Las movilizaciones juveniles contra el sistema de cuotas se iniciaron el 1 de julio, días después de que un tribunal de jerarquía inferior a la Corte lo rehabilitara, pese a que había sido suprimido en 2018, en el marco de otras protestas populares.
El gobierno de la primer ministro Sheikh Hasina, de la Liga Awami, en el poder desde 2009, acusó a los manifestantes de “razakar”, mote con el que se conoce a quienes colaboraron con el gobierno de Pakistán durante la guerra de independencia de 1971. A partir del 15 de julio, lanzó a las bandas paraestatales de la Liga Chatra -munidas de barras de hierro y ladrillos- contra la juventud. Además, el 19 instauró el toque de queda y sacó el ejército a las calles, mientras que, en paralelo, la policía de Dhaka (la mega urbe capital que aloja a 20 millones de personas) prohibía las manifestaciones. No obstante, la mecha de la rebelión se extendió a 47 distritos del país, sobre un total de 64.
La ira de los manifestantes se explica por el altísimo desempleo juvenil y las dificultades para conseguir trabajo. En el caso del sector público, en 2023 un total de 346 mil jóvenes compitieron en un examen de ingreso por apenas 3.300 lugares (El País, 19/7).
Este levantamiento no es un rayo en cielo sereno. En 2023, las obreras de la indumentaria, que trabajan por sueldos bajísimos para las grandes marcas, fueron a la huelga con movilizaciones en demanda de un aumento del salario mínimo, en lo que se conoció como la “revuelta de las tejedoras”, también ferozmente reprimida. Un año antes, las protestas callejeras desafiaron el aumento en los combustibles.
El gobierno de Hasina viene de conseguir el desembolso del tercer tramo de un préstamo por 4.700 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional, que ha tenido como una de sus condiciones, precisamente, la actualización de las tarifas. Las dificultades para costear las importaciones de combustibles, en el marco del salto en los precios que siguió al estallido de la guerra de Ucrania, empujó al gobierno a las garras del Fondo.
Reelecta este año en unos comicios en que la oposición no participó por falta de garantías, Hasina busca mantener un equilibrio entre los dos pesos pesados de la región: India y China. En junio, la primer ministro viajó a Nueva Delhi. Y este mes, cuando las protestas estudiantiles ya estaban en curso, se reunió con Xi Jinping. Un artículo sobre esta visita publicado por el Global Times, medio ligado al Partido Comunista Chino, señala que Beijing es el principal socio comercial de Dhaka y que 700 firmas chinas operan en la zona. Además, Bangladesh participa del proyecto de la ruta de la seda promovido por el gigante asiático.
Que viva la lucha de la juventud contra el gobierno represor y hambreador de Hasina.
Gustavo Montenegro
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