sábado, septiembre 15, 2007

Osvaldo Pugliese



"Soy, humildemente, un trabajador de la música popular"

El 2 de diciembre de 1905 nacía en una casona de Villa Crespo el maestro Osvaldo Pugliese, el músico de tango que innovó, que abrió la nueva etapa, el que hizo que piano y bajos dijeran sus notas mientras los violines expresaban otras y la línea de bandoneones proyectaba esa fuerza yumbera tal que solo él, en aquella gloriosa década del 40, podía indicar y explicar, fuerza yumbera que asumió características removedoras cuando el pueblo de las barriadas la hizo suya y empezó a clamar "Osvaldo Pugliese al Colón".
Resultado de esa buena música de tango son, principalmente, Malandraca, Negracha y La yumba. Solo por esa trilogía Pugliese podría haber pasado a la historia, pero hizo más, hizo Recuerdo, tomó La mariposa romántica de Pedro Mafia y la convirtió en mariposa arrolladora, hizo un deleite valseado con Desde el alma, hizo política como miembro destacadísimo del Partido Comunista, hizo sindicalismo de clase fundando sindicatos y solidarizándose con huelgas, hizo una orquesta que atravesó represiones, cárceles del maestro, subió cuestas y se convirtió en la más permanente en la historia de la música popular del mundo, hizo…
Sobre todo hizo creaciones, a tal punto que Julián Plaza, autor de Danzarín y magnífico compositor, reconoció que "cuando comencé a tocar con él, tuve que aprender todo de nuevo", porque fue él quien nos hizo ver -agregó- "la fuerza de lo colectivo" en una orquesta. Y efectivamente, esa concepción sin egoísmos de impulsar y encontrar la veta creadora en cada uno de los integrantes de su orquesta típica fue una de las grandes virtudes del maestro.
Pero no busquemos en don Osvaldo las grandes definiciones teóricas. Yo las busqué cuando construía mi libro, y no las encontré, el maestro las esquivaba, no extraje más que modestias, humildades y emotivas respuestas cargadas de sencillez. "Yo soy solo un laburante del tango, un rasca", me decía gambeteándole a la erudición.
Pero sepamos que Osvaldo Pugliese fue un estudioso permanente, saboreaba la música clásica, aprendió de grandes maestros, y ese aprendizaje no lo repetía en formulaciones abstractas sino que lo encarnaba y convertía en creación.
A la hora de indicarle a Beba, su hija, los caminos de la música, le decía: "vos la nota ponela en cualquier lado, hasta que suene bien". ¿Y cuándo sonaba bien una nota, cuál era la indispensable para que haga armonía con la otra y para que ambas dieran el toque distintivo, sublime? Para eso había nacido Osvaldo Pugliese.
Tenía un olfato creador nato como Eduardo Arolas, más una sabiduría ganada con el estudio tenaz y una proyección de futuro sustentada en el conocimiento de la realidad. Un conocimiento adquirido desde el pataleo infantil por el Villa Crespo del arroyo Maldonado y los conventillos, por la heredad que le dejaron los padres, por los tantos caminos difíciles transitados, por sus militancias políticas y sociales, por los trucos jugados a "rompe y raja", por los recitales convocantes y masivos, por sus pequeños paseítos por la avenida Corrientes o por las grandes giras por el mundo, por sus llegadas a Cuba y sus encuentros con Fidel…
Hizo política como miembro destacadísimo del PC, hizo sindicalismo de clase fundando sindicatos y solidarizándose con huelgas, hizo una orquesta que atravesó represiones, subió cuestas y se convirtió en la más permanente en la historia de la música popular del mundo...
Una de las consecuencias fue que el maestro transitaba por los senderos de la vida y del pentagrama afirmado en principios inconmovibles lo que, sumado a su intuición y a ese volcán creativo que solo lo dejaba traslucir en determinados momentos musicales, lo convertirían en un adelantado a su época. Y fue, nada menos, que el cimiento desde donde pudieron afirmarse luego Astor Piazzolla y el tango de vanguardia.
Mil cosas podríamos decir que ya se dijeron sobre Osvaldo Pugliese. Sería repetir, "disco rayado" diría el maestro. Por eso, en este nuevo aniversario o hagamos una gigantesca manifestación con La yumba de fondo y pidiendo, como él lo hacía, la nacionalización de nuestros recursos naturales, o sentémonos tranquilamente a escuchar cualquiera de los tangos de la trilogía, pero no nos quedemos con la melodía superior, metámonos por las fisuras que él nos propone, lleguemos a lo profundo, a los contrapuntos bajos, a los firuletes barrocos que van y vienen, a las síncopas alejadas, a las armonizaciones y combinaciones de sonidos que ofreció al pueblo, y gocemos, demos gracias a la vida por permitirnos escuchar la creación del maestro.

Arturo M. Lozza

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