martes, septiembre 11, 2007

Irak: sin novedad en el frente.



No hubo sorpresas: el general de cuatro estrellas David Petraeus, comandante de las tropas norteamericanas en Irak desde febrero de este año, advirtió en el Congreso de Estados Unidos sobre la inconveniencia de alterar el plan bélico del presidente George W. Bush. Lo hizo un día antes del sexto aniversario de los atentados aéreos a las Torres Gemelas de Nueva York y sólo recomendó retirar una brigada –alrededor de 4.000 soldados– en diciembre, medida a la que seguiría una reducción gradual de los refuerzos hasta mediados de julio de 2008.
The New York Times había adelantado que a Petraeus “le gustaría quedarse en Irak el mayor tiempo posible”. Pocas horas antes de la presentación del general, el lamentable primer ministro de Irak, Nuri al Maliki, habló ante el Parlamento local y dijo que el ejército nacional no está todavía preparado para asumir la seguridad en 15 de las 18 provincias del país. Pese a ello, aseguró que la violencia ha bajado un 75 por ciento en los ocho últimos meses.
Entre las patéticas cifras que mencionó Maliki para ilustrar este logro, figura que 6.200 familias desplazadas regresaron a sus hogares, 652 insurgentes resultaron fueron muertos y 5.942 sospechosos fueron arrestados, de los cuales se liberaron más de 2.500 luego de ser interrogados. Como casi jefe de Estado o estadista en ciernes, es evidente que a “nuestro hombre en Bagdad” le falta recorrer un largo trecho para acercarse a líderes árabes como el egipcio Gamal Abdel Nasser, el libio Moammar Gadafi o Hussein de Jordania
Las fuerzas de Estados Unidos se encuentran en Irak desde hace cuatro años y medio, y han combatido allí más tiempo que durante la Segunda Guerra Mundial. En esos más de 1.600 días en los que no tuvieron que enfrentar una alianza equivalente a los ejércitos de Alemania y Japón, perdieron la vida más de 3.750 soldados y casi 28 mil fueron heridos. El costo de la permanencia militar desde la ocupación en marzo de 2003 es de 12 mil millones de dólares mensuales.
El general David Petraeus, a quien Newsweek calificó como “el reconstructor de Irak”, nació en noviembre de 1952 y es hijo de un capitán de la marina mercante holandesa que emigró a Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. En Washington se le considera un “intelectual-soldado”, aunque algunos prefieren decirle “general de libros”. Pero militares, políticos y analistas de prensa coinciden en definirlo como “inteligente, ambicioso y con aptitudes de liderazgo”.
Egresado en West Point en 1974, Petraeus fue “cadete distinguido”: ocupó el décimo lugar de su promoción y formó parte del cinco por ciento de los mejores estudiantes de esa generación. Dos meses después de graduarse, se casó con la hija del entonces superintendente de la academia militar.
Una de las recomendaciones no escritas para hacer carrera en tiempos de paz dentro de las Fuerzas Armadas sugiere “ser hijo de perra con los subordinados, indiferente con los iguales y obsecuente con los superiores”. Y a partir del grado de mayor, los que aspiran a trepar hasta la cima del escalafón saben que “los mejores amigos pueden ser los peores enemigos”. Petraeus se conoce todas esas recetas pero, además, se aplicó.
En 1985 hizo una maestría en Administración Pública y en 1987 se doctoró en Relaciones Internacionales por la Universidad de Princeton. Su tesis de doctorado fue sobre las “lecciones de la guerra de Vietnam”, conflicto en el que no alcanzó a participar.
Aunque cumplió misiones de paz en Haití, Kuwait y Bosnia-Herzegovina, Petraeus recién entró en contacto con fuego real en marzo de 2003, precisamente en Irak, 29 años después de egresar como subteniente. Pero ya había logrado una posición y sabía como mantenerla e, incluso, extenderla. En diciembre del año pasado publicó el FM 3-24, nuevo Manual de Lucha de Contrainsurgencia de Estados Unidos, un libro de 300 páginas al que dedicó 14 meses de trabajo, catalogado como “la Biblia” de guerra de Irak y que lo convirtió en el nuevo “gurú” de la guerra antiguerrillas.
El general retirado Barry McCaffrey, participante de la guerra del Golfo Pérsico en 1991 –acusado, por cierto, de “excesos” contra soldados iraquíes desarmados dos días después del anuncio del cese al fuego– y ex jefe del Comando Sur de Estados Unidos en 1994, posteriormente designado “zar “ antidrogas en el gobierno de William Clinton, definió a Petraeus como “brillante”.
“Si hay alguien que puede poner las cosas en orden en Irak es Dave Petraeus”, afirmó otro general retirado, John Batiste, también veterano de la Guerra del Golfo Pérsico en 1991 y comandante en 2005 de una división del ejército en Irak. Batiste demandó en abril de 2006 la renuncia del entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, por “incapaz y manipulador”. Rumsfeld dimitió en noviembre de ese año.
Pero no todas las voces que se escuchan son favorables, y algunas provienen de “pesos pesados” civiles. En septiembre de 2004, el general publicó un artículo en The Washington Post sobre los progresos de las fuerzas de seguridad iraquíes. El trabajo fue duramente criticado por el economista, escritor y periodista Paul Krugman en su columna del 19 de julio de 2007 en The New York Times.
“Petraeus no dijo nada confiable y dio la engañosa impresión, altamente conveniente para sus amos políticos, de que la victoria estaba a la vuelta de la esquina”, escribió Krugman, un respetado neokeynesiano que es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton, autor de 21 libros y crítico del gobierno de George W. Bush.

Roberto Bardini
Bambú Press

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