En un nuevo giro en la situación de Francia, el frente de la izquierda institucional -Nuevo Frente Popular- se alza como primera minoría tras el balotaje legislativo, quedándose con cerca de 200 de los 577 escaños.
La ultraderecha de Marine Le Pen y su delfín Jordan Bardella, que habían sido la fuerza más votada la semana pasada, reciben un golpe y solo logran unos 130 o 140 diputados, retrocediendo al tercer lugar.
Las fuerzas que responden al actual presidente Emmanuel Macron quedan segundas con sus 160 representantes. Casi cien menos que en el periodo anterior.
El Nuevo Frente Popular (un acuerdo entre La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, el Partido Socialista, el Partido Comunista, los Verdes y otros) operó como el recurso electoral que tuvieron a manos millones de trabajadores y activistas para sacarse de encima a la ultraderecha más rancia.
Pocos días atrás, el Nuevo Frente Popular había llegado a un acuerdo por un Frente Democrático, retirando sus candidaturas de aquellas circunscripciones donde eran terceros en favor de Macron. Pero debe decirse que el rendimiento de la izquierda fue superior a la de los macronistas, ganando la mayoría de sus duelos, especialmente en su versión más radical con los seguidores de Mélenchon. Su fuerza, La Francia Insumisa, contará con la mayoría de los escaños del bloque.
El discurso triunfal de Jean-Luc Mélenchon fue una convocatoria explícita a movilizarse en defensa del lugar obtenido. Afirmó que los resultados dictaminan que su fuerza debe colocar primer ministro. Y que, una vez en el cargo, gobernaran por decreto para hacer efectivos los ejes de su programa. Aumento del salario mínimo, retiro de la reforma jubilatoria, convocatoria a paritarias por rama (una virtual vuelta atrás de la reforma laboral). En política exterior, reconocimiento del Estado palestino.
El evento cerró cantando la Internacional. Poco después de finalizar el acto, la policía de Macron reprimió con bestialidad a los manifestantes que aún continuaban en la plaza. La carátula mediática fue “disturbios”.
Hacia adelante, el punto nodal será la elección del primer ministro. La nueva Asamblea Nacional sesionará el 18 de julio. Pero, sin mayorías claras, están abiertas múltiples combinaciones.
Un primer recuento de los escaños, en base a los acuerdos previos, debería dar lugar a un primer ministro de La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, la fuerza mayoritaria del Nuevo Frente Popular, con el voto positivo del macronismo. Pero no es claro aún que la burguesía esté dispuesta a permitir ese paso –al menos no sin garantías muy firmes.
Durante los próximos días asistiremos a todo tipo de chantajes para que, en nombre de la concordia, se acepte una candidatura de conceso. Si fracasa, queda en el aire el planteo de un gobierno técnico, como ocurrió en Italia.
Debe notarse que fue el intenso nivel de presión popular contra la ultraderecha lo que llevó a sectores enrolados en la fuerza política de Macron, a último momento, a virar de su posición original de ambigüedades y desistir de sus candidaturas donde había salido tercero.
El resultado electoral ahonda la crisis política. Se trata de lo contrario a su objetivo original. Macron, en una jugada temeraria, había convocado elecciones anticipadas para forzar un realineamiento en torno suyo contra la ultraderecha de Le Pen. Pero el escenario se dio vuelta y es ahora la izquierda la que capitalizó la pelea contra la ultraderecha. Es un fracaso de la campaña del presidente francés “contra los extremos”.
El Nuevo Frente Popular, a pesar de tener en la agrupación de Mélenchon planteos más radicales que muchos de sus pares europeos, no es una fuerza revolucionaria ni de independencia de clase. Su programa no toca en forma decisiva al gran capital. Tampoco se propone un combate en regla contra los fachos. En torno a Ucrania, defiende el envío de tropas, al igual que los puntos nodales de la política colonial francesa.
La derrota de Le Pen en las elecciones francesas se suma a la de los conservadores en Reino Unido -dos ídolos de Javier Milei. Esta última dio lugar, por su parte, a un triunfo arrollador de los laboristas. Estamos frente a un escenario volátil, con giros a derecha y también a izquierda. La crisis en Francia, sin mayorías claras y con una victoria frentepopulista, podría generar un cuadro de movilizaciones, tal como ya vimos con la lucha contra la reforma jubilatoria.
El desafío para los revolucionarios en Francia pasa por intervenir en este nuevo escenario con una agenda de la clase obrera. Entran en primer plano las reivindicaciones de los trabajadores. Para ser satisfechas, no basta con promesas, sino que será necesario rebalsar el marco electoral en el cual hoy están comprimidas y golpear al capital a través de la acción directa y pavimentando el camino de la huelga general.
Luciano Arienti
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