Independientemente de la protocolar pleitesía inicial que se dedicaron mutuamente ambos locutores, Nicolás Pino, el Presidente de la Sociedad Rural, dejó expresamente planteado el reclamo de la baja de retenciones y el levantamiento del cepo: “los productores necesitamos la certeza de que usted eliminará las retenciones. Si seguimos trabajando es porque confiamos en su palabra”. El presidente de la SRA llamó a la especulación del sector agropecuario con la retención de los granos listos a fin de exportar “sana administración”, para marcar a continuación que debía señalarse “la existencia de diferentes tipos de cambio, que deben ser unificados, así como debe ser eliminado el cepo cambiario”. El "campo" no ha abandonado el reclamo de la devaluación, en medio de un frente comercial internacional adverso, con sobreproducción de materias primas, una fuerte competencia de Brasil y Estados Unidos y una tendencia a la caída en los precios de los granos. Tampoco abandonó la exigencia de la quita de retenciones. Fue interesante, sin embargo, una coincidencia de caracterización marcada por Pino y por Milei: “las retenciones son un impuesto distorsivo, discriminatorio y confiscatorio”; quizás sea este el motivo por el cual las patronales han elegido, de momento, “el camino de la paciencia”.
Las exigencias de “certeza” por parte del "campo" fueron respondidas con evasivas y justificaciones. Milei planteó que su gobierno está decidido a quitar las retenciones… hasta que vino el pero. El presidente se extendió en un choclo de números y estadísticas para justificar que no levantará el cepo ni las retenciones hasta que no esté resuelto el problema de la inflación porque la situación que hereda “es catastrófica” y no va a hacer “promesas demagógicas”. Es notable que Massa haya hecho el mismo comentario en ocasión de su visita a la Rural el año pasado, en la cual acusó a los otros candidatos de hacer “promesas fáciles” de quita de retenciones cuando lo que correspondía era “solucionar el problema de fondo”. El problema de fondo es la monumental deuda pública de la Argentina, que hoy supera holgadamente los 600.000 millones de dólares y que el gobierno de Milei ha aumentado con la emisión de más deuda para saltar los pagos a las productoras de energía, a los importadores y a los bancos que son acreedores del BCRA y el Tesoro. Al problema de la deuda el presidente ha venido a sumar uno de su propia cosecha, la recesión, que promete profundizar pisando la emisión monetaria. Algunos economistas ya han planteado que esta política es inviable cuando todavía no se han corregido los precios de las tarifas y, por tanto, mientras la inflación se sostenga en el orden del 4 %. En este cuadro, la recaudación fiscal no va a subir, como promete el presidente: va a caer, lo que redundará en la profundización del “cuadro catastrófico” que justifica la existencia de las retenciones.
A la exigencia del "campo", Milei opuso otra cuando planteó que “cuanto más exporte el sector agropecuario, mejor le va a ir al país” y que “si no apoyamos con todo nuestro esfuerzo los cambios que todos los argentinos estamos emprendiendo, el destino es ser la villa de miseria más grande del mundo.” En otras palabras, los intimó a vender los granos retenidos a la espera de la devaluación. Milei atacó nuevamente la lucha ambiental y desvirtuó el problema ecológico-sanitario que implica, fundamentalmente, el desmonte y la contaminación de ríos, suelo y aire por el uso indiscriminado del glifosato. Esto cuando las denuncias por la incidencia del uso de pesticidas en las enfermedades cancerígenas son cada vez más fundamentadas en la investigación científica. También cuando en nuestra región el desmonte es indicado como uno de los factores que colaboran en el desarrollo en extensión y agresividad de la enfermedad del Dengue. Cerca suyo, aplaudía el gobernador de Chaco, Leandro Zdero, de JxC, implicado junto al presidente del BCRA, Santiago Bausili, y a todo el régimen político pejotista de la provincia en una megacausa de corrupción que viabilizó el desmonte criminal del bosque chaqueño. El presidente volvió a oponer la salud del medio ambiente al trabajo. Lo cierto es que quien niega el problema ambiental es el principal responsable de una recesión económica que está desencadenando despidos masivos en todas las ramas de la economía. Al atacar la lucha ambiental, el Gobierno ha mostrado la senilidad de su “visión económica”. Pretende barrer con todas las conquistas logradas en materia de cuidado ambiental para poner a disposición del capital exportador una amplia porción de recursos naturales. Pero este programa es inviable: el "campo" ya es consciente de que ha perdido la batalla por la innovación tecnológica contra Brasil y Estados Unidos y que le espera un futuro de decadencia en el mercado internacional. Por otra parte, en el marco de una economía mundial signada por la tendencia a la caída de los precios internacionales de las materias primas y el atesoramiento del capital, no su inversión, el Pacto de Mayo es simplemente inviable.
El cierre de la exposición de La Rural ha expresado la calma chicha que reina entre las patronales en general, unidas al Gobierno sólo por el acuerdo respecto de la necesidad de descargar la crisis en la espalda de los trabajadores. Pero como la crisis obligará a los distintos capitalistas a competir entre sí, para no caer en desgracia y ganar el favor del Estado, no tardarán en aflorar a la superficie política las diferencias.
Patricia Urones
29/07/2024
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