Bárbara Areal
Lecciones de Octubre
Nuestra teoría no es un dogma, sino una guía para la acción, decían siempre Marx y Engels, burlándose con justicia de quienes aprendían de memoria y repetían sin haberlas digerido, "fórmulas" que, en el mejor de los casos, sólo podían trazar las tareas generales, que necesariamente cambian en correspondencia con la situación económica y política concreta de cada período particular del proceso histórico.
(…) Según la fórmula antigua resulta que: tras la dominación de la burguesía puede y debe seguir la dominación del proletariado y el campesinado, su dictadura. Pero en la vida misma ya ha sucedido de otra manera: ha resultado un entrelazamiento de lo uno y lo otro, un entrelazamiento extraordinariamente original, nuevo, nunca visto.
Lenin, Cartas sobre táctica14
Este fue el método que permitió a Lenin orientarse en medio de la vorágine revolucionaria de 1917. Marx había planteado que las condiciones idóneas para la revolución socialista habían madurado en los países capitalistas más desarrollados. Sin embargo, la Rusia zarista de 1917, en la que se habían constituido los sóviets de obreros y soldados, era un país atrasado. La clase obrera no alcanzaba el 10% de la población total, lo que implicaba que la mayoría aplastante de sus habitantes eran campesinos que vivían bajo formas de explotación semifeudal. Es más, las masas revolucionarias tras derrocar al Zar en febrero de 1917, habían entregado el poder a los representantes políticos de la burguesía a través de sus organizaciones mayoritarias en esos momentos, mencheviques y socialistas revolucionarios. Pero como a Lenin le gustaba repetir parafraseando al Fausto de Goethe: "La teoría es gris, amigo mío, pero el árbol de la vida es eternamente verde"15.
Efectivamente, la revolución que se había producido durante el mes de febrero en Rusia era una revolución democrático-burguesa. Sus objetivos eran el derrocamiento de la monarquía y el establecimiento de una democracia parlamentaria, la reforma agraria y la resolución de la cuestión nacional, a lo que había que sumar la paz para poner fin a tres años de carnicería imperialista. Pan, paz y tierra eran las reivindicaciones de las masas que acabaron con el zarismo.
Pero la burguesía rusa, elevada al poder a pesar de carecer de cualquier mérito revolucionario, demostró rápidamente su absoluta incapacidad para llevar a la práctica las tareas que la historia le había asignado. Ligada por mil y un lazos económicos y familiares a los terratenientes, no podía ni pensar en abordar el reparto de la tierra. Dependiente del capital de las grandes potencias imperialistas, carecía de la independencia necesaria para retirar las tropas rusas de las trincheras de la guerra imperialista. Acosada por una clase obrera revolucionaria que esperaba del nuevo gobierno salarios dignos, una jornada laboral de 8 horas y que se negaba a ser carne de cañón en la contienda militar, la burguesía rusa miraba hacia los sectores más reaccionarios del viejo régimen zarista en busca de una bota militar con la que aplastar al proletariado. A este panorama se sumaba el despertar del campesino sin tierra, que, atraído por el estímulo de la revolución en las ciudades, reivindicaba cambios radicales en la propiedad de la tierra y el reparto de la misma ocupando masivamente las haciendas de los terratenientes.
Los hechos demostraban que la sociedad rusa estaba ya algo más que madura para la transformación social. Sin embargo, la clase a quién históricamente correspondía asumir la dirección política del país para llevar a cabo la modernización de la sociedad, se negaba a jugar tal papel. A su lado, otra clase, el proletariado, no sólo había entregado el gobierno a la burguesía, también había constituido sus propios órganos de poder, los sóviets de obreros y soldados, cuyas atribuciones, si bien no eran contempladas por la ley y el Estado burgués, eran reconocidas por las amplias masas de la población.
¿Qué hacer en semejante situación? "El quid está en saber si los Sóviets deben tender a convertirse en organizaciones de Estado (…) o bien los Sóviets no han de seguir esa tendencia, no han de tomar el Poder, no han de convertirse en organizaciones de Estado, sino que deben seguir siendo ‘organizaciones de combate’ de una ‘clase’ (según dijo Mártov, adecentando con estos inocentes deseos el hecho de que, bajo la dirección menchevique, los Sóviets eran un instrumento de subordinación de los obreros a la burguesía)"16.
Los mencheviques, es decir, el ala reformista del movimiento obrero ruso, no tenían dudas al respecto. Su razonamiento era simple: si el carácter de la revolución era burgués, no cabía otra alternativa más que dejar la dirección de la misma en manos de la burguesía. Por tanto, el proletariado debía limitarse a dar un apoyo subordinado a los dictados de ésta. Gracias al triunfo de la revolución burguesa, en un futuro difícil de determinar, una vez alcanzada la madurez necesaria del capitalismo en Rusia, llegaría el momento del poder obrero y no antes. Cualquier otra alternativa suponía, en términos mencheviques, una desviación de la teoría marxista. Consecuentemente, los reformistas rusos no sólo no traspasaron en ningún momento los límites del marco capitalista, sino que llegado el momento de elegir entre el ascenso revolucionario de las masas o la contrarrevolución burguesa, no dudaron en situarse en la barricada del capital. "Los socialrevolucionarios y mencheviques, esclavos de la burguesía, atados a su dueño y señor, dieron su consentimiento a todo: se prestaron a que fuesen llamadas a Petrogrado tropas reaccionarias, a que se restableciese la pena de muerte, a que se desarmase a los obreros y a las tropas revolucionarias, a las detenciones, a las persecuciones, a las suspensiones de periódicos sin mandamiento judicial"17.
