Militar. La dictadura quería impunidad para sus crímenes y la guerra debía servirles para ello. A la vez, el video pasa revista por la recomposición de las luchas obreras desde 1981, como un factor decisivo que se complementaba con la crisis “por arriba”, pues la burguesía ya manifestaba disconformidad con el gobierno militar. También se explica con ejemplos concretos la sumisión inquebrantable de la junta dictatorial respecto del imperialismo, tanto que ni siquiera durante la guerra cesó el pago de la deuda externa. Es interesante recordar que los militares tenían expectativas en un apoyo de un imperialismo contra otro, esto es, que el gobierno yanqui devolvería “favores prestados” por la dictadura a la contrarrevolución en América Latina. En forma complementaria a una primera aproximación audiovisual, publicamos sendos artículos que desarrollan con mayor profundidad estos temas. Se podrán leer, entre otros textos, un examen de las características que asumió la bancarrota económica que afrontaba el país, al tiempo que recuerdos vivos de la gran movilización obrera del 30 de marzo de 1982, cuando decenas de miles de trabajadores y trabajadoras combatieron cuerpo a cuerpo durante horas con la represión al grito de “se va a acabar la dictadura militar”. El impacto de la guerra en el arte será comentado en dos artículos sobre algunas películas y discos relacionados con estos hechos. 
 Como señalamos arriba, el Partido Obrero no es solo comentarista del pasado, pues participó activamente con su militancia y su política en tiempo de los acontecimientos. Por eso, entre los materiales audiovisuales se encuentran entrevistas a compañeros y compañeras que protagonizaron episodios de lucha muy relevantes en aquel entonces. Daniel Sierra, Eduardo Martínez, Ileana Celotto y Rafael Santos dan testimonio de diversas acciones, entre las que se incluyen los comités de solidaridad, que recogieron la inmensa solidaridad popular “por abajo”, venciendo con diversas iniciativas la represión oficial. 
 La lucha por la soberanía nacional es imposible si no es consecuentemente antiimperialista. Por eso, la actualidad de Malvinas no se restringe a un problema territorial, sino al conjunto de las relaciones sociales que condicionan a nuestro país, como se sufre con tanto dramatismo en el pacto con el FMI y la dependencia colonial respecto del capital financiero. Romper con toda esta cadena de opresiones es una tarea reservada a un gobierno de trabajadores y trabajadoras. 

 Alejandro Lipcovich

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