Por Miguel Mazzeo.
26 de Marzo de 2007
Porque lo del hombre nuevo no es una imagen en los altares, es una vivisección Permanente.
ALICIA EGUREN
De «Pulgarcito (selección de sus papeles)» en Nuevo hombre, 1971
Alicia Eguren jamás pasó inadvertida. Ese fue su signo distintivo, junto con el inconformismo y la vocación de caminar por grandes realidades. Inteligente y apasionada, plena de seducción, era alta, muy alta, de ojos negros, inmensos e indiscretos. Como precursora de lo que para muchos constituye un oxímoron (la izquierda peronista), como casi profeta de una generación que se planteó en concreto el problema del poder, y como mujer (en ese, su tiempo), se vio obligada a romper con un conjunto de
convenciones, y a radicalizar el giro inquisitivo en diferentes planos. Alicia Eguren se entregó de cuerpo entero a la desobediencia. Nunca se le perdonaría tanta transgresión.
A partir de 1955 fue la compañera de John William Cooke, incluso se casaron en 1957, en Montevideo, Uruguay. Por eso le decían, despectivamente, con mucho de macartismo y muy poco de
ironía, «la Cookskaya», en alusión a la compañera de V. I. Lenin, Nadiesha Krupskaia.
Alicia y John no respetaron los modos maritales de la época. ¿Simone y Jean-Paul? La analogía corresponde. Y nos complace. Mabel Bellucci señaló que Eguren-Cooke prefiguran «un modelo de pareja activista, propio del consenso de la década del 70, momento en el cual se fue diluyendo la
impronta machista del varón luchador y la mujer ajena al mundo público de su compañero». Sin duda,ese había sido modelo disruptivo en las décadas del 50 y 60. Pero todavía en los 70, los catálogos de moral de la izquierda seguían siendo lapidarios en ciertos aspectos. Y si bien Alicia prefiguró el perfil revolucionario femenino de esos años, su personalidad fue mucho menos ascética y más «sensual». Por lo tanto, seguía siendo intolerable. Por ello debió asumir costos muy altos y vivir expuesta a la
imputación de «libertina». Aún carga con ese estigma.
Alicia contrastaba política, cultural y estéticamente, con las mujeres militantes de la política burguesa del peronismo, por lo común convencionales y condenadas al segundo plano. También era distinta de las
militantes de izquierda de los 70, quienes, en muchos casos, ganaron espacios «performando» una estética masculina. Veo a Alicia más como profeta (o anticipadora de hechos políticos) que como sacerdotisa, y creo que aquella cualidad, inconcebible aún hoy para una mujer, le exigía una gestualidad severa y arrebatada y un carácter inflexible, que suelen estar asociados a lo masculino.
En lo político e ideológico, es imposible separar a Alicia de John, por su trayecto compartido en una relación jamás subalterna. Se conocieron en una conferencia que él dictó en el 46, en el Centro de Estudios Argentinos. El naciente peronismo los convocaba. Volvieron a coincidir en casa del historiador nacionalista Ernesto Palacio, citados por la corriente del revisionismo histórico. Pero su proyecto en
común comienza en 1955, y termina con la muerte de Cooke en 1968. Significativa transición que va de un nacionalismo populista, cada vez menos productivo, al socialismo revolucionario. De Juan Domingo
Perón a Ernesto Che Guevara. Ello es inmanente a esta relación.
Nació Alicia Graciana Eguren Vivas en una ciudad de la provincia de Buenos Aires, en 1924, en el seno de una familia que cultivaba un nacionalismo de raigambre rosista y católico. Lo cierto es que
Alicia, hacia los años 40 y 50, comulgaba con este tipo de nacionalismo, y sus intereses giraban en torno a lo estrictamente literario. Se sostiene que se adhirió al yrigoyenismo, pero esto es, por lo menos,
dudoso. El peronismo favoreció la identificación retrospectiva. Si muchos recorrieron el trayecto que iba de Hipólito Yrigoyen a Juan Domingo Perón, otros optaron por el camino inverso, incurriendo en la
tergiversación de la propia historia militante.
Alicia Eguren egresó de la Facultad de Filosofía y Letras como profesora de Literatura, ejerció la docencia y, entre 1946 y 1951, publicó cinco libros de poemas: Dios y el mundo, El canto de la tierra
inicial, Poemas del siglo XX, Aquí, entre magias y espigas, El talud descuajado. Algunas de sus composiciones estaban un tanto estremecidas de idealismo evangélico. También editó Eguren la revista
Nombre y publicó algunos ensayos. Entre 1948 y 1949, con el escritor Armando Cascella, editó la revista Sexto Continente, un sitio de expresión del nacionalismo en sus diferentes versiones, desde el
más retrógrado de Carlos Ibarguren, Alberto Ezcurra Medrano y monseñor Derisi, hasta el más avanzado de Raúl Scalabrini Ortiz y Vasconcelos. Este tipo de adhesiones garantizó a Alicia cierta presencia en
distintos espacios oficiales, académicos y no académicos.