En lo que respecta a los bolcheviques, las cosas no estuvieron claras desde el primer momento, a pesar de la falsificación monstruosa que la propaganda estalinista hizo de aquel periodo posteriormente.
Lo cierto es que con una parte fundamental de su dirección en el exilio, los dirigentes bolcheviques que permanecían dentro de Rusia liderados desde mediados del mes de marzo por Kámenev y Stalin, no supieron reaccionar correctamente. En la edición de Pravda del 7 de marzo se podía leer: "Por supuesto, no nos cuestionamos la caída del dominio del capital, sino solamente la caída del dominio de la autocracia y del feudalismo"18. Difícil apreciar en estas declaraciones diferencias de fondo entre el menchevismo y la postura de aquellos que representaban la dirección del bolchevismo dentro de Rusia.
Lenin, a pesar de que su obligado exilio suizo, lo separaba miles de kilómetros del epicentro de la acción, fue capaz de comprender la naturaleza de aquellos acontecimientos revolucionarios de una manera mucho más profunda y certera. Partiendo de un punto de vista marxista a la hora de analizar el papel de cada clase en la revolución, llegó a elaborar una línea de actuación para el Partido que poco o nada tenía que ver con la defendida por Kámenev y Stalin.
El innegable papel jugado por Lenin en 1917 es una brillante y contundente respuesta a aquellos sectarios que, utilizando prejuicios provincianos, exigen que los revolucionarios se encuentren físicamente presentes en la revolución para tener derecho a opinar. Lenin no llegaría a Rusia hasta abril de 1917, después de once años de ausencia y, sin embargo, su estudio concienzudo de los acontecimientos y su genialidad política le permitieron jugar un papel absolutamente clave para el triunfo de la revolución. Desde el primer momento no albergó la menor confianza en el gobierno burgués surgido del triunfo en febrero. Tan pronto como el 4 de marzo escribió: "El nuevo Gobierno no puede dar a los pueblos de Rusia ni la paz, ni el pan, ni la plena libertad. Y por eso, la clase obrera debe continuar su lucha por el socialismo y por la paz, debe aprovechar para ello la nueva situación y explicársela a las más amplias masas populares. El nuevo gobierno no puede dar la paz porque representa a los capitalistas y terratenientes y porque está atado por medio de tratados y compromisos financieros a los capitalistas de Inglaterra y Francia. La socialdemocracia de Rusia, manteniéndose fiel al internacionalismo, deberá por ello, ante todo y sobre todo, explicar a las masas del pueblo, que anhelan la paz, la imposibilidad de conseguirla con el Gobierno actual"19. El 6 de marzo telegrafió desde Estocolmo: "Nuestra táctica: absoluta desconfianza; ningún apoyo al nuevo gobierno; sospechemos especialmente de Kerensky; armar al proletariado es la única garantía; elecciones inmediatas a la Duma de Petrogrado; ningún acercamiento a los demás partidos. Telegrafíen esto a Petrogrado"20. Sin embargo, bajo la dirección de Kámenev y Stalin, los delegados bolcheviques en el Sóviet aplicaban la política contraria. Votaron en más de una ocasión con los mencheviques. Así fue por ejemplo en el caso del manifiesto menchevique titulado A los pueblos del mundo, sobre el que Lenin comentaría: "El manifiesto del Sóviet de Diputados Obreros no contiene una sola palabra imbuida de conciencia de clase. ¡Todo es hablar! Hablar y adular al pueblo revolucionario es lo que siempre ha arruinado las revoluciones"21.
Al calor del debate que sobre estas diferencias se abrieron en el seno del Partido, es fácil de entender la actitud extremadamente crítica de Lenin contra los dirigentes de su propio partido. "Contesto: las consignas y las ideas bolcheviques han sido en general, plenamente confirmadas por la historia, pero concretamente las cosas han sucedido de modo distinto a lo que (quienquiera que fuese) podía esperarse; han sucedido de modo más original, más peculiar, más variado. Ignorar, olvidar este hecho sería parecerse a aquellos viejos bolcheviques que más de una vez jugaron ya un triste papel en la historia de nuestro Partido, repitiendo sin sentido una fórmula aprendida de memoria, en lugar de estudiar la peculiaridad de la nueva situación, de la realidad viva"22.
Exactamente igual ocurrió respecto a la actitud ante la guerra imperialista. Stalin y Kámenev defendían en Pravda una posición abiertamente conciliadora con el Gobierno Provisional, muy alejada de la de Lenin: "Nuestra consigna no debe ser un ‘¡Abajo la guerra!’ sin contenido. Nuestra consigna debe ser: ‘Ejercer presión sobre el Gobierno Provisional con el fin de obligarle (...) a tantear la disposición de los países beligerantes respecto a la posibilidad de entablar negociaciones inmediatamente (...). Entretanto, todo el mundo debe permanecer en su puesto de combate"23.
