La diferencia entre Lula y Bolsonaro fue de más de 6 millones de votos: 57.257.473 votos contra 51.071.106 del actual mandatario. Una distancia de más de 5 puntos que dejó a Lula en el 48,43% de los votos contra 43,20% de su rival. Una elección altamente polarizada (91,6%) que dejó al tercer y cuarto candidato con apenas 4,16% (Simone Tebet, del MDB) y 3,04% (Ciro Gomes, PDT) respectivamente.
En las última semanas –a caballo de los apoyos que recibió de entidades empresarias, gobiernos imperialistas (Biden, etc.) y la prensa mundial- se propagandizó la perspectiva de que Lula sacara más del 50% y ganara en primera vuelta.
Pero la realidad fue diferente. Si bien Lula creció, no alcanzó el triunfo en el primer turno, y el que sí tuvo un crecimiento notable fue Bolsonaro (del 35 al 43%) que ninguna encuestadora o analista político pronosticó. Habrá segunda vuelta definitoria el 30 de octubre.
El triunfo de Lula dejó, sin embargo, a sus huestes con un sabor amargo que se potencia con la realidad política que dejó instalada la elección.
Los números electorales indican que incluso un eventual triunfo de Lula para presidente el próximo 30 de octubre, se vería rodeado por avances importantes de la derecha bolsonarista y sus aliados. Han sacado más diputados para el parlamento: 273 contra 138 de Lula y sus aliados. En Senadores fueron electos 14 bolsonaristas contra 8 lulistas y 5 independientes. Importantes gobernaciones han sido ganadas por la derecha (Río de Janeiro, San Pablo, Minas Gerais, etc.). Ministros derechistas que renunciaron a sus puestos para poder presentarse como candidatos (el vicepresidente Hamilton Mourao; Ricardo Salles, el ministro de Medio Ambiente acusado de complicidad en la deforestación patronal del Amazonas; el general Eduardo Pazuello, que ofició de ministro de salud durante la pandemia, responsable de la catástrofe de casi 700 mil muertos por Covid; etc.) han sido en su mayoría elegidos para los parlamentos. Las Fuerzas Armadas mantienen un bloque de legisladores, igual que la derecha del agropoder y el bloque evangélico.
En caso de triunfar estará condicionado y deberá convivir con la derecha, sin excluir al bolsonarismo mayoritario en el Congreso y al frente de importantes y estratégicos distritos, como Río de Janeiro, San Pablo y Rio Grande do Sul.
En prensaobrera.com (14/9) habíamos señalado: “Si bien Lula venía manteniendo una preeminencia electoral de unos 10 puntos sobre Bolsonaro, recientes encuestas estarían dando que esa diferencia se ha reducido, cayendo un poco Lula y creciendo en la misma proporción Bolsonaro”. La causa de este descuento preelectoral de Bolsonaro está asentada en las medidas sociales que adoptó a último momento (incremento de los subsidios a los desocupados en más de un 50%, eliminación de impuestos sobre el consumo y disminución del precio de las naftas, subsidios a taxistas y camioneros, etc.). El autodenominado “Frente de la Esperanza” de Lula se vio obligado a votar estos “gastos” en el parlamento pero denunciando que se trataba de medidas “demagógicas”.
Seduciendo al capital
El centro de la campaña electoral de Lula giró en torno a “eliminar el odio” por la “felicidad y el amor”. Trató de disputar la base de apoyo de Bolsonaro en la Iglesia Evangelista en términos morales y semiteológicos (votar por Lula “no es pecado”). Dejó de lado casi todo reclamo social y se empeñó en una desmovilización de la población. Dejó las calles en manos de grandes y duras movilizaciones derechistas (7 de septiembre) para “no caer en provocaciones”. Todas las reivindicaciones más sentidas por las masas obreras y explotadas (anulación de las “reformas” laboral y previsional reaccionaria, etc.) no solo no fueron agitadas, ni tocadas en la campaña electoral, sino que las fue desechando. Así se comprometió frente a la cámara de las patronales industriales (FIESP, etc.) a que no iba a anular estas reformas. Y que su candidato a vicepresidente, el centroderechista Geraldo Alckmin (que impulso originalmente estas “reformas” antiobreras), sería el encargado de “consensuar” cualquier modificación con la burguesía empresaria.
