No resuelta desde hace ocho años, la espinosa cuestión de Kosovo se instala nuevamente en el corazón de la política internacional. El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, alarmó a las cancillerias al declarar, el 10 de junio, embriagado sin lugar a dudas por su recibimiento triunfal en Tirana (Albania), que era necesario saber decir "¡basta!" cuando las negociaciones se prolongan demasiado. Según él, Kosovo debe declarar pronto su independencia de manera unilateral, que Washington reconocerá sin esperar el veredicto del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
Cabe preguntarse por qué razones, en Palestina, cincuenta años no han sido suficientes para crear un Estado independiente (con las trágicas consecuencias conocidas), y por qué, en cambio, debería resolverse la cuestión de Kosovo cuanto antes.
En los Balcanes, precipitación diplomática es a veces sinónimo de catástrofe. Recordamos lo mucho que la prisa de Alemania y el Vaticano por reconocer, en 1991, la secesión de Croacia favoreció la dislocación de la antigua Yugoslavia y el inicio de la guerra serbo-croata, seguida por la guerra de Bosnia. Sin minimizar el papel nefasto del ex presidente Slobodan Milosevic y de los extremistas partidarios de la "Gran Serbia", debe admitirse que ciertas potencias europeas tienen su responsabilidad en estos enfrentamientos, los más mortíferos en el Viejo Continente desde la Segunda Guerra Mundial. La precipitación favoreció también la guerra de Kosovo en 1999, cuando algunos Estados europeos y Estados Unidos se negaron a continuar las negociaciones con Belgrado (2), decidieron eludir el debate en el seno del Consejo de Seguridad, y, sin mandato de la ONU, utilizaron a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para bombardear Serbia durante varios meses y obligar a sus fuerzas a abandonar Kosovo.
La resolución 1244 de la ONU puso fin, en junio de 1999, a esta ofensiva, y puso a Kosovo bajo administración de Naciones Unidas, mientras que unidades de la OTAN -la Fuerza de Mantenimiento de la Paz en Kosovo (KFOR), integrada por diecisiete mil hombres- garantizan desde entonces su defensa. Esta resolución 1244 reconoce la pertenencia de Kosovo a Serbia. Algo decisivo, pues el principio adoptado por las potencias implicadas en las recientes guerras de los Balcanes ha sido siempre el de respetar las fronteras interiores de la antigua República socialista federal de Yugoslavia. Precisamente en nombre de este principio fueron rechazados y combatidos los proyectos de "Gran Croacia" y de "Gran Serbia" que amenazaban con desmantelar Bosnia-Herzegovina. Y es sobre este principio sobre el que se apoya hoy Serbia, respaldada entre otros por Rusia, para rechazar el plan propuesto por el mediador internacional Martti Ahtisaari.
La independencia será tal vez la solución inevitable para Kosovo, tan enormes son los obstáculos a su mantenimiento en el marco administrativo de Serbia. Pero esta vía sólo puede considerarse en el marco de una concertación estrecha y prolongada con Belgrado, preocupado por otra parte por la protección de la minoría serbia que permanece en Kosovo.
Una independencia precipitada, como la reclama el Presidente Bush, no negociada en el marco de la ONU, podría conllevar la constitución, a corto plazo, de una "Gran Albania", lo que relanzaría automáticamente los irredentismos croatas y serbios a expensas de Bosnia. Ni hablar del precedente internacional explosivo que constituiría para múltiples entidades tentadas de proclamar, ellas también, unilateralmente, su independencia. Véase: Palestina (Israel), Sahara Occidental (Marruecos), Transnistria (Moldavia), Kurdistán (Turquía), Chechenia (Rusia), Abjazia (Georgia), Alto-Karabaj (Azerbaiyán), Taiwán (China), e incluso en Europa, el País Vasco y Cataluña (España, Francia), para citar sólo estos casos. ¿Está dispuesto Bush a garantizar estas independencias como declara querer hacerlo para Kosovo?
Tenemos ante nuestros ojos los alucinantes estragos causados en Oriente Próximo por las iniciativas irresponsables del actual presidente de Estados Unidos. Su pesada incursión, ahora, en un teatro tan explosivo como el de los Balcanes, uno de los más peligrosos del mundo, consterna y aterra.
Serbia.- La Fiscalía serbia investiga un acuerdo secreto de EEUU con Karadzic, acusado por el TPIY, para no perseguirle (EP/AP) -
La Fiscalía serbia está investigando un presunto acuerdo secreto entre Estados Unidos y el ex general serbobosnio fugitivo Radovan Karadzic, acusado de crímenes de guerra y de lesa humanidad por el Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia (TPIY) para no perseguirle a cambio de que éste desapareciera, según informaron ayer fuentes oficiales serbias.
Según precisó el funcionario del Ejecutivo de Belgrado Rasim Ljajic, los instructores del caso están interrogando a ciudadanos serbios, implicados en el acuerdo entre el enviado de Estados Unidos en Serbia Richard Holbrooke y Karadzic, sellado en 1996, un año después de que el TPIY le acusara de la masacre de 8.000 varones musulmanes en el enclave bosnio de Srebrenica en 1995, mediante el cual el ex general se comprometía a abandonar la política.
El ex portavoz de los fiscales que investigan crímenes de guerra de la ONU Florence Hartmann denunció en su último libro que tanto Rusia como Estados Unidos han intervenido para impedir la captura de Karadzic.
En julio de 1996, Holbrooke anunció que Karadzic, presionado por Estados Unidos, aceptó abandonar la jefatura de su partido político a partir de un acuerdo en el que mediadores serbios sirvieron de enlace entre el bastión de Karadzic en Pale y Belgrado, donde Holbrooke estaba destinado.
Por su parte, Ljajic, al frente de las negociaciones y la cooperación entre Belgrado y el TPIY, explicó a la cadena de televisión serbia B-92 que los testimonios de funcionarios --no identificados-- que mediaron en el acuerdo parecen ser creíbles.
Ignacio Ramonet
No hay comentarios.:
Publicar un comentario