Lenin contestó debidamente a esta capitulación: "El punto central es la actitud ante la guerra. Cuando lees sobre Rusia, lo que destaca es el triunfo del defensismo, la victoria de los traidores del socialismo, el engaño de las masas por la burguesía (...). Nuestra actitud hacia la guerra no se puede permitir la más mínima concesión al defensismo, incluso con el nuevo gobierno, que continúa siendo imperialista (...). Hasta nuestros bolcheviques demuestran cierta confianza en el gobierno. Esto sólo se explica por la intoxicación de la revolución. Es la muerte del socialismo. Compañeros, vosotros tenéis una actitud confiada hacia el gobierno. Si eso es así, nuestros caminos se separan. Prefiero permanecer en minoría (…)"24.
Afortunadamente, el Partido Bolchevique no era sólo su dirección; su base militante, genuinamente proletaria, tenía mucho que decir. De hecho, para tener una visión completa de la situación, es necesario conocer qué opinaban los obreros del Partido. Después de unos días de confusión inicial empezaron a recuperar un sano instinto de independencia de clase expresando, en el momento decisivo, los años de paciente formación política durante el período previo al estallido revolucionario. Si bien es cierto que Lenin nunca había negado el carácter burgués de la revolución que estaba por venir en Rusia, no lo es menos que había educado al Partido en la desconfianza más absoluta hacia la burguesía y en la necesidad imperiosa de mantener siempre la independencia política y organizativa de la clase obrera. Y esa educación política no tardó en aflorar.
El propio Comité de Redacción de Pravda no tuvo más remedio que publicar una enérgica protesta de los obreros bolcheviques de base ante la línea editorial: "Si el periódico no quiere perder la confianza de los barrios obreros, debe sostener la antorcha de la conciencia revolucionaria, por mucho que moleste a la vista de las lechuzas burguesas"25.
Las aspiraciones expresadas por los obreros bolcheviques de barriadas como Vyborg, divergían de las ideas defendidas por la dirección con la que convivían en la misma ciudad, mientras convergían con las posturas que Lenin expresaba a miles de kilómetros de Rusia. Como demostrarían posteriormente las revoluciones china o española, las masas se encontraban mucho más a la izquierda que su dirección, tanto en su proceder como en sus demandas.
De hecho, serán los obreros, el latir de las fábricas dentro del Partido Bolchevique, los que dando su apoyo a Lenin permitirán la reorientación política del Partido. Sin la participación consciente de la vanguardia obrera, un partido revolucionario se aleja del sentir de las masas proletarias, renuncia a impregnarse de su disciplina, de su conciencia de clase, de sus tradiciones. Sin un programa correcto no se hubiera podido tomar el poder, pero sin los obreros bolcheviques Lenin no hubiera podido dotar al Partido de dicho programa.
La escuela de historiadores estalinista, en su necesidad de establecer una imagen de la dirección semejante a la de un oráculo infalible en el que se puede y, sobre todo, se debe depositar una fe ciega, nunca ha tenido mucho interés en explicar este capítulo de la historia de la Revolución Rusa.
¡Todo el poder a los Sóviets!
Cuando a principios del mes abril Lenin llegó por fin a Rusia y defendió su programa para la revolución, se quedó en minoría de uno dentro del comité central. Llegaba la hora de sus Tesis de Abril, de "explicar a las masas que los Sóviets de diputados obreros son la única forma posible de gobierno revolucionario y que, por ello, mientras este gobierno se someta a la influencia de la burguesía, nuestra misión sólo puede consistir en explicar los errores de su táctica de un modo paciente, sistemático y tenaz y adaptado especialmente a las necesidades prácticas de las masas. (…) Mientras estemos en minoría, desarrollaremos una labor de crítica y esclarecimiento de los errores, propugnando al mismo tiempo la necesidad de que todo el Poder del Estado pase a los Sóviets de diputados obreros, a fin de que, sobre la base de la experiencia, las masas corrijan sus errores"26.
Fuera del partido, ex marxistas como Plejánov calificaron públicamente el discurso de Lenin como "delirante". Dentro de él, mejor dicho, en su dirección, la reacción no fue mucho mejor: "Las tesis de Lenin fueron publicadas exclusivamente como obra suya. Los organismos centrales del partido las acogieron con una hostilidad sólo velada por la perplejidad. Nadie, ni una organización, ni un grupo, ni una persona, estampó su firma al pie de ese documento. Incluso Zinóviev, que había llegado con Lenin del extranjero, donde su pensamiento se había formado durante diez años bajo la influencia directa y cotidiana del maestro, se apartó silenciosamente a un lado"27.
