Uno de los embajadores del mundial 2022, el exfutbolista de la selección qatarí Khalid Salman, reabrió la controversia sobre la persecución de las diversidades sexuales en el emirato al afirmar en una entrevista televisiva que la homosexualidad es “un daño en la mente”. En tal sentido, afirmó que Qatar tolerará a los visitantes LGTBI siempre y cuando acepten las normas del país. Vale recordar que en junio el comité organizador había advertido contra las “demostraciones públicas de afecto” y la portación de banderas arcoíris.
Aunque solo se trata de un fragmento de una entrevista más amplia de la emisora alemana ZDF que se conocerá en los próximos días, su circulación por las redes sociales, a modo de anticipo, causó una gran conmoción debido a sus connotaciones homofóbicas. Más aún, porque desentona con el giro discursivo de última hora de la corona qatarí y la Fifa para tratar de bajar los decibeles e impedir que un escándalo empañe el desarrollo del torneo.
Los embajadores mundialistas son respetados exjugadores elegidos para elevar el prestigio del certamen. El argentino Javier Mascherano, el brasileño Cafú, el español Xavi Hernández y el camerunés Samuel Eto’o son algunos de esos nombres. Se los escoge también por su “habilidad natural para informar y atraer a los fanáticos del fútbol en todo el mundo” (Olé, 15/10), aunque, a juzgar por sus declaraciones, no sería ese el caso de Salman.
La homosexualidad se encuentra prohibida en Qatar y es pasible de sentencias de cárcel efectiva. En el emirato existe una persecución promovida desde el Estado, a través del Departamento de Seguridad Preventiva. La ONG Human Rights Watch afirma haber documentado seis casos de “palizas graves y repetidas” y “cinco casos de acoso sexual” bajo custodia policial entre 2019 y 2022 (informe del 25/10). A veces, la condición para liberar a los detenidos es que asistan a terapias de conversión.
Recientemente, el periodista británico Patrick Strudwick difundió la historia de un trabajador filipino que fue engañado en un portal de citas. Al llegar al lugar del encuentro, se encontró con seis agentes que lo abusaron y detuvieron. Posteriormente fue deportado (Perfil, 4/11). Lo cual muestra que hay también un espionaje y vigilancia cibernética sobre la comunidad LGTBI.
Esta cruda realidad, que se suma a los miles de trabajadores muertos en la construcción de los estadios, despierta una natural inquietud de hinchadas y jugadores. El fin de semana pasado, en varios partidos de la Bundesliga se exhibieron carteles de repudio ante ambas iniquidades. Por su parte, la selección australiana, una de las 32 clasificadas, emitió un pronunciamiento reclamando “la despenalización de todas las relaciones entre personas del mismos sexo” (Télam, 27/10).
La Fifa, comprometida hasta los tuétanos en la elección del emirato como sede, trata de apagar los cuestionamientos. La semana pasada, envió una carta a las 32 federaciones participantes en que su titular, Gianni Infantino, llama a “que el fútbol ocupe un lugar central” y se evite “que el fútbol sea arrastrado a todas las batallas ideológicas o políticas” (ídem, 4/11). Es un llamado a las autoridades deportivas para que disciplinen sus jugadores frente a potenciales gestos de protesta en plena realización del campeonato.
Pero si la actitud de las hinchadas y de muchos futbolistas es loable, no debemos confundirla con la hipocresía de los gobiernos imperialistas. Veamos algunos ejemplos: la ministra del interior alemana, Nancy Faeser, pidió a fines de octubre “garantías de seguridad” para los visitantes LGTBI. Bastó una protesta de Qatar para que se desdijera, asegurando que el emirato tiene “muy buenas leyes” en materia de derechos humanos (Middle East Eye, 1/11). En tanto, algunos alcaldes franceses resolvieron no difundir los partidos del mundial en pantallas gigantes en los espacios públicos.
¿Cuál es la trampa? Simultáneamente, los gobiernos de Francia y Alemania profundizan sus vínculos con Qatar para reducir su dependencia de los combustibles rusos. Total Energies firmó un acuerdo por 1.500 millones de dólares con Qatar Energy, mientras que Berlín suscribió su propio pacto con la península para comprar gas licuado. Se estima que el emirato ya es el segundo proveedor de gas de Europa (xataka.com, 2/11).
Por boca del ministro de exteriores, la corona acusó a los europeos de “doble estándar”, no solo por hacer críticas mientras por lo bajo anudan acuerdos energéticos, sino también por la persecución y el racismo en el viejo continente contra los migrantes –una de las mayores violaciones de derechos humanos del momento.
Cuando dos canallas pelean, suele salir a relucir la verdad.
Gustavo Montenegro
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