La operación “mano larga” de Israel, que atacó el sábado 20 de julio a diez objetivos en el puerto de Hodeidah, Yemen, y que involucró cazas de quinta generación estadounidenses F-35 y otros más antiguos como F-16 y F-15, dejó un saldo importante de destrucción y 6 muertos.
Los cazas bombarderos israelíes tuvieron que volar una distancia de 1800km para impactar y, la misma distancia, para regresar a las bases aéreas de despliegue, lo cual suponía que los aviones debieron repostar combustible en el aire para completar su misión. Como se ve, no fue una acción militar simple, ni tampoco improvisada.
Ciertamente, “el plan aplicado por los pilotos israelíes fue uno de los objetivos del reciente entrenamiento conjunto con la Fuerza Aérea griega, que tuvo lugar hace unos dos meses. Allí, “la fuerza aérea israelí ‘ensayó’ operaciones similares con sus aviones cisterna repostando a un gran número de cazas griegos, operando exactamente de la misma manera que el sábado por la tarde” (Kathimerini 21/7).
De acuerdo a medios griegos, en dichos ejercicios realizados en las cercanías de la isla de Creta, su Fuerza Aérea participó con 56 aviones F-16 y la Fuerza Aérea de Israel con 2 aviones cisterna B707 del 120º Escuadrón de los Gigantes del Desierto.
Para la parte griega, “el beneficio fue significativo ya que los operadores de la fuerza aérea fueron recertificados en procedimientos de reabastecimiento de combustible en vuelo, tanto de día como de noche, y los dos países mejoraron aún más su cooperación militar.”
“La posibilidad de reabastecimiento de combustible en vuelo es crítica no sólo a nivel táctico sino también a nivel estratégico ya que permite el control de áreas amplias y vitales para Grecia como el Mediterráneo oriental” (ídem). Es decir que, esta colaboración a Israel también le trae réditos en el plano militar para mejorar su dominio aéreo en el mediterráneo frente a Turquía, su histórico enemigo con el cual se está recrudeciendo su disputa en torno a Chipre, donde ambas partes anuncian intenciones de crear bases navales militares en su lado de la isla.
Pero, volviendo a la colaboración de la burguesía griega con el Estado genocida de Israel, esta no es un suceso aislado, sino que forma parte del despliegue militar heleno contra los hutíes desde fines de febrero. “Cuando con la operación ‘Aspides’ (espada en griego), que congrega a un conjunto de países de la UE, bajo el mando operativo heleno, y cuyo cuartel general se encuentra en la “ciudad griega de la Larisa, en el centro del país” (Europa press 8/2), se desplegó un operativo naval y aéreo para mitigar los ataques los hutíes a embarcaciones de países que cooperen con Israel.
La misión cuenta con “tres fragatas y medios aéreos, en la necesidad de responder a la preocupación de los Estados miembros por los ataques de los rebeldes yemeníes a cargueros que transitan en el mar Rojo, con dirección al canal de Suez. La ola de bombardeos hutíes está generando un alza de los costes de transporte que puede llevar a elevar el precio de muchos productos que llegan a Europa” (Ídem).
La burguesía naviera griega podría ser considerada una de las más importantes del mundo, tanto en términos relativos como absolutos. Por ello, es que gran parte de los reportes de ataques se trata de embarcaciones griegas. “Las navieras desempeñaron durante mucho tiempo un papel preponderante en la economía griega. Las empresas griegas poseen el 17% de toda la flota naviera mundial -más que ningún otro país-, incluido el 31% de los petroleros del mundo. Con casi 150.000 millones de dólares, es la flota más valiosa del mundo” (Forbes 13/5).
Pero esta burguesía naviera griega, que está sufriendo ataques en el mar Rojo, a raíz de sus propias acciones de apoyo al Estado de Israel en el genocidio contra el pueblo palestino, es la misma que ha experimentado un salto cualitativo en su acumulación de capital con la triangulación masiva de petróleo ruso sancionado.
Así, a “dos años después del inicio de la invasión a gran escala de Ucrania, (donde) Rusia generó más de 650.000 millones de dólares en ingresos por su exportación de combustibles fósiles, de los cuales 193.000 millones proceden de la venta de crudo”, “los armadores griegos que transportaban petróleo ruso desempeñaron un papel importante en este proceso”(Forbes 13/5).
Las operaciones en cuestión no solo dispararon las ganancias, en una industria que prácticamente no paga impuestos en Grecia, sino que aumentaron el valor de los buques antiguos que antes se enviaban a desguace y que ahora fueron vendidos a gran valor para pasara formar parte de la “flota fantasma de Putin”. Y también garantizaron una ampliación y modernización de la flota actual con importantes pedidos de embarcaciones de carga a distintos astilleros.
Pero eso no es todo, porque mientras Grecia se beneficia militarmente de su cooperación con Israel y del comercio con el petróleo y gas licuado rusos, también se anuncia la posible transferencia de 35 aviones F-16 a Ucrania, lo que va en línea con el entrenamiento de pilotos ucranianos que ya se está dando por Atenas y que, podría estar relacionado, con la provisión de F-16 modernizados que Grecia fue recibiendo en el último periodo de la empresa norteamericana Lockead Martin.
Así las cosas, resulta evidente que la burguesía griega se encuentra por demás interesada en la continuación de la masacre del pueblo palestino, el yemení e incluso el ucraniano. Ciertamente, la continuación y profundización de la guerra imperialista le cae como maná del cielo.
Pero la panacea para los capitalistas griegos, que hasta compran clubes de futbol como sus homónimos oligarcas rusos, no implica la reversión de los programas de ajustes a repetición aplicados a las masas trabajadoras griegas por la troika del FMI, el BCE y la UE, sino la pauperización permanente y la profundización del militarismo.
En Grecia, como en todos los países beligerantes en la presente guerra imperialista, la consigna es “guerra a los gobiernos de la guerra, por gobiernos de trabajadores que traigan la paz entre los pueblos”.
Facundo Miño
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