Los revolucionarios no pueden elegir ni el lugar, ni el momento, ni la forma en la que se producen los estallidos revolucionarios, sólo pueden prepararse conscientemente para ellos. Las contradicciones que lentamente se van acumulando en el seno de la sociedad, llegado el momento preciso estallan, sin pararse a mirar si cumplen o no los requisitos preestablecidos en un manual. En 1917 el capitalismo se rompía por su eslabón más débil. Lejos del escenario clásico previsto por los grandes escritos marxistas, los bolcheviques se enfrentaban a la realidad concreta de una revolución en un país atrasado. Y era, precisamente en el atraso de Rusia, donde residía tanto el carácter peculiar como la clave de la revolución. Lenin supo comprenderlo.
El desarrollo del capitalismo en Rusia, en una época de decadencia imperialista, había permitido el crecimiento de una clase obrera que, aunque joven y numéricamente limitada, demostró una madurez y un instinto revolucionario muy avanzados. No olvidemos que este mismo proletariado había alumbrado los sóviets, al calor de los combates de la revolución de 1905.
En 1917 el proletariado había creado una situación de doble poder constituyendo, al lado del poder burgués, los sóviets de obreros y soldados. A la vez, esa misma dependencia de las potencias imperialistas extranjeras y ese mismo atraso, despojaban a la burguesía de cualquier nervio revolucionario. Lenin comprendía que la burguesía sería incapaz siquiera de llevar a cabo las tareas de la revolución democrático burguesa, y que sólo contando con la acción revolucionaria del proletariado se podría superar el obstáculo de una burguesía abiertamente contrarrevolucionaria: "Nuestra revolución es burguesa, y por eso los obreros deben apoyar a la burguesía, dicen los Potrésov, los Gvózdev y los Chjeidze, como dijera ayer Plejánov. Nuestra revolución es burguesa, decimos nosotros, los marxistas, y por eso los obreros deben abrir los ojos al pueblo para que vea la mentira de los politiqueros burgueses y enseñarle a no creer en las palabras, a confiar únicamente en sus propias fuerzas, en su propia organización, en su propia unión, en su propio armamento"28.
Lenin tampoco negó el carácter atrasado del capitalismo ruso ni la importancia del campesinado. Por el contrario, comprendió que la sed de tierra de los campesinos pobres era uno de los motores de la revolución. Pero a la vez no obviaba el hecho, como si hacían los mencheviques, de que dicha aspiración no podía ser satisfecha bajo la dirección de la burguesía. Llegó así a la conclusión de que sólo la alianza de la clase obrera con el campesinado desposeído y expropiando de un solo golpe y a la vez a terratenientes y burgueses, se podría dar satisfacción a las demandas de las masas rusas. La posición leninista quedó perfectamente reflejada en sus Tesis de Abril: "se debe poner el Poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado", con el fin de llevar a la práctica el siguiente programa:
"- No una república parlamentaria (…) sino una república de los Sóviets de diputados obreros, braceros y campesinos en todo el país, de abajo arriba.
"- Supresión de la policía, del ejército y de la burocracia.
"- La remuneración de los funcionarios, todos ellos elegibles y revocables en cualquier momento, no deberá exceder del salario medio de un obrero calificado.
"- En el programa agrario, trasladar el centro de gravedad a los Sóviets de diputados braceros.
"- Confiscación de todas las tierras de los latifundios.
"- Nacionalización de todas las tierras del país, de las que dispondrán los Sóviets locales de diputados braceros y campesinos. Creación de Sóviets especiales de diputados campesinos pobres. Hacer de cada gran finca (…) una hacienda modelo bajo el control de diputados braceros y a cuenta de la administración local.
"- Fusión inmediata de todos los bancos del país en un Banco Nacional único, sometido al control de los Sóviets de diputados obreros.
"- No ‘implantación’ del socialismo como nuestra tarea inmediata, sino pasar únicamente a la instauración inmediata del control de la producción social y de la distribución de los productos por los Sóviets de diputados obreros".
Este programa, junto con una inquebrantable confianza en la capacidad de la clase obrera para extraer conclusiones de su propia experiencia, permitió a los bolcheviques pasar de ser una minoría en los sóviets, frente a mencheviques y socialrevolucionarios, a alzarse con la dirección de la clase obrera para llevar a la revolución al triunfo de octubre y a la expropiación de los capitalistas rusos, los terratenientes y sus aliados imperialistas. De este modo, en un país atrasado y de base campesina, se estableció el primer Estado obrero de la historia.
El programa de la IC para los países coloniales
Los obreros rusos habían dado el primer y decisivo paso hacia la dictadura del proletariado. Pero era eso, el primer paso. Para consolidar el poder obrero, para construir el socialismo, era necesario el triunfo de la revolución en otros países. Lenin nunca consideró la posibilidad de construir el socialismo en un solo país, mucho menos en uno tan atrasado como Rusia. Fue precisamente esa consideración política lo que explica por qué en las circunstancias más duras y terribles, en medio de la guerra civil y la invasión de 21 potencias imperialistas, los bolcheviques centraron todos sus esfuerzos en la construcción de la Internacional Comunista —IC o Comintern—.
El triunfo de Octubre permitió que la inexcusable tarea de construir una dirección revolucionaria unificada internacionalmente, tras la bancarrota definitiva de la Segunda Internacional, pudiera ser abordada.
