Con este merecido homenaje a Spivacow y el recuerdo de la bárbara quema de libros se pretendía además recordar la larga persecución (secuestros, clausuras, amenazas y todo tipo de presiones) de la que fueron objetos las personas que trabajaron en la industria del libro durante la última dictadura militar. El ataque al CEAL no fue un hecho aislado. Numerosas editoriales y librerías como Siglo XXI, Fundación Constancio C. Vigil de Rosario, Librería To Be de Omar, entre otras, debieron enfrentar los embates de la represión estatal, convencida de la necesidad de “depurar” la cultura argentina.
La represión llevada a cabo no sólo afectó a las empresas productoras y distribuidoras de libros (sospechados de “subversión”) sino que se materializó en desapariciones y asesinatos de las personas que significaran una “amenaza” para el proyecto dictatorial. Alberto Burnichon, Carlos Pérez, Héctor Fernández, Horacio González, Isabel Valencia, Roberto Santoro, Enrique Alberto Colomer, Claudio Ferrari, Maurice Geger, Silvia Lima, Conrado Guillermo Cerreti, Enrique Walker, Daniel Luaces, Graciela Mellibovsky, Pirí Lugones, Héctor Abrales, Diana Guerrero e Ignacio Ikonicof son los nombres de las personas que la Cámara del Libro decidió homenajear en este fúnebre recordatorio en memoria de Boris Spivacow y de la cultura del libro.
Rogelio Fantasía, actual director de la Cámara Argentina del Libro, reclamó a la Fundación El Libro y a la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (mediante una resolución firmada por el Consejo Directivo de esa institución) una serie de medidas destinadas a brindar el reconocimiento que José Boris Spivacow se merece, junto con las demás víctimas de la dictadura. Una de las iniciativas de la Cámara del Libro convoca a un premio anual de narrativa para autores inéditos, que llevará el nombre de quien logró ser un ejemplo de excelencia y dedicación en la historia de la industria del libro. Spivacow trabajó en la sección infantil de la mítica editorial Abril, fue gerente general de la naciente editorial Eudeba entre 1958 y 1966, que se convirtió bajo su gestión en la mayor editorial universitaria en el mundo, y finalmente fundó y dirigió el CEAL, cuyas colecciones marcaron a varias generaciones de argentinos.
Otro de los reclamos de la Cámara del Libro se dirige a la rancia Fundación El Libro para que designe con el nombre José Boris Spivacow algún sitio destacado de la Feria del Libro de Buenos Aires como un homenaje general a todas las víctimas de la dictadura militar, a cuya sombra la Feria fue creciendo año a año. Al mismo tiempo se propone que todos los años, al inicio de la Feria del Libro, se encienda una llama en recordatorio de la quema de libros llevada a cabo en 1980.
Con la misma intención, se sugiere a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que designe con el nombre de Boris Spivacow algún lugar de la ciudad (calle, plaza, paseo o biblioteca).
Estas propuestas surgidas desde la Cámara Argentina del Libro son, como afirma Rogelio Fantasía, “una manera de dar a conocer un lamentable hecho que todavía no había sido denunciado”. Fantasía se esforzó por dejar bien en claro que la institución cuyos destinos conduce defiende por encima de todo, la libertad de expresión (de prensa y de ideas). “Aquel suceso llevado a cabo en plena dictadura militar violó y avasalló esos derechos fundamentales. Fue un fuerte atentado contra la cultura nacional y estos homenajes son una manera de condenar aquellos actos que oscurecen la memoria de los argentinos”.
Mauricio Bachetti
03 -09-2000
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