En 1953 ingresa en el Ministerio de Relaciones Exteriores y se casa con el diplomático Pedro Catella, a quien acompañará a Londres. Poco tiempo después del nacimiento del único hijo se separan.
El rencuentro con Cooke se produce en 1955, en un escenario de derrumbe. Poco antes del golpe de septiembre y del derrocamiento del gobierno de Perón, Cooke es designado interventor del Partido Justicialista de la Capital Federal. En un momento político que no habilitaba ninguna forma de
oportunismo, Alicia establece contacto con Cooke y «se pone a su disposición». Cooke, talentoso y desmedido, contrastaba con el resto de la dirigencia política y sindical peronista, conformada por burócratas y por los que medran con el Estado: melindrosos, acomodaticios, eremoniosos estrechadores de manos. Perón, que había relegado a Cooke por autónomo y perturbador, lo convoca en el momento infausto.
La relación entre Alicia y Cooke, una relación de herejes, de «excéntricos», se consolida en la clandestinidad. Cooke es detenido en octubre de 1955. Hasta fines de 1957 deambulará por distintas cárceles del país, cuando se produce la espectacular fuga a Chile desde Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. En aquel tiempo también Alicia conoció la cárcel. En noviembre de 1956, Perón designó a Cooke como su delegado y «heredero». Alicia y John William comparten la resistencia y todos los avatares vinculados a la firma del pacto entre Perón y Arturo Frondizi, para pasar, poco después, a organizar la «insurrección» que hiciera posible el retorno del primero, y para dirigir la oposición «dura» al gobierno del segundo. Alicia participa activamente en la coordinación estratégica de la resistencia peronista.
Padece, junto con John, la imposibilidad de ejercer la delegación y de ser la palabra de Perón.
El año 1959 es un punto de inflexión para Eguren, Cooke y muchos más. Después de la toma del frigorífico Lisandro de La Torre, a principios de año, Cooke pierde gravitación en el peronismo. Es desplazado definitivamente. Poco antes de la toma del frigorífico municipal, Perón había creado el organismo destinado a desautorizar a Cooke: el Consejo Superior (coordinador y supervisor). Después de la heroica huelga de los trabajadores, el Consejo Superior tilda a Cooke de loquito, terrorista y
«comunista». En paralelo, en Cuba triunfa la Revolución.
Cuba revolucionaria, más que un descubrimiento, es una confirmación: la revolución como uno de los destinos posibles para el peronismo. En efecto, eran tiempos en que se podía pensar una dimensión
trascendente para el peronismo y sus capacidades de recreación. La época dorada de la ontología de lo posible y del «poder ser» del peronismo. Aunque en el «movimiento», predominaba la mueca servil y conciliatoria, por abajo corría, purificador, el Jordán de las bases. El peronismo todavía aparecía como un universo lleno de desiertos y zonas inexploradas.
El impacto de la Revolución Cubana es descomunal, pero pesa más, mucho más, el lugar hermenéutico de Alicia y Cooke. Cuba se decodifica desde la reciprocidad dialéctica y no desde el determinismo unilateral. Entonces, gravitan en nuestro país la condición de revancha clasista sobre la
Revolución Fusiladora (autodenominada «Libertadora» en 1955), la heroica resistencia peronista, los cambios en el modelo de acumulación de capital, la imposibilidad de remozar el frente de clases de 1945
y la inviabilidad de las tácticas puestas en práctica por el peronismo para recuperar el poder. Afloran prístinas las contradicciones insalvables al interior del peronismo: la clase obrera peronista se presenta como espacio de construcción de una universalidad emancipadora, pero también como lugar donde encuentra arraigo un particularismo burgués y reaccionario.
La confrontación, la lucha: he aquí el marco de la radicalización política de Alicia, Cooke y de toda una generación de militantes y activistas, entre los que cabe mencionar a Raimundo Villaflor, Gustavo
Rearte, Bernardo Alberte y otros. No se trató de imitación de un modelo, o de un simple estado de espíritu desproporcionado. «Antes de la Revolución Cubana nosotros ya estábamos radicalizados», me
dijo una vez Gerardo Bavio, viejo militante y compañero de Alicia. Unos años después del asesinato del Che, Alicia sostuvo que lo había conocido a último momento, pero que en realidad lo conocía de
memoria porque lo tenía asimilado antes de cruzarse con él, «yo comprendía su pedagogía en carne viva», dijo ella.