En marzo de 1919 se realizó el I Congreso de la IC. En vida de Lenin, sus congresos mantuvieron una periodicidad prácticamente anual, celebrándose los primeros cuatro entre 1919 y 1923. En dichas reuniones se marcaban las perspectivas para la revolución mundial y las tareas que de ellas se derivaban para los comunistas. En los debates, los países coloniales fueron considerados un factor clave para la revolución mundial.
El despertar de las masas de Asia a principios del siglo XX había sumado a la lucha contra la opresión a millones de hombres y mujeres que habían permanecido sumidos en la más negra y oscura dominación feudal durante siglos. Los revolucionarios de todo el mundo dieron una calurosa bienvenida a las nuevas tropas que se incorporaban al ejército de la revolución. Con su lucha, los campesinos chinos, turcos o persas, alimentaban la revolución en Occidente. Las ganancias obtenidas por los imperialistas en las colonias eran una fuente de estabilidad para los países capitalistas desarrollados. Por tanto, la pérdida del control de dichas colonias se traducía en fermento social y político en los centros neurálgicos de la producción capitalista. La Internacional Comunista valoró este hecho en las tesis de su II Congreso: "Las colonias constituyen una de las principales fuentes de las fuerzas del capitalismo europeo. (…) Sin la posesión de grandes mercados y de extensos territorios de explotación en las colonias, las potencias capitalistas de Europa no podrían mantenerse mucho tiempo. (…) La plusvalía obtenida por la explotación de las colonias es uno de los apoyos del capitalismo moderno. Mientras esta fuente de beneficios no sea suprimida, será difícil para la clase obrera vencer al capitalismo"29.
La dirección de la IC, en los primeros años de su existencia, siempre consideró la lucha de los pueblos coloniales por la emancipación del yugo imperialista y la explotación feudal como una parte fundamental de la revolución proletaria mundial. Consecuentes con ello adoptaron las siguientes medidas: "En lo referente a los Estados y a las naciones más atrasados, donde predominan las relaciones feudales, patriarcales o patriarcal-campesinas, es preciso tener presente sobre todo:
"1) La obligación de todos los partidos comunistas de ayudar al movimiento democrático-burgués de liberación en esos países (…)
"4) La necesidad de apoyar especialmente el movimiento campesino en los países atrasados contra los terratenientes, contra la gran propiedad territorial, contra toda clase de manifestaciones o resabios del feudalismo, y esforzarse por dar al movimiento campesino el carácter más revolucionario, realizando una alianza estrechísima entre el proletariado comunista de la Europa Occidental y el movimiento revolucionario de los campesinos de Oriente, de los países coloniales y de los países atrasados en general; es indispensable, en particular, realizar todos los esfuerzos para aplicar los principios esenciales del régimen soviético en los países en que predominan las relaciones precapitalistas, por medio de la creación de ‘sóviets de trabajadores’, etc.;
"5) La necesidad de luchar resueltamente contra los intentos hechos por los movimientos de liberación, que no son en realidad ni comunistas ni revolucionarios, de adoptar el color del comunismo; la Internacional Comunista debe apoyar los movimientos revolucionarios en los países coloniales y atrasados, sólo a condición de que los elementos de los futuros partidos proletarios, comunistas no sólo por su nombre, se agrupen y se eduquen en todos los países atrasados en la conciencia de la misión especial que les incumbe: luchar contra los movimientos democrático-burgueses dentro de sus naciones; la Internacional Comunista debe sellar una alianza temporal con la democracia burguesa de los países coloniales y atrasados, pero no debe fusionarse con ella y tiene que mantener incondicionalmente la independencia del movimiento proletario incluso en sus formas más embrionarias (…)"30.
He aquí el genuino programa leninista de la IC para los países coloniales. En él se aprecia con claridad que, incluso en aquellos países donde el desarrollo del capitalismo era tan incipiente que no permitía al proletariado asumir, por el momento, la dirección del movimiento revolucionario, el apoyo al sector democrático-burgués no implicaba la renuncia a la organización política independiente de la clase obrera. Por el contrario, las tesis de la IC remarcan que las hipotéticas alianzas temporales con el movimiento democrático-burgués debían ir obligatoriamente acompañadas de la preparación política del naciente proletariado, para la inexorable lucha contra su burguesía nacional.
En China, las líneas generales de este programa adoptaban ya formas definidas y concretas. Por un lado, el proletariado había empezado a construir sus primeras organizaciones clasistas a través de los sindicatos. Había hecho también una primera demostración de su fuerza de clase independiente con su intervención decisiva en el levantamiento de mayo de 1919. Es más, desde 1921 existían ya los primeros núcleos del Partido Comunista.
Desgraciadamente, en el corto período de tiempo transcurrido entre octubre de 1917 y el inicio de la segunda revolución china en 1925, en la tierra del Octubre Rojo se habían producido profundas transformaciones políticas. El aislamiento provocado por el fracaso de la revolución en Europa había propiciado el inicio de la burocratización del joven estado obrero soviético y de su dirección, el Partido Bolchevique. El programa revolucionario de Lenin fue sepultado bajo el ascenso del estalinismo. Estos acontecimientos determinaron el fracaso de la revolución china en 1925-27 y desarrollos posteriores.