En la última semana, las cámaras empresarias mostraron su preocupación de que Lula anulara una ley que coloca topes en el presupuesto estatal para el gasto social. Para ahuyentar todo fantasma de que no se iba a apartar del orden fiscal, Lula divulgó que pensaba nombrar al prócer del capital financiero, Henrique Meirelles -que fue ministro del gobierno golpista de Michel Temer y promotor de esta ley antigasto social- en su gabinete. Este anuncio, publicado de primera mano por la columna Radar Económico, “dejó al mercado emocionado”. Lo que se reflejó en que el principal índice bursátil, “el Ibovespa alcanzó un pico 110 mil puntos, un aumento de más del 2%, aproximadamente una hora después de que se diera a conocer la noticia, reflejando el optimismo con el nombre”.
Son innumerables las citas y encuentros de Lula con diferentes cámaras empresarias y embajadores rindiendo “examen” de que no venía a alterar, sino “a defender el orden”.
El eje de campaña de Lula giró en torno a la “defensa de la democracia” contra el autoritarismo de Bolsonaro. Los problemas sociales quedaron fuera de radar, con vagas generalidades. Repitiéndose respecto a la campaña del 2002, Lula insistió en que venía a “combatir el hambre” garantizando que en cada casa iba a poner un plato de comida 3 veces por día. Un limitado asistencialismo (Bolsa Familia) que fue enfrentado por Bolsonaro con un programa similar (Auxilio Brasil) en la etapa final, denunciado por Lula como “demagógico”.
Nuevas concesiones
La emergencia de la segunda vuelta electoral para el 30 de octubre será usada por la burguesía para arrancar nuevas garantías y concesiones al lulismo. Tebet, la tercera candidata, se pronunció a favor del líder del PT pero se sabe que ha pedido lugares en el gabinete. Ciro Gomes, el cuarto candidato –que en la etapa preelectoral “descartó votar por Lula en la segunda vuelta”- está buscando, dice, un “acuerdo programático”. Pero su partido, el PDT, ya se pronunció por Lula, y según un dirigente de esa formación, Gomes respaldará esa decisión.
Se avecina una fuerte lucha electoral este mes. Lula pareciera que va a repetir la “táctica” usada hasta ahora, que lo coloca a la defensiva frente a las acusaciones de corrupción de Bolsonaro. En sus primeras declaraciones señaló que iba a ir a un debate con el presidente Bolsonaro “a ver si seguía diciendo mentiras”.
Los problemas sociales y de transformación nacional antiimperialista seguirán siendo dejados de lado. Se archiva cualquier promesa de renacionalizar las empresas vilmente privatizadas por el tándem Temer-Bolsonaro. Así como las reivindicaciones centrales de las masas. Lula promete “orden” y hasta amenazó con usar los instrumentos “legales” de represión ante cualquier desborde de movilizaciones populares (desalojos a los ocupantes de tierras, etc.).
Lula se coloca como protector-garante del régimen, contra un estallido popular. Como un protector preventivo contra el contagio de la ola de levantamientos populares que ha venido recorriendo América Latina.
Rosa cada vez más pálido
Un triunfo final de Lula sumaría al Brasil a la “ola rosa” de gobiernos frentepopulistas de conciliación de clases (Boric en Chile, Petro en Colombia, Castillo en Perú, Fernández en Argentina) que viene reemplazando a los regímenes derechistas en el continente. Pero esta “segunda ola rosa” es muchísimo más conservadora que la primera. Incluido, especialmente, Lula que fue protagonista de la primera y ahora evidencia, y evidenciará más nítidamente, el papel desmovilizador que juega el frente de conciliación de clases, el llamado frente popular, que maniata la lucha obrera y de los explotados a la subordinación con la burguesía seudoprogresista y/o “democrática”.
La centroizquierda oportunista utilizará todo el tiempo el espantapájaros de la amenaza fascista para frenar la lucha independiente de las masas y subordinarlas al gobierno frentepopulista. La necesidad de luchar por la independencia política de la clase obrera y los explotados no solo respecto a la derecha, sino también –y fundamental- de Lula y un eventual gobierno frentepopulista, es esencial. Luchar porque los sindicatos y las organizaciones de masas rompan con su subordinación al PT y las variantes estatales y patronales, por la independencia política y organizativa de la clase obrera y los explotados con vista estratégica a la lucha por un gobierno de los trabajadores. Preparar -desde ahora- un congreso de trabajadores que fije la plataforma de lucha de los explotados y avance hacia un plan de lucha nacional con paros y movilizaciones. Los reclamos de las masas serán impuestas por la acción directa de los explotados.
Rafael Santos
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