Nuevos horizontes e interlocutores se imponen. Alicia participa en el congreso de Palabra Obrera, de filiación trotskista. Se vincula al Movimiento de Liberación Nacional (MLN) de Ismael Viñas, al Partido
Comunista (PC) y al Partido Socialista Argentino de Vanguardia (PSAV). El marxismo comienza a valorizarse como herramienta, e impregna sus ideas. Un marxismo praxeocéntrico, no concebido como determinismo limitado. Abraham Guillén, veterano de la Guerra Civil Española, les habla de alienación, del Marx de los Manuscritos económicos y filósoficos de 1844 y de la guerra popular. La opción por la lucha armada comienza a dividir aguas. Alicia reparte su militancia en tareas de difusión, de organización y apoyo logístico a distintas experiencias. Colabora con la temprana guerrilla de los Uturuncos en el noroeste del país, reúne a
militantes de pequeñas organizaciones y núcleos de izquierda (por lo general, escindidos de partidos que adoptaron una línea reformista, que Alicia no ha vacilado en criticar), y organiza grupos para su
entrenamiento en Cuba. Inicialmente, tiene menos éxito a la hora de convocar peronistas. En paralelo, apoya el intento del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), en Salta, en 1963-1964. En este último año es cofundadora de Acción Revolucionaria Peronista (ARP), concebida como grupo de acción y concientización en el marco del movimiento peronista, pero independiente de sus estructuras «oficiales».
En 1967, junto con el mayor Alberte, participa de la revista Con Todo. Ese mismo año regresa con Cooke a Cuba; él encabeza la delegación argentina que participa de la Conferencia Tricontinental, de allí
surgirá la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS).
Cooke muere el 19 de septiembre de 1968, a los cuarenta y ocho años. Alicia no jugará el papel de viuda de una celebridad, ni de su albacea político-literario. Es cierto que, entre 1971 y 1972, publica los
trabajos de su compañero, incluyendo la Correspondencia Perón-Cooke (principalmente, porque adquieren una vigencia inaudita), pero ella continúa trabajando en delinear la Tendencia Revolucionaria.
En 1969 participa de su Congreso Fundacional, realizado en Córdoba y colabora en la elaboración del documento /em>Estrategia y táctica revolucionaria . Se identificará con las Fuerzas Armadas Peronistas
el Peronismo de Base (P.B.), con el Movimiento Revolucionario 17 de Octubre (MR17) y el Frente Revolucionario Peronista (FRP), grupos que, a diferencia de Montoneros, estaban asumiendo definiciones marxistas.
El 4 de octubre de 1971 publica su «Carta Abierta a Perón», e inicia su participación en el semanario Nuevo Hombre, publicación dirigida por Enrique Walker y en la que escribían Pablo Damiani, Antonio
Caparrós, Nicolás Casullo, Eduardo Luis Duhalde, Rodolfo Ortega Peña, Vicente Zito Lema y varios militantes presos en la cárcel de Villa Devoto, Armando Jaime y Mario Franco, por ejemplo. En Nuevo
Hombre Alicia publica, entre otros trabajos: las «Notas para una biografía de John» y «Pulgarcito (selección de sus papeles)». La publicación se identificará en 1973 con el Frente Antimperialista por el
Socialismo (FAS), impulsado por el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP). En noviembre de 1973, la revista reprodujo el discurso que Alicia pronunció en
el Primer Congreso del FAS. Su adhesión a la lucha armada no debe confundirnos. Para ella, la base de una revolución se forjaba en la lucha de masas. Fue una crítica implacable de toda forma de elitismo.
Propició, además, formas frentistas.
Alicia, con lucidez preclara, tomó conciencia de una situación complicada: la mayor parte de la izquierda peronista revolucionaria estaba compuesta por jóvenes, y su pertenencia al peronismo era muy
nueva. Consideraba que si el choque con la realidad del peronismo posterior a Ezeiza (que apestaba a razzia) resultaba duro para los viejos militantes, para los jóvenes la contradicción era indigerible, se prestaba a la confusión y sembraba dudas en cuanto al futuro. Alicia alertó a los jóvenes respecto de Perón. Ella sabía bien que el peronismo era un «río difícil» y muchas veces «descorazonante» y que la
idealización de Perón conducía al abismo. La brecha generacional no suturó. Las precauciones de «los viejos» no se tuvieron en cuenta. En 1973 formó parte del Consejo editorial del diario El Mundo,
orientado por el PRT-ERP, clausurado en 1974, al igual que Nuevo Hombre. Aunque estrechó sólidos vínculos con el PRT-ERP, en 1975 apoyó la iniciativa que dio forma al Partido Auténtico. Con la
intención de alimentar esa nueva experiencia participó, junto con Alberte y Mabel di Leo, en la fundación de la Agrupación 26 de Julio.
Como decíamos al comienzo, Alicia nunca logró pasar inadvertida. Fiel a su rebeldía ante las llamadas «condiciones femeninas»: pragmatismo, cautela e «instinto» de conservación, es recordada por sus compañeros siempre muy «expuesta», sobre todo después del golpe de marzo de 1976. En abril de 1977, la secuestró un «grupo de tareas» de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Fue torturada y arrojada al Río de la Plata en uno de los vuelos de la muerte.
Sería injusto decir que Alicia ha sido derrotada. El triunfo es el criterio de verdad de los burócratas.
Por otra parte, estas no son notas para un epitafio póstumo. Reivindicar el itinerario de Alicia Eguren,recuperar y revalorizar sus huellas, puede servirnos para conjurar su desaparición. Pero, ante todo, para
rehabilitar un país y un tiempo con posibilidades vitales.
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