La revolución traicionada
El primer Estado obrero de la historia concitó el terror y el odio del capitalismo a escala mundial. Ya no se trataba de promesas en boca de agitadores, había una demostración práctica: la burguesía había sido despojada del poder por la acción revolucionaria del proletariado. Desde el punto de vista burgués no hubo la menor duda o vacilación, tenían que aplastar al gobierno obrero. Rápidamente, la guerra civil contra los rusos blancos, partidarios de los terratenientes y los capitalistas expropiados por la revolución, se convirtió en una guerra contra una intervención imperialista sin precedentes.
Veintiún ejércitos extranjeros cercaron militarmente al joven Estado soviético. La heroicidad de las masas rusas que de la nada levantaron el Ejército Rojo, una extraordinaria maquinaria militar revolucionaria comandada por León Trotsky, permitió el triunfo sobre los enemigos de Octubre. Pero por esta victoria se pagó un precio terrible. Petrogrado, corazón de la revolución, redujo su población de 2.400.000 habitantes en1917 a 574.000 en 1920. La movilización del ejército, la muerte en el frente y el hambre en las ciudades, que obligó a numerosas familias obreras a emigrar al campo, hizo descender entre 1917 y 1920 el número de obreros industriales de 3.000.000 a 1.240.000. Lenin llegó a afirmar que "como quiera que la gran industria capitalista ha sido destruida, y las empresas industriales no funcionan, el proletariado ha desaparecido. A veces ha figurado formalmente, pero desligado de las raíces económicas cabe preguntarse donde está la clase obrera"31.
Las masas rusas sumaban ya nueve millones de muertos en los diferentes enfrentamientos armados desde el estallido de la Primera Guerra Mundial. Entre los desaparecidos durante la guerra civil se contaban muchos de los mejores cuadros bolcheviques, que se situaron siempre de forma ejemplar en primera línea de fuego.
Así pues, la destrucción económica y el atraso cultural de la clase obrera, heredado de la vieja sociedad, obligó a los sóviets a recurrir a un sector de viejos burócratas zaristas para las tareas de administración del joven Estado obrero. A estas dificultades se sumaba ahora la desorganización de importantes industrias. Tan desesperada fue la situación creada por colapso industrial, que no había posibilidades de intercambiar productos manufacturados por alimentos en el campo, lo que obligó a los bolcheviques a enviar destacamentos armados para requisar el grano de los campesinos, inaugurando la etapa conocida como comunismo de guerra que se extendió desde 1918 hasta 1921.
Esta situación, prácticamente desesperada, encontró una esperanza de solución con la llegada de la noticia del levantamiento del proletariado alemán en diciembre de 1918. Radek, enviado como delegado del Partido Bolchevique a Berlín, escribió sobre la influencia de estos acontecimientos en Moscú: "Decenas de millares de obreros, estallaron en vivas salvajes. Yo no había visto nada igual. Luego por la tarde, obreros y soldados rojos desfilaban aún. La revolución Mundial había llegado. Nuestro aislamiento había terminado"32.
Alemania era un país clave para el futuro de la URSS. Con la ayuda de la avanzada industria alemana se podría haber llevado a cabo un desarrollo socialista de la agricultura soviética a través de la colectivización de la tierra, la introducción de la maquinaria y los avances técnicos occidentales. De esta manera hubiese sido posible multiplicar la productividad del trabajo agrícola. La Revolución alemana de 1918 pudo haber cambiado el curso de la historia de la URSS y del conjunto del mundo. Trágicamente, la revolución alemana fracasó. Su derrota no vino determinada por la falta de coraje revolucionario del proletariado alemán. Lo que impidió un triunfo como en Rusia fue la ausencia de un partido marxista fuertemente implantado entre la clase obrera y la traición de la socialdemocracia que, en colaboración con las fuerzas militares de la burguesía, asesinó a los dos líderes de la revolución: Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.
Después del fracaso alemán llegarían otros: Hungría, Bulgaria, Italia… La revolución en Europa quedaba aplazada, condenando temporalmente al Estado soviético al aislamiento.
"Si examinamos la situación a escala histórica mundial", explicaba Lenin en 1918, "no cabe la menor duda de que si nuestra revolución se quedase sola, si no existiese un movimiento revolucionario en otros países, no existiría ninguna esperanza de que se llegase a alcanzar el triunfo final"33. Efectivamente, el socialismo no podía ser construido en las fronteras nacionales de la URSS con sus únicas fuerzas, aunque se tratara de un país con las dimensiones de un continente. Inevitablemente, la URSS seguiría cercada por el mercado mundial y la división internacional del trabajo, mucho más peligroso, como factor contrarrevolucionario, que los regimientos imperialistas.
El aislamiento soviético permitió que las viejas formas de administración de la sociedad de clases emergieran nuevamente a la superficie. Aunque la dirección bolchevique y el heroísmo de las masas aplastaron el intento de restauración capitalista de los guardias blancos y sus aliados imperialistas, no pudieron evitar que las fuerzas agazapadas del antiguo Estado zarista, todavía latentes, levantaran la cabeza y ocuparan posiciones claves. "Los burócratas zaristas han comenzado a pasar a las oficinas de los órganos soviéticos, en los que introducen hábitos burocráticos y para asegurar un mayor éxito en su carrera, se procuran carnés del PC de Rusia. (…) hemos hecho todo lo necesario por suprimir estas trabas, pero hasta hoy no hemos podido lograr que las masas trabajadoras puedan participar en la administración, además de las leyes, existe el problema del nivel cultural, que no puede ser sometido a ninguna ley"34.
La situación económica también presentó enormes dificultades que obligaron a los bolcheviques a realizar concesiones a la economía de mercado. Las drásticas medidas instauradas bajo el llamado comunismo de guerra, una vez finalizada la guerra civil y expulsados los ejércitos imperialistas, tenían que ser superadas. Era indispensable reactivar la producción y asegurar la existencia de millones de explotaciones campesinas aisladas, duramente golpeadas por los requisamientos forzosos de la guerra. El objetivo de la Nueva Política Económica (NEP), aumentar la producción y la circulación de mercancías, sólo podía alcanzarse saneando las relaciones entre el campo y la ciudad. Para ello se permitió a los campesinos comerciar con su producción agrícola. La NEP dio los resultados económicos esperados. Desde 1923 gracias al primer impulso desde el campo, la producción industrial se dobló en 1922 y 1923, y en 1926 se alcanzó el nivel de antes de la guerra. Pero estos datos económicos positivos venían inevitablemente acompañados de un alto precio político: el fortalecimiento de las tendencias burguesas en el campo.
La clase obrera soviética, limitada por su atraso cultural, agotada por los duros años de la guerra y frustrada por el fracaso de la revolución en Europa, obligada también a luchar por su mera subsistencia física, difícilmente contaba con las condiciones materiales necesarias para participar en la administración del Estado y dirigir en la práctica la nueva sociedad. El hueco dejado por la exhausta clase obrera en la dirección del Estado obrero fue ocupado por los supervivientes del viejo aparato estatal zarista y una nueva casta de funcionarios del Partido.
El nuevo fracaso de la revolución alemana de 1923 alimentó aún más la desconfianza en los estratos superiores de la sociedad hacia el movimiento obrero y la posibilidad de una victoria revolucionaria en otros países. El partido bolchevique, diezmado por los años de la guerra, acusaba desde 1922 las ausencias cada vez más frecuentes de Lenin, carcomido por la enfermedad. Finalmente, Lenin murió en enero de 1924.
Las dramáticas condiciones impuestas a la revolución tras la toma del poder favorecieron la conformación de una nueva casta burocrática, integrada por quienes se encontraban al frente de los soviets, del Partido y el Estado. Con el paso del tiempo, este grupo que tenía en sus manos las palancas del poder, adquirió conciencia de sus propios intereses. Las formas de propiedad nacionalizadas y la planificación de la economía, fue respetada, ya que precisamente de ellas emanaba su posición de privilegio y poder. Pero, a la vez, la nueva casta dirigente comenzó a desarrollar una política, tanto en las fronteras interiores de la URSS como en el exterior, acorde con sus necesidades, aunque éstas entraran en contradicción con las de la clase obrera. A lo largo de un proceso traumático, que contó con la oposición decidida de los mejores cuadros bolcheviques, el estalinismo ascendente expropió el poder político a clase obrera. Había nacido el primer régimen de bonapartismo proletario de la historia35.
Sólo comprendiendo los dramáticos procesos que dieron lugar al surgimiento del estalinismo, podremos entender el giro contrarrevolucionario que se produjo en la política exterior de la URSS a mediados de los años veinte y sus desastrosas consecuencias para la revolución china.
La funesta teoría del socialismo en un solo país, formulada por Stalin en otoño de 1924, acabó con la perspectiva internacionalista de la Internacional Comunista, creando las condiciones para terribles derrotas, tanto en los países capitalistas desarrollados como en las colonias. Esta doctrina representa la negación más rotunda del programa leninista. En cientos de escritos, Lenin siempre rechazó esta posibilidad, que entraba en absoluta contradicción con los fundamentos del socialismo científico. Nos conformaremos aquí con un cita de uno de sus trabajos: "Estamos lejos incluso de haber terminado el período de transición del capitalismo al socialismo. Jamás nos hemos dejado engañar por la esperanza de que podríamos terminarlo sin la ayuda del proletariado internacional. Jamás nos hemos equivocado en esta cuestión (…) Naturalmente, la victoria definitiva del socialismo en un solo país es imposible"36.
La nueva casta dominante, liderada por Stalin, impregnada hasta la médula de un profundo escepticismo hacia la capacidad revolucionaria de la clase obrera fuera y dentro de sus fronteras, llegó a la conclusión de que se abría un período de estabilización capitalista a escala mundial. Tras una época turbulenta y complicada, el horizonte presentaba la oportunidad de construir el "socialismo" dentro de las fronteras nacionales de la URSS, lejos de los sobresaltos y las frustraciones de la revolución internacional.
Si en los primeros años posteriores a la toma del poder, la política exterior soviética se guió por el principio de que cualquier acuerdo con un país capitalista, fuera comercial, diplomático o militar era admisible siempre y cuando en ningún caso frenara o debilitara la acción revolucionaria del proletariado en ese país, la consolidación de la política estalinista supuso un giro de 180 grados.
La alianza con la burguesía china ocupó un lugar destacado en la nueva diplomacia soviética. Con el paso del tiempo, la dinámica de esta política contrarrevolucionaria llevaría a la firma del pacto Hitler-Stalin en agosto de 1939.
El Thermidor soviético, la expropiación política de la clase obrera que tomó el poder en Octubre de 1917, necesitaba algo más que condiciones objetivas favorables, precisaba también destruir, borrar con saña todas las tradiciones de la política del bolchevismo y exterminar físicamente a los mejores militantes.
La nueva casta de burócratas primero arrinconó, y posteriormente exterminó, a quienes dentro del Partido se opusieron a su política. Trotsky, dirigente de las revoluciones de 1905 y 1917 y fundador del Ejército Rojo, agrupó en torno a la bandera de la Oposición de Izquierdas a los militantes que no estaban dispuestos a renunciar al programa de Lenin. Decenas de miles de oposicionistas fueron despedidos de sus trabajos y detenidos, sometidos a duros interrogatorios y, más tarde, encarcelados y asesinados. Los métodos más crueles fueron necesarios para transformar la naturaleza política del Partido Bolchevique, hasta convertirlo en el brazo político de la contrarrevolución burocrática.
De esta manera nació una gran contradicción. Detrás de las banderas rojas del comunismo se agruparían millones de los mejores y más abnegados revolucionarios de todo el mundo, en una lucha incansable por construir la patria socialista soviética. Envueltos en esas banderas, proclamándose herederos políticos de Lenin, los dirigentes de Moscú defenderían y aplicarían una y otra vez una política contra la que Lenin se pronunció constantemente en toda su práctica revolucionaria.
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Notas
14. Lenin, Cartas sobre táctica, escrito entre el 8 y el 13 de abril de 1917 (en Las Tesis de Abril, editorial Fundación Federico Engels, Madrid 1998, páginas 10 y 13).
15. Lenin cita unas palabras de Mefistófeles de la tragedia de Goethe Fausto.
16. Lenin, La revolución proletaria y el renegado Kautsky, escrito en 1918, Editorial Roca, Barcelona 1976, páginas 48 y 49.
17. Lenin, Enseñanzas de la revolución, Editorial Roca, Barcelona 1976, página 77.
18. Alan Woods, Bolchevismo, el camino a la revolución, Alan Woods. Editorial Fundación Federico Engels, Madrid 2003, página 631
19. Lenin, Obras Completas de Lenin, Editorial Progreso Moscú, 1987, volumen 31, pagina 2.
20. Ibíd., página 8.
21. Ted Grant y Alan Woods, Lenin y Trotsky, qué defendieron realmente, Editorial Fundación Federico Engels, Madrid 2000, página 57.
22. Lenin, Cartas sobre táctica (en Las Tesis de Abril, página 11).
23. León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa, Ediciones Ruedo Ibérico, París 1972, Vol. 1, página 259.
24. Ted Grant y Alan Woods, Op. Cit., página 57.
24. Alan Woods, Bolchevismo, el camino a la revolución, página 631.
25. León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa, Vol. 1, página 260.
26. Lenin, Las Tesis de Abril, página 5.
27. Trotsky, Historia de la Revolución Rusa, Vol. 1, página 268.
28. Lenin, Obras Completas, volumen 31, página 22.
29. Lenin, Tesis adicionales sobre los problemas nacional y colonial, II Congreso de la Internacional Comunista, julio 1920. Los cuatro primeros congresos de la Internacional comunista. Cuadernos de Pasado y Presente, México 1977, página 158.
30. Ibíd.., página 155.
31. Lenin, La Nueva Política Económica y las tareas de los Comités de Instrucción Política, Informe presentado al II Congreso Nacional de los Comités de Instrucción Política el 17 de octubre de 1921. Obras Completas, Tomo 44, pag. 162.
32. Juan Ignacio Ramos, De noviembre a enero. La revolución alemana de 1918, Editorial Fundación Federico Engels, Madrid 2001.
33. Ted Grant, Rusia, de la revolución a la contrarrevolución, Editorial Fundación Federico Engels, Madrid 1997, página 76.
34. Lenin, discurso pronunciado en marzo de 1919 al VIII Congreso de PC de Rusia, incluido en la recopilación Acerca de la incorporación de las masas a la administración del Estado, Editorial Progreso Moscú 1978, pagina 171.
35. Para un estudio detallado del ascenso del estalinismo es imprescindible consultar el clásico de León Trotsky La revolución traicionada, Fundación Federico Engels, Madrid 2001.
36. Ted Grant, Rusia de la revolución a la contrarrevolución, página 77.
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